Nacimiento y evolución del Estado
Nacional
La nación –define
Vivian Trías- es un “hecho histórico”,
“una economía común, un territorio y una lengua común, un
carácter colectivo común”[1]. O como dice Daniel Vidart es “un
sentimiento”[2],
sin ignorar que las naciones suelen carecer de algunos de estos elementos
constitutivos. La nación moderna es una criatura del capitalismo que necesita
arrasar con la fragmentación feudal, surgida en
condiciones de expansión de las fuerzas productivas, las que aparejan
diferentes respuestas de las clases-estamentos de la época (cada clase poseía
su estructura jurídica, con diferentes
penas y derechos, esto es, su estamento). Muchos -en la niñez o adolescencia-
hemos leído “Los tres mosqueteros” de Alejandro Dumas (1802-1870), novela que
deleita con la heroicidad de los protagonistas, los combatientes de la Corte de
Luis XIII en el siglo XVII, contra los señores feudales. ¿En verdad, que
ocurría? Desde los siglos XII y XIII la denominada Revolución Comercial implica
una sucesión de inventos que transforman la vida (muchos traídos de Oriente),
tales como el timón moderno, la brújula marina, las esclusas, la modesta
carretilla, el telar de lazos, el vidrio y el cristal, los anteojos, el
microscopio y el telescopio, el papel y la imprenta. La burguesía –clase
comerciante de las ciudades- utiliza los avances tecnológicos para incrementar
sus ganancias. Su actividad comercial requiere un mercado ampliado, destrabado de
las relaciones feudales: peajes, diversidad de pesas, medidas, normas jurídicas, monedas y dialectos. Dicho
en términos marxistas, las fuerzas productivas en expansión chocan y rompen con
las relaciones sociales de producción anteriores. La obtención de ese mercado
económico ampliado, con la institucionalidad política-jurídica-militar es el
Estado Nacional moderno. Los viejos condados y ducados dejan paso a Francia,
Inglaterra, España, etc. Los defensores del pasado, los reaccionarios de
entonces, pugnan por la permanencia de las viejas soberanías, mientras las fuerzas emergentes pugnan por erigir
Estados Nacionales.
En el siglo
XXI otra revolución científico-tecnológica expande prodigiosamente las fuerzas productivas y las tecnologías de la
información y comunicación La burguesía
trasnacional -en pos de promover ese desarrollo para acrecentar su tasa de
ganancia- choca contra las viejas relaciones sociales de producción representadas
por los Estados Nacionales, mundializando (o “globalizando”) las
pautas comerciales, financieras, arancelarias, sociales, culturales, políticas,
militares. A los poderosos Estados Unidos de América, se agrega la Unión Europea, cuyas directivas
en manos de las elites trasnacionales de las principales potencias (Alemania en
especial) irrumpen con violencia haciendo añicos la relativa independencia de
los Estados Nacionales (Grecia, España, Portugal, Italia, etc.). Los Estados
Nacionales son crecientemente impotentes frente al proceso de centralización
del capital, al dominio de lo que Samir Amín llama oligarquía, al ejercido
desde el Club de Bilderberg denunciado por Fidel Castro, el de los super poderosos que fijan la orientación
de los organismos rectores de la
economía y de la política del mundo. Nuestra
época transita de los Estados Nacionales a las meganaciones, a los Estados
plurinacionales. Ya existían algunos (EE. UU., Rusia), otros son producto de
las transformaciones del siglo pasado (China, India), la Unión Europea es la
más reciente creación y Nuestra América
podría llegar a esa condición a través
de la UNASUR o de la CELAC.
Pero si en
los albores de los tiempos modernos la lucha de las clases-estamentos conduce a
sendas Revoluciones Liberales burguesas (la de Holanda en el siglo XVI, la de
Inglaterra en el XVII, la de Francia en
el XVIII), hoy la lucha de clases se expresa diferentemente en la periferia del
sistema capitalista. La clase dominante (burguesa-terrateniente) de nuestros
países se asocia a la burguesía trasnacional; suele vender sus propiedades y
comprar acciones en las trasnacionales, convirtiéndose -según el Economista Quijano-
en “rentistas felices”. A esa clase
parasitaria le sirve conservar las Patrias Chicas, Estados Nacionales débiles
encadenados a Estados “lejanos y
poderosos”, como propicia el Dr. Lacalle, por la vía de Tratados de Libre
Comercio y de Tratados Militares. El fenómeno es general y no específico de
Uruguay. La Consultora KPMG documenta en “Investigaciones
de Fusiones y Adquisiciones” que en el primer semestre de 2012 las
trasnacionales han comprado 167 empresas de capitales brasileños (básicamente poseedoras
de recursos naturales) y los ex propietarios depositan sus capitales en el
exterior. Brasil figura en el cuarto puesto por estos depósitos en el exterior.
La Consultora estima que el total de los recursos expatriados en el mundo
equivale al PBI de EE. UU. y de Japón
sumados, y que están en manos de diez millones
de inversores, un habitante de cada
setecientos del planeta. En Uruguay, informa Samuel Blixen [3]
que en un año se han transferido al exterior casi 9000 millones de dólares La periferia sangra en provecho de las
metrópolis imperialistas.
En la
periferia del sistema, en la “zona de las
tormentas” de lucha de clases aguda, donde se resuelve la contradicción
principal del sistema entre dos grandes bloques de clases, no son las elites
locales trasnacionalizadas, sino los trabajadores y el haz de clases, capas y
sectores populares, (el bloque popular-alternativo) quienes bregan por la integración conductora a una meganación
soberana con Estados fuertes capaces de enfrentar al poder del capital
trasnacional. En Nuestra América esa unión será capaz de afrontar en relativo “pie de igualdad” los intentos de
avasallamiento del imperialismo norteamericano o de cualquier otro. En cambio es
mentiroso pretender que Uruguay trate en “pie
de igualdad” con EE. UU.
¿Qué
defendemos y de quiénes nos defendemos?
Por ende, la
defensa de la soberanía de Uruguay es inseparable de la de Nuestra América
(América Latina y el Caribe), expresada parcialmente en el MERCOSUR y en la
UNASUR. Sólo el MERCOSUR posee 270 millones de habitantes, 13 millones de
kilómetros cuadrados, el 83% del PBI de América del Sur, tres enormes cuencas
(la del Orinoco, Río de la Plata y Amazonas, de uno, tres y seis millones de
kilómetros cuadrados), las mayores reservas mundiales de petróleo y agua, y de
las mayores de hierro, gas natural,
minerales estratégicos, además de 30 millones de hectáreas para producir
alimentos.
Los primeros
pasos de una estrategia militar es saber qué tenemos que defender, de quiénes defendernos y los eventuales aliados. En el
sistema capitalista mundializado, lo primero es sostener que el imperialismo
existe y que, aunque no cuenta con buena salud y a la larga sea un “tigre de papel” como dijo Mao, en lo
inmediato tiene los colmillos bien afilados.
Conocemos
algo del futuro. La OCDE estima que en los próximos cincuenta años el poder
económico cambiará drásticamente “con un
crecimiento más acelerado de las economías emergentes que darán cuenta de un
porcentaje más importante del producto mundial”. China será en 2016 la
primera economía, mientras que las de sociedades “envejecidas” (EE. UU., Japón, Unión Europea) perderán peso. “La crisis económica que vivimos desde hace
cinco años será superada, pero el mundo de nuestros hijos y nietos va a ser
radicalmente distinto del nuestro” (Ángel Gurría, Secretario General de
OCDE).
Estados Unidos frente al mundo y la región
Ante un mundo
que escapa a su control, ¿qué pretende el imperialismo norteamericano? Es elocuente el Documento Guía de su Ministerio de Defensa (enero de 2012) “Manteniendo el liderazgo mundial:
prioridades para la defensa del siglo XXI”. Analiza que mientras EE. UU. se
retira de Irak y Afganistán se haya
en “un punto de inflexión estratégico”, pues
continuará operando en Medio Oriente (hostigando a Irán) pero principalmente
pondrá la mira en China y su zona de influencia en Asia-Pacífico, en pos de
preservar su “liderazgo mundial” y “nuestra
superioridad militar”. Empero, se ve limitado por los recortes fiscales y
el crecimiento de la deuda (en gran parte con China) y por el descontento de su
población, que resiste a ser “carne de cañón” de sus guerras. Veteranos
de Irak o Vietnam acampan con los “ocupa” y denuncian que también han sido
estafados, estando en el “99 por ciento”
frente al uno por ciento privilegiado.
El Ministerio
de Defensa apuesta a derrotar a los que “intentan
rechazar nuestra proyección de poder”. Obligados por tales desafiantes, su
tradicional “patio trasero” cede
lugar a otras prioridades, pero recibe la condición de “socio de seguridad elegido”. Porque las “fuerzas de Estados Unidos proyectarán operar, siempre que sea posible,
con aliados y fuerzas de coalición”. Ya disponen de contingentes para las
Misiones de Paz (Uruguay está primero en efectivos de acuerdo a su población). Especifica
que “Estados como China e Irán
continuarán buscando medios asimétricos para contrarrestar nuestras capacidades
de proyección de poder.” Para enfrentarlos “Estados Unidos invertirá lo que sea necesario para asegurar su
habilidad de operar eficazmente en entornos anti-acceso y áreas denegadas.”
¿Qué
significa “anti-acceso”? Son los entornos en los que los
enemigos tienen sofisticados sistemas de operaciones, en referencia al concepto
de lucha por aire y mar, especialmente considerados en la estrategia militar
usada para combatir a China. Son los que les niegan el acceso a sus drones de
información o de combate. Brenton es uno de los 1300 pilotos de drones de combate –aviones no tripulados- que opera
EE. UU. Declara al “New York Times” que “cuando le llega la orden de lanzar un misil y matar a un terrorista se
le erizan los pelos en la nuca”, observa los movimientos de la víctima
seleccionada, como “éste juega con sus
hijos, habla con su esposa y visita a sus vecinos”; luego, eligen el
momento de atacar y aprietan el botón… el drone se encarga del resto. Todas las
semanas el Presidente Obama – Nobel de
la Paz- autoriza las ejecuciones. Los drones teledirigidos son el último gran
éxito del complejo industrial-tecnológico-militar. Hace diez años el Pentágono
tenía cincuenta, hoy cuenta con siete mil, en 2020 serán treinta mil. Sólo que
para su éxito, necesitan una gran infraestructura de pistas para aterrizaje y
despegue, las llamadas bases “nenúfares”,
las plantas que en cursos de agua permiten a las ranas ir saltando de unas a
otras hasta cazar al insecto apetecido. ¿Uruguay se prestará a este juego? El
comunicado oficial sobre el probable Acuerdo menciona el “apoyo a operaciones en bases”. Tal declaración, probablemente
desarrollada en los anexos que no se han publicado, vuelve infinitamente grave
el retroceso de Uruguay. ¡Si reviviera
Luis A. de Herrera, opuesto a la instalación de bases militares de
Estados Unidos en Uruguay, daría una formidable lección de soberanía a nuestro
gobierno!
EE. UU. posee
bases militares clásicas en gran número de países de la región, ha reactivado
la 4ª. Flota para el Atlántico Sur, ha fortalecido al Comando Sur cuyos objetivos
son los “regímenes populistas”. Bajo
el pretexto de luchar contra los narcotraficantes o el terrorismo, intenta
sobornarnos con donaciones para policlínicas en zonas marginales (Santa
Catalina) que le sirven para obtener simpatías de la población y relaciones con
los militares. Ya ha intentado instalar un “barracón”
en Durazno, donde tiene asiento la principal base aérea del país, proceso
detenido al alertarse al Ministerio de Defensa Nacional. En síntesis, en tanto carece de fuerzas para afirmar su
dominación declinante, propone asociarnos en su lucha contra China, Irán u otros. Empresa sucia que camina hacia la derrota.
¿Gobierno digno o bajo el síndrome de Estocolmo?
El gobierno uruguayo
tiene una gran responsabilidad. No puede llegar a tal degradación o “aggiornamiento”,
ni estar enfermo del síndrome de Estocolmo –la reacción patológica por la cual
las víctimas desarrollan una relación de complicidad con sus victimarios- para
admitir la alianza con nuestros explotadores y opresores, a fin de combatir a
nuestros aliados tácticos anti imperialistas y eventuales aliados estratégicos
en la lucha por el socialismo: la República Popular China. Tengamos presente
las palabras de Xi Jinping (México, 2009): “Primero,
China no exporta la revolución; segundo, no exporta hambre y pobreza; y
tercero, no los fastidia a ustedes. ¿Qué más se puede decir?”
Uruguay no
debe ignorar la gran enseñanza de su historia: concebido como Estado tapón al
servicio del imperio de turno, con el fin de contribuir a la secular división
entre Argentina y Brasil -división que según el geopolítico Spyckman en “Estados
Unidos ante el mundo” (1942), es
vital para mantener el dominio estadounidense- no debe desligarse de sus
vecinos. Más aún cuando éstos han aprendido
a unirse. Debemos fortalecer al Consejo de Defensa Sudamericano -unidos en el
MERCOSUR y en la UNASUR- para defender los recursos naturales (agua, petróleo, biodiversidad). Unidos a los
vecinos, debemos aprender de la historia
norteamericana, cuando Pennsylvania -Estado del centro- logra que en su capital
Filadelfia, se reunieran los trece estados superando la división entre los del
norte y los del sur para obtener la Independencia (1776). Y debemos aprender de
Bélgica -el otro Estado tapón entre Francia y Alemania, que Lord Ponsomby
pergeña después de la exitosa experiencia de Uruguay (1830)- cuya capital, Bruselas,
se ha convertido en sede de la Unión Europea. Si Uruguay no está fuertemente unido a sus vecinos, arriesga ser utilizado
como base de agresión en la región, al estilo de Israel en Medio Oriente.
En tanto es
pueril pretender relaciones “entre
iguales” con EE. UU., las relaciones con esta potencia debemos tenerlas en
un régimen de consultas permanentes con el MERCOSUR y la UNASUR, propiciando una
política común de todos los países de Nuestra América. Mantengamos a Estados
Unidos distante para que las generaciones actuales y venideras no sean
agredidas por la reedición de la Doctrina de la
Seguridad Nacional con su Plan Cóndor. ¡Todo en la UNASUR, en el Consejo
de Defensa Sudamericano, nada fuera de ellos!
El proyecto
de ley firmado el 12 de noviembre por el Presidente Mujica y los Ministros de
Relaciones Exteriores, Economía y
Finanzas y Defensa Nacional señala que
entrará en vigencia tras la segunda ratificación y permanecerá hasta que “se denuncie por consentimiento mutuo
escrito la intención de no renovarlo por lo menos con 180 días de antelación”. ¡Atados
de pies y manos para el futuro!
Sin renegar
de su tenebroso pasado de títeres del imperialismo, las Fuerzas Armadas parecen
mantener su secular y obsecuente subordinación a éste. Y presionan a este
gobierno débil para permitir operativos conjuntos con las Fuerzas Armadas
estadounidenses. Con tal actitud acrecientan las sospechas que hacia ellas
tiene nuestro pueblo. Para recomponer la relación con éste, tendrán que hacer
autocrítica y redefinir su rol artiguista junto a los pueblos y Fuerzas Armadas
de Nuestra América. Tienen razón de ser sólo integradas a la defensa colectiva
de los recursos de Nuestra América. Por consiguiente, civiles y militares
debemos reclamar como ha hecho Julián González Guyer, para que en la propuesta
a estudio de un posible acuerdo con Estados Unidos, se publiquen los anexos que
lo integran. Este experto ha descubierto y alerta porque en los anexos del
Tratado de 1953 se escondía lo peor de la sumisión uruguaya. ¡Qué este gobierno
no cargue con tal mancha histórica!
NOTAS
[1] “Simón Bolívar, caudillo nacional de los
pueblos hispano americanos”
2 “Políticas”. Octubre 2012. No. 12
3
“Biológicamente pesimistas”. “Brecha”.
16 de octubre de 2012
Tomadoe Del Semanario Voces: http://www.voces.com.uy
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