Por José Guadalupe Gandarilla Salgado
“El
«torrente espumeante» de Federico Engels, una vez libre, se derramó,
fecundador, sobre regiones muy lejanas de aquellas praderas a las que el
angustiado padre quería que el hijo retornara”
Gustav Mayer (1979: 28)[3]
Nunca más oportuno que ahora que se cumplen doscientos años del
nacimiento de Federico Engels para apuntar apenas unas líneas de una
figura tan significativa en las reivindicaciones y en la organización
del movimiento obrero internacional, y de la constitución del propio
discurso teórico-crítico del proletariado: de esa figura emergente de la
Europa del siglo xix, a la que los clásicos le dotaban de la prestancia
necesaria como para orientar la historia del mundo hacia otros
derroteros, que pudieran dejar en el “basurero de la historia” al modo
de producción capitalista,y al amplio repertorio de daños infligidos a
“los dos manantiales de toda riqueza: la tierra y el trabajador” (Marx,
1975: 613).
Este propósito nos sirve para recordar la tan importante labor que
para la difusión del trabajo de los clásicos del marxismo desempeñó el
exiliado español comunistaWenceslao Roces que, luego de la caída de la
República, desarrolló dos períodos de su vida en México (hasta su
fallecimiento), en los cuales no solo destacó en sus labores de
traducción (y que no solo del marxismo, también de clásicos del derecho y
de la filosofía), sino que fue altamente reconocido por el gobierno
mexicano y por la Universidad Nacional Autónoma de México, en la que,
desde muy temprano, se vinculó al destacado Seminario de Problemas
Científicos y Filosóficos, y a la Facultad de Filosofía y Letras. Y es
que Roces, en cuanto a la difusión en nuestra lengua, de la obra de los
clásicos del marxismo, continuó el proyecto que había iniciado en 1934
en la Editorial Cenit, y ya en México siguió esa tarea, a través de
varias iniciativas editoriales: la Compañía General de Ediciones,
Grijalbo y, sobre todo, el Fondo de Cultura Económica. Para darle
dimensión a esa labor, baste con citar la expresión que de ese
monumental proyecto hacía otro gran marxista hispano-mexicano, Adolfo
Sánchez Vázquez:
“Marx y Engels, prácticamente desconocidos por los mismos que
invocaban sus nombres en aquel tiempo. Si a esto unimos el dogmatismo,
ya dominante en los años 30, que ponía a Stalin por encima de los
clásicos, puede comprenderse fácilmente la importancia que tenía sacar a
la luz los textos de Marx y Engels. Y ésta es precisamente la tarea a
la que se consagra Roces con la fundación de la Biblioteca Carlos Marx
de la Editorial Cenit, en Madrid. Es en ella donde aparece su traducción
de El Capital, la primera al español por su rigor y fidelidad al espíritu de Marx.
[…]
“Este proyecto de volver a las fuentes, iniciado en España, en los
años de la preguerra civil, es el que recupera y prolonga Roces en el
exilio mexicano hasta culminar en su serie de Marx y Engels que,
desgraciadamente el traductor incansable ya no pudo terminar”[4]
Resulta de especial importancia la actitud colaborativa, de hermandad
universal, que el propio Roces le confería a su labor. En estos
términos lo hacía explícito:
“mi obra de traductor yo no la enfoco exclusivamente como un trabajo
hecho a una editorial. Me lo explico como un servicio hecho a la
juventud y a los combatientes en lengua española, dotándolos de los
instrumentos y las herramientas fundamentales del marxismo que hasta
ahora no tenían. Y naturalmente que esta labor que he desarrollado me
lleva un tiempo enorme y una entrega casi total”.[5]
Con relación a los trabajos elegidos para ser volcados a su trajín en
la lengua castellana (en un orden de prioridad, pues su proyecto era de
dotarnos, si no de la obra completa sí de la fundamental), siempre
acompañó ese esfuerzo militante con un énfasis por colocarlos en
referencia a su innegable sentido político, a los interrogantes que le
formulaban a su tiempo, o de qué modo rebasaban esas coordenadas (de
espacio y tiempo), y se acomodaban como aportaciones universales; lo
cual advierte de un propósito por esclarecer la conexión de esas
aportaciones filosóficas, científicas y humanísticas con sus premisas
éticas y políticas; ello rige, por supuesto, más aún en el caso de los
fundadores del comunismo. Por ello, sus traducciones, y más aún sus
antologías contenían sendos trabajos introductorios que mostraban un
profundo conocimiento del tema, una buena exploración de archivo, y una
pertinente valoración de las cuestiones políticas que se ponían en
juego: eran verdaderas incursiones histórico-críticas del problema. En
ninguno de los autores traducidos, podría aplicar de mejor modo esa
consigna de trabajo que en el caso de Engels: lo político, esto es, el
campo tensional de dominación social y emancipación humana, está debajo
de sus proposiciones teóricas, y desde su obra más temprana, ésas eran
las razones de sus auto exigencias por construir tanto un planteamiento
siempre muy bien documentado empíricamente, como exigido de una
permanenteactualización, esto último en lo que concernía al saber
científico, y de otrosemergentes campos del conocimiento sobre la
aventura del ser humano (era el caso de sus estudios militares y de
estrategia) en su condición de una especie en permanente co-evolución
con las otras del planeta (antropología, primatología), y hasta hurgaba
en esos tiempos inmemoriales de los mitos, por cuanto imaginaba las
derivas del cuerpo celeste en su indetenible errancia cósmica.
De los materiales preparados por Wenceslao Roces no se puede decir
que completen un conjunto como para ofrecer un acercamiento biográfico
de Engels, no fue ése su propósito (sin embargo, sí dedicó tiempo
suficiente nada menos que para traducir la que sigue siendo la mejor
biografía de Engels, la que elaboró el historiador Gustav Mayer, y a la
que consagró dos décadas de trabajo), pero de haberlo sido, y de poder
echar nosotros el pensamiento a imaginar, habría elaborado una
composición que quizás habría coincidido con uno de los más recientes
trabajos en ese género, que hace de El General (tal es el sobrenombre
con el que se dirigían a él sus más cercanos) una especie de Che Guevara del siglo xix (Green, 2013: 17-21).
Ahora bien, replicando esa intención comparativa de que hace uso John
Green en su larga biografía, solo quisiéramos verter un elemento en que
encontraríamos una notable coincidencia de WenceslaoRoces con el propio
Engels; esa actitud de entrega del esfuerzo personal por una especie de
valor superior o supremo: la constitución o difusión del marxismo. En
el caso de nuestro personaje del siglo xix, como reconstrucción y
acomodo del legado del camarada de toda la vida que no habiendo
terminado la obra (por no alcanzar, el proyecto de El Capital. Crítica de la Economía Política,
la condición de “todo literario” con la que Marx imaginaba debía
arroparse estilísticamente su obra), demandaba ser completada al costo
incluso de postergar o hasta sacrificar los proyectos individuales (de
ellos, uno de los que consideraba más importantes en plena madurez
intelectual, Dialéctica de la naturaleza), cuestión que
compartiría nuestro personaje del siglo xx, quien, al preguntársele
expresamente: “¿Su obra de traductor ha limitado su obra personal?”,
respondía, hasta con cierto pesar: “Hombre, en cierto modo sí… Y
naturalmente que esta labor que he desarrollado y sigo desarrollando me
lleva un tiempo enorme y una entrega casi total”[6]
De los materiales en que, para ocuparnos de la obra de Engels, nos
presta una magnífica colaboración la labor de traducción de Roces,
destacan sus compilaciones para los dos sendos volúmenes publicados por
el Fondo de Cultura Económica, los que ocupan el número ii, Escritos de
Juventud(fce, 1981) y el xviii, Obras filosóficas(fce, 1986) de su
proyecto de colección OFME (Obras Fundamentales de Marx y Engels).[7]Ejemplo
de lo que hemos señalado en los párrafos anteriores lo dan los
apartados introductorios de estos dos preciados volúmenes.[8]
Interesantes, entonces, no solo por la lectura directa del clásico que
posibilitan, sino por la visión tan completa que muestra el traductor:
nos ofrece la visión de un militante, filólogo, filósofo, un personaje
muy interesado en la recuperación histórico-crítica, política y
genealógica del comunista originario de Wuppertal.
De ese volumen ii de los Escritos de juventud, en su
composición panorámica, uno puede acceder, desde los remotos trabajos
que fueron firmados con pseudónimo, además, desde luego, de a su clásico
estudio sobre la clase obrera en Inglaterra, y a una exhaustiva
compilación de trabajos sobre la historia de la organización del
movimiento obrero, y de las respuestas de la burguesía. Se nos entrega
un personaje muy interesante, porque de algún modo esa generación de
filósofos post-hegelianos está expresando una cierta posición, que ya
desde esos años 40, en la Alemania decimonónica –tanto Marx (nacido en
1818) como Engels (nacido en 1820), siendo ellos muy jóvenes– se
encuentran inmersos o están relacionados con un cierto momento de
transición, propio de las confrontaciones geopolíticas al seno mismo de
Europa. En el caso de Alemania, de algún modo se están sintetizando
varios movimientos en el dominio de lo social: al interior de las
estructuras del Estado, de las presiones producto de esa posición de
relativo retraso que ese país expresa con relación a otras sociedades
europeas (en especial, Francia o Inglaterra); Marx y Engels no solo
presencian, sino que sufren en carne propia esas circunstancias (mucho
más, El Moro y su familia, desde luego), las encarnan como exilio
permanente, miran cómoen el dominio prusianose estábajo la presión de
convertirse en un Estado religioso. Las visiones respecto a la religión
pesan en el comportamiento de las personas, toda transformación de la
sociedad no solo depende de esos grandes acontecimientos espectaculares,
que comprimen el tiempo, sino también del esclarecimiento que pueda
obtenerse del llamado “sentido común”, que se da en la batalla de las
ideas y en la disputa cotidiana de los días más rutinarios. Tanto Marx
como Engels se interesaron toda su vida de ese aspecto, religioso y
fetichista de la dominación que ocurre en el día tras día (en el aspecto
más inherente de la nueva época capitalista, de cómo la gente en su
actuar expresa que cree en ella sin saber conscientemente en qué creen,
“no saben pero lo hacen”, llegó a decir Marx) no fueron materialistas
vulgares, sabían que había que disputar en los modos simbólicos y
míticos en que se afirma el presente, con su pretensión de ser
insuperable.[9]
Engels conoció a Marx, en un trato paulatino, en dos momentos, uno no
tan afortunado, en 1842, y luego en un segundo acercamiento,ya
definitivo, en París en 1844, y después de manera más profunda (se
volvieron inseparables) desde 1845, en ese viaje que hicieron por
invitación de Engels a Marx a la ciudad de Manchester, industriosa
ciudad de la que ya Engels había extraído sus hipótesis de economía
política en el breve Esbozo… y su más detallado estudio de
sociología empírica del capitalismo manufacturero naciente, luego se
volvieron a encontrar en la ciudad de Bruselas. Ambos consolidaron sus
hipótesis y encararon juntos el proyecto de la organización del
movimiento obrero.
Un segundo elemento para subrayar es la variada disposición que
siempre mostró Engels, durante toda su vida, en el ánimo de dar forma al
proyecto político del proletariado, fue él quien impulsó a Marx para
relacionarse con la Liga de los Justicieros, con fracciones del
cartismo, y quien redactó la inicial “Profesión de fe comunista” y el
primer borrador que conservaba un cierto tono catequista, que pudo haber
respondido a una estrategia de acercamiento con agrupamientos que
asumían, en aquel momento, un tono profético para una política que
enaltece el valor de la fraternidad;ya luego la genialidad de Marx le
dio la forma que conocemos del documento, y en el que ya se destaca que
el proyecto de los comunistas (y de allí la necesidad de disponer de un
“Manifiesto”) consiste en intervenir política y conscientemente sobre la
dialéctica de transformación de la sociedad, después ya la dupla ni
jamás se separó y dedicaron todos sus esfuerzos a la organización del
proletariado. Fue Engels, en ese objetivo, quien sostuvo y quien
organizó los contactos, quien estableció los puentes de relación entre
diversificadas tradiciones de lucha. No fue, entonces, solo un
sintetizador del pensamiento marxista (aunque ese tipo de documentos
explicativos que produjo se revelan necesarios en cualquier proyecto
aglutinador de fuerzas políticas), sino uno de los principales
animadores del surgimiento de la Primera fase de la Organización
Internacional de los Trabajadores, y le tocó ser el esclarecedor en el
marco de los debates de la II Internacional, tan pronto empezaban a
decantarse las posiciones liquidacionistas del revisionismo. Detectó, en
la parte final de su vida, los problemas a los que se enfrentaría la
Socialdemocracia alemana, en un contexto cambiante al interior de
Europa, lo alcanzó a avizorar como una cierta declinación de la
política, y de la agrupación partidaria recién creada, hacia terrenos en
los cuales encontraba elementos para manifestar cierta sospecha, pero a
los que había que ocupar.
Ese carácter polémico y esclarecedor es también un sello de la obra
de Engels. De ahí que, en todo el trayecto de su vida, desde la época
muy temprana hasta el final, elija esa forma literaria o narrativa para
construir sus argumentos. Es muy interesante que él intentase nominar
algunos de sus libros antecediéndolos con el uso de partícula “Anti”, no
solo lo hizo en uno de sus documentos más conocidos, el Anti-Dühring,
Aunque el título completo era “la subversión de la ciencia por el señor
Dühring”, y que fue imaginado como un folleto o material de
controversia, Marx mismo le daba importancia, al punto de contribuir con
un capítulo al mismo. Ahí se trataba de polemizar con la obra de un
personaje que, aunque le enternece por debatir cuando éste ya casi está
ciego, y a ratos le da fastidio, no consiente, sin embargo, que la
filosofía de este personaje sea tratada, por otros personajes aún más
(materialistas) vulgares, con perdón de la expresión, como si ésta
“¡tuviera en la ciencia el peso de un pedo!” (Engels, 1977: xi); de lo
contrario cómo se explicaría el insidioso papel que comenzaba a tener
entre ciertos sectores del movimiento obrero. Ya antes en los años
cuarenta, antes de conocer a Marx como ya lo dijimos, entre 1840 y 1842,
cuando algunos materiales todavía los firmaba con su pseudónimo (F.
Oswald), presentó ese conjunto de materiales que sus editores agruparon
bajo el encabezado de Anti-Schelling, lo cuál quizá no fuera en contra
de su determinación pues él mismo, en otro momento, aventuró un proyecto
en que se ocuparía de un pensador a quien desde muy joven leyó,y a
propósito del cual afirmó querer escribir un libro cuyo título sería
Anti-Büchner.
Resulta cuanto más interesante y revelador, precisamente en
referencia a ese tomo xviii de las Obras Filosóficas, que al ocuparse
del trabajo de un filósofo al que estudió siendo muy joven, y también en
la parte final de su vida, no se le haya ocurridoincurrir en ese mismo
tenor, hasta con ironía,y titular la obra que le consagraría, en una
fórmula semejantey legarnos algo así como un Anti-Feuerbach, pero no fue
así y en eso parece que hay una muestra del respeto que Engels le
seguía manifestando a ese gran pensador que fue Feuerbach, y por eso
preferirá para el encabezado de su trabajo, el más elogioso de Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana.
Pero lo que sí resulta más paradójico, por no decir, perturbador es que
se trate de hacerdela descollante figura de Engels, un Anti-Marx, gesto
muy frecuente por parte de algunos pensadores pertenecientes al llamado
marxismo académico, de subrayada adscripción post-hegeliana, y quizá
también proclives a cierto liberalismo. Es sorprendente que exista toda
una literatura que esté procesando las intervenciones de Engels
(tocantes sobre todo a la configuración de los Tomos ii y iii de El
Capital, cuanto a una predisposición contraria a sus planteamientos de
la Dialéctica de la naturaleza) para hacer de sus posibles
insuficiencias la sustancia de un Anti-Marx. En eso quizá haya elementos
suficientes para el divertimento filológico de algunos autores,[10]
pero con ese proceder no hacen sino despreciar dos elementos muy
importantes, por un lado, su carácter de elemento agitador, difusory
esclarecedor; el otro elemento que no se sopesa, es la muestra de
generosidad infinita que ofrece Engels con respecto al proyecto de su
correligionario. No solo por haber sido prácticamente el mecenas y
albacea de Marx:en el sentido de ser el camarada de lucha, preocupado
por la relación más cotidiana y afectiva, no solo con Marx sino con sus
seres más cercanos. También por el hecho mismo de que Engels, en la
tarea de concluir la obra que Marx, dejó en carácter de inconclusa su
propia aportación.Ese, sin embargo, es uno de los elementos más
importantes, pues nunca se lo reprochó o hizo saber siquiera a Marx.
Con relación a esta obra, que quedó en carácter de genial proyecto, aun por completar, Dialéctica de la naturaleza,
habría muchas cosas por decir. Para concluir, hemos de dar un pequeño
comentario de lo que habría significado el esfuerzo titánico, por
completarla, pues vierte su objeto de conocimiento en dos dimensiones:
la detección del cambio o fluir permanente del sistema ecológico o
entorno bio-cultural en que transcurre la vida, y por el otro la forma
en que el sistema de las ciencias, hoy cada vez más entrelazado, se
ocupa de pensar reflexivamente esas modificaciones mayormente lentas,
pero en ocasiones vertiginosas. Era uno de los proyectos más importantes
de Engels, que se propuso desarrollar en un plano más profundo ciertos
planteamientos de su filosofía, algunos quizá ya vertidos, en forma
controversial, en la obra respecto a Dühring. En ese sentido la
disposición que Engels muestra es de una extraordinaria generosidad,
pero también de un inquebrantable compromiso político (recordemos que
está configurando la idea de su libro en el momento simultáneo en que
Marx está de lleno trabajando en la escritura definitiva de El Capital).
Y ahí priorizó darle impulso a su compañero, lo insta a comprometerse a
que acabe su “Crítica de la Economía Política”; Marx morirá en 1883, y
si ya en vida de éste Engels se obligaba a tomar ciertas tareas que
significaban no completar su propio proyecto, luego del fallecimiento y
reponiéndose de la pérdida tomó la responsabilidad sobre los borradores,
y de ahí extrajo la parte restante de la obra, el tomo ii (1885) y iii
(1894). Ciclópea tarea por lo cual debiera sorprendernos incluso el
grado en que quedó el proyecto de la Dialéctica de la naturaleza,
pues de ese manuscrito todavía es mucho lo que se puede obtener. En los
esbozos de sus partes reposa testimonialmente el grado de actualidad de
Engels, por esa razón ha sido tan bien recuperada tanto por los
ecologistas radicales como por biólogos, antropólogos, y otros
científicos (los que hoy denominarían ese esfuerzo como no disciplinario
y como cercano a los planteamientos de la complejidad).
Engels sobrevivió doce años a Marx, y en ese período asumió el
compromiso integral desu proyecto de vidao para la transformación de las
vidas (socialista-comunista), que asumía como algo colectivo y de
proyección global; en esa dimensión debe ser considerado el legado que
ha dejado a la posteridad. En ese sentido, ya no solo era la voz
enunciativa, programática o estratégica de la nueva figura del
proletariado, esa condensación espectral que podría propiciar el cambio,
sino que asumirá también la tarea de concretar su proyecto de Dialéctica…
(también Marx dijo, en algún momento, querer escribir un volumen o
manual sobre esa cuestión) entregándose con más detalle al estudio del
aspecto analítico y crítico, expositivo, pero con una composición tan
ambiciosa, en la que remite a todo el espectro del saber;sorprende que,
en simultáneo, hurgue con finura en el ámbito de la producción global
del capital (en el estudio de sus leyes, y de sus categorías como formas
transfiguradas de la práctica social, pues no es otra cosa en lo que
consiste la Crítica de la economía política). Engels se puso a cuestas
esa tarea y la sacó adelante, pues, como sabemos,ya Marx, con francas
dolencias de su cuerpo, no alcanzó a ver finalizada la obra.
Los problemas filosóficos de la Dialéctica de la naturaleza
(de un aparente compromiso con cierto mecanicismo cientificista, que
despreciaría el lado histórico del proceso y abrazaría el determinismo y
el positivismo dominantes, con que se estaba arropando la historia de
las ciencias) desataron hacia múltiples lugares las preocupaciones
iniciales de Lukács.[11]
Toda esa generación de comunistas fueron personajes bien informados de
la mal llamada “ciencia dura”,personajes involucrados con su tiempo, que
están abrevando de los planteamientos del plano científico que es otro
modo de colocación ante los problemas de su tiempo, ahí se estaba ya
preparando, desde el tiempo de Engels otra trinchera de la revolución,
que estallará con la nueva revolución científica, la de los inicios del
siglo xx. Eso no solo generó algunas confusiones a propósito de esa
supuesta relación o filiación entre Marx y Darwin, también propició la
reacción stalinista para contener esos desarrollos, abriendo con ello
una hendidura que separaba entre científicos especializados cuyos
desarrollos eran fácilmente subsumibles al desarrollo industrial
capitalista (justo de lo que deseaba prevenir Lukács en su obra de 1923,
Historia y conciencia de clase) y militantes de aquella
primera generación de marxistas (no precisamente la mejor, pues en su
cientificismo fueron penetrados hasta por la economía marginalista, y
por ello fueron atinadamente criticados por Rosa Luxemburgo) que eran
ganados por nuevas metafísicas, la de un jacobinismo racionalista (que
pensaba al socialismo el más prístino heredero del liberalismo) o la de
aquel espécimen que fue el “marxismo soviético” (que en su reduccionismo
creyó superar y sintetizar las derivas de la dialéctica histórica),
quedaban de lado las consideraciones engelsianas, originales y
legítimas, sobre los aspectos dinámicos, los saltos dialécticos y los
“cambios de fase” en el medio o entorno natural, que no era considerado
el espacio inmaculado donde transcurre la historia sino condición
metabólica de los conflictos de ésta y que se modifica y deteriora por
las condiciones que gobiernan la producción (“sistemas complejos”, como
hoy se diría). Aquellas fisuras solo hasta medio siglo después pudieron
resarcirse con las intervenciones de los biólogos marxistas (Levins,
Lewontin),del materialismo ecológico crítico, las ecologías-mundo, los
feminismos y el anti-eurocentrismo.
Quizá la fundación de esa corriente (que poco después integraría las
cuestiones termodinámicas, y ahora ya se asumen, legítimamente, como la
llegada a las fronteras planetarias, como la situación de toparse con
los límites entrópicos del oikos) pudo haber encontrado en
Engels a un partidario de esas posiciones epistemológicas,pues al
fundador del marxismo,recordemos que vive hasta 1895,le va a tocar
conocer algunos de esos iniciales desarrollos; ya está informándose de
los vuelcos que están ocurriendo en ciertas partes del saber sobre lo
natural y en su captación inscribe esos planteamientos en una estructura
que remite a las exposiciones universales de fines del siglo xix,
espacios a través de los cuales también están transitando discusiones
científicas muy importantes, algunas de las cuales serán procesadas por
aquellos clásicos fundadores delas posteriores generaciones
intelectuales del marxismo.
En ese sentido es muy importante lo que Engels se propone en el manuscrito inacabado de la Dialéctica de la Naturaleza,
sintetiza las dos cuestiones,mira en el despliegue mismo de la
naturaleza, y en ese sentido en el despliegue histórico de la
naturaleza. La propia noción de la naturaleza con la que trabaja y vive
una determina sociedad es histórica, presupuesto que ya había sido
señalado por ese documento que Marx y Engels destinaron a la crítica
roedora de los ratones, La ideología alemana, de 1846.Y es que Engels se encarga de remitir a ese mismo enfoque, tanto en la Dialéctica de la Naturaleza,como
también en algunas partes de su texto tardío de crítica a Feuerbach. Se
trata, en rigor, de dos coincidentes propósitos. Por un lado, observar
cómo la naturaleza, y la naturaleza humana, es el campo de despliegue de
la dialéctica:“la ecología es la prueba de la dialéctica” –como dice
John BellamyFoster. Obviamente, Engels no conocerá ni las teorías del
bigbang o la física del cosmos, pero sí hablará del impulso primigenio. Y
en ese enorme bloque de los tiempos milenarios, geológicos y míticos,
irá colocando lo que va conociendo de esos espacios parametralizados
del saber: la geología, la embriología, la biología que, para él, en ese
sentido, se sintetizan en el segundo objetivo, el esclarecimiento del
papel histórico de los sistemas de ciencias como parte de los sistemas
históricos. Engels expresa cómo al igual que en la filosofía, la crítica
de la religión se convierte en la filosofía crítica de la religión, de
modo analógico, la filosofía de la naturaleza, en Engels, se entiende
como el esfuerzo por hacer transitar una reflexión política sobre lo que
discuten los científicos naturales, una cierta Filosofía política de
las ciencias.
Imaginemos a Engels asentado en un medio, el Londres finisecular, en
el cual está llegando la flor y nata de la discusión del conocimiento
científico. Los medios de discusión de esos avances se están plasmando
en las formas de producción, la labor de acopio de ese conjunto de
conocimientos científicos dentro de la estructura social es tan
importante como el propósito de poder arribar a una nueva concatenación
de esos avances y saberes del sistema de ciencias hacia objetivos más
humanos, o más naturalmente humanos, los de un mundo que permita el
aseguramiento de las condiciones de vida para todes (por no mencionar
ahí sus aportes que serán luego recuperados para la fundación de una
parte tan importante del feminismo, el de filiación marxista).
Y hay un último elemento por desarrollar, la vinculación que podemos
hacer del propósito a que dedicó la última parte de su vida, pues habría
oportunidad de conducir esos planteamientos hacia toda una historia,
situación presente y emergencia de las categorías críticas, que parece
ser el caso de un proyecto semejante como lo es el de una filosofía
política crítica, algo que ya, en cierto modo, emprendió Enrique Dussel.
Nuestro filósofo latinoamericano ha manifestado un vínculo estrecho,
para su Política de la liberación, en el uso de sus referentes
primigenios de la ética semita del cristianismo primitivo, “dar de comer
al hambriento, de beber al sediento, de vestir al desnudo y una barca
al peregrino”, con la forma en que Engels entendía el proyecto íntegro
de la concepción materialista de la historia, en un documento tan tardío
como su carta a Joseph Bloch: “el factor que en última instancia
determina la historia es la producción y la reproducción de la vida
real” (Engels, 1974: 340), pero eso daría para otro escrito, y el
espacio con que disponemos no nos permite sino mencionarlo apenas, así,
muy de pasada.
Pero de lo que sí creemos haber dado cuenta es de la inestimable actualidad de Engels.
Referencias bibliográficas
Engels, Friedrich, “Carta de Engels a Bloch” en Engels, Friedrich, Escritos. Historia, economía, crítica social, filosofía, cartas. Selección de textos e introducciones de W. O. Henderson. Barcelona: Península, pp. 340-342.
Engels, F. (1977),La subversión de la ciencia por el señor Eugen Dühring (Antí-Dühring). OME-35/Obras de Marx y Engels. Barcelona. Crítica.
Green, John, 2013 [2008], Engels, una vida revolucionaria, Caracas: Fundarte-Alcaldía de Caracas. Traducción de Eduardo Gasca.
Marx, K. (1975)[1867],El capital. Crítica de la economía política. Tomo I. Vol. 2. México. Siglo XXI.
Mayer, Gustav,Friedrich Engels: una biografía, México: fce, 1979. Traducción de Wenceslao Roces.
[1]
Este texto corresponde a la versión revisada de la exposición “Engels,
antologado por Wenceslao Roces”, segunda de las actividades del
Seminario Engels revisitado: Horizonte integral de lucha, que se desarrolló en el CEIICH-UNAM, el 28 de octubre de 2020. Enviado por el autor para su publicación en Herramienta.
[2] José
Guadalupe Gandarilla Salgado es Investigador titular del Centro de
Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades de la
UNAM, director de Memoria. Revista de crítica militante.
[3]En
este pasaje, el biógrafo de Engels hace un guiño, para contrastarla, a
la figura del Sigfrido (que también huyó del castillo de su padre) de la
mitología germánica (inmortalizada en la ópera de Wagner) que, según el
poema experimentaría un doble movimiento en su carácter, que sería una
especie de metáfora de los tiempos de la vida, al comienzo, “El torrente
que baja desde las montañas/ Se precipita, espumeante, por la garganta
de la selva/ Los pinos, rumorosos, se inclinan ante él”, más adelante,
sin embargo, “También el río de la montaña llega al valle … / Y, una vez
allí sus aguas discurren serenas … / El furor de las aguas, por fin, se
apacigua…”.
[4] Adolfo Sánchez Vázquez, “En homenaje a un español ejemplar: Wenceslao Roces”. Disponible en: http://www.wenceslaoroces.org/arc/roces/trab/vaz.htm#_ednref3
[5]Gabriel Vargas Lozano “Filosofía y exilio (Entrevista con Wenceslao Roces)” en Dialéctica, nº 14-15. Puebla (México): Universidad Autónoma de Puebla, 1984. Disponible en: http://www.wenceslaoroces.org/arc/roces/trab/ent.htm
[6]Gabriel Vargas Lozano “Filosofía y exilio (Entrevista con Wenceslao Roces)”, Op. Cit.
[7]Sin embargo, no debe ignorarse la importancia de la compilación conocida como Biografía del Manifiesto Comunista,
donde también Wenceslao Roces nos ofrece una exhaustiva reunión de
materiales, con el añadido de una larga y brillante introducción, y un
cuerpo muy informado de notas.
[8]
En esos materiales se detecta la huella del paso de Roces, ofrecen
testimonio de su pensamiento, quizá del proyecto que está siendo
postergado, del modo en que está ordenando también en su mesa de trabajo
(por ello incluye Cronologías e Índice de nombres). En la introducción
de la Biografía del Manifiesto Comunista se ejecuta esa misma
estrategia, a propósito de ese movimiento subterráneo de las naciones
europeas, pero que emerge como el topo, y se documentan los pasos de la
configuración del personaje fundamental de esa escena que sería el
proletariado, y se reseñan las luchas que emprendió y emprende para
intentar arribar a un mundo diferente, que invierta la lógica de la
explotación por una lógica más democrática, que asegure una vida digna
para todos.
[9]Una
de las pocas omisiones en que pudo incurrir Wenceslao Roces al definir
qué trabajos traducir del período de juventud de Engels, consistió en
descartar uno de los tres textos en que se ocupa de la figura filosófica
de Friedrich Wilhelm Joseph Schelling, en un tiempo (1841-1842) en que
Engels aún no conocía todavía a Marx, pero ya estaba completamente al
tanto de lo que se encontraba en juego con la crisis al seno de la
filosofía hegeliana (pues hacía poco más de un lustro que el insigne
filósofo alemán, autor de la Fenomenología del espíritu, había
fallecido) y con la rehabilitación de quien (Schelling) habiendo sido
condiscípulos fue llamado para sustituirle en su cátedra. Hemos tomado
la iniciativa de poner en lengua castellana el trabajo de Engels
titulado “Schelling, el filósofo en Cristo, o la transfiguración de la
sabiduría del mundo en sabiduría de Dios”, y pronto lo veremos publicado
en Memoria. Revista de crítica militante.
[10]Aquí
encontraríamos otra interesante coincidencia con la labor realizada por
Wenceslao Roces, pues un buen conjunto de marxólogos, han puesto
objeciones a ciertos términos y conceptos vertidos en su traducción, y
al propio estilo elegido (con lo cual, a veces, en sus críticos, se
sacrificaría en parte esa intervención más literaria que literal sobre
el texto traducido).
[11]Y
que fueron replicadas en una estrategia similar o análoga en la crítica
que, en su momento, Gramsci (ya en la cárcel) hiciera del trabajo sobre
materialismo histórico de Nicolás Bujarin. Menciono a Bujarin, porque
en los años veinte esa pléyade de comunistas son militantes del cambio,
asumen que esasmudanzas no pueden desarrollarse sin una conciencia
amplia frente al gran espectro del saber, y ése no puede ser otro sino
un posicionamiento político.