El vacío básico del documento de la ONU para la Río+20
reside en una completa ausencia de un relato o de una cosmología nuevos
que pudieran garantizar la esperanza del «futuro que queremos», lema
del gran encuentro. Tal como está, niega cualquier futuro prometedor.
Para
sus formuladores, el futuro depende de la economía, poco importa el
adjetivo que se le agregue: sostenible o verde. Especialmente la
economía verde realiza el gran asalto al último reducto de la
naturaleza: transformar en mercancía y poner precio a aquello que es
común, natural, vital e insustituible para la vida como el agua, los
suelos, la fertilidad, las selvas, los genes, etcétera. Lo que pertenece
a la vida es sagrado y no puede ir al mercado de los negocios. Pero
está yendo, bajo este imperativo categórico: aprópiate de todo, haz comercio con todo, especialmente con la naturaleza y con sus bienes y servicios.
He aquí el supremo egocentrismo y arrogancia de los seres humanos, llamado también antropocentrismo. Éstos ven a la Tierra como
un almacén de recursos sólo para ellos, sin darse cuenta de que no
somos los únicos que habitamos la Tierra ni somos sus propietarios; no
nos sentimos parte de la naturaleza, sino fuera y por encima de ella
como sus «dueños y señores». Olvidamos, sin embargo, que existe toda la
comunidad de vida visible (5% de la biosfera) y cuatrillones de
cuatrillones de microorganismos invisibles (95%) que garantizan la
vitalidad y la fecundidad de la Tierra. Todos ellos pertenecen al
condominio Tierra y tienen derecho a vivir y convivir con nosotros. Sin
relaciones de interdependencia con ellos, ni siquiera podríamos existir.
El documento no tiene en cuenta nada de esto. Podemos decir entonces
que con él no hay salvación. Abre un camino hacia el abismo. Mientras
tengamos tiempo, urge evitarlo.
Nuestro
actual relato o cosmología es el de la conquista del mundo con vistas
al crecimiento ilimitado. Se caracteriza por ser mecanicista,
determinista, atomizada y reduccionista. Según ese relato, el 20% de la
población mundial controla y consume el 80% de todos los recursos
naturales, la mitad de las grandes selvas han sido destruidas, el 65% de
las tierras agrícolas cultivables, perdidas, de 27.000 a 100.000
especies de seres vivos desaparecen cada año (Wilson) y
más de 1.000 agentes químicos sintéticos, la mayoría tóxicos, son
lanzados a la naturaleza. Construimos armas de destrucción masiva,
capaces de eliminar toda la vida humana. El efecto final es el
desequilibrio del sistema-Tierra que se expresa por el calentamiento
global. Con los gases ya acumulados, hacia 2035 llegaremos fatalmente a
un incremento de 3-4° C, lo que hará la vida, tal como la conocemos,
prácticamente imposible.
La actual
crisis económico-financiera, que está sumergiendo a naciones enteras en
la miseria, nos hace perder la percepción del peligro y conspira contra
cualquier cambio necesario de rumbo.
En contraposición, surge el relato o la cosmología del cuidado y de la responsabilidad universal, potencialmente salvadora. Consiguió su mejor expresión en la Carta de la Tierra.
Sitúa nuestra realidad dentro de la cosmogénesis, aquel inmenso proceso
evolutivo que se inició hace 13,7 miles de millones de años. El
universo está expandiéndose, auto-organizándose y auto-creándose
continuamente. En él todo es relación en redes y nada existe fuera de
esta relación. Por eso todos los seres son interdependientes y colaboran
entre sí para garantizar el equilibrio de todos los factores. La misión
humana reside en cuidar y mantener esa armonía sinfónica. Necesitamos
producir no para la acumulación y el enriquecimiento privado sino lo
suficiente y decente para todos, respetando los límites y los ciclos de
la naturaleza.
Por detrás de todos
los seres actúa la Energía de fondo que dio origen y sustenta el
universo permitiendo nuevas emergencias. La más espectacular de ellas es
la Tierra viva y los humanos, la porción consciente de ella, con la
misión de cuidarla y de responsabilizarse por ella.
Este
nuevo relato garantiza «el futuro que queremos». De lo contrario
seremos empujados fatalmente a un caos colectivo con consecuencias
funestas. Ella se revela inspiradora. En vez de hacer negocios con la
naturaleza nos situamos en el seno de ella en profunda sintonía y
sinergia, respetando sus límites y buscando el «vivir bien», que es la
armonía con todos y con la Madre Tierra. La característica de esta nueva
cosmología es el cuidado en lugar de la dominación, el reconocimiento
del valor intrínseco de cada ser y no su mera utilización por el hombre,
el respeto por toda la vida y por los derechos de la naturaleza y no su
explotación, y la articulación de la justicia ecológica con la justicia
social.
Este relato está más de
acuerdo con las necesidades reales humanas y con la lógica del propio
universo. Si el documento Río +20 la adoptase como telón de fondo, se
crearía la oportunidad de una civilización planetaria en la cual el
cuidado, la cooperación, el amor, el respeto, la alegría y la
espiritualidad serían centrales. Tal opción apuntaría no hacia el abismo
sino hacia el futuro que queremos: una biocivilización de la buena
esperanza.
Por Leonardo Boff
Junio 8 de 2012
Tomado de Noticias Uruguaya: http://noticiasuruguayas.blogspot.com/
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