El origen de los días kirchneristas
El dedo índice de la historia trazó otro círculo virtuoso en el eterno espacio de sus días. Lo hizo este viernes 27 de abril en el estadio de Vélez, vivando a YPF, a Malvinas, a Néstor y Cristina. Lo hizo con un pueblo de jóvenes que demostró que la unidad, esta vez es pura realidad. “Unidos y organizados” fue la consigna dominante en las tribunas y en la voz de Cristina. Recuperamos la soberanía energética de los argentinos y se notó en el estadio y sus alrededores. La emoción dejó entrever que se estaba pariendo definitivamente una nueva identidad, alumbrando el sueño que tuvo Néstor Kirchner: las flores que antes florecieron, empiezan a ser partes de un jardín confederado. Repasemos el origen de estos días kirchneristas como una forma de entender y responder en consecuencia, por qué YPF ahora, por qué Cristina, su emoción y su enorme liderazgo, por qué esta nueva Argentina, por qué es posible juntar en un mismo espacio como se juntó en Vélez al peronismo kirchnerista, al progresismo, los trabajadores, la juventud, los movimientos sociales, los estudiantes, las amas de casa, los oficinistas, las Madres de Plaza Mayo, las Abuelas y losHijos, los intelectuales y los artistas populares. Una anécdota cuenta que alguna vez Kirchner respondió con estas palabras al dirigente que le reclamaba nacionalizar YPF: “Juntame un millón de personas en la Plaza y firmo la nacionalización”. El pueblo, la hora de la historia, la victoria del 23 de octubre, la decisión y coraje de Cristina juntaron en esta etapa histórica mucho más que un millón de voluntades. Son millones de argentinos los que la acompañan. Una modesta tesina de sur, paredón y después, diría que es la justa culminación de una historia coherente y consecuente. Es eso. Ya no es creíble sostener que el proyecto nacional y popular sólo crece a borbotones.
Entender el incendio del 2001 y 2002 es entender la explosión del neoliberalismo dominante desde la dictadura. Pero entender este proceso histórico, su permanencia en el tiempo, sus tropiezos y su crecimiento, sus amigos y sus enemigos, es entender aquel 27 de abril de 2003. Al terminar la jornada electoral de aquel domingo, las pantallas de la televisión indicaban el siguiente resultado: Menem el 24,14 % de los votos. Kirchner el 22,04 %. López Murphy el 16,42 %. Carrió el 14,21 %. Rodríguez Saa el 14,13. Después del mandato pendenciero, “que se vayan todos”, el pueblo acudió a las urnas y redobló la apuesta por la democracia. Ese día votó el 80% del padrón. ¿Qué dijo Kirchner por la noche en su primera declaración pública? Desde Santa Cruz dijo que para la segunda vuelta “en la Argentina se enfrentarán dos modelos, el de la exclusión, el del ajuste, el que endeudó al país y el modelo de la producción, el trabajo y la estabilidad que no es propiedad de partido alguno, ni de quien les habla”. Y llamó “a todos los argentinos a construir un modelo de igualdad”; horas después diría “soy tal cual soy, un sureño corajudo, decidido y responsable”.
Mientras otros pensaban en roscas dirigenciales para juntar votos pretendidamente cautivos, Kirchner declaró que él no debatía con el pasado, encabezó actos militantes y viajó a Chile a reunirse con el presidente Ricardo Lagos y dos días después al Brasil a encontrarse con Lula, el otro gran arquitecto de la unidad latinoamericana que se venía al galope. Kirchner siempre miró más lejos que todos. ¿Y qué decía entonces su esposa y compañera, la senadora Cristina Fernández de Kirchner? “El principal aporte que tiene que hacer Kirchner en el Gobierno es volver a ser nosotros, que Argentina vuelva a ser Argentina. Ahora tenemos la oportunidad de cerrar el ciclo inaugurado en 1976, cuando se inició la última dictadura militar. Se terminaron los liderazgos mesiánicos, fundamentalistas, excluyentes, personalistas y hegemónicos.” Luego Menem desertó y Kirchner se hizo presidente. En sólo cinco días resolvió el conflicto docente más largo en la historia de Entre Ríos, adelantó el aguinaldo a los jubilados, envió su gabinete a la inundada Santa Fe, descabezó la vieja cúpula de las Fuerzas Armadas, envió varios proyectos de ley al Congreso, se reunió con 12 mandatarios latinoamericanos, adelantó su firme posición respecto a la Corte de Justicia, se zambulló en la Plaza cuantas veces pudo y abrazaba a quienes se acercaban como si fuera un viejo conocido.
Es el mismo ritmo que hoy mantiene Cristina. Estaba construyendo un puente entre la Casa Rosada y la gente y al hacerlo reconstruía el valor de la política, la democracia, la figura presidencial tan desgastada, la autoestima de un pueblo. Volvíamos a creer. En el origen de esos días, Kirchner pudo optar por recostarse hacia el consenso de los conservadores. Era más fácil y explicable con candidatos de un centro derecha que representaba el 60% del electorado. Y sin embargo, Kirchner no lo hizo. Desde su flaco 22% optó por recostarse sobre la infinita memoria devaluada, humillada, secuestrada por la historia liberal, una memoria de nación y pueblo, de desaparecidos y excluidos. Allí abrevó sus fuerzas. Y arremetió cantando que no iba a dejar sus convicciones en la puerta de la Casa de Gobierno. Esa voluntad kirchnerista es la que marca el origen de esta etapa. No fue una multitud corriéndolo por el carril izquierdo. Esa voluntad es la que hizo entrar a Néstor y Cristina por la puerta grande de la historia. Diría Cristina, años después, que “más que una gestión ocasional, somos un proyecto de país que viene del fondo de la historia”. Por eso, encallan los navíos operativos que se lanzan contra ella y su gobierno. No entienden o no quieren aceptar que gobierna un proyecto que renueva sus cuadros y profundiza su modelo de crecimiento con inclusión social. Por eso la multitud de jóvenes en Vélez y ese ida y vuelta de amores con Cristina. Estamos viviendo un cambio de paradigma. Sucede una vez por siglo. Argentina está girando sobre su nuevo eje: la democracia inclusiva, la soberanía, la memoria.
Como quería Kirchner. Como lo hace Cristina, día a día.
Tomado de: http://sur.infonews.com
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