El 23 de junio no voto!
Escribí
este texto en el año 2004, hoy seguimos peleando por nuestros derechos;
tenemos motivos, tenemos razón y por suerte tenemos fuerza.
Ser mujer
La
actitud revolucionaria de Eva nos enseña que si los humanos dejamos de
obedecer ciegamente, de creer en algo o en alguien de forma
”religiosa”, sin cuestionamientos, adquirimos la capacidad de pensar, de
ser críticos, de discernir utilizando la lógica y el razonamiento, pero
nos convertimos en un peligro, en una molestia para las autoridades o
los líderes que exigen devosión y ciega confianza.
En
la Biblia se relatan distintas versiones sobre la creación del hombre.
En una, Dios crea primero al hombre y luego a la mujer. "Entonces Yahveh
Dios formó al hombre con polvo del suelo, e insufló en sus narices
aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente." (Génesis 2.7)
"Dijo luego Yahveh Dios: «No es bueno que el hombre esté solo. Voy a
hacerle una ayuda adecuada.»" (Génesis 2.18) "Entonces Yahveh Dios hizo
caer un profundo sueño sobre el hombre, el cual se durmió. Y le quitó
una de las costillas, rellenando el vacío con carne. / De la costilla
que Yahveh Dios había tomado del hombre formó una mujer y la llevó ante
el hombre. / Entonces éste exclamó: «Esta vez sí que es hueso de mis
huesos y carne de mi carne. Esta será llamada mujer, porque del varón ha
sido tomada.»" (Génesis 2.21). De acuerdo con esta versión de la
creación en la Biblia, se considera que la primera mujer fue hecha de
una costilla del hombre, para que éste no estuviera solo.
Otra interpretación,
surge del significado de la palabra hebrea tzela, que puede ser
traducida como “costilla” o “mitad”, esta versión dice que Adán era un
ser hermafrodita. Cuando vino el momento de buscarle un interlocutor, se
creo a Eva, practicando un corte vertical al ser originario. El primer
ser poseía tanto la masculinidad como la femineidad. Según esta
interpretación, surgimos como consecuencia de los deseos de la parte
masculina, él manifestó una necesidad, fuimos separadas de su ser (como
la costilla) para ayudarle, él así lo deseo, él sigue siendo origen en
la creación y nosotras aparecemos supeditadas a sus necesidades
intelectuales y reproductoras.
Por
si esto fuera poco, el fruto con que Eva tentó a su pareja aparto del
Paraíso a toda la Humanidad y fuimos condenadas, entre otras cosas, a
padecer los dolores del parto. Las mujeres seguimos acumulando y pagando
culpas. Dicen estudios realizados, que el fruto de la discordia no era
una manzana, esa fruta no existía en la zona donde supuestamente
estuvo situado el Edén. La equivocación procede de un editor bíblico
que tradujo malus-malum (mal o fruto) por manzana. Desde entonces el
fruto prohibido es la manzana. Para los judíos se trata de un higo, una
nuez o una algarroba; para los ortodoxos de una naranja. Los
protestantes inculpan a la miel, y los musulmanes creen que se trataba
de un vaso de vino ofrecido por Eva a Adán. En lo que todos se han
puesto de acuerdo es en la culpabilidad de Eva, haciéndola responsable
intelectual del crimen que provocó el destierro de ambos del Paraíso.
Eva la intrigante, la curiosa, la subversiva, la costilla, la mala
mitad, la mujer. El fruto prohibido representa la sabiduría y el
conocimiento, el pecado consiste en querer alcanzar dicha lucidez. La
actitud revolucionaria de Eva nos enseña que si los humanos dejamos de
obedecer ciegamente, de creer en algo o en alguien de forma”religiosa”,
sin cuestionamientos, adquirimos la capacidad de pensar, de ser
críticos, de discernir utilizando la lógica y el razonamiento, pero nos
convertimos en un peligro, en una molestia para las autoridades o los
líderes que exigen devoción y ciega confianza.
María
Magdalena no corrió mejor suerte que Eva, es acusada en la historia
bíblica como prostituta, profesión que aparece con la puesta en escena
de la propiedad privada y considera el cuerpo de la mujer una mercancía
que se puede adquirir mediante el pago. La iglesia, dirigida por hombres
la lleva al último peldaño en la escalera moral que ellos mismos han
creado, la colocan a su servicio para satisfacer la libido. María
Magdalena, la pecadora, la sucia, la prostituta.
En
el Medioevo se llegó a discutir entre hombres si la mujer poseía o no
alma. Mientras los señores feudales discutían, obligaban a las mujeres a
utilizar el cinturón de castidad, imponían el derecho de pernada y
perseguían a las brujas para quemarlas en piaras. La
mayoría de las víctimas quemadas durante la edad media, acusadas de
practicar la brujería, eran mujeres, muchas de ellas parteras que
poseían conocimientos de como prevenir o cortar los embarazos. Eran sin
lugar a duda una amenaza para la iglesia, el episcopado y el poder del
hombre. Estas mujeres nos entregaban poder de decisión sobre nuestra
vida, nos enseñaban como controlar nuestro cuerpo. Una mujer inteligente
que sobresalía por sus cualidades, era una amenaza para el macho y
rompía con el esquema del papel que gentilmente la ideología dominante
nos adjudico. Había que asegurar el control sobe la sexualidad de la
mujer y el control sobre la propiedad privada de los genes del padre.
Eva mordía otra vez el fruto del conocimiento y era castigada por ello,
las transgresoras ponían en peligro el poder de la Iglesia. Fuimos
condenadas a ser menores de edad, a pasar de la tutela del padre a la
del marido. Parir, servir y callar.
Tomás
de Aquino nos ve como una deficiencia de la naturaleza, de menor valor y
dignidad que el hombre, afirma que este ha sido creado para la obra más
noble, la de la inteligencia; mientras que la mujer fue creada con
vista a la generación. Somos, según afirmó, necesarias para el acto de
reproducción, pero el hombre podía haber sido ayudado más adecuadamente
por otro hombre. La imagen que la iglesia impone sigue siendo la de la
mujer tentadora, débil, pecadora, sacada del hombre y creada para él, un
útero, una herramienta.
Los
personajes bíblicos son paradigmas, ejemplos individuales cuyas vidas
sirven para definir un ideal que acarrea consecuencias de orden moral y
ético para el comportamiento humano. Ha pasado mucho tiempo y a pesar de
que hemos evolucionado enormemente en el plano técnico y científico,
en países “desarrollados” del primer mundo sigue habiendo notorias
diferencias entre ambos sexos. Aunque la mujer realice un trabajo igual o
similar al del hombre, gana generalmente menos dinero. No accede de la
misma manera a puestos de poder, es víctima de violencia doméstica y de
violaciones sexuales, etc. Un hombre a través de la iglesia sigue
imponiendo sus reglas de macho en nuestro mundo. Decide sobre nuestros
cuerpos, nuestra salud, nos trata como recipientes, prohíbe el uso del
preservativo, prohíbe el aborto como si le perteneciéramos, como si no
tuviéramos capacidad de decisión sobre nuestra vida.
¿Pueden
los hombres que sustentan el poder, puede el papa y su sequito,
asegurarle a esos millones de niños que vienen al mundo a comer basura, a
vagar sin rumbo fijo, a morir de sida y otras enfermedades, un presente
digno, un futuro? ¿Se harán cargo estos ilustres señores que prohíben
el uso de preservativos, que condenan el aborto, de criar a esos seres
sin rostro? ¿Serán capaces, en nombre de Dios, de repartir su oro y
riquezas entre los que nacen en nombre de la Iglesia? No, seguirán
amenazando con un castigo eterno, blandiendo la moral desde sus tronos y
desde sus cómodos sillones del poder, desde un lugar tan alto que no
distinguen la vida que corre descalza, la que lucha por un día más, la
que se desangra en manos de una curandera.
Debemos
seguir en el rescate de la verdadera mujer, es una responsabilidad que
tenemos que enfrentar las mujeres unidas, cada una en sus propias
circunstancias. Cada vez son más los hombres que muerden el otro lado de
la manzana y nos acompañan en esta lucha haciéndola propia. No sólo
tenemos que destruir la imagen que la mujer tiene sobre sí misma,
tenemos que sacudirnos la carga de una historia pasada, una historia que
no fue escrita por nosotras y que nos llena de culpas y miedos. Hagamos
oír nuestras voces, escribamos nuestra historia, seamos protagonistas
de nuestras vidas. Hoy como siempre las mujeres tenemos mucho que decir y
las que podemos alzar nuestras voces somos responsables de hacerlo, no
solo por nosotras, sino por todas aquellas mujeres que por problemas
sociales. culturales, religioso o políticos aún no lo pueden hacer.
Veronika Engler
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