en América Latina

21 de noviembre
por Claudio Katz
América Latina registra un abrupto cambio, al
calor de grandes confrontaciones entre desposeídos y privilegiados. Esa
disputa incluye revueltas populares y reacciones de los opresores. En un
polo aflora la esperanza colectiva y en el otro el conservadurismo de
las elites.
Las batallas se dirimen en las calles y en las urnas. Los poderosos
no sólo recurren a la represión. Manipulan la información, difaman a los
luchadores y alientan el resentimiento de la clase media empobrecida.
En toda la región los anhelos de igualdad chocan el fascismo y en ningún
país se observan resultados definitivos. En un proceso vertiginoso, las
victorias significativas coexisten con los preocupantes retrocesos.
Las revueltas de octubre
La sublevación en Chile es el gran acontecimiento del tsunami
latinoamericano. Es la mayor rebelión de la historia del país. Todos los
días miles de jóvenes salen de los colegios, universidades y barrios
para enfrentar a los gendarmes.
Las pancartas son categóricas: “Chile se cansó y despertó”. Un pueblo
harto de humillaciones se ha insurreccionado contra el modelo
neoliberal. Los padecimientos generados por ese esquema han salido a la
superficie. El 70% de los hogares tiene su ingreso comprometido con
deudas para solventar la educación, la salud y el ahorro previsional
privados. El país comparte el podio de las ocho naciones más desiguales
del mundo.
El grueso de la población confronta con un gobierno aislado, que
surgió de comicios signados por la abstención. Piñera despliega una
represión salvaje, que ya causó más de 20 asesinatos, miles de detenidos
e incontables heridos. Los carabineros se drogan para continuar la
balacera y disparan a los ojos de los manifestantes, para quitarles la
vista de por vida. Hay abrumadoras denuncias de abusos sexuales contra
las mujeres detenidas.
El ejército sostiene ese vandalismo para preservar los privilegios
legados por Pinochet. Recibe un porcentual fijo de las exportaciones de
cobre y sus miembros están exentos de la vejez pauperizada que padece el
resto de los jubilados. Pero algunos soldados se han negado a reprimir y
los jefes exigen
garantías de impunidad para seguir repartiendo palos. La demanda de juicios a sus tropelías se ha instalado en la sociedad.
Piñera está desbordado. Impuso el toque de queda y tuvo que
levantarlo. Convocó al dialogo y refuerza la sangría. Todos los días
anuncia alguna concesión social sin ningún resultado. El pánico
imperante en su círculo íntimo aflora en confesiones graciosas
(“tendremos que disminuir nuestros privilegios”)o en la descripción de
los manifestantes como “alienígenas”.
Las movilizaciones persisten para no repetir las frustradas
experiencias del 2006 y 2011, que desembocaron en cambios cosméticos. La
oleada actual comenzó en forma espontánea y sin liderazgo, pero ya
emerge una organización por abajo. En los cabildos abiertos se debate
cómo encauzar las protestas y las propuestas.
El activismo de los estudiantes se ha extendido a los sindicatos y a los
colectivos sociales, que demandan el fin de Piñera y la convocatoria a
una Asamblea Constituyente. La presión es tan fuerte, que el propio
gobierno maniobra para deformar ambos reclamos.
También los políticos de la Concertación buscan diluir las exigencias
del levantamiento. Sostuvieron durante 30 años el régimen y
convalidaron la militarización del último mes. Ahora propician el
llamado a un plebiscito que asegura la continuidad de Piñera y bloquea
la soberanía de una eventual Constituyente. Ensayan un nuevo dique para
frenar las movilizaciones.
Ecuador ha sido el segundo epicentro de las revueltas. Las
comunidades indígenas resistieron a escala local el aumento del
combustible e incorporaron otros sectores popularesasu monumental marcha
sobre Quito.
Lenin Moreno se escapó a Guayaquil y apostó al salvajismo represivo,
provocando siete muertos y miles de heridos. Pero al cabo de varias
jornadas de intensa batallase rindió. Anuló el incremento de las naftas y
aceptó la victoria conseguida por la firmeza de la CONAIE. Cuando los
indígenas ingresaron en el Parlamento, el presidente tránsfuga recordó
cómo tres antecesores suyos fueron tumbados por ese movimiento (1997,
2000 y 2005).
El levantamiento logró la derogación de un decreto redactado por el
FMI,
en un país asfixiado por el endeudamiento externo. Todo el paquete de
reforma laboral y apertura de importaciones ha quedado afectado, en una
economía ahogada por la
dolarización. Ese cepo impide compensar los ajustes con paliativos monetarios.
Los manifestantes también ocuparon las oficinas del FMI, para advertir a
los banqueros cual será el tono de su resistencia. Después del éxito
conseguido en las barricadas, los colectivos sociales organizaron un
Parlamento de los Pueblos, que propuso aumentos del salario mínimo,
impuestos progresivos y mecanismos para salir de la dolarización, junto a
la titularización de las tierras y la reestructuración de las deudas
campesinas. Estas definiciones ilustran cómo las revueltas comienzan a
madurar con proyectos alternativos.
La irrupción de los fascistas
El golpe de estado en Bolivia ha introducido un dramático contrapunto
con las sublevaciones de Chile y Ecuador. La derecha tomó la iniciativa
y capturó el gobierno.Toda la controversia sobre la definición de esa
asonada es ridícula. Se consumó el golpe de estado más abierto,
descarado y evidente de las últimas décadas. No tuvo disfraz
institucional, ni mascaradas blandas.
Fue una
acción
virulenta con protagonismo directo del ejército. Evo renunció a punta
de pistola, cuando los generales se negaron a obedecerlo. No dimitió por
simple agobio de la crisis (como De la Rúa en el 2001). Fue expulsado
de la presidencia por la cúpula militar.
Pero la principal peculiaridad de esta operación fue su tinte
fascista. Los gendarmes impusieron una zona liberada, que ocuparon los
matones para instaurar el terror. Forzaron la indefensión del gobierno
aplicando el manual de las bandas ultra-derechistas. Secuestraron
dirigentes sociales, tomaron instituciones públicas y humillaron a los
opositores.
Camacho puso en práctica las proclamas de Bolsonaro. Con biblias y
rezos evangélicos quemó casas, rapó mujeres y encadenó periodistas.
Emitió gritos racistas contra el cholo, mientras sus secuaces se
burlaban de los coyas, quemaban la bandera Whipala y golpeaban a los
transeúntes de la raza denigrada. En La Paz imperó el vandalismo
ensayado en Santa Cruz. La valentía del “macho Camacho” estuvo
garantizada por la protección policial.
Ese odio contra los indios recuerda la provocación inicial de Hitler
contra los judíos. Camacho no disimula la irracionalidad de sus
diatribas contra los pueblos originarios. Considera que las mujeres de
esas nacionalidades son brujas satánicas y que los hombres son
únicamente aptos para la servidumbre. Como en Alemania durante los años
30 ha creado legiones de resentidos para humillar a los indígenas.
La clase dominante celebra la venganza. Como no digiere que un indio
haya ejercido la presidencia, permite las descontroladas tropelías de
Camacho. Los poderosos esperan estabilizar el golpe, para equilibrar
luego el manejo del estado con sus hombres de confianza. Su prioridad
inmediata es consolidar el desplazamiento de Evo.
Por eso invierten lo ocurrido y culpan al líder del MAS de un fraude
que justificaría su remoción. Convierten a la víctima en responsable y
transforman la impugnación del golpe en una crítica a la ambición de
Morales. El presidente electo es presentado como un dictador y los
golpistas son elogiados como salvadores de la democracia. La versión
light de esta infamia declara que “ambos bandos son culpables”.
Pero los difamadores no presentaron ninguna prueba del alegado fraude.
Tampoco objetaron el triunfo de Evo. Sólo discutían si obtuvo el 10% de
diferencia requerido para evitar el ballotage. La oposición legitimó la
elección con su participación y por eso al principio sólo hablaba de
irregularidades. Cuando percibió la posibilidad de perpetrar el golpe
improvisó el cuento del fraude.
El protagonismo del Estados Unidos en el complot quedó confirmado con
el elogio de Trump a la intervención del ejército. Los jugosos negocios
internacionales que ofrecen los golpistas, indujeron también la
bendición de la Unión Europea a los usurpadores.
Pero habrá que ver cuál es la consistencia de una mandataria
auto-elegida en una asamblea trucha. Añez intentará mantener la
presidencia durante el tiempo requerido para amañar elecciones con
proscripciones. Oscila entre los compromisos requeridos para montar esa
farsa y el simple ejercicio de una dictadura. Bajo su conducción,
Bolivia ha retomado sus viejos parámetros de ingobernabilidad.
La heroica resistencia popular se desenvuelve en las duras condiciones
de la militarización. En los primeros cinco días hubo 24 muertos. Pero
las movilizaciones se extienden desde el bastión de El Alto al resto de
las ciudades. Los cabildos organizan la lucha de un pueblo muy
experimentado en la batalla callejera.
En el curso de esa acción podrá evaluarse la actitud adoptada por
Evo. El principal problema no fue su estrategia de permanencia en el
gobierno (plebiscito y reelección), sino la total imprevisión frente al
golpe. Quedó atado al arbitraje de la OEA y fue sorprendido por la
insubordinación de un ejército, que reforzó con equipamientos y
pertrechos. El desmovilizado oficialismo no tuvo repuesta frente a la
decidida ofensiva de la derecha. Este
balance ya está en la mente de los militantes que ahora priorizan la resistencia.
Una resonante victoria
Los contrastes que dominan el contexto latinoamericano tuvieron otra
manifestación en la liberación de Lula. Esa excarcelación suscitó una
inmensa alegría entre los participantes de la campaña contra su
detención. Las marchas, campamentos y pronunciamientos internacionales
permitieron ese logro.
Ese desenlace propinó una gran derrota a la farsa montada por el juez
Moro y sus cómplices de O Globo, para impedir la presidencia del
candidato más popular. La conversión del inquisidor en superministro de
Bolsonaro desenmascaró ese operativo. Ahora deberán lidiar con las
caravanas que exigirán la restitución de los derechos políticos a Lula.
Esa campaña tendrá resonancia continental frente a un mandatario
desprestigiado. Bolsonaro carece de la serenidad mínima, requerida para
ejercer una función ejecutiva. Mantiene su perfil carnavalesco y no
logra hilvanar un discurso. Responde con insultos a cualquier
cuestionamiento.
Esa brutalidad agrava los problemas de su entorno. Ya tiene varios
familiares comprometidos con el lavado de dinero y algunos testimonios
lo vinculan directamente con el asesinato de Marielle Franco.
Bolsonaro depende del sostén de los nueve generales que ejercen el
poder efectivo. Sobrevive por el gran servicio que presta a las clases
dominantes, a través de sucesivos paquetes de agresión a los
trabajadores.
El ex capitán debutó reduciendo el salario mínimo por decreto. Luego
motorizó una reforma laboral precarizadora e impulsa cambios regresivos
en el sistema previsional. Además, implementa privatizaciones en los
estratégicos sectores de la energía, las finanzas y el transporte y se
propone rematar antes del 2022, un centenar de empresas estatales. El
recorte del presupuesto educativo ha sido tan brutal, como la caza de
brujas para destituir funcionarios con ideas progresistas. Sus diatribas
anticomunistas incentivan atropellos a los derechos humanos, mientras
aumenta el salvajismo de los gendarmes en las favelas.
Pero Bolsonaro no ha podido traducir su verborragia reaccionaria en
un programa de concreción del fascismo. Carece de condiciones para
materializar ese proyecto. No logró un liderazgo reconocido en el grueso
del sistema político conservador y continúa soportando la resistencia
popular.
Ya afrontó una huelga de gran acatamiento contra la reforma
previsional y una marcha de tres millones de personas contra la
homofobia. También las protestas estudiantiles contra los recortes del
presupuesto alcanzaron una inédita masividad, bajo la impactante
proclama de “libros sí, armas no”.
El desorbitado capitán programa varios contragolpes y una
movilización de su base social derechista para intentar el
re-encarcelamiento de Lula. El próximo escenario emergerá de esa
confrontación.
Un ejemplo de respuesta
La victoria democrática en Brasil complementa un triunfo más
significativo obtenido en Venezuela. En ese país se libra la disputa más
dura de la región. Durante todo el año la derecha intentó capturar su
presa más codiciada y sufrió una sucesión de contundentes fracasos.
Trump no pudo repetir la invasión de Granada (1983) o Panamá (1989) y
debió contentarse con la apropiación de la filial de PDEVESA en Estados
Unidos.
Sus lacayos venezolanos intentaron todos los complots imaginables,
pero su capacidad de acción quedó socavada por la fracasada
auto-proclamación de Guaidó. Falló también la farsa de la ayuda
humanitaria y no pudieron consumar ningún levantamiento militar. La
guerra eléctrica no funcionó y la improvisada asonada de Leopoldo López
naufragó sin pena, ni gloria.
Las amenazas de provocación militar igualmente persisten enla
frontera con Colombia. Por eso el Departamento de Estado dinamita las
negociaciones con la oposición. Pero el gobierno ha logrado desbaratar
una conspiración tras otra.
En un escenario social muy difícil (y agravado por los gigantescos
desaciertos de la política económica), David logró frenar a Goliat. El
campo bolivariano mantiene un intenso nivel de movilizaciones callejeras
y disputa el espacio público, cada vez que asoma la oposición. Se ha
preservado la cohesión militar, a través de una intervención política
constante en el ejército, utilizando la carta condicionante de las
milicias populares.
Esta conducta ilustra cómo actuar frente a la derecha. Confirma la
necesidad de respuestas de la misma escala que las acciones golpistas y
sin ningún atisbo de rendición. Venezuela ratifica la conveniencia de
exhibir la fuerza junto al accionar diplomático, manteniendo la
serenidad y las banderas de la soberanía y la paz. Para vencer a los
fascistas hay que actuar sin vacilaciones.
Batallas sin respiro
Las tensiones en Venezuela extreman otras confrontaciones que se
dirimen en la calle. En ese ámbito se zanjó la protesta contra el
presidente de Puerto Rico, que se mofaba de las víctimas del huracány
desplegabacomentarios homófobos.
El pueblo hizo valer sus demandas a través de la movilización, en una
isla agobiada por el ajuste del FMI. Laley federal impuesta por los
financistas para afrontar la bancarrota fiscal genera terribles
padecimientos a los trabajadores. Pero por primera vez en la historia
deesa nación, un gobernador ha sido tumbado porla presión popular. La
crisis continúa y no se avizoran soluciones, en una colonia sin
mecanismos políticos para procesar las tensiones habituales de cualquier
estado.
En la vecina Haití, las manifestaciones del último semestre han sido
monumentales. Todos los días se levantan barricadas en las ciudades,
para protestar contra un gobierno que agravó el indescriptible
empobrecimiento de la población. La galopante
inflación
impide a la mitad de los haitianos completar su alimentación cotidiana y
la represión se ha cobrado la vida de 51personas. Las principales
demandas afectan a tres presidentes, que malversaron los fondos
aportados por el chavismo a través de Petrocaribe. Los mandatarios
incrementaron sus fortunas personales con los recursos destinados al
abaratamiento del combustible.
Los manifestantes exigen la renuncia del títere actual de Washington,
que Trump sostiene para recompensar su traición a Venezuela y su
alineamiento con la extrema derecha. Pero la marea de protestas no cede y
la exigencia de enjuiciar a los ladrones, ya es complementada con el
reclamo de una Asamblea Constituyente, para introducir drásticos cambios
en el bochornoso sistema electoral.
También Honduras continúa convulsionada por una persistente
resistencia contra el régimen sanguinario surgido de un fraude (2017),
que reforzó la estafa electoral precedente (2013). Los criminales que
conducen el estado no sólo cargan con el asesinato de Berta Cáceres. Han
ultimado a 200 militantes populares que enfrentaron la mafia de los
gendarmes. El país ha sido convertido en un narcoestado, manejado porun
presidente con familiares condenados en Estados Unidos por el tráfico de
cocaína.
La mecha de las rebeliones tiende a expandirse a toda la zona y ya
impactó en la próspera Panamá. En el istmo se registró una gran marcha
universitaria, que repudió el paquetazo de contrarreformas negociado en
la Asamblea Legislativa.
Confrontaciones en las urnas
La gran disputa en América Latina se procesa también en el terreno
electoral. El año pasado López Obrador consiguió en México una
arrolladora victoria, que cerró el ciclo de sofocantes gobiernos del PRI
y del PAN. Con ese impulso electoral desbarató las maniobras de
fraude,que preparaban los perdedores para eternizar su manejo del
estado. La expectativa suscitada por este cambio quedó expuesta en la
multitudinaria manifestación que coronó la asunción de AMLO.
La esperanza está centrada en poner fin a la violencia, que ha
convertido al país en un gran ataúd de 300 mil muertos reconocidos y 26
mil cadáveres sin identificar. Son incontables los líderes sociales
masacrados, en una guerra que sobrepasa los ajustes del crimen
organizado.
López Obrador fue votado para terminar con el desplazamiento forzado
de poblaciones y para esclarecer masacrescomo la ocurrida en
Ayozinatpa.Pero ese anhelo de pacificación y justicia no ha sido
satisfecho.Sigue pendiente la desarticulación de las bandas y el
esclarecimiento de las complicidades militares.
El logro de esos objetivos choca con la reciente sanción de una norma de
seguridad interior, que legaliza la acción de las fuerzas armadas. Esa
gravitación ha sido reforzada con la aceptación del chantaje de Trump,
para taponar el desplazamiento de los migrantes con mayor despliegue de
la Guardia Nacional.
AMLO recibió también una catarata de sufragios para frenar las
privatizaciones, recuperar la autosuficiencia alimentaria y reducir el
pesado endeudamiento externo. Pero tampoco en este terreno aparecen las
medidas prometidas,para implementar una “cuarta transformación”
fundacional de México.
La otra convulsión electoral en la región fue suscitada por el
triunfo de Fernández en Argentina. Macri no pudo forzar el ballotage y
la derecha perdió el gobierno, en el país que catapultó la restauración
conservadora.
La prensa hegemónica disimula este resultado con lecturas invertidas
de lo ocurrido. Presenta a los perdedores como si hubieran liderado los
comicios, por la simple reducción de la distanciade sufragios con la
fórmula triunfante.Ese premio consuelo no altera el contundente
veredicto de la población contra el ajuste.
Los derechistas inflan su performance para condicionar al nuevo
gobierno. Desde sus órganos de opinión lanzan advertencias contra
cualquier medida progresista. Mientras convocan de palabra a “cerrar la
grieta”, preparan las cacerolas para hacer valer sus exigencias.
La confrontación se dirimirá en las respuestas a la catástrofe
económico-social que deja Macri. La derecha atribuye ese colapso a la
sociedad, la cultura y la historia de los argentinos. Pero el desplome
obedece a razones más terrenales: el modelo neoliberal, las políticas de
endeudamiento y los ajustes impuestos por el FMI. Ese dramático
escenario induce al reinicio de la movilización, en el país con mayor
nivel de organización sindical y social de toda la región. Sin ese
resurgimiento de la lucha, no se podrá recomponer el deteriorado ingreso
de la población.
También en otros países se libran importantes choques electorales con
resultados más contradictorios. En Colombia se verifica el lento
surgimiento de fuerzas de centroizquierda, que por primera vez disputan
intendencias y gobernaciones con la oligarquía y los paramilitares.
En Uruguay se avizora en cambio un escenario difícil para el Frente
Amplio,en el ballotage contra la derecha,luego de 15 años de gobierno.
Hace pocos meses en El Salvador, un improvisado derechista consiguió la
presidencia, poniendo fin a una década de cuestionable gestión del
Farabundo Martí.
Las elecciones constituyen un terreno muy relevante de la
confrontación en curso. La derecha articula sus estrategias en el Grupo
de Lima y el progresismo define su perfil en el núcleo de Puebla.
Construye esa alternativa tomando distancia de los Encuentros
Antiimperialistas, el ALBA y el Foro de Sao Paulo.
Estas últimas instancias aportan un explicito sostén a la
movilización popular. Como no restringen su acción al terreno de las
urnas, mantienen vasos comunicantes con los organismos que emergen de
las luchas sociales. Esas modalidades ya se vislumbran en los Cabildos
de Chile, en el Parlamento de Pueblos de Ecuador, en los Encuentros de
Movimientos en Bolivia y en los Organismos Coordinados de Haití.
Pretextos y manipulaciones
Es evidente que el golpe de estado ha resurgido como instrumento de
las clases dominantes. Su reciente implementación en Bolivia corona la
secuencia iniciada en Honduras (2009), seguida en Paraguay (2012) y
extendida a Brasil (2016).
Los golpistas actúan con el sostén directo de los gendarmes y aseguran
su permanencia con algún socio civil. En Paraguay desplazaron a Lugo,
pusieron a Cartes y se afianzaron con Abdo, en comicios signados por la
abstención y la ilegitimidad de los mandatarios.
En todos los casos el ejército vuelve a ocupar el primer plano, como
garante de nuevas formas autoritarias sostenidas en el estado de
excepción. El colombiano Duque encarna la modalidad más acabada de esos
mecanismos. Apaña el asesinato de militantes populares, legaliza el
accionar de los paramilitares y sepulta los Acuerdos de Paz para ultimar
ex combatientes.
Otros golpistas justifican el uso de la fuerza resucitando viejos
fantasmas de la guerra fría. Atribuyen las protestas sociales en
cualquier rincón del continente, a un plan de subversión monitoreado
desde Venezuela y Cuba.
Difunden esas tonterías sin ningún rubor, mientras afinan burdas
operaciones judiciales para proscribir a los líderes progresistas. Sin
magistrados adictos, las causas que inventan no podrían traspasar la
primera instancia de cualquier tribunal. Pero cuentan con los medios de
comunicación para proclamar las sentencias que repite el gran público.
Los medios manipulan la información,presentando la corrupción como
una enfermedad de los gobiernos que se distancian de las normas
conservadoras. Eximen de ese mal a la derecha y por esa razóntienen poca
prensa, las coimas de Oderbrecht o las estafas al fisco en los paraísos
fiscales. No se ha gastado tinta en describir, por ejemplo, la trama
mafiosa de los presidentes peruanos, que encubrieron sus fraudes con
pactos de impunidad. Los grandes medios operan como usinas de fake news,
que elaboran los servicios de inteligencia a pedido de los grupos
derechistas.
El doble discurso de los diarios y emisoras traspasa también todas
las fronteras. Diariamente difunden nuevas denuncias sobre Venezuela
-calcadas de los informes elaborados por el Departamento de Estado
contra Cuba- mientras silencian el asesinato de 648 líderes sociales en
Colombia.
La derecha complementa sus mentiras con diversos dispositivos para
obstruir la reflexión popular.La ceguera que propicia el fanatismo
religioso es el instrumento predilecto de esa operación. Los evangélicos
aportan sus recursos multimillonarios para crear miedos y destruir
solidaridades.
Presiones y demoliciones
Washington no ceja en su acoso contra Venezuela. Su prioridad es
recuperar el principal yacimiento petrolero del hemisferio. Ha reforzado
también el embargo contra Cuba y conspiró contra Bolivia,para manejar
las enormes reservas del litio que acumula el Altiplano. Evo tenía muy
avanzadas las tratativas para ampliar la explotación de ese estratégico
recurso con firmas chinas.
Trump intenta reconquistar elcontrol estadounidense de las riquezas
naturales latinoamericanas. Afianza la subordinación de sus vasallos
tradicionales y explora una nueva sociedad con Bolsonaro. Pero habrá que
ver si la clase dominante brasileña mantiene ese eje geopolítico, a
costa de sus florecientes negocios con China.
La reciente cumbre de los BRICS en Brasilia, incluyó llamativos
pronunciamientos propiciados por el gigante asiático a favor del
libre-comercio.El propio Bolsonaro ha comenzado a evaluar un Tratado de
Libre Comercio con China y tiene en carpeta el patrocinio de Huawei para
las nuevas redes informáticas del 5 G. Otra conflictiva tentación
proviene de la oferta europea de concertar un TLC, que dinamitaría el
MERCOSUR.
Frente a la dura rivalidad que anticipan estas jugadas, Trump
acrecienta la presencia regional del Pentágono. Estrecha relaciones con
los militares latinoamericanos, para hacer valer los intereses
económicos de las empresas estadounidenses.
Esa intervención también obliga a afianzar el neoliberalismo, que ha
sido desafiado por la sublevación chilena. Esa revuelta demuele todos
los mitos del modelo más ensalzado por los capitalistas de la región.
Ahora se percibe con nitidez que el universo trasandino no es un paraíso
de crecimiento, sino un infierno de desigualdad. Por esa razón,el
descontento contra los 30 pesos del metro se transformó en un
levantamiento contra los 30 años de neoliberalismo.
La rebelión trasandina tiene gran impacto internacional porque ha
puesto en jaque al niño mimado de la ortodoxia económica. La denuncia
que en “Chile torturan, matan y violan” ya irrumpió en los grandes
festivales. Todos los circuitos de la comunicación mundial recogen ese
dato.
Resulta prematuro predecir cuán doblegados están los cimientos del
neoliberalismo. Pero ha salido a flote la enorme vulnerabilidad de ese
modelo, frente al estancamiento de los precios de las materias primas,
el aumento del endeudamiento y la reducción del crecimiento.
Las protestas han puesto también de relieve que el neoliberalismo es
el principal responsable de la desintegración social de América Latina.
Genera las migraciones masivas que suceden a la apertura comercial y a
la destrucción de la pequeña propiedad agraria. Los desposeídos engrosan
las caravanas hacia el Norte, que ningún muro o gendarme puede
contener.
Los hipócritas liberales ponderan el flujo irrestricto de capitales y
mercancías, pero exigen reforzar el control del movimiento
internacional de los migrantes. Propician la persecución y
estigmatización de quiénes cruzan la frontera, para enviar remesas a sus
empobrecidos familiares.
El neoliberalismo ha provocado,además, la expansión de la
delincuencia y una aterradora escala de violencia. De las 50 urbes más
peligrosos del planeta 43 se localizan en América Latina. Las maras
dominan el entramado de muchos países centroamericanos, corroídos por la
ingeniería social regresiva que ensayaron los economistas de Chicago.
Ese modelo es también responsable de la destrucción del medio
ambiente y de los recientes incendios en la Amazonia. La quema de
grandes bosques es perpetrada adrede para plantar soja o abrir pasturas a
la ganadería, bajo la regla mercantil de maximizar la ganancia.
Interpretaciones y posturas
La derecha no sólo desconoce los desastres provocados por su gestión.
Afirma que su modelo forjó una próspera clase media, que ahora reclama
mayor participación en la vida pública. Considera que ese grupo social
se rebela contra los políticos que defienden su casta, sin escuchar las
demandas de los representados. En esta curiosa interpretación, los
desgarradores efectos del modelo neoliberal no estarían en tela de
juicio. Sólo habría una falla en el sistema político de un esquema
económico floreciente.
Esta mirada ilustra hasta qué punto los privilegiados viven en una
burbuja de Miami y barrios cerrados. Ignora que las protestas no se
limitan a impugnar el comportamiento de los políticos. La desigualdad,
las privatizaciones, el endeudamiento y los ajustes son invariablemente
cuestionados. El FMI, los banqueros y las empresas transnacionales son
ubicados en el banquillo de los acusados. Las revueltas tampoco
enjuician a todos los partidos o legisladores. Cuando expresan intereses
populares, las protestas objetan a los servidores del orden
capitalista.
La verdadera clase media no guarda, además, el menor parentesco con
el retrato derechista. En los hechos, el ascenso social es muy limitado
en el duro contexto regional y coexiste con la precarización o el
creciente desempleo. Por eso las revueltas -que encabezan trabajadores,
campesinos y estudiantes- incorporan a veces a los comerciantes y dueños
de pequeños negocios. Todos buscan contener la degradación del nivel de
vida.
La clase media es una etiqueta utilizada por la derecha para
improvisar explicaciones. Mezclan peras con manzanas, para forzar
interpretaciones amoldadas a sus prejuicios. Por eso sitúan en una misma
secuencia cualquier acción de multitudes descontentas, omitiendo el
sentido de cada movilización.
Pero las polémicas sobre el escenario actual no involucran sólo a la
derecha. También incluyen a ciertos pensadores despistados que se
auto-ubican en la izquierda. Esos analistas no logran registrar las
diferencias que contraponen a una revuelta popular con un clamor
reaccionario.
Esa distinción debe ser expuesta en forma categórica. Una guarimba de
escuálidos en Venezuela se localiza en la vereda opuesta de las
protestas indígenas de Ecuador. Los seguidores de Camacho en Bolivia son
nuestros enemigos y los que defienden a Evo son nuestros aliados.
Es importante recordar estas obviedades frente a las posturas
neutralistas, que pretenden eludir la gran divisoria de campos en
disputa. Esas miradas han cuestionado con igual virulencia a Maduró y a
Guadió en Venezuela y ahora extienden la misma equivalencia a Bolivia.
Objetan los intentos reeleccionistas del MAScon la misma vara que la
furia racista de los Comités Cívicos. También repiten la presentación
mediática de las acciones derechistas como legitimas protestas de la
ciudadanía.
Salta a la vista las gravísimas consecuencias políticas de ese
daltonismo político que ignora el peligro del fascismo. La
caracterización de la confrontación en Bolivia no es una actividad
académica. Es la condición para actuar contra los golpistas,
intensificando las marchas de solidaridad. Resulta imposible desenvolver
esas acciones si se desconoce a quién combatir y a quién defender.
Lecciones de lo ocurrido
Derrotar al golpismo, al imperialismo y al neoliberalismo es el gran
objetivo de las luchas actuales. Para lograr esa meta hay que redoblar
la movilización e intensificar la acción política. Pero esa intervención
también requiere aprender de los errores que aprovecha la derecha para
recomponerse.
Resulta muy difícil vencer a los enemigosque son alumbrados por el
propio campo. Esa auto-gestación ha sido una desventura permanente de la
década pasada. El ultra-reaccionario Lenin Moreno fue el caso más
extremo. La propia coalición progresistalo ungió como presidente para
enfrentar la candidatura de los conservadores. Moreno no sólo revirtió
las mejoras previas,implementando la agenda de las clases dominantes.
Posicionó al país en el eje diseñado por la OEA desmantelando la sede de
UNASUR en Quito.
Tampoco conviene olvidar que el golpista Temer fue vicepresidente de
Dilma y surgió de la frustrante la estrategia de “ampliar los frentes”.
Esa misma política ha conducido en México a conformar una alianza de
gobierno con evangelistas, conservadores y capitalistas, en desmedro del
viejo pilar radical de AMLO.
También el neoliberalismo se recompone,cuando sus cimientos son
preservados por los modelos alternativos que implementa la heterodoxia.
Se promete erradicar los esquemas regresivos y se termina facilitando su
reconstitución. Fue lo ocurrido en Brasil y Argentina en la década
pasada, con el mantenimiento de los privilegios a los financistas y el
agro-negocio. Es lo que sucede en la actualidad en México con la
renovación del NAFTA, aceptando las exigencias de aranceles, patentes e
inversiones que reclamó Trump.
La derecha suele recuperar terreno, cuando los gobiernos progresistas
identifican ingenuamente sus éxitos electorales con el respaldo
político perdurable. Se olvidan que los comicios constituyen un momento
de la disputa por el poder. Cuando el control efectivo de la economía,
la justicia, el ejército y los medios de comunicación permanece en manos
de los grupos dominantes, el retorno de la derecha es una cuestión de
tiempo.
Esa vuelta suele coincidir con el fin de gestiones progresistas que
incluyeronmejoras en el nivel de vida popular. Esa paradoja se ha
verificado en Argentina, Brasil y El Salvador y podría repetirse en
Uruguay. En todos los casos los gobiernos de centroizquierda facilitan
alivios a la población, que desembocan en la gestación de electorados
más conservadores.
Esa contradicción subyace también en la crisis de Bolivia. El MAS
afrontó en los últimos años un significativo retroceso electoral, a
pesar de los inéditos éxitosque obtuvo en el manejo de la economía.
Logró altas tasas de crecimiento, una importante reducción de la pobreza
y fuertes inversiones con el uso productivo de la renta gasífera.
La despolitización del movimiento popular es la explicación más
frecuente de esa desconexión entre mejoras socio-económicas y retroceso
electoral. Algunos estiman que los votantes se tornan más
individualistas, a medida que ensanchan su radio de consumo. Consideran
que en esa mutación asimilan la propaganda conservadora y olvidan el
proceso progresista que permitió su mejoría.
Pero esa despolitización es consecuencia de la continuidad de un
sistema que reproduce los privilegios de los capitalistas. La ideología
vigente en una sociedad no flota en el vacío. Si el poder de las clases
dominantes es preservado, esa preeminencia tiende a extenderse a los
comportamientos electorales. Los poderosos recuperan los gobiernos
porque nunca perdieron el poder.
El retorno de la derecha no es inexorable, ni expresa un péndulo
natural de la vida política. Deriva de la ausencia de radicalidad que
impera en el progresismo. En lugar de fomentar transformaciones
sustanciales en los momentos oportunos, esa corriente se adapta al
status quo. Como rehúye la posibilidad de remover el poder de los
grandes capitalistas termina afianzando esa dominación. La experiencia
de los gobiernos de centroizquierda confirma que el freno a la
radicalización,abre las compuertas para la venganza de la derecha.
La centralidad de la izquierda
Frente a la gran oleada de movilizaciones populares, la derecha
prepara contragolpes del mismo alcance. Por eso se avecinan
confrontaciones mayores con resultados abiertos.
El contexto actual incluye ciertos parecidos con el cuadro imperante a
principio de siglo, cuando la sucesión de rebeliones en Venezuela,
Ecuador, Bolivia y Argentina generó las condiciones para el debut del
ciclo progresista. Ese período concluyó con la restauración
conservadora, que afronta ahora la impugnación de una nueva generación
de movimientos y dirigentes.
La semejanza con lo ocurrido en 1989-2005 se observa en la
familiaridad del levantamiento ecuatoriano con el Caracazo. Ambas
revueltas se originaron en la misma reacción contra el aumento de los
combustibles impuesto por el FMI. También hay equivalencias de la
sublevación chilena con el 2001 de Argentina. La demanda contra los
exponentes del régimen político (“que se vayan todos”), se concentra
ahora en la figura de Piñera y en el esquema de gobierno legado por
Pinochet.
Pero lo llamativo del ciclo actual es la magnitud de la participación
popular. El número de manifestantes en la calles supera los registros
de las últimas dos décadas. En Ecuador se computan marchas varias veces
superiores a los picos de masividad, en Haití se estima que cinco
millones de personas han actuado en las protestas, en Chile hubo dos
millones y en Puerto Rico un millón.
Existen grandes posibilidades de lograr conquistas y cambios de las
relaciones de fuerza. No está en juego sólo la reapertura del ciclo
progresista. La batalla en curso puede derivar en novedosos e
imprevistosescenarios.
Lo importante es comprender el contenido de la confrontación. Los
intereses de una minoría de capitalistas chocan con los anhelos de la
mayoría popular. El alineamiento derechista de los poderosos contrasta
con las propuestas emancipadoras de la izquierda. El triunfo de nuestros
pueblos exige construir, fortalecer y renovar ese proyecto.
Resumen
Las revueltas populares se extienden junto a la reacción de los
opresores. En Chile desenmascaran el modelo neoliberal y en Ecuador
doblegaron el ajuste del FMI. Pero en Bolivia se consumó un golpe con
todos los tintes del fascismo. La liberación de Lula ilustra la
intensidad de las resistencias al ensayo reaccionarioen Brasil.
Venezuela demuestra cómo enfrentar a la reacción, en un escenario de
crecientes protestas en Centroamérica y el Caribe. Las confrontaciones
electorales de México y Argentina asumen otro significado.
La derecha generaliza el golpismo con sostén militar, judicial y
mediático. El imperialismo agrede para recuperar primacía económica y
los desastres generados por el neoliberalismo salen a la superficie.
Los levantamientos no expresan el descontento indiferenciado de la clase
media. Hay un antagonismo con las marchas derechistas que el
neutralismo no registra. Los poderosos retomar el gobierno por las
falencias del progresismo y en escenarios muy abiertos el papel de la
izquierda será decisivo.