Escrito por Rob Sewell |
Sábado 18 de Enero de 2014 23:13 |
¿Qué
es el valor? Esta cuestión ha ocupado la mente humana desde hace más de
2.000 años. Los economistas burgueses clásicos trataron el tema, al
igual que lo hizo Marx. Después de muchas deliberaciones, llegaron a la
idea correcta de que el trabajo era la fuente del valor. Esto, entonces,
se convirtió en una piedra angular de la economía política burguesa,
empezando por Adam Smith. Sobre esta cuestión, había puntos en común
entre Marx y los economistas burgueses clásicos.
Sin
embargo, para los economistas burgueses, esta idea constituía una
paradoja y un callejón sin salida. "El hombre que encontró la salida de
este atolladero fue Carlos Marx", explicó Federico Engels [1]. Para
Marx, que pasó a desarrollar y elaborar la teoría del valor, este era el
medio para descubrir las leyes del movimiento del capitalismo y
descubrir la plusvalía. Por esta razón, la teoría del valor se ha
convertido en el blanco principal de todos los opositores a Marx. "El
arsenal de argumentos de la mayoría de los escritores antimarxistas es
la exposición de los absurdos de esta doctrina," según dijo A.D.
Lindsay, el antiguo director del Balliol College de Oxford, en 1931.
¿Cuál es la fuente de la riqueza?
La
idea de que toda la riqueza es creada por el trabajo humano ciertamente
no es una idea nueva. Su origen se puede encontrar en la Edad Media, en
el sermón de John Ball, y era una idea central entre las sectas
comunistas en la Guerra Civil inglesa. "Pero los ricos reciben todo lo
que tienen de la mano del trabajador, y lo que le dan, es el fruto del
trabajo de otros hombres, no del suyo propio, por lo que no son actores
justos en la tierra", afirmó el líder de los Diggers, Gerrard
Winstanley, en 1652 . El líder de los jacobinos de Londres, John
Thelwall, proclamó: "La propiedad no es más que el trabajo humano." Y
Benjamin Franklin, uno de los Padres Fundadores de los Estados Unidos,
escribió que "el comercio en general no es otra cosa que el intercambio
de trabajo por trabajo, el valor de todas las cosas se mide justamente
por el trabajo".
Se
puede añadir que el trabajo no es la única fuente de riqueza material,
de los valores de uso producidos por el trabajo. Los productos de la
naturaleza, que recibimos como un don gratuito, también contribuyen a
esta riqueza. Como observó correctamente William Petty, uno de los
primeros economistas ingleses, “el trabajo es el padre de la riqueza y
la tierra es su madre”, una afirmación que Marx cita en El Capital.
Hoy
en día, la teoría del valor-trabajo se ha convertido en algo claramente
herético entre los círculos burgueses, debido a sus implicaciones
revolucionarias. En un principio, la teoría del valor-trabajo fue un
arma muy útil para la burguesía ascendente, cuando, siendo una clase
progresista, la usaba para golpear a la políticamente poderosa clase
terrateniente. Una vez ganada la batalla, sin embargo, la burguesía ya
no tenía uso para esta teoría. De hecho, para los burgueses, tenía
connotaciones subversivas que debían ser desacreditadas. "Que el trabajo
es la única fuente de riqueza", escribió John Cazenove en 1812 ",
parece ser una doctrina tan peligrosa como falsa, ya que les proporciona
un apoyo a aquellos que describen que toda la propiedad pertenece a las
clases trabajadoras, y a la parte que es recibida por los demás como un
robo o un fraude en su contra."
La teoría del valor-trabajo
La
teoría del valor es bastante clara. Los seres humanos sólo pueden vivir
y satisfacer sus necesidades básicas mediante el trabajo. Por supuesto,
esto puede darse también bajo la forma de una clase explotadora que
vive a costa del trabajo de otros.
”Cada
niño sabe que cualquier nación moriría de hambre, y no digo en un año,
sino en unas semanas, si dejara de trabajar.", afirmó Marx [1]. En
términos generales, las cosas han de ser producidas en ciertas
cantidades y luego distribuidas de acuerdo con las necesidades de la
sociedad. En eso consisten las leyes económicas de todas las sociedades,
incluido el capitalismo. “Del mismo modo, todo el mundo conoce que las
masas de productos correspondientes a diferentes masas de necesidades,
exigen masas diferentes y cuantitativamente determinadas de la totalidad
del trabajo social ", continuó Marx [2].
Con
el fin de satisfacer las necesidades humanas, el trabajo de la
sociedad, sin importar la forma específica de la producción social, ya
sea en el comunismo primitivo, el esclavismo, el feudalismo, el
capitalismo o el socialismo, tiene que ser dividido de acuerdo con estos
requisitos básicos. Por supuesto, la forma por la cual esto tiene lugar
difiere de un sistema social a otro. "Las leyes de la naturaleza jamás
pueden ser destruidas. Y sólo puede cambiar, en dependencia de las
distintas condiciones históricas, la forma en la que estas leyes se
manifiestan", explicó Marx [4]. Por otra parte, "En cuanto creador de
valores de uso, en cuanto trabajo útil, el trabajo es, por lo tanto, una
condición de la existencia del hombre, independiente de todas las
formas de sociedad, una necesidad natural eterna para mediar en el
metabolismo entre el hombre y la naturaleza, esto es, en la vida
humana." [5]
En
una economía natural no industrializada, los productores producen
valores de uso para satisfacer las necesidades de la comunidad local,
pero con el tiempo, el mercado se convierte en dominante, y los
productores acaban produciendo los productos básicos, no para el uso,
sino para el intercambio. Por lo tanto, todos se vuelven
interdependientes unos de otros debido a la división del trabajo, es
decir, porque todo el mundo necesita los productos producidos por otros.
El intercambio de mercancías - basado en un intercambio de equivalentes
- se lleva a cabo sobre la base de una cualidad común, con
independencia de las diferentes propiedades físicas de las mercancías.
Dicha cualidad común es que son valores.
Así
como el peso de un objeto sólo puede entenderse en relación con otro
objeto, el valor de una mercancía sólo puede entenderse al
intercambiarse por otra. Para que este intercambio pueda tener lugar, es
necesario que haya una cualidad en común en todas las mercancías, que
se pueda comparar. Esto claramente no es el peso, color, tamaño o
cualquier otra cualidad física, que varían considerablemente de una
mercancía a otra. Lo que las distintas mercancías tienen en común es que
todas ellas son productos del trabajo humano.
"La
naturaleza no construye máquinas, ni locomotoras, ferrocarriles,
telégrafos eléctricos, hiladoras automáticas, etc. Son éstos productos
de la industria humana", explicó Marx [6]. Como consecuencia de ello,
una determinada cantidad de trabajo en general incluida en una mercancía
se puede comparar con una cantidad equivalente incluida en otra. En el
intercambio, una determinada cantidad de relojes se puede negociar por
cierta cantidad de pares de zapatos, en función de la cantidad del
tiempo de trabajo necesario para su producción. Por lo tanto, las
mercancías pueden considerarse como tiempos de trabajo congelados.
El fetichismo de la mercancía
Para
Marx, el valor es una relación entre personas que producen mercancías,
una relación social, pero aparece bajo una "forma fantástica ", como una
relación entre objetos. Son las propias personas, con sus propios
intereses, las que se involucran en este proceso, usando estos objetos
inanimados para la venta, y no al revés. Esta confusión se debe a lo que
Marx llama "el fetichismo de la mercancía". Como es sabido, las
apariencias pueden ser engañosas. Cada día el sol parece girar alrededor
de la tierra, cuando la realidad es que la Tierra viaja alrededor del
sol. Por ello, debemos penetrar bajo la apariencia para revelar la
realidad que se oculta en su interior. Esa es la razón de ser de la
teoría económica marxista.
De
nuevo, en las propias palabras de Marx: “El economista vulgar no tiene
ni la menor idea de que las actuales relaciones cotidianas de cambio no
pueden ser directamente idénticas a las magnitudes del valor. Todo el
quid de la sociedad burguesa consiste precisamente en que en ella no
existe a priori ninguna regulación consciente, social, de la producción.
Lo razonable, lo naturalmente necesario no se manifiesta sino bajo la
forma de un promedio, que actúa ciegamente. Pero el economista vulgar
cree que hace un gran descubrimiento cuando, contra la revelación de las
conexiones internas, proclama orgullosamente que las cosas tienen una
apariencia completamente distinta. De hecho, se enorgullece de reptar
ante la apariencia, y toma ésta por la última palabra. ¿Qué falta puede
hacer entonces la ciencia?”
”Pero
la cosa tiene un segundo fondo. Una vez que se ha penetrado en la
conexión de las cosas, se viene abajo toda la fe teórica en la necesidad
permanente del actual orden de cosas, se viene abajo antes de que dicho
estado de cosas se desmorone prácticamente. Por tanto, las clases
dominantes están absolutamente interesadas en perpetuar esta insensata
confusión. Sí, ¿y por qué si no por ello se paga a los sicofantes
charlatanes cuya última carta científica es afirmar que en la Economía
política está prohibido razonar?" [7]
El
valor, en el sentido marxista, parece ser una cosa bastante extraña. No
es una cualidad natural o física de la mercancía, ni algo que se pueda
percibir a través de nuestros sentidos. Dicho valor no puede verse, ni
siquiera con un potente microscopio. Tampoco puede tocarse u olerse, ya
que carece de presencia física. Pero el valor de cambio, sin lugar a
duda, existe y no es ninguna cualidad arbitraria. Como explicó Marx, el
valor constituye una cualidad social determinada y sólo se manifiesta
durante el intercambio entre las mercancías. Es una cualidad social, una
relación entre el trabajo de los productores. La ley de la oferta y la
demanda, simplemente hace gravitar los precios de mercado de las
mercancías en torno a su valor.
El
valor es el resultado, sin embargo, no de una forma particular de
trabajo, sino del trabajo humano abstracto, trabajo en general. El
trabajo contenido en diferentes productos, como zapatos y abrigos, es
diferente. Estos son los productos específicos del zapatero y del
sastre. No obstante, en el intercambio, lo que se intercambia no es un
determinado tipo de trabajo en particular, sino el trabajo humano en
general, en forma abstracta. Todo trabajo, ya sea trabajo simple, no
cualificado promedio, o trabajo cualificado, se reduce a cantidades de
trabajo promedio, siendo el trabajo cualificado simplemente un múltiplo
del trabajo no cualificado.
En
el proceso de producción, las máquinas no crean un nuevo valor, aunque a
primera vista parezca que éste sea el caso. Por el contrario, sólo
transfieren su propio valor poco a poco a las nuevas mercancías, a
través del desgaste. Las máquinas han de ser puestas en funcionamiento
por los trabajadores, de lo contrario se desperdiciarían. "Una máquina
que no sirva en el proceso de trabajo es inútil ", explicó Marx.
"Además, cae bajo la acción destructora del intercambio natural de
material. El hierro se oxida, la madera se pudre. El hilo que no se teje
o no se gasta en labores de punto es algodón echado a perder. El
trabajo vivo tiene que tomar en sus manos estas cosas, resucitarlas de
entre los muertos, convertirlas de valores de uso posibles en valores de
uso reales y activos." [8]
Marx
también respondió a la objeción común según la cual un trabajador
perezoso pareciera que produjera mayores valores, al haberle dedicado
más tiempo a su elaboración. Marx explicó que no era el mero trabajo el
que creaba el valor, sino el trabajo "socialmente necesario", una
distinción que los economistas clásicos no lograron captar. Por esto se
entiende el trabajo promedio necesario para producir bienes en
condiciones normales y con el nivel técnico existente. El que un
producto contenga trabajo socialmente necesario o no se expresará en el
intercambio como mercancías, según se vendan o se rechacen en el
mercado. Si se necesita más tiempo para producir un determinado producto
que el tiempo promedio necesario, entonces este tiempo de trabajo
excesivo se convierte en inútil. La competencia en el mercado obligará a
bajar los precios en relación a la media social. Todos los productos
fabricados a un coste mayor se quedarán sin vender o tendrán que ser
vendidos por debajo de su coste de producción. Los costes de producción
se reducen en última instancia, a los costes en mano de obra. El flujo y
reflujo de los niveles de precios se establece en torno a un eje que
cubre los costes de producción y una cierta tasa de ganancia. El
capitalista que empleara trabajo improductivo pronto se encontraría sin
negocio, al no poder vender sus productos al precio habitual.
Si
los capitalistas son capaces de producir mercancías por debajo del
precio habitual, mediante la reducción de los costes de producción,
entonces van a poder vender más bienes de forma más barata y obtener
superganancias - hasta que todo el mundo pueda hacer lo mismo adoptando
la nueva técnica. Una vez que esto sucede, el precio cae a un nuevo
nivel que se corresponde con el tiempo de trabajo "socialmente
necesario" en las nuevas condiciones. Cada mercancía necesita ahora de
menos tiempo para su producción y por lo tanto tiene menos valor que
antes, lo que reduce de forma efectiva el coste y el precio. El tiempo
de trabajo socialmente necesario, por supuesto, cambia en diferentes
épocas y lugares, pero hay un nivel medio general, en un momento dado. A
través de este proceso se determina la cantidad de artículos necesarios
para la sociedad, y la distribución de la fuerza de trabajo entre los
distintos sectores de la economía. Esto muestra cómo la ley del valor
actúa como regulador básico del sistema capitalista.
La
necesidad de mantenerse constantemente a la par con el tiempo de
trabajo "socialmente necesario" también explica por qué el capitalismo
no puede existir sin revolucionar constantemente el modo de producción y
aumentar la explotación. La introducción de maquinaria, junto con una
expansión del capital, significa una inevitable tendencia hacia la
concentración y centralización del capital y el surgimiento de
monopolios.
Los
argumentos de los apologistas del capitalismo están cada vez más
desacreditados. Los reformistas, que también tratan de ridiculizar la
teoría del valor-trabajo, hace mucho que se han rendido ante el
capitalismo y actúan como sus apologistas declarados. Pero sus ideas
están fuera de sintonía con la realidad de hoy, cuando los niveles de
vida se desploman en una época de austeridad. La crisis del capitalismo
significa la crisis del reformismo, así como de la economía burguesa, en
la que se basa. La crisis, que ha asumido un carácter prolongado,
insoluble, obliga a la clase obrera a buscar una forma de salir de este
desastre y a orientarse hacia aquellos que puedan ofrecerle una
explicación coherente.
Sólo
el marxismo puede ofrecer esta alternativa, basada en una visión
científica del mundo, así como la solución, mediante el derrocamiento
revolucionario del capitalismo. En última instancia, esta es la razón
por la cual el marxismo se halla en lucha constante contra los
defensores de un sistema e ideología obsoletos.
[1] Federico Engels, Introducción a “Trabajo asalariado y capital” de C. Marx.
[2] Carlos Marx, Carta a Ludwig Kugelmann, 11 de julio de 1868.
[3] Ibíd.
[4] Ibíd.
[5] Carlos Marx, El Capital Libro I – Tomo I , P. 65 (Akal 2000)
[6] Carlos Marx, Grundrisse
[7] Carlos Marx, Carta a Ludwig Kugelmann, 11 de julio de 1868.
[8] Carlos Marx, El Capital Libro I – Tomo I , P. 248 (Akal 2000)
Tomando de El Militante: http://argentina.elmilitante.org/teora-othermenu-54/6535-ique-es-el-valor.html
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jueves, 23 de enero de 2014
¿Qué es el valor?
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