viernes, 1 de noviembre de 2013

El dinero transporta prejuicios y estigmas

Ariel Wilkis. El sociólogo analiza el lugar que ocupa el dinero en los sectores populares, sus implicancias morales y lo que expresa en términos de deseos

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»POR BÁRBARA SCHIJMAN

PORTEÑO
Nació el 9 de abril de 1976. Tiene 37 años y vive en Villa Urquiza, Ciudad de Buenos Aires.
UBA
Se recibió de sociólogo en la Universidad de Buenos Aires. Su especialidad es la sociología moral del dinero.
POSGRADO
Hizo el doctorado en Sociología por la École des Hautes Études en Sciencies Sociales (EHESS) de París.
DIRECTOR
Es investigador del Conicet y director de la Carrera de Sociología en la Universidad de San Martín.

D
octor en Sociología por la École des Hautes Études en Sciencies Sociales (EHESS) de París, investigador del Conicet y director de la Carrera de Sociología en la Universidad de San Martín (UNSAM), Ariel Wilkis describe el lugar central que ocupa el dinero en los sectores populares, sus implicancias sociales y morales, y reconstruye su vida social a través del drama que imprimen las necesidades y los deseos. Las sospechas del dinero. Moral y economía en la vida popular (Paidós, 2012) es resultado de un trabajo etnográfico realizado entre los años 2006 y 2010 en barrios periféricos del conurbano bonaerense, y un entramado de historias de vida que dan cuenta de la integración y la desintegración alrededor de la moneda.


«La sospecha sobre el pobre está relacionada con la sospecha hacia un otro desconocido, que genera desconfianza»

¿A qué responde Las sospechas del dinero?
Traté de jugar con una doble sospecha: la sospecha sobre el dinero y sobre los pobres. Ambas sospechas se multiplican cuando se piensa el dinero en manos de los pobres. Para algunos, el dinero transporta individualismo, tiene un principio corruptor y es signo o síntoma de degradación moral, de disolución de lazos sociales. El dinero genera incertidumbres porque es el medio de medios; se puede convertir en otra cosa y quien lo transfiere nunca puede controlar totalmente lo que se hará con ese dinero. Y cuando el dinero se transfiere a gente que por su condición moral es retratada por parte de la sociedad como sospechosa de generar inseguridad y miedo, entonces la incertidumbre del dinero aumenta. La sospecha sobre el pobre está relacionada con la sospecha hacia un otro desconocido, que genera peligro y desconfianza. Una sociología moral del dinero permite mostrar que el dinero tiene muchas otras caras y muchos otros roles en la vida social en general y en la vida social del mundo popular en particular. El mismo genera afecto, lealtades, solidaridades, también conflicto, peleas. Por eso, el dinero que viene de las políticas sociales multiplica al cuadrado las sospechas sobre el dinero y sobre el mundo popular en un marco en el cual parte de la sociedad piensa que tiene derecho a sospechar porque se trata de dinero público.

De ahí que se refiera a la incomodidad que genera la Asignación Universal por Hijo (AUH)…
Digo que la política social se transformó en una política de transferencia de dinero. La investigación que encaré transcurrió en un momento oportuno para entender que el dinero no es un objeto, un instrumento neutro, sino que transporta prejuicios y estigmas, en ocasiones a través del dinero que se transfiere por la política social de la AUH. Ahora, mi pregunta es la siguiente: “si la AUH es un derecho, ¿por qué una parte de la sociedad se arroga el derecho a juzgar la transferencia y el uso del dinero?”. Si lo definimos como un derecho, no hay derecho a juzgar moralmente el uso que se hace del dinero. Paradójicamente, cuanto más dinero se transfiere desde la política social, más se arroga una gran parte de la sociedad el derecho de hacer ese juicio.

¿Por qué Villa Olímpica?
Este lugar me permitió observar el mundo popular en relación con el mundo de la política, la religión, la familia, la economía. Particularmente, porque en aquellos años el barrio estaba viviendo un proceso de transformación y urbanización que me permitía ver -a escala reducida- la transformación social. Era un momento de urbanización en el cual el Estado estaba transfiriendo recursos, entre ellos monetarios, para pagar cooperativas y la construcción de viviendas.

«Traté de jugar con una doble sospecha: la sospecha que se tiene sobre el dinero y sobre los pobres»

¿Cómo fue ese proceso?
No todo el barrio se transformó con la misma velocidad. Este proceso de urbanización permitía ver las desigualdades internas del mundo popular. Había familias mucho mejor ubicadas para poder apropiarse de la vivienda nueva y otras que no tenían recursos propios para hacer uso de la vivienda de manera adecuada. Como me dijo una dirigente del barrio, “muchos se dan cuenta de qué tan pobres son cuando tienen que mudarse a la nueva vivienda. Porque en la casa precaria las condiciones están ajustadas a esa precariedad, pero cuando pasan a la nueva vivienda se dan cuenta de todo lo que les falta”.

¿Cuál ha sido el principal hallazgo de su investigación?
La posibilidad de colocar un objeto ausente en la interpretación del mundo popular, ya sea para las ciencias sociales o para el periodismo, que es el dinero. Ver cómo el dinero arma y desarma proyectos familiares, políticos, comisiones religiosas, aspiraciones de ganancias. Buscaba el peronismo y encontré el dinero; buscaba hacer una investigación que me permitiese atravesar muchos mundos sociales, muchas esferas de la vida social del mundo popular y no concentrarme en una solamente. Lo más presente que tenía era esa institución organizadora del mundo popular para las ciencias sociales en la Argentina -y no sólo-, llamada peronismo. Trabajé una sociología dramática del dinero, que reconstruye la vida social en el mundo popular a través del drama del dinero.

«La invitación es pensar el mundo popular no exclusivamente a partir de la figura de la escasez, del asistido»

¿Qué lugar ocupa el dinero en la vida cotidiana de las familias?
El dinero circula entre y hacia las clases populares, por dentro y fuera de la vida familiar y de los barrios, en redes políticas y religiosas, en transacciones mercantiles y no mercantiles, y en el marco de actividades económicas lícitas e ilícitas. Está presente en la vida política popular; sin dinero es difícil pensar organizaciones políticas estables, es necesario para la vida política, y particularmente para la vida política democrática. Partiendo de esa idea, pienso el rol del dinero en los vínculos políticos y lo que veo es que -lejos de romper u oponerse a solidaridades partidarias, lealtades u obligaciones entre seguidores y líderes- hay una resignificación de esos vínculos a través del dinero. Recibir o no recibir un pago que viene enmarcado dentro de un lazo político es leído como una marca de lealtad o de acompañamiento por parte de un referente con sus seguidores o de sus seguidores con un líder. Por eso no hablo de clientelismo ni de corrupción. Saquemos de esa ecuación el dinero y lo que se cae no es la corrupción sino la vida política democrática; porque sin dinero no hay democracia. Existe una heterogeneidad de lógicas en torno al dinero…

¿Cuáles son estas lógicas?
Una lógica vinculada a la familia, otra vinculada a la religión, otra vinculada a la política. Porque el dinero no circula bajo un único formato. Esto se constata cuando uno ve los presupuestos de los hogares y encuentra que los mismos están compuestos por una multiplicidad de lógicas de obtención de dinero (por trabajo, subsidios sociales, créditos). Vemos una multiplicidad de lógicas que componen los presupuestos de las economías de los hogares y que esos hogares están atravesados por diferentes circuitos. También se ve que la lógica de la necesidad, que suele ser percibida como la lógica que gobierna a los sectores populares, no es la única. La lógica de la necesidad es una entre tantas. Aparecen las lógicas del gasto, del préstamo, la ganancia, la inversión, el ahorro, el consumo… El libro permite tener una visión más realista; no es cierto la fórmula “pobres=escasez”. El consumo, por ejemplo, puede estar guiado por una lógica de supervivencia pero también por una lógica de distensión o disfrute, una categoría totalmente excluida del mundo popular; parecería que el disfrute es monopolio de ciertos sectores sociales. Ése es un poco el tinte de mi trabajo: marcar ciertos dramas en la vida social; dramas que mezclan el disfrute con situaciones de explotación. La invitación es pensar el mundo popular a partir de otras figuras, y no exclusivamente a partir de la figura de la escasez, del asistido, el cartonero o el piquetero.

¿Cómo impactan en el consumo las ofertas de financiamiento?
La financiación en la economía popular tiene que ver con lo que defino como una nueva infraestructura monetaria del mundo popular. Hay nuevas tecnologías e instituciones que hacen que el dinero circule en el mundo popular. Pedir un crédito y endeudarse no es algo nuevo, sino que para algunos autores es incluso una característica propia del mundo popular. Lo nuevo es la aparición de nuevos actores con nuevas tecnologías, instituciones e institutos de crédito. Empresas de crédito personal, grandes tiendas de negocios que proponen tarjetas de consumo, instrumentos de crédito que se están expandiendo hacia los sectores de menos recursos por una redefinición del lugar que estos sectores ocupan para el mercado. Hace veinte años constituían un sector poco atractivo para el mercado; hoy es un sector dinámico, no residual, al que hay que prestar atención. Entonces vemos créditos y tarjetas de crédito con altísimas tasas de interés. Porque el dilema no es “pagar mucho o pagar poco”, sino “pagar mucho o no consumir”. Hay consumo popular pero también endeudamiento. Por eso hablo de la “violencia del crédito”, porque tanto el endeudamiento como el crédito constituyen cierto vínculo social atravesado por la violencia.

Tomado de: http://www.revistadebate.com.ar/

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