Se están creando las condiciones para el crecimiento de un bloque no-occidental en la economía global.
El 26 de febrero Estados Unidos y sus aliados confiscaron las
reservas de oro y divisas del Banco Central de Rusia que este tenía en
Occidente, alrededor de la mitad del total de sus reservas, es decir
unos 300.000 millones de dólares. Ni la reserva federal de Estados
Unidos (FED) ni el Banco Central Europeo (BCE) fueron consultados al
respecto. Son muchos los observadores que estiman que la medida será
autodestructiva para la hegemonía global del dólar, sobre la que reposa
la estabilidad de la deficitaria y monumentalmente endeudada economía de
Estados Unidos.
Desde 1971, cuando Estados Unidos abandonó el patrón oro en la
convertibilidad del dólar, el sistema de Bretton Woods, los bancos
centrales organizaron sus reservas en dólares en lugar de oro. Al
hacerlo, compraban bonos del tesoro de Estados Unidos y financiaban los
déficits presupuestarios y de la balanza de pagos de ese país. El
comercio del petróleo en dólares añadía poderío al dólar como
indiscutida moneda global de referencia.
Estados Unidos ha venido utilizando esa posición de poder para
ordenar el mundo a su gusto e interés. Puede bloquear pagos, congelar
activos y practicar confiscaciones en cualquier momento. Ahora, al
confiscar las reservas de Rusia se ha lanzado un mensaje inequívoco a
todo el mundo. En palabras del ex diplomático británico Alastair Crooke,
“si hasta un país importante del G-20 puede ver sus reservas
confiscadas con solo pulsar un botón, para aquellos que aún tienen
reservas en Nueva York el mensaje es meridiano: sacarlas de allí
mientras sea posible”.
Rusia no es un caso aislado. Las reservas de Irán ya fueron
confiscadas en el pasado. Los 9000 millones de fondos de Afganistán, que
impedirían la catástrofe humana y el hambre que está teniendo lugar
allá, también fueron confiscados por Biden como cruel represalia por la
espantada militar occidental forzada por los talibanes el pasado agosto.
El año pasado Inglaterra le robó a Venezuela el oro que ésta tenía en
el Banco de Inglaterra y del que Caracas intentó disponer para comprar
recursos médicos contra la pandemia.
Con todas estas medidas lo que Estados Unidos dice al mundo es que
cualquier país que tenga sus reservas allí está expuesto a que, si su
política no gusta a Washington, bien porque comercia con países
adversarios, bien porque reparte demasiado su renta entre las clases
populares en perjuicio de los beneficios de multinacionales, o porque
simplemente busque una mayor independencia política o económica del
entramado controlado por Estados Unidos, sus reservas pueden ser
confiscadas.
“Hemos convertido los depósitos en euros y dólares en un factor de
riesgo”, dice Wolfgang Münchau un conocido analista alemán de derechas y
estrella del Financial Times. “Confiscando los fondos de
Afganistán, Venezuela, Irán y ahora Rusia, politizando el mecanismo de
pagos y transferencias del Swift, la influencia global de Estados Unidos
disminuye”, dice el ex embajador americano Chas Freeman.
La confiscación de las reservas rusas, “animará a rusos, chinos,
BRIC´s, etc. a buscar otras monedas y mecanismos más seguros”, augura
Münchau, pero en realidad esto no es un horizonte sino un proceso ya en
marcha. Desde que hace ocho años se impusieron sanciones a Rusia por la
anexión de Crimea, la participación del dólar en el conjunto de los
pagos internacionales ha disminuido 13,5 puntos: pasó del 60,2% en 2014
al 46,7% en 2020. “El dólar se ha convertido en una moneda tóxica”, dice
el economista ruso y consejero de Putin, Sergei Glaziev. ¿Qué pasará a
partir de ahora con esta tendencia?
La principal consecuencia es que se están creando las condiciones
para el crecimiento de un bloque no-occidental en la economía global que
tendrá un impacto negativo para los intereses del hegemonismo. Hace más
de una década que el Presidente Lula ya comprendió que había que
salirse mancomunadamente del dólar y su entramado. Parece que fue Lula
el primero que compartió con Vladimir Putin y Hu Jintao, el entonces
presidente chino, la idea de avanzar conjuntamente en una política en
esa dirección, algo que los chinos tenían claro desde hacía mucho
tiempo. El protagonismo de Lula en aquella iniciativa pudo haber sido
incluso determinante para el irregular derrocamiento del brasileño y su
posterior encarcelamiento. Hoy las cosas han cambiado y no solo porque
Lula puede regresar a la presidencia de Brasil.
Ningún BRIC ha participado en las sanciones contra Rusia: ni India,
ni el Brasil de Bolsonaro, ni África del Sur, ni la atlantista Turquía,
ni los países del Golfo, ni por supuesto China…
El miércoles la conferencia de ministros de exteriores de la
Organización de la Conferencia Islámica (57 países miembros) rechazó
sumarse a las sanciones contra Rusia. Ningún país de África, ni de Asia
Occidental y Central, con solo Singapur y Japón en Asia Oriental, han
impuesto sanciones a Rusia, con China e India marcando la línea general.
Aún más significativo, Arabia Saudí está manteniendo conversaciones
con China para comerciar en yuanes el pago de su petróleo. El 25% del
petróleo saudí va a China. Que el petróleo deje de venderse en dólares,
¿no equivale a una quiebra de la economía de Estados Unidos?
(Publicado en Ctxt)
DISCLAIMER El contenido de este/estos articulos y publicaciones no necesariamente expresan la opinión de Nelson Gutiérrez. The content of this / these articles and publications does not necessarily express the opinion of Nelson Gutiérrez.
Representa la única alternativa para Moscú de frustrar los planes antirrusos de Occidente utilizando a Kiev
Durante
más de 500 años, Occidente ha tratado infructuosamente de conquistar y
subyugar Rusia para apoderarse de sus inmensas riquezas naturales. Lo
intentaron Napoleón y Hitler militarmente y ahora EEUU con sus satélites
incondicionales de la OTAN.
Ya lo dijo Zbigniew Brzezinski, asesor de Seguridad Nacional de EEUU:
Ucrania es un pivote geopolítico porque su propia existencia como país
independiente ayuda a transformar a Rusia. Sin Ucrania, Rusia deja de
ser una potencia de Eurasia.
Washington y sus aliados tenían preparado el plan para utilizar a
Ucrania nazificada y bien armada por Occidente para desatar una guerra
contra Rusia y hacer fracasar su proyecto de un nuevo sistema mundial
multipolar que ponía fin a la hegemonía de Norteamérica.
Cuando Moscú logró descubrir a tiempo los intentos de Occidente se
vio obligado a lanzar el pasado 24 de febrero una operación militar
preventiva en Ucrania con el propósito de desmilitarizar y desnazificar a
este país que se había convertido en un peligro para su seguridad
nacional.
Ya desde el inicio del golpe de estado del Maidán en Ucrania, que se
había concebido en Washington en 2008 y que costó a Norteamérica unos
5.000 millones de dólares, Rusia empezó a tomar medidas para prepararse
al futuro enfrentamiento con Kiev, que en los últimos ocho años abrazó
el neofascismo en forma particular de ucronazismo bajo la tutela de Washington.
En 2019, el uno de los más influyentes de los más de 1.500 think tanks
estadounidenses, la Rand Corporation, que está al servicio del
Pentágono, confirmó los intentos de EEUU para doblegar a Rusia en su
informe del 5 de septiembre de 2019 Plan of Overexpanding and Unbalancing Russia (Plan para distender y desequilibrar a Rusia).
En este documento los estrategas de la corporación señalaban a
Ucrania como el punto externo más vulnerable de Rusia y aconsejaban al
Gobierno de EEUU armar y preparar a Ucrania para una confrontación
militar con Moscú. El plan definía el sector energético ruso como el
otro flanco vulnerable porque la economía del país dependía en un 45% de
la exportación de gas y petróleo. Entonces lo que tenía que hacer
Washington era obligar a los europeos a disminuir su importación del gas
(hasta 60%) y del petróleo (35%) de este país y al mismo tiempo
"recurrir a drásticas sanciones comerciales y financieras contra Moscú
para socavar al país".
El proyecto incluía también la creación de estímulos financieros para
organizar protestas internas en Rusia, promover la emigración de
jóvenes talentos y "socavar el país en el exterior". Se aconsejaba
también hacer un despliegue de armas nucleares en todos los países
miembros de la OTAN que tienen frontera con Rusia. En conclusión, los
autores de este documento advertían que "las opiniones previstas en este
plan en realidad son solo variantes de la misma estrategia de guerra,
cuyo precio en términos de sacrificios y de riesgos pagamos todos".
No cabe ninguna duda de que el proyectado conflicto militar que iba a
iniciar Ucrania en Donbás y Crimea estaba concebido no tanto en interés
de Kiev sino de Washington, que necesita aplastar a Rusia para abrirse
camino a China y así volver a dominar el mundo como en el siglo XX.
Moscú ya estaba al tanto de estos planes de Washington con muchos
años de anticipación y tomó sus propias medidas. Además de rearmar y
profesionalizar sus fuerzas armadas, hizo reorientar su sector
energético de occidente al oriente. En 2014, se firmó un contrato por
400.000 millones de euros con China para suministrar 38.000 millones de
metros cúbicos de gas al año a partir de 2018 (China consume anualmente
unos 180.000 millones de metros cúbicos). Para 2023-2025 entrará en
funcionamiento el gasoducto Poder de Siberia, diseñado para aportar al
gigante asiático otros 50.000 millones de metros cúbicos.
El 4 de febrero de 2022, en una declaración histórica de 5.300
palabras, Xi Jinping y Vladímir Putin acordaron formar un nuevo sistema
de "gobernanza global" que uniría a Europa y Asia a través de una
"conectividad de estructuras, alta velocidad ferroviaria y distribución
colaborativa de recursos energéticos". En este documento los dos líderes
anunciaron que el mundo está pasando por cambios trascendentales
creando una redistribución del poder. También planearon fusionar la
Unión Económica Euroasiática con la Nueva ruta de la Seda por más de un
billón de dólares. A la vez, funciona desde 2014 en Rusia el Servicio de
Transferencia de Mensajes Financieros (SPFS), el análogo ruso de SWIFT,
que facilita operaciones bancarias en el país y entre Rusia y China.
En 2016, Rusia salvó al presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, y le
advirtió de un intento de golpe militar. Este hecho facilitó la puesta
en marcha en 2020 del Turkish Stream, el gasoducto que une a Rusia con
Turquía y que tiene una capacidad de 63.000 millones de metros cúbicos
de gas al año, que es más de lo que Rusia bombea a Occidente a través
del gasoducto de Ucrania.
Los cargamentos de petróleo ya comprometidos de Rusia que no
encuentran compradores en Europa están siendo adquiridos por la India.
Las transacciones de petróleo en rupias, renminbis chinos, rublos rusos y
riyales saudíes representan un golpe al petrodólar norteamericano.
Entonces, desde el punto de vista financiero, una posible pérdida del
mercado europeo debido a las sanciones que los europeos han aceptado
sumisamente no produciría un colapso económico en Rusia, como lo estaba
esperando Washington. Más bien, EEUU hasta ahora no puede encontrar
reemplazo a los 178.550 barriles diarios de petróleo que importaba de
Rusia. A la vez, Alemania podría sustituir el gas ruso por el gas
norteamericano licuado (GLP, a un precio mucho mayor) no antes de 2025,
cuando terminaría la construcción proyectada de dos terminales para GLP.
Todo esto indica que la operación especial que inició Rusia en Ucrania bajo la consigna de destrucción constructiva
fue bien concebida y representaba la única alternativa para Moscú de
frustrar los planes antirrusos de Occidente utilizando a Kiev.
Para muchos observadores occidentales el avance militar ruso es
bastante lento, pero hay que tomar en cuenta los esfuerzos de los
militares rusos que, a diferencia de EEUU quienes destruyen todo a su
paso cuando bombardean, los rusos quieren evitar las víctimas civiles,
respetar a los militares que se rinden durante la operación además de no
causar daños innecesarios en las ciudades. Y sus blancos son
exclusivamente militares, lo vemos pese a que los medios occidentales lo
ocultan. Ocultan cómo las Fuerzas Armadas rusas evitan involucrarse en
batallas callejeras y la ayuda que brindan a los habitantes de
poblaciones liberadas del nazismo.
Ya prácticamente no existe nada que detenga a Rusia en este proceso
de desnazificación y desmilitarización de Ucrania, ni las amenazas de
Joe Biden y de su OTAN, ni las más de 500 sanciones impuestas por
Washington y Bruselas, ni la bomba atómica sucia anunciada por el
presidente rusófobo ucraniano Volodímir Zelenski, ni las armas
biológicas desarrolladas en 30 laboratorios norteamericanos en Ucrania.
En realidad, esta operación iniciada por el Kremlin no está dirigida
exclusivamente contra Ucrania -un país que fue elegido simplemente por
los estrategas norteamericanos como un punto inicial para la
descomposición de Rusia-, sino contra el orden mundial globalizado
impuesto por EEUU.
Ucrania, que siempre ha sido considerada por los estrategas occidentales como la puerta de entrada a Rusia,
se convirtió en una pieza de ajedrez geopolítico de Washington. País
que durante unos 20 años estaba transformando su nacionalismo, que tiene
un largo historial en ucronazismo basado en postulados de un
colaborador nazi durante la Segunda Guerra Mundial llamado Stepán
Bandera, represor sin piedad de judíos, rusos, polacos y de los mismos
ucranianos que se oponían al nazismo, y en el neonazismo europeo que en
los últimos años ha empezado a levantar cabeza.
Después del Maidán en 2014, tomó fuerza la glorificación del nazismo
inducida por Washington y apoyada por las élites nacionales. Se crearon
batallones neo nazis como Azov, Donbás, Batkivshcina, la Unidad Tornado y
se adoptó en estas formaciones el saludo nazi. Sus miembros en su
mayoría son antisemitas (siendo judío el presidente de Ucrania),
homofóbicos, misóginos, supremacistas blancos y sobre todo, antirrusos.
Según la periodista Lora Logan, todos estos batallones fueron
creados, armados y entrenados por la CIA y financiados por EEUU y los
países de la OTAN. Son estos matones los que ofrecen mayor resistencia a
las tropas rusas, especialmente en las grandes ciudades donde están
concentrados mayormente, utilizando la táctica de los yihadistas del
Estado Islámico que usan a la población civil como escudos humanos,
montando sus cuarteles en escuelas y jardines infantiles y ubicando su
armamento entre los edificios de viviendas, lo que obstaculiza el avance
de las tropas rusas y las de Lugansk y Donetsk. No obstante, todo es
cuestión de tiempo y no hay duda de que se cumplirán las metas rusas
respecto a la desmlitarización de Ucrania.
La siguiente tarea de desnazificación va a ser más complicada porque
el fascismo ucraniano se ha arraigado profundamente durante los últimos
ocho años en la sociedad debido a su influencia en el proceso de
educación y al día tras día desinformación y zombificación de un gran
sector de la población, privándoles de la verdad por la campaña bien
orquestada de los medios de comunicación, igual como ahora está
sucediendo en EEUU y en la Unión Europea.
El uso del neonazismo y la rusofobia por Norteamérica y sus
seguidores de la OTAN para lograr sus fines estratégicos constituye un
peligro latente para la humanidad. Ya es hora que el mundo recobre el
sentido común y abra sus ojos para darse cuenta de los planes de este 1%
de los más ricos y poderosos que están dispuestos inclusive a usar el
neonazismo para seguir dominando el planeta. Y referente a Rusia, Biden y
sus marionetas de la OTAN deberían seguir el consejo de Otto von
Bismarck, que aseguró que "el secreto de la política consiste en la
amistad con Rusia".
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Imagen de archivo. Putin visita el Museo de la Victoria.- Kremlin / dpa
El Gran Emperador, harto de la ‘desobediencia’ de Alejandro I, Zar de
Todas las Rusias, en su guerra con el Imperio Británico, decidió cortar
por lo sano. Dentro de su prepotencia como amo de la Europa Occidental,
organizó un ejército de 690.000 soldados, reclutados en media Europa
(España incluida) para invadir Rusia. Los números le cuadraban. Rusia
era, entonces, una gran potencia, pero pobre en recursos, atrasada y sin
aliados en Europa, es decir, sería incapaz de resistir el brío y empuje
de la Grande Armée, un ejército descomunal, invencible hasta
entonces y el más fogueado y armado de la península euroasiática. Seguro
de su victoria, pues los números no mentían, Napoleón invadió el
Imperio Ruso. Su contraparte oficial era lo opuesto a él.
El general y príncipe Mijáil Kutúzov era un hombre mayor, sobre todo
para su época (67 años), y tuerto, por enfermedad. Consciente de la
superioridad francesa, Kutúzov evitó el enfrentamiento directo. Diseñó
una estrategia de tierra quemada y repliegue que resultó mortal para el
invasor francés. En la célebre batalla de Borodinó (inmortalizada por
Tchaikosvky en su Obertura de 1812, y por Tolstoi en Guerra y paz).
Se enfrentaron 300.000 soldados casi en partes iguales. La Grande Armée
sufrió 28.000 bajas por 44.000 los rusos. Kutúzov no ganó, pero ganó.
No ganó en lo táctico; ganó en lo estratégico. Golpeada militarmente,
privada de suministros, mermada por el hambre y las enfermedades, falta
de municiones, la Grande Armée se vio obligada a iniciar una de las más
trágicas retiradas de la historia, hostigada duramente por el ejército
ruso. En la batalla de Maloyaroslávets, Kutúzov asestó el golpe
definitivo. Regresaron apenas 30.000 soldados. Clausewitz dijo de él,
refiriéndose a su estrategia contra Napoleón: "Estos esfuerzos le
otorgan la mayor gloria al príncipe Kutúzov". Napoleón nunca se repondrá
de la descomunal derrota. Al final, los números fueron eso, números.
Siglo y pico después, otro occidental llamado Adolph Hitler hizo
cálculos similares a los de Napoleón. Calculó que su ejército de cuatro
millones de soldados, fogueados y armados hasta los dientes, podría
conquistar en cuatro meses la Unión Soviética, el país heredero del
Imperio Ruso que Lenin había transformado en república socialista. La
"Operación Barbarroja", iniciada en junio de 1941, siguió, casi
exactamente, el mismo camino que la Grande Armée, aunque se prolongara
más en el tiempo. Casi dos tercios de los ejércitos nazis fueron
destruidos por el Ejército Rojo. Aquello significó el fin del delirio de
los Mil años del Reich y el asalto de Berlín por las tropas del
mariscal de la Unión Soviética y general Gueorgui Zúkov, el gran
artífice de la derrota nazi. Detrás de aquellas terminales derrotas
estuvieron dos elementos. Uno, la prepotencia sobre la propia capacidad
frente a la de Rusia. Dos, el menosprecio a la capacidad de lucha,
resistencia e inteligencia de Rusia y de los militares rusos. De Kutúzov
a Zúkov.
Hay otro episodio. El asalto a Leningrado. Ante su fracaso, Hitler
decidió imponer el sitio atroz de la ciudad fundada por Pedro el Grande,
llamada originalmente Petrogrado. Hitler reunió a un grupo selecto de
personajes para diseñar una estrategia brutal para rendir Leningrado por
hambre. Bloqueada por los nazis por todas partes, salgo el pequeño lago
Ladoga, era imposible enviar provisiones suficientes para los
habitantes de la ciudad sitiada. El sitio produjo una de las mayores
tragedias humanas de un conflicto lleno de ellas. Casi un millón de
personas falleció de hambre en Leningrado. Un millón. Pero Leningrado no
se rindió y resistió el sitio nazi que duró 872 días.
Ver a los gobiernos del gallinero europeo siguiendo las órdenes de
sus jefes gringos, diseñando con placer perverso e infinito -que
envidiarían los asesores de Hitler- las sanciones comerciales,
económicas y financieras contra Rusia, buscando con goce perverso de qué
manera se puede provocar el mayor y más doloroso daño posible, no es
muy diferente de la estrategia nazi de rendir Leningrado por hambre. A
fin de cuentas, antaño y hogaño, los dos equipos de tecnócratas hacían
lo mismo: hurgar en todos los resquicios para ver dónde, cómo y de qué
forma se podía destruir a Rusia y su espíritu de resistencia, para que
los sitiados, en su desesperación extrema, rindieran Leningrado.
En el patológico y demencial delirio de aniquilar todo lo ruso en
este Occidente dizque ‘civilizado’, se ha llegado a niveles tan
grotescos y absurdos como excluir a los gatos de origen ruso de
concursos felinos; a prohibir que un árbol ruso compita como árbol
europeo del año; a despedir al director de una orquesta sinfónica por
ser ruso; a prohibir un seminario sobre Dostoievski por ruso; a cancelar
óperas en Moscú y a excluir a los deportistas rusos, incluidos los
paralímpicos, de todos los torneos habidos y por haber. Si no salen a
matar rusos en masa es porque no pueden. Hitler se les ha quedado corto.
Otras medidas dan para descojonarse de risa. Rolls Royce ya no
venderá sus autos (¡aaarg!, con la cantidad que compraban los rusos).
Ikea cierra (¡debacle! En Rusia la gente no tendrá en qué sentarse).
Airbind los bloquea (uuuy, ya no saldrán a turistear a países del
gallinero). Uber cierra (los taxistas rusos están de fiesta)… ¿Se da
cuenta alguien del ridículo que están haciendo? Más bajo se puede caer,
pero más idiota no. Superar a los occidentales en estos trances
resultará absolutamente imposible. Pero, ojito, el gobierno francés ha
dicho a sus empresas que no se den prisa en salir de Rusia. Danone y
Leroy Merlin se quedan. Y Nestlé. Se quedan también Coca Cola y Burger
King (los rusos están salvados). Apple dejó de vender sus teléfonos sólo
un día...
Corea del Sur demandó a EEUU una carta de exención y sigue
comerciando con Rusia al margen de todo. La ocasión es de oro para
colocar automóviles, teléfonos, chips y etc., en Rusia, ocupando los
espacios abandonados por las empresas del gallinero. India está en lo
mismo, como China, Paquistán, Irán y los países del Golfo. Ningún país
del Sudeste Asiático se ha sumado a las sanciones, salvo Japón y
Singapur. Tampoco México, Brasil y Argentina. No se ha oído de ningún
africano. Turquía tampoco. Ni Serbia. Pero el periodismo fecal que nos
inunda dice que Rusia está aislada.
Las preguntas que nos hacemos desde este palco en la Luna son: ¿A
dónde lleva esta espiral paranoica, abusiva, delirante, ridícula, contra
Rusia y lo ruso? ¿Dónde, en qué sitio, quedaron las cuatro neuronas que
poseen, de general, los políticos, cuando son medianamente
inteligentes? (algo que no hay, por ejemplo, en la Comunidad de Madrid).
No sabemos qué nube tóxica inhalan los que impulsan esas políticas,
porque, si creen que por esas vías rendirán a Rusia, les decimos que
esperen sentados.
No inició Rusia operaciones militares en Ucrania porque a Putin, ese
día, le sirvieron el desayuno equivocado y, para no despedir al
cocinero, mandó los tanques a Ucrania. Sí, como chiste no es bueno, pero
bastante peor es lo que chorrean, como tubería de aguas negras, todos
los días, los medios de comunicación propiedad de oligarcas occidentales
que, por ser occidentales, no son oligarcas, sino empresarios. Que sean
dueños de casi todo –medios informativos incluidos- no importa si son
occidentales. Y, en estos días, en el proceso de blanqueo de la miasma
ucraniana, si, además, son ucranianos, menos aún. Porque en la Ucrania
de fantasía que pintan los retretes informativos, Ucrania es una
democracia perfecta, sin corruptos ni oligarcas. En esa fantasía, ya no
son oligarcas y corruptos. Son adalides de la libertad, dignos de
estatuas como la de Nueva York.
Rusia invadió Ucrania porque los gobiernos ucranios, desde 2014,
declararon a Rusia el Estado enemigo. A partir de ese año, el ejército
ucraniano fue ‘limpiado’ de oficiales formados en la Unión Soviética,
por poco fiables y fue reformado de pies a cabeza. Para garantizar su
objetivo de construir unas fuerzas armadas ultranacionalistas y
neonazis, sus oficiales y soldados fueron reclutados entre las
organizaciones nacionalistas y neofascistas ucranianas. La doctrina
militar impartida en las academias ucranianas era un lavado de cerebro,
dirigido por asesores estadounidenses y del gallinero, para crear una
maquinaria de matar rusos, porque los rusos, decían y repetían, eran los
enemigos mortales de Ucrania y Ucrania, con sus aliados de la OTAN,
debía prepararse para su exterminio. Esa es la explicación de por qué,
hoy, Rusia exige la desmilitarización y desnazificación de Ucrania.
Porque nadie quiere dormir con una organización de asesinos al lado.
Rusia no dejará Ucrania hasta desmantelar al ejército neonazi. También
debe admitirse la soberanía de Rusia sobre Crimea. Esa península ha sido
y seguirá siendo rusa y debe darse el reconocimiento mundial de un
hecho irreversible.
La clase dominante ucrania, formada por oligarcas putrefactos y
políticos corruptos, se creyó a pie justillas y a cerebro vaciado los
cantos de cisne de los atlantistas. Que no tuvieran miedo ni respeto con
Rusia, que buscaran joder a Rusia, que se declararan enemigos de Rusia,
porque si Rusia intentaba algo contra ellos –contra ellos, no contra el
pueblo de Ucrania, que ignoraba lo que estaban haciendo en su país-,
allí estaría la OTAN para defenderlos y hacerle pagar a Rusia su osadía.
Los muy pendejos se creyeron el cuento y así están ahora. Llorando
porque la OTAN acuda en su auxilio y la OTAN les dice que tururú. Que
meterse con Rusia es la tercera guerra mundial y que se las arreglen
solos. Que, para cubrir las vergüenzas –más bien las desvergüenzas- les
mandarán armas de desecho y mucha, mucha, alharaca desinformativa, pero
que, en el campo de batalla, la carne de cañón la pone Ucrania. Así que,
¡ucranianos, los oligarcas putrefactos y los políticos corruptos los
llamamos a las armas! ¡Deben acudir ustedes! (Porque nosotros tenemos
nuestro capital fuera y ahora somos los héroes de la OTAN).
Puestos aquí, el gallinero atlantista tiene únicamente tres caminos.
Escalar el conflicto y llevarnos a una guerra mundial. Enviar armas a
Ucrania, con lo cual prolongarán semanas y meses, inútilmente, el
sufrimiento de la población, pues ese armamento no infligirá daños
mayores ni cambiará el rumbo de la guerra. O poner en un psiquiátrico a
los chiflados que quieren sangre (la ajena, la propia no) y sentarse a
negociar un acuerdo de seguridad integral con Rusia.
Putin ha calificado la postura del gallinero de "teatro del absurdo".
Lo es. También ha avisado que "Si ellos [las autoridades ucranianas]
continúan haciendo lo que hacen ponen en duda el futuro de la
organización política de Ucrania", es decir, Ucrania puede esfumarse
como país. Ahí están los botones. Uno verde, de paz. Otro rojo, de
guerra (los del PP no pueden votar). Sobre rendir a Rusia por hambre,
verán. Es la segunda mayor potencia energética del planeta, la primera
exportadora mundial de trigo y la segunda de cereales. La producción
cerealera de 2021 fue de 123 millones de toneladas, de las cuales 77
millones son de trigo. Además, exportaron 35.000 millones en productos
agropecuarios (leche, aceites y grasas, carnes, pescados). En suma, que
padecerán de algunas limitaciones, pero en temas agroalimentarios están
más que bien servidos.
En este panorama, de enfrentar la OTAN a una superpotencia nuclear,
superpotencia agroalimentaria, superpotencia energética y superpotencia
espacial, ¿qué van a hacer? Fuera de ese teatro del absurdo en que se
han instalado sólo queda declarar la guerra total (nuclear) o,
sencillamente, sentarse a negociar y aceptar las condiciones de Rusia.
Cualquier cosa que se diga en contrario es perverso uso de la población
ucraniana para, únicamente, posponer lo inevitable, que es aceptar el
marco de negociación de Rusia. Lo cierto es que la humanidad quiere la
paz. La OTAN es el problema. Un grave problema. Y no lo olviden. No se
rindió Leningrado. No se rendirá Rusia. No se rendirá.
DESCARGO DE RESPONSABILIDAD/DISCLAIMER El contenido de este/estos articulos y publicaciones no necesariamente expresan la opinión de Nelson Eduardo Gutiérrez. The content of this / these articles and publications does not necessarily express the opinion of Nelson Eudardo Gutiérrez.
A medida que se extiende la ocupación rusa en Ucrania
–y digo “ocupación” para usar el término aplicado a las invasiones que
cuentan con la bendición de los poderes establecidos: ocupación de Irak,
de Libia, de Siria, de los territorios palestinos, etcétera- se
multiplican los interrogantes sobre la naturaleza y significado de esta
operación. De partida se impone desechar por completo las supuestas
“verdades” y “evidencias” aportadas por la prensa occidental desde sus
naves insignias en Estados Unidos y Europa porque lo que difunden esos
medios es una descarada propaganda. Claro, desde un punto de vista
estrictamente militar es cierto que Rusia “invadió” a Ucrania. Pero como
“la guerra es la continuación de la política por otros medios”, recordaba von Clausewitz, ese
despliegue militar debe ser calificado e interpretado en función de las
premisas políticas que le otorgan su sentido. Esto es lo que trataremos
de hacer a continuación.
Seguí leyendo:
Y esas premisas son muy claras: Rusia adoptó esta medida excepcional,
y que en abstracto merece una condena, como respuesta a treinta años de
ataques iniciados tras el derrumbe de la Unión Soviética. Hace ya un
tiempo que Vladimir Putin con su habitual contundencia le dijo a los
líderes occidentales: “ustedes no se contentaron con derrotar a Rusia en
la Guerra Fría. Ustedes la humillaron”. La lucha política (y militar)
no es un ejercicio abstracto o un concurso de gestos o frases retóricas.
Por eso lo que en un cómodo plano de la intelección las cosas se
presentan con una claridad absoluta y sin fisuras en la fragorosa lucha
en el barro y sangre de la historia la “invasión” de marras aparece con
un significado completamente distinto: como la reacción defensiva ante
un hostigamiento interminable e injustificado.
Una vez
desintegrada la URSS Rusia disolvió el Pacto de Varsovia, estableció un
régimen político al estilo de las democracias europeas, restauró con
métodos mafiosos un capitalismo profundamente oligárquico, abrió su
economía a los capitales extranjeros e incluso jugó con la idea de
incorporarse a la OTAN. Sin embargo, pese a todo ese esfuerzo de
adaptación al consenso ideológico-político occidental Rusia igual siguió siendo considerada como un actor aberrante en
el sistema internacional, al igual que en los tiempos soviéticos, como
una enemiga de la cual hay que protegerse y, al mismo tiempo, evitar que
se proteja porque si la seguridad internacional es algo no negociable
para Estados Unidos y sus aliados europeos tal privilegio no se le
reconoce a Rusia.
Esta
falencia a nivel de liderazgo los ha llevado primero a despreciar o
subestimar a Rusia (expresando una difusa rusofobia que no pasa
desapercibida para muchos rusos) y después a demonizar a Putin, proceso
en el cual Joe Biden llegó a excesos inimaginables en el campo de la
diplomacia. En efecto, en plena campaña electoral y para demostrar su
actitud dialoguista lo caracterizó como el jefe de una “cleptocracia
autoritaria”. En una nota publicada poco después del golpe de estado del
2014 Henry Kissinger, criminal de guerra pero a diferencia de Biden
profundo conocedor de las realidades internacionales, escribió en cambio
que “Putin es un estratega serio, en línea con las premisas de la historia rusa”
pese a lo cual en Occidente ha sido objeto de una sistemática
subestimación. Y remata su razonamiento diciendo que “para Occidente, la
demonización de Vladimir Putin no es una política; es una coartada para
cubrir la ausencia de una política.” En ese mismo artículo, altamente
recomendable para la izquierda posmoderna cada día más confundida, tanto
en Latinoamérica como en Europa, el ex Secretario de Estado de Nixon
aporta una reflexión necesaria para comprender la excepcionalidad de la
crisis ucraniana.
Es que para los rusos “Ucrania nunca podrá ser
un país extranjero. La historia de Rusia comienza en lo que se conoce
como Kievan-Rus”. Y es por esto que aún tan agrios disidentes del
sistema soviético como Alexander Solzhenitsyn y Josep Brodsky “insistían en señalar que Ucrania era una parte integral de la historia rusa, y por lo tanto de Rusia.” Ninguno
de los líderes de Occidente parecen tener la menor idea de este legado
histórico, decisivo para comprender que Putin haya trazado la “línea
roja” de la OTAN precisamente en Ucrania.
Estas referencias, que
parecen alentar una actitud escapista o negacionista ante el horror del
momento actual son imprescindibles para comprender el conflicto y,
eventualmente, resolverlo. Por eso conviene leer lo que en 2014
escribiera un internacionalista estadounidense, John Mearsheimer, cuando
Washington montó en conjunción con las bandas nazis el golpe de estado que derrocó al legítimo gobierno de Víktor Yanukóvich.
En ese artículo el profesor de la universidad de Chicago dijo que la
crisis ucraniana y la recuperación de Crimea realizada por Putin es
“culpa de Occidente”, de su torpe manejo de las relaciones con Moscú.
Añadía también quecualquier
presidente de Estados Unidos habría reaccionado con violencia si una
potencia como Rusia hubiera precipitado un golpe de estado en un país
fronterizo, digamos México, depuesto a un gobierno amigo de Washington e
instalado en su lugar a un régimen profundamente anti-americano. (Why the Ukraine crisis is the West fault”, en Foreign Affairs, Vol. 93, Nº 5, Septiembre-Octubre 2014).
En
suma: las apariencias no siempre revelan la esencia de las cosas, y lo
que a primera vista parece ser una cosa –una invasión- mirada desde otra
perspectiva y teniendo en cuenta los datos del contexto puede ser algo
completamente distinto.