Publicado el 08 Marzo 2014
Escrito por Paul Walder
Con desafiantes rayados
callejeros, comentarios en Twitter y Facebook, decenas de columnas en
los medios digitales y el liderazgo de la Nueva Mayoría en la primera
plana de la prensa corporativa, el nuevo gobierno de Michelle Bachelet,
que asume este 11 de marzo, parece acercarse a su estreno no como
coalición flamante y triunfante, sino con el pesado lastre acumulado por
veinte años.
Las
contradicciones -y también confusiones- en la conformación del gobierno
mostradas durante el verano, sumadas a las tensiones al interior de la
coalición, se instalan como una compleja y agorera señal: nunca, por lo
menos en las últimas dos décadas, un gobierno había enfrentado tantos
obstáculos antes de su inicio.
¿Qué señal exhibe un
gobierno si antes de asumir entrega a la exigencia pública la cabeza de
tres altos funcionarios, en tanto cerca las críticas a varios otros
nominados? Contradicciones, bipolaridad, o tal vez culpa como efecto de
la derrota de 2010. Pero también, como acusa la derecha, debilidad,
desorden, ineficiencia. El antecedente ha quedado registrado.
Por un lado está la
señal como efecto de la reacción en el equipo gubernamental, pero está
también, y en un grado de mayor peso, la causa que llevó al gobierno
entrante a bajar la guardia y acceder a las demandas de la opinión
pública. Porque no fueron denuncias levantadas ni por un partido de
oposición ni desde aquella zona tenebrosa expresada a través del
duopolio que conforman los llamados poderes fácticos. Las presiones
surgieron, principalmente, desde los movimientos sociales y como
denuncias desde la prensa independiente, antecedente que deja a este
sector muy fortalecido en cuanto observador del cumplimiento de sus
demandas a partir del 11 de marzo.
Se trata de un
antecedente inédito para cualquier gobierno posdictadura, registro al
que se añade la carga de la culpa de la derrota de 2010, que es el miedo
a un nuevo fracaso electoral. Un temor que con el correr de los días y
al observar las evidentes contradicciones en materias clave que van
desde la educación o derechos humanos, sólo tenderá a crecer.
Bajo este clima
político estival, en este preludio destemplado, el gobierno de la Nueva
Mayoría, tropezando en lo político, debiera hallar su apoyo donde
siempre lo encontró la Concertación: en el modelo neoliberal, en un
deseable alto crecimiento económico y en un supuesto y también necesario
bajo desempleo. Con estas variables como piso de comprobada solidez
durante al menos veinte años, la apuesta debiera avanzar segura.
¿Pero es más de lo
mismo como se repitió durante la primera década del siglo? La Nueva
Mayoría, a diferencia de los cuatro anteriores gobiernos de la
Concertación, entra esta vez a La Moneda también criticando sus
supuestos mayores logros de las décadas pasadas, contradicción que se
eleva a la categoría de lo incompatible, la comedia o el absurdo. Que
sea a partir de marzo ministro de Educación Nicolás Eyzaguirre, el mismo
ministro que avaló desde Hacienda años atrás el crédito con aval del
Estado, parece parte de un discurso de difícil articulación. O que sea
el gobierno en pleno, cuyos miembros y adherentes están imbricados con
los grandes grupos económicos el que pretenda, por lo menos en la letra,
desmantelar parte del andamiaje mercantil, aparece también como un
guión disparatado.
Pese a todas las
incongruencias, algunas destapadas antes de la cocción y otras ya
exhibiendo sin pudor sus diferencias y contraposiciones, el camino ya
está señalado. A partir de este mes se muestra una realidad instalada,
que se expresa desde la economía, los movimientos sociales, los
sindicales y los gremios, a los grupos económicos y poderes fácticos.
Desde todos ellos se levantan las demandas y los intereses. Unos por el
cambio, los otros por el conservadurismo institucional.
EXPECTATIVAS ECONOMICAS INFUNDADAS
La campaña electoral de
Michelle Bachelet creó expectativas que, al observar el espectáculo
estival, trascienden la capacidad de su programa, el que está acotado
básicamente a las reformas de la educación, tributaria y la redacción de
una nueva Constitución. Pese a ello, el regreso a partir de marzo de la
ex presidenta ha generado entre sus electores y parte de la población
un clima de excesiva confianza en aspectos que no están necesariamente
ligados a su programa. Es el caso de las expectativas en materia
económica, que la ciudadanía está relacionando con su regreso.
No pocos analistas han
escrito sobre los aspectos subjetivos de la figura de Bachelet, los que
tuvieron un peso relevante en su triunfo electoral. Estos análisis
pueden ser una herramienta para comprender la extraña relación que
existe entre su programa y las enormes, y bastantes infundadas,
esperanzas de mejoría casi inmediata de calidad de vida. Un horizonte
radiante que más parece una visión creada por la fe que por un párrafo
de su programa. Una ilusión, al considerar las proyecciones económicas
para el año en curso.
Las altas expectativas
colocadas en el futuro gobierno, registradas por la encuesta CEP y el
derechista Instituto Libertad y Desarrollo, no tienen gran
correspondencia ni con las proyecciones para 2014 realizadas por
diferentes organismos económicos, como tampoco con las cifras del
anterior gobierno de Bachelet. Durante el periodo 2006-2009 el PIB
creció a una tasa promedio de un escaso cuatro por ciento, en
circunstancias que durante el actual gobierno saliente la economía
creció una media anual del 5,4 por ciento. Y algo similar ocurrió con el
empleo. Durante el cuatrienio 2006-2009 la tasa de desempleo promedió
un ocho por ciento, la que descendió a 6,8 en el gobierno de Sebastián
Piñera. A grandes rasgos, no existen bases económicas objetivas para
relacionarlas con las altas expectativas creadas por la Nueva Mayoría. Y
si buscamos en otros indicadores, como los índices de desigualdad,
veremos que éstos se han mantenido muy similares durante los últimos
veinte años. Las dos coaliciones no han hecho nada para suavizar esas
extremas diferencias en la distribución de la riqueza.
El futuro inmediato
para la Nueva Mayoría no dista mucho de las cifras del último gobierno
de la Concertación. La encuesta económica que realiza el Banco Central a
especialistas del sector financiero apunta en la dirección contraria a
las creencias de la ciudadanía. Para la mayoría de los economistas
consultados, el PIB chileno, que en 2013 habría aumentado un 4,5 por
ciento, sólo crecerá un cuatro por ciento en 2014, cifra que comparten
la mayoría de los organismos económicos, desde el mismo Banco Central a
organismos como la Cepal y el Banco Mundial. La economía chilena está en
un proceso decreciente.
Hay una serie de
variables que están contrayendo la economía nacional. Una de ellas es el
comportamiento de la economía internacional, la que afectará la
producción y exportación de productos ligados a los recursos naturales,
piedra angular del modelo chileno. En la minería, una proyección de la
Sonami, organización de los empresarios privados, estima que las
exportaciones mineras llegarán este año a 45 mil millones de dólares,
cifra menor que la del año pasado, como efecto de una nueva baja en el
precio del metal rojo, que este año llegaría a unos 3,1 dólares la libra
tras el peak histórico de 2011, con un precio de cuatro dólares.
La otra variable que se
contrae en la economía nacional será la demanda interna, que es
inversión y consumo. Después de un periodo de fuerte crecimiento
económico, esta variable, en especial la inversión, se ha enfriado. Un
informe de la OCDE del año pasado alerta sobre esta caída en la
inversión, la que tendrá sus efectos en los salarios. Para el organismo
internacional, la demanda interna creció en 2013 un 6,1 por ciento, en
2014 se expandirá un 5,3 por ciento y el próximo año seguirá cayendo
para alcanzar solo a un 4,7 por ciento. Y otro tanto sucede con el
desempleo, que desde el segundo semestre del año pasado expresa una
tendencia al alza.
El panorama no es
riesgoso en cuanto forma parte de los usuales ciclos económicos. Varios
de los gobiernos de la Concertación, en especial el de Ricardo Lagos,
tuvieron que hacer frente incluso a procesos recesivos y lograron
terminar sus periodos sin grandes mellas. Pero el escenario que se abre
en marzo tiene características que lo hacen especialmente sensible por
las diversas expectativas creadas. Una está relacionada con las promesas
de reformas en el programa de la Nueva Mayoría, en especial el aumento
de los impuestos a las empresas para financiar los proyectos en
educación; la otra, es la percepción empresarial, en cuanto estima que
esas reformas serán mínimas.
SEÑALES DEL EMPRESARIADO
Durante las semanas que
antecedieron a la segunda vuelta electoral hubo una presión desde la
Alianza que amenazó a la ciudadanía con un freno en la inversión ante la
incertidumbre económica que generaba el programa de Bachelet. Aun
cuando se trataba de parte de la campaña electoral, si relacionamos las
advertencias con la real caída en la inversión, la que está ligada a
ciclos económicos, hay aquí elementos subjetivos y comunicacionales que
podrían amplificarse en el futuro. No sería difícil para el empresariado
amplificar sus quejas a través del duopolio mediático, las que ligadas a
la desaceleración económica, podrían crear en el corto plazo un clima
de deterioro económico. Los numerosos artículos que han aparecido en la
prensa del duopolio alertando sobre los peligros de la eliminación del
FUT que ha planteado la Nueva Mayoría, son solo un primer indicio de lo
que podría venir en el futuro.
Ante este escenario,
Bachelet podría poner el freno y echar marcha atrás en las materias que
incomoden al empresariado. Un deteriorado clima económico genera temor
entre los actores económicos y entre la población se propaga con
facilidad. Afecta con rapidez a la confianza en el gobierno, en especial
en un país con una arraigada cultura basada en los mercados.
ARTICULACION FUTURA
DEL MOVIMIENTO SOCIAL
Pero no será tan fácil
para el gobierno de la Nueva Mayoría repetir las políticas de los
consensos de la Concertación, algo que los incidentes del verano dejaron
como muestra. Desde los últimos años de la década pasada el país ha
dado un giro radical. El clamor ciudadano, canalizado a través de los
movimientos sociales, que surgió durante el anterior gobierno de
Bachelet y se organizó durante el saliente, está preparado para observar
y cautelar sus demandas a partir de marzo. Lo han dicho los
estudiantes, los trabajadores y otras organizaciones sociales.
Basta revisar algunos
de los más importantes referentes sociales para argumentar esta
afirmación. Desde diciembre tanto los estudiantes universitarios como
los secundarios han comenzado a lanzar claras señales de cómo será la
relación con el gobierno que se instala este mes. Desde la Fech, su
presidenta, Melissa Sepúlveda, ha marcado las grandes diferencias que
han detectado entre las demandas del movimiento estudiantil y las
propuestas de la Nueva Mayoría. Para el futuro gobierno el fin del lucro
estará acotado a las universidades estatales; para los estudiantes, en
educación no puede haber espacio para el lucro.
Una perspectiva muy
similar tienen los estudiantes secundarios. Eloísa González, de la Aces,
en una columna titulada “Bachelet y el fantasma que recorre las
calles”, afirmó durante el verano: los secundarios -junto al movimiento
social- estarán tomándose no solamente los colegios. “Chile será un país
ocupado por sus habitantes y reales dueños: el pueblo chileno”.
Durante el año pasado
el movimiento sindical logró dar un salto cualitativo, cual fue la unión
de varios sindicatos para la articulación de demandas compartidas. Y en
un modelo neoliberal que ha despojado de prácticamente todos los
beneficios y derechos a los trabajadores, compartir demandas es fácil,
las que van desde los salarios, a las jornadas de trabajo y al sistema
privado de pensiones administrado por las AFPs.
El año pasado marcó un
punto de inflexión para el movimiento laboral. Tal vez la huelga en el
puerto de Mejillones puede usarse como emblema, la que fue apoyada
solidariamente por los trabajadores de los puertos de todo el país. Y es
en aquel episodio en el cual surgen las demandas compartidas, desde el
fin de las AFPs al fin del lucro en la educación de sus hijos.
POLITICA DE ALIANZAS:
ESTUDIANTES Y TRABAJADORES
La política de alianzas
sindicales corre a la par con un clima de conflictos laborales y
huelgas en pleno desarrollo y crecimiento, las que superan en número y
días a las de periodos anteriores. Sólo en los últimos meses están las
huelgas de Correos, Asmar, Bodegas de Sodimac, Ripley y Montserrat, entre las más conocidas.
El gran salto de 2013
fueron las movilizaciones intersectoriales, las que han ido creciendo.
Porque es cada vez más frecuente que las distintas grandes marchas
cuenten con la participación de estudiantes y trabajadores, tanto del
sector público como del privado. Hacia la mitad de diciembre numerosos
sindicatos y centrales dieron una conferencia de prensa en conjunto con
los principales líderes estudiantiles para sellar un pacto de
movilización y lucha para impulsar las diversas demandas compartidas.
Y está el movimiento
mapuche, que observa el regreso de Bachelet a La Moneda como el de un
antiguo enemigo. Bachelet carga con el asesinato de Matías Catrileo hace
seis años, crimen que las organizaciones mapuches no han olvidado, y
con la aplicación de la Ley Antiterrorista. En una declaración publicada
en diversos medios alternativos, el prisionero líder de la CAM, Héctor
Llaitul, realizó un análisis sobre el futuro gobierno de Bachelet, cuyas
reformas son simplemente una estrategia para contener a los movimientos
sociales que tiene como objetivo el refuerzo del modelo de explotación
neoliberal. Para Llaitul, “desde nuestras definiciones de mapuche
autonomistas anticapitalistas, seguiremos en la senda de la resistencia y
la reconstrucción nacional haciendo frente con diversas formas de lucha
al nuevo gobierno, mientras se administre para los poderosos y en la
medida en que se siga con la política de guerra contra nuestro pueblo”.
Ante este escenario
lleno de tensiones, la Nueva Mayoría no podrá, como lo hizo la
Concertación durante veinte años, gobernar con una cómoda administración
del modelo
PAUL WALDER
Publicado en “Punto Final”, edición Nº 799, 7 de marzo, 2014
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