miércoles, 23 de enero de 2013

El Frente Amplio como Problema Por Rafael Massa

Acerca el Posfrenteamplismo (II) 

publicado a la‎(s)‎ 14/12/2012 02:16 por Semanario Voces
 
“Este gobierno tiene un programa de carácter progresista que no cuestiona al capitalismo”
José Mujica al PIT-CNT (04-12-2012)

Pocas cosas son más bienvenidas que la síntesis. Más aún cuando viene de la clase política, tan afecta a los circunloquios. Las expresiones de Mujica en el desayuno de trabajo organizado por el PIT-CNT  hace un par de semanas resumen en una docena de palabras  mucho más que las docenas de páginas que componen los programas de gobierno.
El Frente Amplio, en su praxis de gobierno, no ha sido y no es una fuerza política que ponga en cuestión al capitalismo. Y en algunos casos, sus políticas resultan funcionales al mismo. 
Sí es un gobierno progresista, que a caballo una coyuntura internacional  favorable como pocas, ha implementado medidas que mejoran, en términos generales, la situación de los más desposeídos. Finalmente, como prometió Sanguinetti en su momento, se “agrandó la torta”, y por tanto las porciones. Claro, la fracción para los trabajadores es apenas un poco mayor que antes, y lo fundamental,  el cuchillo, sigue en manos de los mismos.
La explicación que nos dan es sencilla: para alcanzar el gobierno, la fuerza política tuvo que ensancharse, y las aspiraciones fueron menguando. La acumulación devino en gordura y la musculatura de debilitó.
Este estado de situación resulta muy frustrante para muchos frenteamplistas, que lentamente pero sin pausa cada vez se identifican menos con la fuerza política. De ahí el vaciamiento de su estructura, la desmovilización y todo el panorama que ya conocemos.
Los intentos de solución a este estado han sido múltiples, aunque cuando la dirigencia frenteamplista se interpela acerca de la ya casi inexistente participación popular, y muchos apelan a la organización interna de la fuerza política como la madre de todos los problemas, la sensación que queda es algo desoladora. Con tal error de diagnóstico, la solución queda cada vez más lejos.
Parece suceder con la estructura del Frente Amplio algo similar a lo que ocurre en la Educación: los esfuerzos se dilapidan en ver cómo se estructura el poder sin poder acordar los objetivos.
El principal mal que aqueja la fuerza política no es su estructura, sino su escasez de elaboración ideológica, por decirlo en términos amplios. También su falta de audacia, aunque claro, en términos políticos, la audacia sinónimo de juventud.

El Frente Amplio nació hace cuarenta años bajo condiciones que nada tienen que ver con las actuales. Fue en su momento, el instrumento estratégico que se dio la izquierda política del Uruguay con claros objetivos, entre otros, el de la superación del capitalismo. Ha pasado largo tiempo, aunque la historia es reciente, y el capitalismo sigue su rumbo de insensata acumulación que pone en riesgo la especie.  Si esto es correcto, es decir, si el objetivo sigue vigente, la pregunta a responderse es cuál es la estrategia. ¿Sigue siendo válida la unidad de la izquierda como estrategia?
Los uruguayos tenemos ciertas veleidades de originalidad, y en relación al Frente Amplio, también creemos haber inventado la pólvora. No es así; con la especificidad del caso, muchas fuerzas de izquierda han recorrido caminos similares, e incluso mucho tiempo antes. Y a muchas de ellas les ha sucedido lo mismo en el ejercicio del poder: desmovilización popular, debilitamiento ideológico, episodios de corrupción, falta de transparencia…
Ha llegado el momento de considerar al Frente Amplio ya no como parte de la solución, sino del problema, que repetimos, no es exclusivo  de la izquierda uruguaya. Ahora, si otras experiencias han transitado ya este camino y han planteado todas ellas soluciones similares ¿por qué no pensar que la nuestra intente las mismas que aquellas? Más claro: la actual unidad de la izquierda no será eterna. Variadas alertas comenzaron a encenderse.
Existe ya un núcleo de “indignados” de izquierda que  no toleran más dilaciones, ni creen más promesas. Las reestructuras no llegaron, el “giro” a la izquierda tampoco, e imaginan el momento en que Tabaré firme contra el aborto y les vienen nauseas. De mística ni hablar, apenas queda la nostalgia.  Ya han dado señas, potentes aunque silenciosas, a la uruguaya: el voto en blanco tanto a la Intendencia de Montevideo como a la presidencia del FA son hitos verificables.
Cierta vez, un político nacionalista, hace muchos años, afirmaba que “en la calle”, lo que se percibía era la desaprobación a la gestión del gobierno. Luis Batlle, presidente en ese entonces, replicó astutamente que no conocía las calles por las que su opositor transitaba, pero por las que él caminaba, el sentimiento era absolutamente el contrario. Bien, por las calles que yo transito, el sentimiento de un grupo importante de militantes ó exmilitantes de izquierda es de desconsuelo, cuando no de indignación. Los tiempos electorales se aproximan y ya muchos proclaman a viva voz que no volverán a votar al Frente Amplio, al menos en primera vuelta. Algunos menos, más aún si Tabaré es el candidato, tampoco en la segunda. Hace pocos días, Bottinelli afirmó sin dudarlo, que basta que la mitad de quienes votaron en blanco a la intendencia la elección pasada, repitan en las nacionales, para que se ponga en duda seriamente una nueva victoria frenteamplista en 2014.
En este estado de situación y atrapados entonces en un callejón sin salida, los “indignados” de la izquierda uruguaya podrán terminar siendo los causantes de la derrota frenteamplista. Para algunos esto no es problema: cuanto peor, mejor, era una de las consignas de cierta izquierda en los  sesenta. Lo peor terminó siendo lo peor, y eso es historia.
¿Es eficaz el camino de la abstención, la anulación ó el voto en blanco? En los dos primeros casos, el efecto es casi nulo; en el caso del voto en blanco, dependiendo de la magnitud y de la “organicidad” del mismo, marcará, como ya lo ha hecho, no más que un signo de disconformidad, que no es poco, aunque continúa siendo un camino, por definición, sin propuesta, lo cual limita el campo de acción.
El Uruguay nostálgico prevalece, aún dentro de las filas de la izquierda. El  paso más allá del Frente Amplio no es sencillo. La historia nos pesa, pese a que el presente nos desafía. Es difícil reconocer aún cuáles son los puntos de comunión de los indignados de la izquierda; estamos aún, unidos por el espanto. No importa, si de algo sabemos es de resistir. La historia de la izquierda, es en gran medida, una historia de resistencia.
La posibilidad de una nueva organización de izquierda no frenteamplista asoma en el horizonte. Es difícil prever cuándo, quién tirará la primera piedra y cuántos se atreverán a desafiar su propia historia.
En la propia génesis del Frente encontramos antecedentes de situaciones, que en algún aspecto tienen cierta analogía. ¿Qué otra cosa hicieron si no, Enrique Erro y Zelmar Michelini cuando encontraron agotados los caminos en sus partidos de origen? Se podrá argumentar que las urgencias eran otras y la coyuntura también.  Más cerca en el tiempo y bajo distintas circunstancias, el 26 de marzo, la Corriente de Izquierda, Zabalza, rompieron sus compromisos frenteamplistas, aunque sus proyectos no prosperaron. Pero, ¿no es éste también tiempo de urgencias? El país viene tomando decisiones que afectan a su estructura como tal, como bien afirmó el Ministro Lorenzo esta semana. Decisiones que muchos no compartimos y que serán muy difíciles de revertir una vez echadas a andar. La construcción de un puerto de aguas profundas en la costa oceánica, el desarrollo de la minería a cielo abierto, la construcción probable de alguna otra pastera de celulosa, entre otros tantos mega emprendimientos, cuestionan el Uruguay que conocemos. Y en estos temas, más allá de declaraciones tribuneras, oposición y gobierno están básicamente de acuerdo. ¿Son éstos los cambios estructurales que una izquierda debe proponer?
Por último, y a modo de ejercicio “retroprospectivo”: ¿Cuáles hubiesen sido los resultados en el parlamento si el voto “50” para la aprobación de las leyes tanto del aborto como la que anuló los efectos de la impunidad no hubiesen sido los de Semproni y Posada?
Ahora sí, mirando hacia el futuro próximo: ¿Qué decisiones tomaría el Frente Amplio si en vez de arriar votos atrás de Tabaré tuviese que negociar con una fuerza política de izquierda que, aunque minoritaria, fuese necesaria para alcanzar el gobierno y las mayorías parlamentarias? ¿No será, estratégicamente hablando, y desde una perspectiva de izquierda, un camino mucho más eficaz? 

Tomado de: Semanario Voces: http://www.voces.com.uy

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