Acerca el Posfrenteamplismo (II)
publicado a la(s) 14/12/2012 02:16 por Semanario Voces
“Este gobierno tiene un programa de carácter progresista
que no cuestiona al capitalismo”
José
Mujica al PIT-CNT (04-12-2012)
Pocas cosas son más bienvenidas que la síntesis. Más aún
cuando viene de la clase política, tan afecta a los circunloquios. Las
expresiones de Mujica en el desayuno de trabajo organizado por el PIT-CNT hace un par de semanas resumen en una docena
de palabras mucho más que las docenas de
páginas que componen los programas de gobierno.
El Frente Amplio, en
su praxis de gobierno, no ha sido y no es una fuerza política que ponga en
cuestión al capitalismo. Y en algunos casos, sus políticas resultan funcionales
al mismo.
Sí es un gobierno
progresista, que a caballo una coyuntura internacional favorable como pocas, ha implementado medidas
que mejoran, en términos generales, la situación de los más desposeídos.
Finalmente, como prometió Sanguinetti en su momento, se “agrandó la torta”, y
por tanto las porciones. Claro, la fracción para los trabajadores es apenas un
poco mayor que antes, y lo fundamental, el
cuchillo, sigue en manos de los mismos.
La explicación que
nos dan es sencilla: para alcanzar el gobierno, la fuerza política tuvo que
ensancharse, y las aspiraciones fueron menguando. La acumulación devino en
gordura y la musculatura de debilitó.
Este estado de
situación resulta muy frustrante para muchos frenteamplistas, que lentamente
pero sin pausa cada vez se identifican menos con la fuerza política. De ahí el
vaciamiento de su estructura, la desmovilización y todo el panorama que ya
conocemos.
Los intentos de
solución a este estado han sido múltiples, aunque cuando la dirigencia frenteamplista
se interpela acerca de la ya casi inexistente participación popular, y muchos
apelan a la organización interna de la fuerza política como la madre de todos
los problemas, la sensación que queda es algo desoladora. Con tal error de
diagnóstico, la solución queda cada vez más lejos.
Parece suceder con la
estructura del Frente Amplio algo similar a lo que ocurre en la Educación: los
esfuerzos se dilapidan en ver cómo se estructura el poder sin poder acordar los
objetivos.
El principal mal que
aqueja la fuerza política no es su estructura, sino su escasez de elaboración
ideológica, por decirlo en términos amplios. También su falta de audacia,
aunque claro, en términos políticos, la audacia sinónimo de juventud.
El Frente Amplio
nació hace cuarenta años bajo condiciones que nada tienen que ver con las
actuales. Fue en su momento, el instrumento estratégico que se dio la izquierda
política del Uruguay con claros objetivos, entre otros, el de la superación del
capitalismo. Ha pasado largo tiempo, aunque la historia es reciente, y el
capitalismo sigue su rumbo de insensata acumulación que pone en riesgo la
especie. Si esto es correcto, es decir,
si el objetivo sigue vigente, la pregunta a responderse es cuál es la estrategia.
¿Sigue siendo válida la unidad de la izquierda como estrategia?
Los uruguayos tenemos
ciertas veleidades de originalidad, y en relación al Frente Amplio, también
creemos haber inventado la pólvora. No es así; con la especificidad del caso,
muchas fuerzas de izquierda han recorrido caminos similares, e incluso mucho tiempo
antes. Y a muchas de ellas les ha sucedido lo mismo en el ejercicio del poder:
desmovilización popular, debilitamiento ideológico, episodios de corrupción,
falta de transparencia…
Ha llegado el momento
de considerar al Frente Amplio ya no como parte de la solución, sino del problema,
que repetimos, no es exclusivo de la
izquierda uruguaya. Ahora, si otras experiencias han transitado ya este camino
y han planteado todas ellas soluciones similares ¿por qué no pensar que la
nuestra intente las mismas que aquellas? Más claro: la actual unidad de la
izquierda no será eterna. Variadas alertas comenzaron a encenderse.
Existe ya un núcleo
de “indignados” de izquierda que no
toleran más dilaciones, ni creen más promesas. Las reestructuras no llegaron,
el “giro” a la izquierda tampoco, e imaginan el momento en que Tabaré firme contra
el aborto y les vienen nauseas. De mística ni hablar, apenas queda la
nostalgia. Ya han dado señas, potentes
aunque silenciosas, a la uruguaya: el voto en blanco tanto a la Intendencia de
Montevideo como a la presidencia del FA son hitos verificables.
Cierta vez, un
político nacionalista, hace muchos años, afirmaba que “en la calle”, lo que se
percibía era la desaprobación a la gestión del gobierno. Luis Batlle,
presidente en ese entonces, replicó astutamente que no conocía las calles por
las que su opositor transitaba, pero por las que él caminaba, el sentimiento
era absolutamente el contrario. Bien, por las calles que yo transito, el
sentimiento de un grupo importante de militantes ó exmilitantes de izquierda es
de desconsuelo, cuando no de indignación. Los tiempos electorales se aproximan
y ya muchos proclaman a viva voz que no volverán a votar al Frente Amplio, al
menos en primera vuelta. Algunos menos, más aún si Tabaré es el candidato,
tampoco en la segunda. Hace pocos días, Bottinelli afirmó sin dudarlo, que
basta que la mitad de quienes votaron en blanco a la intendencia la elección
pasada, repitan en las nacionales, para que se ponga en duda seriamente una
nueva victoria frenteamplista en 2014.
En este estado de
situación y atrapados entonces en un callejón sin salida, los “indignados” de
la izquierda uruguaya podrán terminar siendo los causantes de la derrota
frenteamplista. Para algunos esto no es problema: cuanto peor, mejor, era una
de las consignas de cierta izquierda en los
sesenta. Lo peor terminó siendo lo peor, y eso es historia.
¿Es eficaz el camino
de la abstención, la anulación ó el voto en blanco? En los dos primeros casos,
el efecto es casi nulo; en el caso del voto en blanco, dependiendo de la
magnitud y de la “organicidad” del mismo, marcará, como ya lo ha hecho, no más
que un signo de disconformidad, que no es poco, aunque continúa siendo un
camino, por definición, sin propuesta, lo cual limita el campo de acción.
El Uruguay nostálgico
prevalece, aún dentro de las filas de la izquierda. El paso más allá del Frente Amplio no es
sencillo. La historia nos pesa, pese a que el presente nos desafía. Es difícil
reconocer aún cuáles son los puntos de comunión de los indignados de la
izquierda; estamos aún, unidos por el espanto. No importa, si de algo sabemos
es de resistir. La historia de la izquierda, es en gran medida, una historia de
resistencia.
La posibilidad de una
nueva organización de izquierda no frenteamplista asoma en el horizonte. Es difícil
prever cuándo, quién tirará la primera piedra y cuántos se atreverán a desafiar
su propia historia.
En la propia génesis
del Frente encontramos antecedentes de situaciones, que en algún aspecto tienen
cierta analogía. ¿Qué otra cosa hicieron si no, Enrique Erro y Zelmar Michelini
cuando encontraron agotados los caminos en sus partidos de origen? Se podrá
argumentar que las urgencias eran otras y la coyuntura también. Más cerca en el tiempo y bajo distintas
circunstancias, el 26 de marzo, la Corriente de Izquierda, Zabalza, rompieron
sus compromisos frenteamplistas, aunque sus proyectos no prosperaron. Pero, ¿no
es éste también tiempo de urgencias? El país viene tomando decisiones que
afectan a su estructura como tal, como bien afirmó el Ministro Lorenzo esta
semana. Decisiones que muchos no compartimos y que serán muy difíciles de
revertir una vez echadas a andar. La construcción de un puerto de aguas
profundas en la costa oceánica, el desarrollo de la minería a cielo abierto, la
construcción probable de alguna otra pastera de celulosa, entre otros tantos
mega emprendimientos, cuestionan el Uruguay que conocemos. Y en estos temas,
más allá de declaraciones tribuneras, oposición y gobierno están básicamente de
acuerdo. ¿Son éstos los cambios estructurales que una izquierda debe proponer?
Por último, y a modo
de ejercicio “retroprospectivo”: ¿Cuáles hubiesen sido los resultados en el
parlamento si el voto “50” para la aprobación de las leyes tanto del aborto
como la que anuló los efectos de la impunidad no hubiesen sido los de Semproni
y Posada?
Ahora sí, mirando
hacia el futuro próximo: ¿Qué decisiones tomaría el Frente Amplio si en vez de
arriar votos atrás de Tabaré tuviese que negociar con una fuerza política de
izquierda que, aunque minoritaria, fuese necesaria para alcanzar el gobierno y
las mayorías parlamentarias? ¿No será, estratégicamente hablando, y desde una
perspectiva de izquierda, un camino mucho más eficaz?
Tomado de: Semanario Voces: http://www.voces.com.uy
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