Aclaro que como trasnochado, conservador, que vivo en los 60, ultra, que pongo palos en la rueda... etc, me hago responsable y comparto lo que el comañero espresa.
Por supuesto no pienso que el compañero sea nada de lo arriba espresado, sino que esta viviendo en el Uruguay real y no el virtual de nuestra vurocracia frenteamplista.
Nelson
Por Hoenir Sarthou
publicado a la(s) 17/05/2012 12:28 por Semanario Voces
Soy de izquierda desde siempre y
frenteamplista desde 1971. El 26 de marzo de 1971 fui al acto fundacional en un
camión que salió desde mi liceo, el Dámaso Antonio Larrañaga. No pude votar en
esa elección por falta de edad, pero, como muchos, hice pegatinas y barriadas, recorrí
actos y comités, mordiéndome de bronca por no haber nacido tres años antes.
Casi lloré, en la madrugada del 28 de noviembre, cuando supe que el Frente no
ganaba. Me había entusiasmado con la propaganda triunfalista y con aquel aviso
de “hermano, no te vayas; ha nacido una esperanza”, que pasaban por televisión,
con la melodía de “El violín de Becho” como fondo.
Después, como todos, me fumé la dictadura.
Bastante gremialismo estudiantil y periodismo comprometido con el Frente en cuanto
fue posible. Y después, sí, Me saqué las ganas. Voté al Frente durante casi
treinta años, en 1984, 1989, 1994, 1999, 2004 y 2009. Sin contar las internas,
las departamentales y los plebiscitos. Incluso lo voté en las departamentales
de 2010, cuando tantos amigos resolvieron votar en blanco. Lo voté y expliqué
por qué en un artículo publicado en Voces: básicamente porque, si todos los
frenteamplistas hubiésemos votado en blanco en esa ocasión, la Intendencia de
Montevideo habría ido a parar a manos de blancos o de colorados. Eso no me
parecía bien. Y uno debe votar como si de su voto dependiera el país
Disculpen esta historia personal. No tiene
nada de especial. Es igual a la de cientos de miles que fueron jóvenes en los
años setenta. El único motivo de contarla es aclarar que lo que voy a decir
ahora lo digo como viejo militante frenteamplista.
EL MENSAJE
No voy a votar en las internas del 27 de mayo..
No voy a votar porque quiero enviarles un
mensaje a la dirigencia y a parte de la militancia del Frente Amplio. Un
mensaje democrático, modesto y personal. El que puede enviar un votante, dando
o no dando su voto.
El mensaje es que no estoy conforme con muchas
cosas de la gestión de estos siete años de gobierno.
No discrepo en todo. Algunas cosas buenas se
han hecho y, en general, lo que había antes era mucho peor. Pero llevamos siete
años gobernando el país y más de veinte gobernando Montevideo. No se puede
vivir toda la vida comparándose con lo malo del pasado.
¿EN QUÉ DISCREPO?
Por ejemplo, en el excesivo privilegio que se
le da a la inversión extranjera. Admitirla, y hasta estimularla en algunos
casos, me parece bien. Pero no que cuente con acuerdos secretos, puertos, zonas
francas y exoneraciones tributarias con que no cuenta la pequeña empresa ni
mucho menos el trabajo nacional. Además, en muchos casos, no se analiza lo
suficiente qué clase de actividad viene a hacer y qué consecuencias traerá para
el ambiente, los recursos naturales y la vida social.
Tampoco me parece justa la forma en que se reparte
la carga impositiva entre el trabajo y el capital. Ni la forma en que se
distribuye, o se concentra, la riqueza. De un gobierno de izquierda esperaba
más impulso a la industria y al trabajo nacional, el manejo de recursos
públicos para la creación de una economía más social.
La enseñanza sigue deteriorándose sin que se
tomen medidas radicales. La educación es clave para todo: para la justicia y la
inclusión social, para la seguridad pública, para el bienestar económico, para
el desarrollo de las ciencias, las artes y el pensamiento, para la vida democrática.
Un gobierno comprometido con los intereses populares debería proponerse
revolucionar a la educación, convertirla en una usina de personas lúcidas,
críticas, participativas, capaces de cuestionar al poder, de disputarlo y de
ejercerlo. Un gobierno que tolera la degradación de la enseñanza pública es
objetivamente conservador, agite la bandera que agite.
Discrepo con las políticas sociales. Son asistencialistas
y focalizadas. Consolidan la marginalidad cultural. Entregan dinero y
beneficios, en lugar de promover la educación y el trabajo en forma universal.
Mejoran las estadísticas de pobreza e indigencia, pero no modifican la realidad
vital.
Creo que la enorme crisis de la seguridad
pública responde, en buena medida, al fracaso de las políticas sociales y
educativas. A eso se suma el olvido del papel de la patria potestad en la
formación de los niños y adolescentes y la indecisión de la izquierda para
asumir la función represiva y reeducativa del Estado ante el delito ya
consumado. Un cóctel explosivo.
El manejo de la institucionalidad del Estado
deja mucho que desear. A veces parece que no se entendiera la importancia de la
transparencia y del respeto de las instituciones para el buen funcionamiento
democrático y como garantía para los ciudadanos.
Para concluir, siento que estamos
ideológicamente desarmados. No cuestionamos el derecho de la propiedad privada
a afectar recursos naturales imprescindibles. O el concepto de “propiedad
intelectual”, con el que gigantescas multinacionales se apoderan de –y cobran
por- conocimientos que son patrimonio de la humanidad. O el avance de
organismos y normas internacionales sobre el Estado y el derecho uruguayos, que
tienen un fundamento democrático del que carece el orden internacional. O
cruzadas delirantes impulsadas desde países centrales, como la “guerra” contra
el narcotráfico, que está sumergiendo en sangre, en droga y en corrupción a
muchos países del continente.
NADA PERSONAL
Nada tengo contra los compañeros Agazzi,
Xavier, Rubio y Castillo. Los respeto y valoro mucho. Además no son
especialmente responsables de que las cosas estén como están. Pero los he oído
y he leído sus discursos y nada dicen que resuelva las dudas y discrepancias que
acabo de reseñar.
Es más, verlos y oírlos aumenta mi
preocupación. Aunque se supone que representan a casi todo el espectro del
Frente, se presentan los cuatro juntos en todos lados y no debaten nada
sustancial. ¿Cuál es el sentido de la elección, entonces? ¿Votar un nombre o
una cara? ¿Fingir que elegimos aunque no haya ideas diferentes que justifiquen
la elección? Siento que no se me respeta cuando no se debate seriamente.
UNA INSTANCIA DE LEGITIMACIÓN
Así , todo indica que la elección interna del
27 será sólo una instancia de legitimación del actual estado de cosas. Una
prueba de fuerza del status quo frenteamplista para demostrar que tiene “apoyo
de la base” y “tirar un poco más”. Para llegar a una nueva elección nacional y
conquistar un nuevo período de gobierno sin cuestionamientos ni renovaciones.
Pero, a diferencia de en las elecciones
departamentales de 2010, en esta elección el Frente no compite con la derecha
ni con nadie. Que tenga más o menos votos no determinará que pierda cargos o
poder en el Estado. Eso vuelve a esta elección una oportunidad perfecta para
enviar un mensaje fuerte sin beneficiar a la derecha.
RAZONES PARA NO VOTAR EN BLANCO
Mucha gente piensa votar en blanco el 27.
Esperan hacer llegar así un mensaje crítico a la dirigencia del Frente. En lo
personal, pensé en hacerlo. Pero encontré que no expresaba lo que yo quiero
expresar.
El voto en blanco indica indiscutiblemente que
uno no se siente representado por las opciones que se le ofrecen. En este caso,
significará que ni Agazzi, ni Xavier, ni Rubio ni Castillo satisfacen al
votante.
Pero no dice lo mismo sobre la opinión del
votante respecto al Frente Amplio o al gobierno. Cualquier analista podría
deducir que el problema fueron los candidatos y que habría habido menos votos
en blanco si se hubiesen postulado Mujica, Tabaré o Astori.
Cosa muy distinta ocurría en la elección
departamental de 2010, en la que el Frente competía con otros partidos. Allí,
el voto en blanco indicaba que al votante le disgustaba tanto la candidatura
frenteamplista como la de los blancos, los colorados y los independientes. El
mensaje era realmente fuerte.
Ahora, en cambio, puede ser interpretado como
un apoyo a la gestión del partido de gobierno y una puntual disconformidad con
los candidatos propuestos. Es más, apostaría a que, si el resultado es bueno,
se utilizará el número total de votos de la interna, incluidos los en blanco,
como expresión de apoyo al Frente y a su gestión
Quien quiera enviar un mensaje más duro a la
dirigencia del Frente, deberá recurrir a otro mecanismo.
Es mi caso. Por eso no voy a votar. No porque
reniegue del Frente Amplio, sino porque soy frenteamplista y tengo la esperanza
de que se entienda que el Frente debe cambiar.
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