tomado de:
REDACCIÓN CANARIAS SEMANAL
Jacques Pauwels es un investigador e historiador de origen belga que en la década de los 60 emigró a Canadá, donde actualmente reside. Licenciado en Historia por la Universidad de Gante, realizó su doctorado en la "York University" de Toronto.
Se especializó en la Historia Social de la Alemania de la década de los 30. Ha sido profesor de Historia en las universidades canadienses de Toronto y Guelph. Es autor, asimismo, de conocidísimas libros de investigación histórica, muchos de ellos traducidos al castellano como "El mito de la guerra buena", "El gran capital con Hitler", "Los mitos de la historia moderna", "El París de los sans-culottes", y otros muchos títulos.
Hace unas fechas la revista Algérie Résistance le hizo una extensa entrevista de la que, dado su interés, extractamos para nuestros lectores los párrafos que siguen.
En el libro "El gran capital con Hitler", el profesor Pauwels abordó la estrecha colaboración establecida entre el nacionalsocialismo hitleriano y el gran capital financiero e industrial alemán. Al respecto, Pauwels dice lo que sigue:
En realidad, el llamado “nacional-socialismo” de Hitler no tenía nada de socialismo. Era tan sólo una variante germana del fascismo. Y no hay que perder de vista que el fascismo fue siempre una manifestación del capitalismo. La más brutal y cruel, ciertamente, a través de la cual se el capitalismo se expresó durante el periodo de entreguerras, en respuesta a la amenaza del cambio revolucionario encarnado por el comunismo y a la crisis económica de la Gran Depresión.
Sin duda alguna se puede calificar a Hitler de haber sido una "herramienta" del sistema capitalista, en la medida que este personificó la variante alemana del fascismo. No obstante, como menciono en mi libro, el término “herramienta” es demasiado simplista . Sería más preciso definir a Hitler como una suerte de “agente”. Era un ser humano complejo, con un espíritu propio, que actuó en nombre del capitalismo alemán, aunque no siempre en total consonancia con los deseos e intereses de los capitalistas, en vez de calificarlo como una simple “herramienta” del capitalismo alemán. Eso nos permitiría entender por qué razón los capitalistas alemanes no siempre estuvieron íntegramente satisfechos con los servicios prestados por Hitler. Sin embargo, los capitalistas alemanes contaron con una ventaja en este "acuerdo". Tras la derrota de la Alemania nazi, ellos pudieron culpar su “agente” de haber sido el exclusivo responsable de los crímenes que se encargó de cometer en su nombre.
Jacques Pauwels precisa en sus respuestas que el capitalismo es un sistema socioeconómico que posee mucha flexibilidad, permitiéndose actuar en diferentes escenarios políticos.
"Sin duda es un mito que el capitalismo, llamado eufemisticamente de “libre mercado”, es una especie de hermano gemelo de la democracia. O sea, que el entorno político preferido del capitalismo sea la democracia. La historia no solo no constata esa afirmación, sino que indica todo lo contrario. La historia nos ha demostrado en reiteradas ocasiones, que el capitalismo ha prosperado en el marco de sistemas extraordinariamente autoritarios, apoyándolos con auténtico entusiasmo. En Alemania, sin ir más lejos, el capitalismo se comportó extremadamente bien cuando Otto Bismarck dirigió el Reich con mano de hierro. Alemania bajo Hitler siguió siendo capitalista al 100 % y el capitalismo prosperó con Hitler, antes y durante la guerra, como he demostrado en mi libro.
"El capitalismo también es capaz de asociarse a la democracia, y está deseoso de hacerlo. En especial, si parecen necesarias unas reformas democráticas para disipar la amenaza de un cambio revolucionario. Después de la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo, cuando se introdujeron en Europa reformas políticas y sociales democráticas - el "Estado de Bienestar"- para hacer fracasar las reivindicaciones mucho más radicales, incluso revolucionarias, abanderadas por los movimientos de resistencia en Italia o Francia. Con toda tranquilidad puede decirse que el capitalismo, para conseguir su objetivo de lograr el máximo beneficio está dispuesto a utilizar tanto la "zanahoria de la democracia" como el "palo del fascismo", así como otras variadas fórmulas autoritarias, como las dictaduras militares.
Al ser preguntado sobre si el ascenso actual de grupos neonazis y fascistas en el mundo sirve al gran capital internacional, Pauwels contestó:
"El fascismo es una manifestación del capitalismo. En otras palabras, es la manera en la que el capitalismo, como un camaleón, adapta su color a un entorno social y político cambiante. El fascismo histórico de la década de 1930, personificado por personajes como Mussolini y Hitler, reflejaba la respuesta del capitalismo, en Italia y Alemania, frente a la doble amenaza del cambio revolucionario que representaba la Revolución rusa y la Gran Depresión de los años 20.
Después de la Segunda Guerra Mundial, cuando el fascismo estaba probablemente muerto y enterrado, el capitalismo - especialmente el capitalismo estadounidense - se apoyó en los sistemas criptofascistas para neutralizar amenazas similares. Es el caso de Chile, donde Pinochet fue llevado al poder para impedir unas reformas radicales y permitir al capital de inversión estadounidense instalarse con garantía de seguridad en el país.
En la actualidad, los problemas económicos y sociales cada vez más importantes asociados a unas amenazas revolucionarias reales o percibidas han hecho que el capitalismo haya generado en varios países partidos y movimientos políticos fascistas o, si lo prefiere, cuasi fascistas. Por el momento el capitalismo no necesita llevar a estos fascistas la poder, pero resultan ser muy útiles porque, como Hitler con su antisemitismo, desvían la atención del público de los fallos del sistema capitalista, culpando a los chivos expiatorios como el color de la piel, los musulmanes, los chinos, rusos o los refugiados.
El entrevistador de Algérie Résistance preguntó a Jacques Pauwels sobre la reciente acusación del Parlamento de la Unión Europea, según la cual fue la URSS la que desencadenó la Segunda Guerra Mundial.
"Acusar de la Segunda Guerra Mundial a la URSS y, consiguientemente al Estado ruso que le sucedió, es una declaración puramente política. Constituye una distorsión monstruosa y vergonzosa de la verdad histórica.
A lo largo de la década de 1930 la Unión Soviética estuvo años tratando de establecer con Francia y Gran Bretaña una alianza contra Hitler. Sin embargo, ambos países rechazaron en varias ocasiones esa posibilidad . La razón era muy simple. Los hombres que estaban en el poder en Londres y París no querían entrar en guerra al lado de la Unión Soviética contra Hitler, sino que lo que realmente deseaban era que Hitler utilizara la potencia militar de Alemania contra el Este y destruyera la Unión Soviética, mientras ellos observaban plácidamente el espectáculo desde la barrera.
Sin duda, Hitler deseaba la guerra y por ello se le reprocha, y con razón, haber desencadenado la Segunda Guerra Mundial. Pero los dirigentes políticos franceses y británicos son responsables, en parte, del desencadenamiento de la guerra, porque ellos animaron a Hitler y le apoyaron con su política de “apaciguamiento”, ofreciéndole Checoslovaquia en bandeja de plata, por ejemplo, en el marco del tristemente célebre pacto que firmaron con él en Munich en 1938.
Culpando a la Unión Soviética, los países “occidentales”, o al menos sus dirigentes, intentan ahora desviar la atención acerca del papel que ellos mismos desempeñaron en el inicio de la Segunda Guerra Mundial. Por medio de su infame política de apaciguamiento los dirigentes británicos y franceses fomentaron y facilitaron los planes de Hitler de una “cruzada” contra la Unión Soviética. Y la élite de las empresas y las finanzas de los países occidentales, incluido particularmente los Estados Unidos, colaboró muy estrechamente con Hitler, como he demostrado en mis libros "El gran capital con Hitler" y "El mito de la guerra buena"
"Por otra parte, la Unión Soviética hizo la mayor aportación a la victoria de los Aliados. Si el Ejército Rojo no hubiera logrado detener la apisonadora nazi ante Moscú en 1941 y obtener victorias importantes en Staligrado y otros lugares, es indudable que Hitler habría ganado la guerra. Pero los nazis tenían la maquinaria de guerra más poderosa que se haya visto nunca, y para vencerla se necesitaba la contribución de todos los ejércitos aliados y también de los movimientos de resistencia. No se puede negar que el ejército estadounidense también hizo una contribución importante. No obstante, los dirigentes estadounidenses aprovecharon la presencia de su ejército en Europa occidental para establecer su hegemonía en esta parte del mundo.
"En muchos sentidos, Estados Unidos no “liberó” verdaderamente a los países de Europa occidental. Todavía hoy Alemania no es “libre” de pedir a las tropas estadounidenses que abandonen su territorio. Y Bélgica y los Países Bajos deben tolerar la presencia de bombas atómicas estadounidenses dentro de sus fronteras. El presidente francés Charles de Gaulle no estaba lejos de la verdad cuando describió la liberación estadounidense de Francia como una segunda “ocupación” tras la ocupación alemana. Al contrario de los alemanes y belgas, de Gaulle tuvo el valor de exigir que las tropas estadounidenses abandonaran Francia y esa fue una de las razones por las que parece que la CIA estuvo implicada en diferentes atentados contra su vida".
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