miércoles, 23 de diciembre de 2015

Atilio A Boron analisis Argentina 2015: Claves de una derrota

22.12.2015
¡Hola! Hoy se cumple un mes de las elecciones presidenciales en la Argentina. Comparto una larga reflexión sobre el tema. Comentarios serán bienvenidos.
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Argentina 2015: claves de una derrota
(Por Atilio A. Boron)
El poder de la crítica y la crítica del poder
Lo que sigue es un intento de proponer algunos elementos que arrojen algo de luz sobre las causas y las consecuencias de la derrota del kirchnerismo. Ha transcurrido un mes desde ese fatídico 22 de Noviembre que sellara en las urnas el triunfo de Cambiemos. El paso del tiempo permite ver con mayor claridad algunas cosas que, en el momento, no siempre pueden ser percibidas con nitidez. Espero que estas líneas sean una contribución a un debate imprescindible e impostergable, que todavía está a la búsqueda de un espacio donde librarlo constructiva y fructíferamente.
Para ello se impone analizar lo ocurrido, yendo hasta la raíz de los problemas; llegando hasta el hueso, como dice el habla popular. No puede haber contemplaciones ni eufemismos. Pero la experiencia indica que el poder erige numerosos obstáculos a esta empresa. En el caso que nos ocupa, las críticas intentadas en relación a algunas de las políticas o decisiones tomadas por el kirchnerismo cuando era gobierno tropezaban con la réplica de los allegados a la Casa Rosada que decían que sólo servían para “confundir” o para “sembrar el desaliento y el desánimo” entre la militancia. En algunos casos, ciertos espíritus excesivamente enfervorizados descerrajaban un disparo mortal: la crítica “le hace el juego a la derecha”. Por consiguiente, aún cuando fueran expresadas con la intención de mejorar lo que debía mejorarse (y no con el propósito de debilitar a un gobierno que se lo apoyaba por algunas cosas que estaba haciendo bien) esas críticas, decíamos, estaban condenadas al ostracismo. Sólo sobrevivían en los pequeños círculos de los amigos, que compartían la preocupación de quien esto escribe, pero no pasaban de allí. Conclusión: no llegaba a los oídos, o a los ojos, de quien debía llegar y las posibilidades de corregir un rumbo equivocado se perdían para siempre. La voz de orden era, pues, de acompañar el proceso y abstenerse de formular críticas o, en caso de hacerlo, cuidar que la misma no trascendiera más allá de un insignificante cenáculo de iniciados.
Si provocar el desánimo con la crítica era un pecado imperdonable no pareciera ser menos ahora el “hacer leña del árbol caído”, para decirlo con un aforismo de viaja data en nuestra lengua. Algunos fanáticos consideran una traición cualquier pretensión de hacer un balance -lo más realista y equilibrado posible- de la larga década kirchnerista una vez que, derrotada, Cristina Fernández de Kirchner volvió al llano y, supuestamente, se alista para su retorno. Es esto lo que también se señala en una nota de Mempo Giardinelli aparecida en estos días en Página/12: “las autocríticas son necesarias aunque a algunos les moleste y otros cuestionen la oportunidad”.[1] Entre ambas consignas –“no desanimar” y “no hacer leña del árbol caído”- naufraga la posibilidad de aportar una reflexión crítica en torno a una experiencia que, para bien o para mal, marcó con rasgos indelebles a la Argentina contemporánea. Razón demás para examinar lo ocurrido y, sobre todo, para comprender el origen de una derrota gratuita, que pudo ser evitada y que al no serlo condenó a millones de argentinas y argentinos a pasar, de nueva cuenta, por los horrores del neoliberalismo duro y puro, cosa que ya estamos viendo.
Un pensador revolucionario, anticapitalista, comunista, está obligado por una suerte de juramento hipocrático a decir la verdad, a cualquier precio. La “crítica implacable de todo lo existente” fue una de las divisas teóricas y prácticas de Marx y Engels. Y tras sus huellas, Antonio Gramsci hizo suya la máxima de Romain Rolland (“la verdad es siempre revolucionaria”) y desde sus años juveniles en L’Ordine Nuovo la redefinió en un sentido colectivo: “decir la verdad y llegar juntos a la verdad”, como acertadamente lo recordara Francisco Fernández Buey.[2] Una crítica que es fundamental para examinar los errores y para, aprendiendo de los mismos, asegurarnos que no vuelvan a ser cometidos en el futuro. La historia sigue su curso y seguramente habrá nuevas instancias en donde las clases populares se enfrenten a alternativas similares a las que se vivieron en los años del kirchnerismo. Por eso es preciso el análisis y la crítica, el diagnóstico certero y la propuesta superadora. Una verdad construida entre todos. De lo contrario, si persistiéramos en conformarnos con el relato oficial, las explicaciones convencionales y las ilusiones y fantasías con las cuales se pavimentó el camino del fracaso estaríamos fatalmente  condenados a la eterna repetición de lo ya vivido.
Los hechos
Partamos del reconocimiento de algunos hechos básicos. Primero que nada, admitir que no ganó Cambiemos sino que perdió el Frente para la Victoria. Ningún gobierno peronista pierde una elección nacional, y menos por poco más de dos puntos porcentuales. Eso no existe en el ADN del peronismo. Si tal cosa ocurrió fue por una insalubre mezcla de diagnósticos equivocados, pasividad de la dirigencia (que no militó la candidatura de Scioli ni aseguró la presencia de fiscales en las mesas electorales, increíblemente ausentes en distritos de nutrida votación peronista) y soberbia presidencial.
El resultado de esta nefasta combinación de factores fue la mayor derrota jamás sufrida por el peronismo a lo largo de toda su historia. Siendo gobierno perdió la nación, la provincia de Buenos Aires y no pudo conquistar a la ciudad de Buenos Aires. También perdió Mendoza y Jujuy, antes había perdido el otro bastión histórico del peronismo: la provincia de Santa Fe, y nunca pudo hacer pie en Córdoba. Algunos replicarían diciendo que Ítalo Luder fue desairado en las presidenciales de 1983, cuando a la salida de la dictadura Raúl R. Alfonsín se alzó con la victoria. Pero Luder no era gobierno; aspiraba a serlo pero no estaba en la Casa  Rosada. No ganó, pero no perdió nada porque nada había ganado. Lo ocurrido con Cristina Fernández de Kirchner, en cambio, no tiene precedentes en la historia del peronismo. Este había sido desalojado del poder por la vía del golpe militar en dos oportunidades: 1955 y 1976. El peronismo en su versión menemista fue vapuleado en 1999 por la Alianza, pero en esta participaba otra versión del peronismo, el Frepaso. Y, además, si bien Eduardo Duhalde se vio postergado por el imperturbable Fernando de la Rúa, el Partido Justicialista retuvo el bastión histórico del peronismo: la crucial provincia de Buenos Aires, imponiendo la candidatura de Carlos Ruckauf. Ahora, en cambio, se perdió todo. Y tal como ocurriera en 1955 y 1976, las estructuras dirigentes del peronismo -en este caso el Frente para la Victoria, La Cámpora, Unidos y Organizados, el Partido Justicialista y la CGT oficial- fueron fieles a la tradición y se borraron antes de la partida decisiva. Una deplorable recurrencia histórica que no debiera pasar desapercibida para quienes aspiran reconstruir un gran frente opositor con esos mismos componentes.
Ante una catástrofe política de estas proporciones, que siguiendo una vieja práctica muchas figuras del kirchnerismo han procurado minimizar, se impone la necesidad de aprender de la experiencia y de identificar las causas de lo ocurrido. No se trata aquí de atribuir culpas, categoría teológica ajena al materialismo histórico, sino de ponderar y asignar responsabilidades. Y en este terreno la responsabilidad principal, aunque no exclusiva, le cabe a la jefa indiscutida del movimiento, algo también señalado en la nota de Giardinelli. Fue CFK quien armó la fórmula presidencial, las listas de legisladores nacionales y provinciales, designó a los candidatos a las gobernaciones y las  intendencias y hasta la última semana de la campaña estableció el tono de la misma. No estamos diciendo nada nuevo sino simplemente reproduciendo lo que, en voz baja, murmuran kirchneristas “de paladar negro”, contrariados y disgustados por la suicida arbitrariedad de su jefa. La responsabilidad de Cristina, por lo tanto es enorme, pero no es exclusiva. No es mucho menor la que recae sobre el “entorno” presidencial: ministros, asesores, hombres y mujeres de confianza que incumplieron su obligación de informarle con veracidad y advertirle del curso autodestructivo de algunas de sus decisiones. Su misión era señalarle que, por ese rumbo, el proyecto se encaminaba hacia una derrota histórica. No quiero ser injusto porque me consta que hubo quienes, en ese entorno, trataron de hacer llegar la voz de alarma. Pero la arrolladora personalidad de Cristina y su sordera política hicieron imposible la transmisión de ese mensaje, y su círculo inmediato fracasó en evitar el desastre.
Puede llamar la atención la gravitación que se le atribuye en este análisis al “estilo personal de gobernar” de la ex presidenta.  Apelo a esta expresión forjada por un gran intelectual mexicano, Daniel Cosío Villegas, quien la utilizara en su estudio sobre el sexenio del presidente Luis Echeverría Álvarez en México (1970-1976). En las páginas iniciales nuestro autor dice algo que se ajusta bastante bien a lo ocurrido en la Argentina durante el gobierno de CFK. Dice Cosío Villegas que “puesto que el presidente de México tiene un poder inmenso, es inevitable que lo ejerza personal y no institucionalmente, o sea que resulta fatal que la persona del presidente le dé a su gobierno un sello peculiar, hasta inconfundible. Es decir, que el temperamento, el carácter, las simpatías y las diferencias, la educación y la experiencia personales influirán de un modo claro en toda su vida pública y, por lo tanto, en sus actos de gobierno”.[3] Reemplácese México por Argentina (con la salvedad hecha en la nota al pie) y el diagnóstico conserva toda su validez para describir la gestión de CFK y su personalísimo estilo de gobernar, con sus virtudes y sus defectos, sobre todo para sortear las trampas de la coyuntura política. Estilo personalísimo exaltado por sus seguidores como el corolario inexorable de su indiscutible liderazgo del movimiento nacional justicialista y vilipendiado por sus críticos como un atropello a los principios fundamentales del orden republicano.[4]
Volveremos sobre este asunto hacia el final de este ensayo. Lo cierto es que el resultado de esta derrota fue la irrupción en las alturas del estado argentino de una coalición de derecha, Cambiemos, cuya columna vertebral es el PRO, un partido auspiciado por diversas agencias federales del gobierno de Estados Unidos –como la NED, el Fondo Nacional para la Democracia; o la USAID, y otras por el estilo- o por ONGs internacionales que actúan eficaz -si bien indirectamente- en la región a través de la mediación de dos lenguaraces hispanoparlantes: José M. Aznar, desde España y Álvaro Uribe en Colombia. Son ellos a quienes el imperio les asignó la tarea de coordinar y administrar financieramente el proyecto de reinstalar a la derecha en el poder en la región, para lo cual promovieron la modernización de las arcaicas derechas latinoamericanas, renovaron sus vetustos cuadros y estilos comunicacionales y desplegaron una fenomenal campaña de articulación continental de medios de prensa que, con tono invariablemente monocorde hostigan a los gobiernos de izquierda o progresistas de la región a la vez que ensalzan los grandes logros democráticos y sociales de México, Colombia, Perú o Chile. En la pasada elección presidencial los estrategos de Cambiemos se las ingeniaron para aglutinar en torno a su candidato a políticos y militantes procedentes del peronismo y, en gran medida, de la casi difunta Unión Cívica Radical. Dado lo anterior Cambiemos será un hueso duro de roer para los sectores populares en la Argentina porque a diferencia de sus predecesores cuenta con el apoyo de una poderosa coalición conformada por la clase dominante local, la oligarquía mediática, “la embajada” y el capital internacional. No hay que equivocarse. Cambiemos es mucho más que un conglomerado meramente local; es la expresión nacional de la contraofensiva del imperialismo; es su bien afilada punta de lanza utilizada para cortar de cuajo el eje Buenos Aires-Caracas. A diferencia de lo que ocurría en el pasado, en la actualidad Argentina se ha convertido en una pieza importante en el tablero geopolítico del hemisferio cuyo control Estados Unidos ansía recuperar lo antes posible. Una Argentina que asuma integralmente, como lo ha hecho el nuevo presidente, la agenda de Estados Unidos para la región (agredir a Venezuela, cosa que hizo en la reunión de presidentes del Mercosur en Asunción; enfriar las relaciones con Bolivia, Cuba y Ecuador; tomar distancia de China y Rusia; apoyar la fantasmagórica Alianza del Pacífico y el Tratado Trans Pacífico; “reformatear” en clave ultraneoliberal al Mercosur; sabotear a la UNASUR y a la CELAC, etcétera) es una valiosa ayuda en una coyuntura internacional tan erizada de peligros como la actual. No sólo para facilitar la erosión de la Revolución Bolivariana en Venezuela, como se comprobó en las elecciones que tuvieron lugar en ese país el pasado 6 de Diciembre, sino también para aumentar la presión destituyente sobre Dilma Rousseff. El expresidente brasileño Fernando H. Cardoso había anticipado, a comienzos de Noviembre, que un triunfo de Macri facilitaría el desplazamiento de Dilma.[5] Y eso es lo que ha venido ocurriendo. Por eso la Argentina ha adquirido ante los ojos de Washington una importancia que, me atrevería a decir,  jamás había tenido antes. Cierra el perverso triángulo, hasta ahora incompleto, con Aznar y Uribe; debilita a Maduro y facilita la destitución de Dilma y dispara en la línea de flotación de la UNASUR y la CELAC. Por eso los voceros del imperio, aquí y allá, han prometido una ayuda financiera muy significativa para “bancar” los primeros meses del gobierno de Macri y colaborar con él en su cruzada restauradora. Y hasta ahora, a dos semanas de la asunción del nuevo presidente, han cumplido y nada hace suponer que Washington abandonará esta postura en los próximos años.[6]
Interpretaciones
La del kirchnerismo es la primera derrota de un gobierno progresista o de centroizquierda en Latinoamérica desde el triunfo iniciático de Chávez en Diciembre 1998. Hacía tiempo que muchos observadores venían pronosticando un “fin de ciclo” progresista. ¿Será el triunfo de Macri el punto de no retorno de un proceso involutivo regional, o se trata tan sólo de un traspié, de un retroceso temporario?[7] Difícil de prever, aunque  dejo sentada mi discrepancia con muchos diagnósticos catastrofistas. Dejemos por ahora esta discusión de lado para adentrarnos en la explicación de la derrota. En este terreno es necesario distinguir dos órdenes de factores causales: algunos de carácter económico, más mediatos y generales, resultantes de ciertas decisiones macroeconómicas tomadas por el gobierno de CFK que debilitaron su fortaleza electoral; y otros, mucho más inmediatos y vinculados a la campaña electoral. 
a)    Las causas mediatas
La tan mentada “profundización del modelo” quedó a medio camino. Más allá de la nebulosa que rodeaba esa consigna, y que la tornaba incomprensible para muchos, lo cierto es que esa profundización, seguramente por el costado de una mayor redistribución de riqueza e ingresos, control de los oligopolios, reforma tributaria, estricta regulación del comercio exterior y de los flujos financieros, entre otras materias, no tuvo lugar. Esto no equivale a desconocer los importantes cambios que hubo en la sociedad y la economía argentinas, muchos de ellos importantes y positivos aunque otros no tanto. Desgraciadamente, las pesadas herencias del neoliberalismo siguieron haciéndose notar durante los años del kirchnerismo, en algunos casos de forma un tanto atenuada. Pero lo que quedó en pie –la debilidad del estado y su reducida capacidad para regular mercados y corporaciones, la precarización laboral, la inequidad tributaria, la extranjerización de la economía, la vulnerabilidad externa- es más que suficiente como para descartar las fantasías alentadas por algunos aplaudidores oficiales y que aseguraban que países como la Argentina o el Brasil habían entrado en las serenas aguas del “posneoliberalismo.” Ojalá hubiera sido cierto, porque no estaríamos como estamos en estos dos países.
Pero no es la intención de estas líneas analizar al modelo económico del kirchnerismo. Sí quiero llamar la atención sobre algunos componentes de su política económica que impactaron negativamente sobre el electorado kirchnerista.
En primer lugar la inflación, que devaluó la enorme inversión social realizada por el gobierno y castigó sobre todo a los sectores populares, cosa archisabida en la experiencia argentina. Se demoró mucho tiempo en iniciar un combate, que recién lo lanza el ministro Axel Kicilloff con el programa “Precios Cuidados” y que obtuvo un éxito nada desdeñable. Se cayó en el craso error de pensar que cualquier política antiinflacionaria debería inevitablemente ser de cuño neoliberal. Y la inflación -encima de todo pésimamente medida por el INDEC y peor anunciada mes a mes por el gobierno- carcomió sin pausa los bolsillos populares y, peor aún, la credibilidad de un gobierno que propalaba cifras que no eran creíbles y que provocaban una mezcla sarcasmo y furia entre los más pobres, los más afectados por el continua alza de los precios. La apoteosis llegó pocos meses antes de las elecciones cuando el Jefe de Gabinete aseveró que los índices de pobreza de la Argentina (5 %) eran inferiores a los de Alemania, lo cual acentuó aún más la bajísima credibilidad que tenían las estadísticas oficiales. Así, mientras el gobierno alardeaba con índices anuales de inflación en el orden del 10 % el Ministerio de Trabajo homologaba convenios colectivos, pactado entre sindicatos y la patronal, con aumentos salariales que oscilaban en torno al 28 %, en un tácito reconocimiento de cuál era la realidad de la inflación en la Argentina.  Una eficaz política antiinflacionaria, heterodoxa, hubiera evitado ese desgaste económico y político. Pero para ello era preciso hincar el diente sobre la concentración oligopólica de los formadores de precios de la economía argentina, algo que el kirchnerismo no quiso, no pudo o no supo hacer.

En segundo lugar, el empecinamiento de la Casa Rosada en mantener ese absurdo impuesto denominado “Ganancias” y que pagan los trabajadores (un poco) mejor remunerados. Su sólo nombre, “Ganancias”, de por sí equivale a una provocación porque se aplica a sueldos y salarios, no a la rentabilidad de las empresas. Pese a los incesantes y unánimes reclamos exigiendo la derogación de tan impopular tributo, que para colmo al no ajustarse el mínimo no imponible por la inflación abarcaba a un número cada vez mayor de contribuyentes cautivos, este impuesto fue caprichosamente sostenido por el gobierno. Cifras oficiales confirman que en el año 2014, último para el cual existen datos, pagaron este impuesto poco más de un millón de asalariados, o el 11 % de los trabajadores registrados (“en blanco”) que había ese año en la Argentina. ¿Quiénes fueron, más específicamente, los afectados? Principalmente a los votantes del kirchnerismo, reclutados entre las capas medias (profesionales, maestros, empleados de comercio, de la administración pública, etcétera) y los niveles superiores de la clase obrera, que veían injustamente recortados sus ingresos mientras que las grandes fortunas y los grandes capitales encontraban numerosos resquicios legales para eludir el pago de impuestos. O, como en el caso de los jueces y los trabajadores empleados en el sector judicial, que estaban exceptuados por ley del pago de ese tributo. En suma: inflación más ganancias fueron decisivos a la hora de recortar la base social del kirchnerismo y, tal vez en mayor medida aún, en aplacar el entusiasmo militante de años anteriores o desatar un sordo resentimiento que, poco después, se expresaría en las urnas.
Tercero: el dólar. En efecto, la introducción de las restricciones a la compra de dólares golpearon fuertemente a los sectores medios, mayoritariamente volcados a favor de CFK en las elecciones presidenciales del 2011. Con las limitaciones establecidas por el gobierno en los últimos cuatro años –en lo que la prensa hegemónica no tardó en caracterizar como el “cepo cambiario”- aquellas capas y clases sociales intermedias se encontraron sin capacidad de ahorrar en dólares, en un país en donde la inflación crónica no ofrece demasiados instrumentos de ahorro fuera del dólar y en donde automóviles, viviendas y la tierra se cotizan abiertamente en dólares. Esto dificultó, a veces hasta impidió, que muchos votantes del kirchnerismo pudieran acceder a las pequeñas cantidades de dólares con las que procuraban juntar el dinero para entrar en un plan de pagos de un pequeño departamento, para adquirir un automóvil, o para remitir a una hija que, como producto de las políticas educativas del kirchnerismo, estuviera estudiando en el exterior, para no mencionar sino ejemplos bien conocidos de estos problemas. El “cepo”, en cambio, no perjudicó en lo más mínimo a las grandes fortunas o a las grandes empresas, que siguieron adquiriendo y fugando dólares sin dificultades. Se calcula que en los últimos diez años salieron del país 100.000 millones de dólares, y no precisamente fugados por los pequeños ahorristas. Esta absurda restricción, cuyos efectos recesivos saltan a la vista habida cuenta del elevado grado de internacionalización de los procesos productivos en la Argentina, podría haberse evitado introduciendo rigurosas regulaciones en el comercio exterior. Téngase presente que este país exportó, unos 60.000 millones de dólares como promedio anual entre el 2002 y el 2014, con picos en torno a los 80.000 millones, de modo que mal se podría decir que “no había dólares.” Los había, pero en manos de un pequeño círculo de exportadores, principalmente agropecuarios y mineros.  Regulaciones, decíamos, tal como las que en los años cuarenta introdujera Juan D. Perón enfrentado a una situación similar, claro que con las necesarias actualizaciones exigidas por la nueva fase del desarrollo capitalista. Pero no se hizo, de ahí la restricción en el mercado cambiario y sus nefastas consecuencias políticas.

b) Causas inmediatas: el interminable catálogo de errores de campaña
A los factores señalados más arriba se sumaron una serie de graves  errores cometidos antes y durante la campaña electoral del oficialismo. 
Antes, en efecto, al haber combatido ferozmente a quien a la postre sería el único candidato viable, posible, presentable que tenía el kirchnerismo. No era el preferido por las bases kirchneristas, pero no había otro. Me refiero, naturalmente, a Daniel Scioli. No sólo Cristina Fernández de Kirchner no perdió ocasión de humillarlo y hostigarlo durante ocho años, casi hasta las semanas finales de la campaña cuando la suerte estaba echada, sino que el entorno presidencial se solazó en hacer lo propio, en una especie de demencial competencia para ver quien disparaba los dardos más afilados y mortíferos contra el único político que podía haberles evitado la debacle. Pocas veces se vio una demostración de estupidez política tan grande como la que los argentinos presenciamos este año. Y el tema venía de antes, porque a nadie se le escapa que la prodigalidad con que CFK transfería fondos a otras provincias –sobre todo a Santa Cruz, de nula gravitación electoral- no se repetía en el crucial caso de la provincia de Buenos Aires, histórico bastión del peronismo que no debía rifarse en una absurda pugna para evitar que Scioli se presentase en la carrera por la presidencia avalado por una aceptable gestión en su provincia. La lógica, para llamarla de algún modo, parecía ser la siguiente: si no hay otro candidato entonces que sea Scioli, pero si es Scioli que llegue con lo justo, no sea cosa que acumule demasiado poder. Y si llega a la Casa Rosada -¡en ningún caso con más del 54 % de los votos que obtuvo CFK en 2011!-, y que quede claro que llegó gracias a la presidenta. Pero el asunto era mucho más complicado y desafiaba esas simplistas elucubraciones. Ya en las legislativas del 2009  Francisco de Narváez había derrotado al FpV en la provincia, ¡a una lista encabezada nada menos que por Néstor Kirchner y Daniel Scioli! La formidable elección de Cristina en el 2011 repotenció la soberbia oficial, y muchos cayeron en la ilusión de una provincia de Buenos Aires eternamente kirchnerista. La elección parlamentaria del 2013 propinó un golpe durísimo a esas ensoñaciones: victoria de Sergio Massa con 44 % de los votos y derrumbe de la estrategia oficial de alcanzar la reforma constitucional que habilitara la “re-re” de CFK. La derrota del 2015 en la provincia, por lo tanto, no fue un rayo en un día sereno. Estaba en el horizonte de lo posible, pero la ceguera del oficialismo no se percataba de ello. Se veía venir, pero cono dice la sabiduría popular, “una cosa es verla venir y otra mandarla a llamar.” Bastaba para ello con algún pequeño paso en falso. En lugar de uno fueron varios, como veremos a continuación.
Segundo. Los dioses parecían sonreírle al kirchnerismo cuando Martín Lousteau irrumpió inesperadamente en la elección por la jefatura de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires obligando al candidato macrista, Horacio Rodríguez Larreta, que no pudo ganar en primera vuelta, a enfrentar un amenazante balotaje. En ese momento la carrera presidencial de Macri pendía de un delgado hilo porque si Lousteau, a la cabeza de un heterogéneo conglomerado de fuerzas, lograba arrebatarle la CABA al macrismo el futuro del jefe político del PRO entraría en un cono de sombras del cual le sería extremadamente difícil salir para las presidenciales de Octubre. Sin embargo, en lugar de sumar fuerzas para lograr la estratégica derrota del PRO en la ciudad capital de la Argentina la conducción del FpV se refugió en un discurso fundamentalista y bajo el argumento que uno y el otro eran iguales, que Lousteau era lo mismo que Rodríguez Larreta, se abstuvieron de orientar a sus seguidores para que apoyaran a aquél para, de ese modo, descargar un golpe de nocaut al macrismo. Una parte importante de la militancia y seguidores del FpV hizo caso omiso de la directiva de sus líderes y entendió mejor que ellos como era la jugada y que el voto táctico por Lousteau era lo que correspondía hacer. Una vez más la base superó en inteligencia política a la conducción. Pero, desgraciadamente, la vacilación de la Casa Rosada hizo que este último esfuerzo no fuera suficiente y el macrismo se impuso por apenas un 3 % de los votos, siendo derrotado en 9 de las 15 comunas en que se divide la ciudad de Buenos Aires. Como es bien sabido, hay notables paralelismos entre la lucha militar y la lucha política. Sun Tzu, el padre de la estrategia militar desde el siglo V antes de Cristo, recomienda, en su notable El Arte de la Guerra, que se  “ataque al enemigo cuando no está preparado, y aparezca allí donde no es esperado. Para un estratega éstas son las claves de la victoria.” Los mariscales del FpV parece que no lo leyeron. Si lo hubieran leído y aplicado las enseñanzas del gran general chino a la coyuntura del balotaje porteño probablemente la situación de la Argentina, y de América Latina, sería hoy bien diferente.
Tercero, luego de algunos titubeos se optó por completar la fórmula presidencial con la candidatura de Carlos Zannini como vice. No fue Scioli quien eligió a su compañero sino CFK quien, por su cuenta o pésimamente asesorada, impuso a su hombre de la más estricta confianza con la misión de asegurar que, en la ya descartada exitosa sucesión presidencial, Scioli no se desviaría del rumbo trazado por la presidenta y sería, en efecto, el candidato “del proyecto” y manejado a control remoto por ella. No bastaba para asegurar la sumisión de Scioli al liderazgo tras bambalinas de CFK la nutrida presencia de diputados y senadores kirchneristas en el Congreso, o el ya descontado control de la estratégica provincia de Buenos Aires. En el enrarecido microclima de la Casa Rosada prevalecía la obsesión por garantizar la total obediencia del seguro sucesor de Cristina imponiendo el nombre del vicepresidente, ignorando, por lo visto, que este cargo es poco menos que ornamental y de carácter eminentemente decorativo en regímenes presidencialistas como los de Latinoamérica. Y esto no sólo en nuestros países: ¿quién se acuerda de los nombres de los vicepresidentes recientes de Estados Unidos? ¿Alguien podría identificar a Joe Biden, actual vice de Obama, en una fotografía? En síntesis: un gesto absurdo y gratuito. Esta fórmula, “kirchnerista pura” apaciguaba seguramente la ardiente incertidumbre del entorno, pero tenía un fatal talón de Aquiles cuyo ominoso desenlace se pondría en evidencia en la primera vuelta de la elección presidencial cuando obtuvo dos puntos menos que los obtenidos en las PASO (elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias). La esperanza de superar el umbral del 40 % de los votos y obtener más de 10 puntos porcentuales de diferencia con Macri probó ser una ingenua ilusión           -alimentada ¿inocentemente? por los encuestólogos- y la razón es clarísima: la fórmula carecía de capacidad expansiva, no incorporaba un solo votante más, no captaba absolutamente ningún elector independiente o indeciso, por más que simpatizase en general con las políticas del kirchnerismo o se sintiera atraído por su solidaridad con Chávez, Maduro,  Evo, Correa o la Revolución Cubana y, por lo tanto, carecía de potencialidad de crecimiento. Un error mayúsculo que podría haber sido evitado si Scioli elegía (él, no Cristina) un compañero de fórmula si no atractivo al menos digerible para otros sectores que no fueran los “cristinistas”. Y había varios que podían haberlo acompañado.
Cuarto error: la obcecación por imponer como candidato a gobernador por la provincia de Buenos Aires al por entonces Jefe de Gabinete de Ministros de CFK, Aníbal Fernández. Este era un hombre que tenía el más elevado nivel de rechazo en la provincia y su ladero en la fórmula, Martín Sabatella, era el segundo más rechazado. No interesa, para los fines de este análisis, discernir cuáles eran los fundamentos de estos rechazos, si obedecían a problemas reales o a una pertinaz campaña mediática, que a mi juicio fue determinante. Lo cierto es que esta surtió efecto, pero la Casa Rosada no extrajo las correctas consecuencias del caso. La fórmula Fernández-Sabatella también irritó a muchos sectores del peronismo bonaerense (que no ahorraron municiones en el “fuego amigo” a la cual la sometieron). Por lo tanto, rechazo a nivel de la opinión pública y también en los cuadros del PJ. Resultado: se socavó el apoyo a Scioli y dejó servido en bandeja para el macrismo el principal distrito del país. Algunos informantes muy calificados dicen sotto voce que el Papa Francisco habría asegurado un discreto apoyo al sciolismo (cosa que lo hizo, elípticamente, al declarar poco antes de la elección, “Voten a conciencia, ya saben lo que pienso”) y sugerido la conveniencia de que un hombre como Julián Domínguez, muy allegado a la Iglesia y su obra pastoral en el conurbano bonaerense, fuese el candidato a gobernador. Aparentemente la Casa Rosada tenía otras prioridades y su pedido fue desoído.
Quinto, el interminable internismo al interior del kirchnerismo, o como lo denominaran algunas de sus víctimas, “el fuego amigo.” Innumerables ejemplos demuestran los alcances a que llegó ese proceso. Un día Scioli hace duros planteos en relación al FMI, y al día siguiente el Ministro de Economía Axel Kicillof aparece en una foto de lo más amable con la Directora Gerente del FMI, la Sra. Christine Lagarde. Un grupo de La Cámpora instala una sombrilla en una esquina porteña y reparte volantes con la lista de los candidatos a diputados por el FpV, sin incluir referencia alguna a Scioli. En la esquina de enfrente, la “ola naranja” del sciolismo instala otra mesa y sombrilla y volantea a favor de Scioli, ninguneando a los candidatos a diputados de la misma agrupación política. O se hacen ¡dos actos de cierre de campaña en el Luna Park: uno para la lista de los diputados y otro para Scioli! Difícil convencer a la gente que vote a un espacio político surcado por contradicciones tan flagrantes. 
Sexto y último (aunque se podría seguir con muchos otros ejemplos de este tipo): contrariamente a todo lo que indican los estudios sobre el tema, el kirchnerismo adoptó un estilo de campaña negativa que, desde la derrota de Pinochet en el referendo de 1980, cayó completamente en desuso y no por razones éticas sino porque sencillamente no funciona y termina convirtiéndose en un boomerang. Pinochet lanzó una campaña de ese tipo contra los partidos herederos de la Unidad Popular de Allende, y perdió categóricamente. A partir de ese momento los estudios sobre las campañas políticas coincidieron en señalar los muy limitados alcances y los peligros de una campaña montada sobre la satanización del adversario. De hecho, la imagen que transmitió Scioli era la de un hombre cuya única misión era demostrar lo malo que era Macri, lo pernicioso que sería su gobierno y su inconmovible e incondicional defensa de Cristina. Su campaña estaba dirigida hacia atrás, a defender la “década ganada” y no a proponer cuáles serían los lineamientos generales de su programa de gobierno. No había el menor atisbo de que su comando de campaña hubiese percibido que vastos sectores de la sociedad querían un cambio, cosa que los astutos planificadores estratégicos de Cambiemos advirtieron con mucha antelación. Es cierto: había un absurdo que fomentaba una actitud negligente en relación a esta demanda de cambio porque, cuando consultada, la mayoría no sabía que era lo que quería cambiar y en qué dirección impulsar el cambio. Pera esa demanda: oscura, visceral, mezcla de aburrimiento y de hastío pero mediáticamente formateada estaba allí y había que tener una respuesta. El sciolismo no la tuvo. Sólo después del debate con Macri, el domingo 15 de Noviembre y a una semana del balotaje, Scioli empezó a asumir esta necesidad de cambio y desmarcarse de la tutela de Cristina. Pero ya era demasiado tarde.
Dificultades del cálculo y la previsión políticas.
         A todo lo anterior es preciso agregar algunos otros factores que coadyudaron para producir la debacle del 22-N. El ya mencionado abandono del que fue víctima Scioli por parte de las organizaciones del kirchnerismo es uno de ellos. Otro, sin duda, fue la caprichosa política seguida en relación a la provincia de Córdoba y que tuvo como efecto la devastadora derrota de Scioli a manos de su oponente, que en ese distrito obtuvo la ventaja decisiva para asegurar su victoria. Hay quienes en el FpV  sostienen que la pasividad con que el oficialismo enfrentó el desafío electoral obedecía al cálculo ya mencionado: asegurar un triunfo de Scioli pero ajustado, jamás superior al 54 % obtenido por CFK en el 2011. De no ser posible la victoria del oficialismo, un triunfo de Macri no sería visto con demasiada preocupación porque las bancadas del FpV en el Congreso y la gravitación del gobierno de la provincia de Buenos Aires serían suficientes para establecer límites muy estrictos a lo que pudiera hacer el candidato de Cambiemos si resultara vencedor de la contienda. En los dos casos el supuesto era que ambos gobiernos serían de corta duración y facilitarían el triunfal retorno de CFK a la Casa Rosada, emulando una rotación como la que había retornado a Michelle Bachelet a La Moneda luego del interludio de Sebastián Piñera. Pero algunas mentes afiebradas iban más lejos y creían que no sería necesario esperar cuatro años ya que el deterioro tanto de Scioli como de Macri se produciría en dos años como  máximo. Por supuesto, dada la elevada volatilidad de la política argentina son muy pocas las hipótesis que pueden ser descartadas de antemano pero, hasta ahora, lo que ocurrió parecería desbaratar sin clemencia estos pronósticos y esto por dos razones: uno, porque la lealtad de los miembros del Congreso ha sido tradicionalmente muy vulnerable a la influencia de la Casa Rosada y los gobernadores provinciales, siempre necesitados del auxilio financiero que sólo aquella puede prestar y que puede torcer las voluntades más firmes de diputados y senadores. No es lo mismo  jurar lealtad a Cristina cuando ella está en la Casa Rosada y cuando está en El Calafate. Y segundo porque, además, el refugio estratégico que ofrecía la provincia de Buenos Aires para capear el transitorio temporal político en el plano nacional quedó sepultado bajo el inesperado aluvión de votos que catapultó a María Eugenia Vidal a la gobernación bonaerense.
         Dado este cúmulo de errores, notable por su número y su calidad, surge de inmediato la pregunta acerca de cómo fue entonces posible que Scioli terminara el balotaje con casi un 49 % de los votos. La respuesta es la siguiente: ante el resultado del debate que tuvo lugar una semana antes de la segunda vuelta, de donde emergió claramente la inminencia de un posible triunfo de Macri, se produjo un verdadero “ataque de pánico” en el difuso pero amplio espacio de la progresía y sectores de la izquierda, hasta ese momento confiados en la certeza del relato oficial que anticipaba una fácil victoria del candidato kirchnerista, inclusive en la primera vuelta. Tan convencidos estaban de esto que algunos hasta se podían dar el lujo de militar el voto en blanco, una típica maniobra del “polizón” en teoría de los juegos: dejarle al resto de la sociedad la penosa tarea de “votar desgarrados” a Scioli, como lo señalara con lucidez Horaco González, mientras los votoblanquistas se iban a dormir con su conciencia revolucionaria en paz y los otros regresaban maldiciendo haber tenido que votar a un candidato que no querían pero preferían a Macri. En la noche del debate una centella recorrió el campo de la progresía y la izquierda, y la constatación de la catástrofe que se avecinaba provocó la espontánea movilización de vastos sectores de la sociedad civil que ante la imperdonable deserción del FpV, La Cámpora, UyO, el PJ y las organizaciones sindicales encuadradas en el kirchnerismo salieron a la calle imbuidos de un fervor militante como no se había visto desde las grandes jornadas de finales del 2001 y comienzos del 2002. Cabe decir que esa irrupción de las masas para revertir lo que aparecía como una inminente debacle electoral es una de las notas más promisorias y esperanzadoras de cualquier pronóstico sobre el futuro de la política argentina. Cosa que, por otra parte, también se manifestó en el acto de despedida a Cristina el 9 de Diciembre y las sucesivas autoconvocatorias a protestar contra las draconianas medidas de Macri en los primeros días de su gestión, como por ejemplo la que tuvo lugar en el Parque Centenario de Buenos Aires el domingo pasado para escuchar al ex ministro de Economía Alex Kicillof. Es ese espacio de autoconvocados y movilizados donde deberá trabajar la izquierda para construir esa alternativa que el kirchnerismo no supo ser.
      Pese a los contornos pesimistas del análisis anterior es preciso reafirmar, una vez más, que la historia está abierta y que su incesante dialéctica puede desairar las previsiones mejor fundadas. Una cosa es el triunfo electoral de una coalición de derechas y otras muy distintas es que pueda llevar adelante su programa y realizar las transformaciones que estaban inscritas en su plataforma de gobierno. Por supuesto, esto tampoco puede ser descifrado como una reedición de la teoría de la irreversibilidad de los procesos transformadores: la triste experiencia del derrumbe de la Unión Soviética y su posterior regresión al capitalismo salvaje o la violenta interrupción de las experiencias progresistas o de izquierda en Guatemala (1954), Brasil (1964) o Chile (1973) son elocuentes muestras de que los progresos políticos que se experimentan en un momento pueden ser revertidos en un período posterior.
La autocrítica y la necesidad de realizar un balance del kirchnerismo
          
Antes de concluir es necesario dejar en claro que las páginas precedentes no pretendieron ser un balance de los doce años del kirchnerismo. Su objetivo ha sido más modesto: tratar de entender por qué se derrumbó una experiencia sociopolítica y económica que podía haber continuado su curso y profundizado las incipientes transformaciones que habían tenido lugar en ese período. Y, sobre todo, promover un debate hasta ahora inexistente, o que se lleva a cabo silenciosamente y en las sombras. Estas reflexiones finales pretenden acercar algunas ideas para un esfuerzo de síntesis y evaluación que necesariamente deberá ser colectivo. Fue y seguirá siendo motivo de intenso debate las razones por las cuales algunas fuerzas u organizaciones progresistas y de izquierda, el Partido Comunista entre ellas, apoyaron críticamente este proceso. El kirchnerismo, fiel expresión del peronismo, jamás tuvo una propuesta anticapitalista. Es más, sobre todo Cristina creía, y cree todavía, en un “capitalismo racional” o “capitalismo serio.” La izquierda, para ser tal, es necesariamente anticapitalista. Se opone a un sistema que condena a gran parte de la humanidad a vivir en la pobreza, la abyección y las guerras. Y, además, porque destruye como nunca antes a la naturaleza. El kirchnerismo no tenía la superación del capitalismo en su agenda, ni siquiera remotamente. ¿Por qué brindarle entonces un apoyo crítico? La respuesta no parece difícil de entender, o no debiera serlo: Néstor Kirchner sintonizó muy rápidamente, al inicio de su gestión, con el nuevo clima político regional inaugurado luego del ascenso de Hugo Chávez Frías a la presidencia de Venezuela en Enero de 1999. Se alineó rápidamente con el líder bolivariano y junto con Lula entre los tres protagonizaron la histórica derrota de Estados Unidos en Mar del Plata. Por otra parte,  en el plano doméstico Kirchner avanzó en el juicio y castigo a los culpables de los crímenes de la dictadura y reformó con transparencia y espíritu democrático una Corte Suprema profundamente desprestigiada durante el menemismo. Su indocilidad ante el FMI también lo hizo merecedor del apoyo de las fuerzas de izquierda preocupadas por el nefasto papel jugado por el imperialismo en Nuestra América, algo que no todas las que se llaman socialistas o izquierdistas comprenden a cabalidad. Uno de los grandes enigmas de la política latinoamericana es la sistemática ceguera de un sector de la izquierda ante las multifacéticas políticas del imperialismo en la región. Teniendo en cuenta las duras realidades del tablero geopolítico mundial, ¿en qué otro lugar podía estar una fuerza de izquierda, más allá de las contradicciones propias de todo movimiento nacional, popular y democrático, sino en una alianza táctica con el kirchnerismo? ¿Podía la izquierda alinearse contra sus enemigos jurados, al lado la Sociedad Rural, “la embajada”, la oligarquía mediática y sus aliados? ¿O estar con las fuerzas políticas que le decían Sí al ALCA?
     
      Es sabido que una experiencia de matriz peronista inevitablemente carece de la radicalidad que las condiciones actuales exigen. Además, sus contradicciones son inocultables: promoción del “capitalismo nacional” pero vigencia de las leyes de Inversiones Extranjeras y de Entidades Financieras de la dictadura militar; recuperación de YPF pero no como una empresa del estado sino como sociedad anónima, que puede sellar acuerdos secretos con otra sociedad anónima como Chevron; políticas de inclusión social como la Asignación Universal por Hijo pero mantenimiento de la regresividad tributaria; solidaridad latinoamericanista (que está bien) y protagonista del rechaza del ALCA pero sin ingresar al ALBA; denuncia de los que “se la llevan con pala” pero pasividad ante la fenomenal concentración del comercio exterior; crítica del capitalismo salvaje pero alianza con la Barrick Gold, Chevron y la Monsanto (que ahora adquirió la compañía que cuenta con el mayor ejército mercenario del planeta, la ex Blackwater, ahora llamado Academi) y así sucesivamente. Contradicciones que es preciso entenderlas dialécticamente, es decir, sin pensar que hay un “lado verdadero” y otro que es puro engaño. La realidad es mucho más compleja de lo que parece y desafía esas simplificaciones. No obstante, es justo reconocer que en la suma algebraica de puntos a favor y en contra, de aciertos y errores, hay un predominio de los primeros. La continuación de la obra iniciada por Néstor Kirchner bajo la conducción de CFK sirvió para profundizar en algunas cuestiones y abrir nuevos frentes de batalla. La Asignación Universal por Hijo o la extraordinaria expansión de la cobertura del régimen jubilatorio no son cuestiones menores, en línea con la estatización de la seguridad social establecida por Kirchner. Los progresos en otras áreas han sido también significativos, desde la temática del género y la identidad hasta la política científica y tecnológica, el ARSAT I y II y la expansión del sistema universitario público, una conquista no menor en momentos en que la privatización de la educación superior se está convirtiendo en la norma en América Latina. Insistimos en que no es el objetivo de este ensayo enumerar los logros y las asignaturas pendientes del kirchnerismo, esfuerzo que tendrá que hacerse en otro momento y que también deberá ser fruto de una tarea colectiva. Entre los logros no es un mérito menor de Cristina el haber tenido siempre la virtud de “salir por izquierda” frente a cada crisis. Por muchas razones, desde su personalidad hasta la debilidad de las fuerzas políticas que la apoyan, no pudo hacer lo mismo Dilma Rousseff en Brasil, cuya tendencia ha sido invariablemente la contraria: salir por derecha y hacer concesiones a sus enemigos. Apenas ayer intentó, con la salida del Ministro de Hacienda Joaquím Levy, escoger otro camino. Por el contrario, CFK nunca tuvo esas dudas. Mal o bien, pero salía por izquierda: la Ley de Medios es tan sólo el ejemplo más elocuente de ello.
     
      Como decíamos más arriba, las características personales de Cristina jugaron un papel importantísimo. Dueña de una fuerte y avasallante personalidad, lo que fue un atributo positivo de su liderazgo para enfrentar desafíos prácticos durante su gestión resultó ser altamente contraproducente a la hora de conducir una estrategia política que le permitiera asegurar la victoria de su espacio político. A diferencia de Néstor, un carácter también altamente irascible pero que poco después de su estallido de furia reiniciaba el diálogo con quien antes había sufrido su iracundia, CFK fue absolutamente inflexible e irreconciliable con sus ocasionales adversarios y enemigos, mucho de los cuales habían sido sus antiguos aliados o compañeros. Su carácter le prodigó muchas rivalidades gratuitas que le costaron muy caro. Néstor también era un “peleonero”, pero era más bien un esgrimista dotado de una ductilidad política que le permitía rápidamente recomponer los puentes rotos por su furia. Tocaba con su florete a sus adversarios pero no los mataba. Cristina, en cambio, es una gladiadora: pelea a matar o morir, y no hay retorno después de cada combate. Por supuesto, muchos de sus adversarios reunían las mismas características y también actuaban con la lógica guerrera del gladiador. Y ella aceptaba el desafío y redoblaba la apuesta. El arte de la política, como decíamos más arriba, tiene muchos componentes del arte de la guerra. Pero no toda la política puede ejercerse apelando a la lógica la guerra. La “dirección intelectual y moral” tantas veces subrayada por Gramsci es su complemento necesario, que pocas veces Cristina se decidió a poner en práctica. Para colmo, si Néstor no era precisamente generoso con sus aliados, Cristina lo era mucho menos. Su concepción de las alianzas era una transposición del verticalismo peronista: un líder omnisciente y omnipotente, sordo e inapelable, que debía encuadrar una coalición en donde convivían peronistas con no peronistas de distintos colores políticos. Bajo este modelo organizativo era muy poco lo que se podía construir políticamente. Careció de la flexibilidad necesaria para conducir un espacio así de complejo y su notable inteligencia se tradujo con frecuencia en actitudes soberbias que limitaron casi por completo su capacidad para escuchar y para dialogar, aún con sus más estrechos colaboradores. “No hubo diálogo con los diferentes”, dice con acierto Giardinelli en la nota ya mencionada. Es cierto que no se hace la gran política sin “garra”, sin  vísceras y sin la fuerza de la que hizo gala  Cristina. Un político timorato jamás llegará demasiado lejos. Pero la gran política no puede reposar tan sólo en aquellos bravíos atributos. Hace falta, como lo recordaba Maquiavelo en su clásica imagen del centauro, la pasión mezclada con la razón. O la astucia del zorro, para saber sortear las trampas que le tienden sus enemigos, combinada con la fuerza del león, para liquidar un pleito una vez agotadas las vías del diálogo. Desgraciadamente CFK no logró plasmar esa combinación, y su superioridad por comparación con la mediocridad de la clase política exacerbó un narcisismo que le impidió escuchar a la sociedad o a sus aliados, o entender que ciertos rasgos de su estilo personal producían, también entre sus fieles, tanto rechazo como las adhesiones que lograban sus políticas públicas. Como decíamos más arriba, una importante cuota de responsabilidad en todo esto le cabe a un entorno que lejos de estimular una reflexión crítica sobre la realidad de su gestión se limitó a aplaudir y alabar, creyendo que de ese modo colaboraban con la presidenta. Privada de ese sano ejercicio de la crítica y la autocrítica no supo darse cuenta del cambio cultural que estaba madurando en la Argentina, en donde aún quienes se beneficiaban de la inversión social cada día resentían con más fuerza del clientelismo y la prepotencia de punteros e intendentes. Desconocía aquella sabia sentencia de raigambre martiana y que el político y jurista mexicano, Jesús Reyes Heroles sintetizó en una frase ejemplar: “en política, la forma es el fondo.” En sus frecuentes mensajes televisivos Cristina abusaba de un tono vehemente y confrontacional  (¡y no es que no tuviera buenas razones para confrontar!) que era absolutamente “antitelegénico” y que producía un efecto contrario al buscado. En algunos casos llegó a producir cansancio, fatiga o hartazgo, inclusive dentro de la legión de sus seguidores. Un par de pequeñas historias ilustran esto con elocuencia: un humilde lustrabotas del microcentro porteño, un hombre entrado en años, venido de una provincia pobre de la Argentina le confiesa a uno de sus habituales clientes que había votado a Macri “porque estaba demasiado grandecito para soportar que la presidenta me retara en la televisión.” Otro: en un modesto almacén del conurbano su dueña debía apagar la televisión cada vez que comenzaba una cadena nacional porque su clientela ya no quería escuchar a Cristina. Y la mayoría estaba formada por beneficiarios de diversos programas sociales del gobierno. Dos pequeñas historias que autorizan a extraer una conclusión provisoria: el boom del consumo que el kirchnerismo alentó y cultivó como política de estado no crea hegemonía política, error en que cayeron todos los gobiernos progresistas y de izquierda en la región. Ni aquí, ni en Venezuela, ni en Bolivia. En ninguna parte. La hegemonía es resultado de la educación política, de la supremacía en la batalla de ideas, de la concientización al estilo de Paulo Freire, y no del mayor acceso a los bienes de consumo. Y, desgraciadamente, en las experiencias progresistas de la región la formación política de las masas no tuvo la prioridad que debía haber tenido. Se confió en la magia del mercado: accediendo a algunos bienes se suponía que los nuevos consumidores retribuirían con lealtad política. Pero esa conexión entre consumo y hegemonía política no funciona de esa manera. Tal vez funcione en una dirección contraria. En todo caso, las consecuencias están a la vista. 
      Mal se podrían subestimar los logros de la gestión de CFK y, en general, el de los doce años del kirchnerismo. Se puede discutir la idea de la “década ganada” porque hubo algunos pocos –ricos y poderosos- que ganaron mucho más que los demás, y otros que no ganaron nada. Se debe también examinar el tema de la corrupción, endémico en la Argentina desde Bernardino Rivadavia hasta hoy, y vinculada principalmente (pero no sólo) a la obra pública. Se puede someter a crítica las limitaciones ya señaladas del “modelo”. Pero dejó un país muy distinto al recibido que sería injusto desconocer. Otra pequeña historia también viene a cuento: estuve hace pocas semanas en San Salvador de Jujuy. Hace unos pocos años caminar por la plaza céntrica de esa ciudad era hacerlo seguido por un nutrido grupo de niños descalzos pidiendo algunas monedas. Ahora, durante una semana, no hubo ni uno solo que reeditara aquella vieja y deprimente costumbre. Es que, a pesar de las críticas que le fueran dirigidas –clientelística, tal vez dispendiosa, seguramente ineficiente, etcétera- la política social del kirchnerismo surtió efecto. Y este no es un dato menor sino una cuestión central. Allí está la base del “voto duro” cristinista, de ese 36 % que acompañó a Scioli en la primera vuelta. Pero allí también parece haber estado su límite. Y sólo con eso no se puede ganar una elección presidencial.
      Concluyo con la esperanza de que las ideas aquí esbozadas sirvan para propiciar un debate y para realizar un balance crítico de los doce años del kirchnerismo. Con la esperanza también de que evitemos la trampa facilista de quienes, so pretexto de “no hacer leña del árbol caído”, pretenden clausurar desde el vamos un examen que es a la vez imprescindible e impostergable. Lo primero, para corregir los errores propios de toda experiencia práctica. Quien hace yerra, y acierta a veces. Desde la torre de marfil académica o desde las certezas del dogma partidario no hay yerro posible. Claro, se paga un precio por eso: la realidad no se cambia, y se traiciona un apotegma fundamental del marxismo: la teoría tiene que servir para cambiar al mundo, no sólo para interpretarlo o para denunciar sus inequidades. El aprendizaje político se logra en la intelección colectiva, como lo subrayaba Gramsci, de esa praxis de ensayo y error. Impostergable, también, porque las tentativas del macrismo de imponer el neoliberalismo en su versión más radical no podrán ser neutralizadas si no se toma nota y se aprende de lo ocurrido en los años anteriores. Aprender de los aciertos, para conocerlos y conservarlos; y aprender también de los errores, para no volver a cometerlos.  Estoy convencido de que aquellos son mayores que estos, pero todo, absolutamente todo, deberá ser sometido a examen. El desafío es muy grande y lo peor sería incurrir de nueva cuenta en la obstinada negación de la realidad, cerrando las puertas a la crítica de quienes acompañamos este proceso sin ser parte de él e impidiendo, con distintas argucias, la autocrítica de quienes tuvieron la responsabilidad de conducirlo. Si esta desafortunada actitud llegara a prevalecer estaríamos condenados repetir los errores del pasado.

     


[1] “Paisaje después de la batalla y la autocrítica que falta”, en http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-288716-2015-12-21.html  Hasta donde yo sé es la primera exigencia frontal de una autocrítica publicada en un medio gráfico kirchnerista. No he visto ni escuchado nada igual en la radio y la televisión. Comparto el 95 por ciento de lo que dice Giardinelli, excepto su sobrevaloración de los éxitos económicos del kirchnerismo y mucho menos aquello de que “estos 12 años fueron una fiesta para vastos sectores populares.” Ojalá que su ejemplo se multiplique.
[2] Francisco Fernández Buey, “La política como ética de lo colectivo”, en F. Álvarez Uría (Comp.) Neoliberalismo versus democracia (Madrid: Las Ediciones de La Piqueta, 1988) pp. 26-40.
[3]  El estilo personal de gobernar (México, Cuadernos de Joaquín Mortiz, 1974). Me limitaría a señalar que el poder de la presidencia en la Argentina nunca fue tan inmenso como en México debido a que nuestro estado, por comparación al mexicano, es más débil. Ese “emperador sexenal” del que hablaba el estudioso mexicano nunca existió con esa fuerza en la tradición presidencialista argentina. 

[4] No puedo dejar de anotar que muchos de los sedicentes cultores del republicanismo conservador (porque hay otro, popular y de raíz maquiaveliana) han guardado un escandaloso silencio ante los atropellos a la división de poderes del gobierno de Mauricio Macri al pretender designar dos ministros de la Corte Suprema sin la aprobación del Senado o hacer uso abusivo de los Decretos de Necesidad y Urgencia. Como siempre, la derecha, aquí y en todo el mundo, tiene dos estándares éticos: uno para los amigos, otro para los enemigos. ¡Y después tiene la desfachatez de acusar a estos últimos de “fomentar la división de la familia argentina” o de abrir “la grieta”!
[5] Cf.  "El resultado en los comicios argentinos me animó mucho", en La Nación, Domingo 1 de Noviembre 2015 http://www.lanacion.com.ar/1841627-el-resultado-en-los-comicios-argentinos-me-animo-mucho
[6] Basta observar el comportamiento de los grandes capitalistas locales e internacionales cuando el gobierno de Macri decidió poner fin al “cepo cambiario”: el dólar se cotizó el Martes 22 de Diciembre, cuatro días después de su liberación, a poco más de 13 pesos por dólar. Si esto lo hubiera hecho CFK la ofensiva especulativa seguramente lo hubiera proyectado a los 20 pesos por dólar, o más.
[7] Sobre este tema recomiendo la lectura de la magnífica compilación hecha por ALAI: http://www.alainet.org/es/revistas/510
tomdado de:http://www.atilioboron.com.ar/

miércoles, 25 de noviembre de 2015

Uruguay Economia_Entrevista a José Antonio Rocca, viernes 20 de noviembre de 2015. EL FRENTE AMPLIO HA POLARIZADO AL URUGUAY...


tomado de: http://www.radio36.com.uy/entrevistas/2015/11/24/rocca.html






“, EXACERBANDO LA DESIGUALDAD EXTREMA Y LA CONCENTRACIÓN DE LA RIQUEZA”



La brecha entre ricos y pobres en Uruguay es cada vez más profunda. “Hoy hay 125 uruguayos que tienen más de U$S 30 millones cada uno, eso representa un tercio del PBI”, dijo el economista José Antonio Rocca en CX36. “Ha sido todo un proceso que se ha consolidado en estos años y que enmarca también en la latinoamericanización del Uruguay en su peor aspecto, un poco en la desigualdad extrema que se ha ido gestando, más allá de que si algo saben es encubrir cifras, maquillar cifras. Entonces, no lo revelan en esa magnitud pero yo creo que cualquiera que ande por la calle lo puede ver, cualquiera que recorra Montevideo lo puede ver, es una ciudad totalmente partida. Los barrios de clase media se han ido achicando, se han ido restringiendo y cada vez es más notoria una polarización”, afirmó. Transcribimos la entrevista que puede volver a escuchar en este enlace:
http://www.ivoox.com/entrevistado-del-dia-ec-jose-antonio-rocca-audios-mp3_rf_9454467_1.html



Efraín Chury Iribarne: Tenemos con nosotros aquí al economista y catedrático José Antonio Rocca a quien le damos la bienvenida.

José Antonio Rocca: Buenos días para ti, para la audiencia, como siempre es un placer estar aquí en CX 36 hablando de Economía. Y es para mí un gran gusto hacerlo y especialmente contigo, entre amigos, entre compañeros.



EChI: Estábamos esperando realmente que vinieras porque estamos en plena discusión del Presupuesto. ¿Qué podemos esperar de este Presupuesto? En el marco de una Economía que ya no tiene viento de cola.

JAR: Sí, sí, creo que ya es muy claro primero que hay una crisis que se revela en todos los indicadores, ya incluso en los oficiales. O sea, nos encontramos con un aumento muy grande del desempleo, de los trabajadores en seguro de paro, aun para las cifras oficiales. Nos encontramos con una recaudación del IVA fundamentalmente que refleja la actividad comercial que decae, cae en términos reales, lo cual también es un reflejo de esto. Nos encontramos con exportaciones que disminuyen, también en términos reales, también en dólares corrientes.
O sea, nos encontramos con las reservas del Banco Central que están cayendo notoriamente de un mes a otro, con un dólar que pese a ello de a poquito sigue subiendo como tendencia. O sea que estamos con los síntomas de la crisis, creo que es un elemento a considerar.
Y el segundo es que nuevamente, como en las crisis anteriores, la decisión política de los grupos de poder y del gobierno que de alguna forma los representa es que esa crisis la vuelva a pagar el pueblo. Entonces ese presupuesto refleja ese ajuste.
Ajuste que se revela en la caída de las inversiones, de la inversión pública. Y también ajuste que se revela en el estancamiento y aun descenso diría yo, creo que a esta altura es más descenso que estancamiento, de lo que va a ser el poder de compra de los trabajadores públicos. Con lo cual también se golpea a la salud Pública, se golpea a la educación pública, se golpea lo que puede ser, que no es, que no viene siendo hace tiempo, un plan de vivienda social. O sea, se golpea el gasto social en su esencia, en su realidad. Y este presupuesto creo que refleja un poquito todo eso.
Yo diría con un agravante porque es un presupuesto en el que pesan cada vez más, también quizás como consecuencia de todo esto, los intereses a pagar por la deuda pública y el papel de la deuda pública. Lo cual también restringe todos los otros gastos.
O sea que todo ese proceso que ha llevado a una disminución de las reservas entre otras cosas, y también una mayor presión de los organismos internacionales para salvaguardar su crédito, para que Uruguay les pueda seguir pagando, determina también en gran parte todas estas consecuencias.



EChI: Estamos ante un futuro bastante incierto y esto se nota por los guarismos de aumento que se han intentado conciliar en las negociaciones de los Consejos de Salarios donde se discuten, ya no se discute un punto, se discute medio punto, se discute hasta cuarto punto. Creo que hay una situación que ya la estamos avizorando.

JAR: Sí, sí, porque además son supuestos puntos de incremento sobre cifras de inflación mal revisadas. Entonces, cuando nosotros tenemos que hasta para las cifras oficiales ya el aumento de precios anual ronda el 10%. Como hemos dicho muchas veces, en la realidad, para los bienes más sensibles, para la canasta familiar, alimentos, vivienda, alquileres, el aumento creo que es totalmente verificable que anda por el 15%. Y entonces, cuando se habla de proyecciones de inflación de un 5% más una recuperación de un 2 o 3%, estamos hablando de pérdida de salario real, estamos sumando un 8 mientras el costo de vida aumenta un 12 o un 15. O sea, creo que la cuenta es muy clara, no tenía cómo perderse como decía en algunos de sus cuentos Landriscina. Aquí creo que cualquiera que mire las cifras y la realidad, cualquiera que haga compras con cierta frecuencia, también se da cuenta que el salario cada vez le rinde menos y todo esto se va a consolidar en muchos de estos ajustes.
Y además todavía con una espada de Damocles sobre la gente que es el temor a perder el empleo, porque también, todo esto va paralelo a un descenso de la tasa de empleo que ya también se refleja en las cifras oficiales, que llega entre 1 y 2 puntos lo cual implica por lo menos 20.000 empleos menos, o 30.000 respecto al año pasado.
Esa tasa de empleo está reflejando que Uruguay ha perdido en un año, esa disminución de la tasa de empleo, alrededor de 30.000 puestos de trabajo, también consecuencia de toda una de entrega de las tierras, de concentración de tierras, de fomento de actividades que no generan empleo como la fabricación de celulosa o lo que ha sido la sustitución en el agro de actividades que generaban más empleo como la lechería y como algunas actividades por la soja o por el eucaliptus, todo eso está marcando una situación bastante difícil que se tapó un poquitito antes de las elecciones porque ahí sí hubo un incentivo pre electoral de la obra pública, alguna con algún sentido otra sin sentido. Tenemos por allí todo lo que fue el tema este del puerto para Aratirí que ahora se cayó, la regasificadora.
Teníamos por allí todo el proyecto del ANTEL Arena que no sé en qué está, que de alguna forma se postergó. Y bueno, todo eso preelectoralmente generó una situación artificial de supuesto empleo. Ni que hablar ya también de lo que fueron algunas mega emprendimientos en zonas francas que una vez acabados chau, como el caso de Montes del Plata, antes pasó lo mismo con Fray Bentos, con UPM.
O sea que acabados un poquitito los fuegos artificiales estamos en la realidad, que la realidad es esta, de un modelo de entrega del país, de un modelo de extranjerización de la tierra, de un modelo de extranjerización del Parque Industrial y en definitiva de reducción, y que de alguna forma las cifras también lo encubrían y lo encubren en parte, porque claro, aquí se suma como parte del producto la producción en zonas francas, se suma como parte del producto cada vez que alguien se conecta o hace una llamadita por un aparatito de teléfono, se suman como parte del producto cosas que en realidad no constituyen a una riqueza material real. Y entonces, todo esto comienza ahora a verse la realidad que es esta, esta realidad que de alguna forma están haciéndosela pagar nuevamente a los trabajadores y al pueblo en general.



EChI: Uruguay tuvo varios años de bonanza económica, pero redistribución para mejorar el estado general de la gente prácticamente no se verificó en ese tiempo.

JAR: No hubo ninguna, pero además lo refleja, ayer daban en alguna prensa que los 125 más ricos de Uruguay.



EChI: Sí, porque se ha puesto de moda hablar de la plata que sumaron los ricos en estos últimos 10 años.

JAR: Exactamente.
Un banco Suizo, creo que el HSBC, marca que pasaron de 120 a 125 los uruguayos que tienen más de U$S 30 millones cada uno, fijate de qué estamos hablando.



EChI: Sí, sí, y su incidencia en el PBI del país.

JAR: Exactamente, que eso representa un tercio del PBI, son cifras que no las damos los izquierdistas, las están dando los bancos ¿no? Y bueno, eso está revelando, esa concentración de riquezas está revelando que el crecimiento, no el desarrollo, porque no hubo desarrollo hubo un crecimiento. En muchos casos un crecimiento artificial como decíamos porque se verificó fundamentalmente en torno a zonas francas, en parte a grandes capitales extranjeros, en parte a estos "riquitos uruguayos" como decía Damiani, que ha marcado una mayor concentración de la riqueza nada más. Por otro lado Uruguay cada vez más partido, lo cual se ve totalmente en las calles, en la realidad.



EChI: Uno tiene la sensación Rocca de que por primera vez en la historia, como resultado de la política económica de los últimos 10 años frenteamplistas, el Uruguay finalmente se partió en dos: allá los pobres, acá los ricos. Y esto, por lo menos en mi entendimiento, es la primera vez que lo percibo.

JAR: Sí, sí, yo creo que ha sido todo un proceso que se ha consolidado en estos años y que enmarca también un poco la latinoamericanización del Uruguay en su peor aspecto, un poco en la desigualdad extrema que se ha ido gestando, más allá de que las cifras también, si algo saben es encubrir cifras, si algo saben es maquillar cifras.
No lo revelan en esa magnitud pero yo creo que cualquiera que ande por la calle lo puede ver, cualquiera que recorra Montevideo lo puede ver, es una ciudad totalmente partida. Los barrios de clase media se han ido achicando, se han ido restringiendo y cada vez es más notoria una polarización.
Incluso, los que tenemos cierta cantidad de años, antes los ricos como que eran casi clandestinos, al rico como que le daba casi vergüenza o tenía cierto temor de exhibir esa opulencia frente al resto de la población. Hoy por hoy un poco es al revés, o sea, se ha marcado o se marca esa diferenciación social como un elemento ya integrado totalmente al paisaje económico, social, político del país. Que por otro lado lleva a un conjunto de consecuencias sociales, a veces se busca atacar las consecuencias y no las causas, como son los niños que desertan de la escuela, el aumento de la cantidad de presos, el aumento de la marginación social, que claro, ¿qué rendimiento escolar puede tener un niño que se cría en un ranchito de lata que se llueve o que a los 10 años está vendiendo caramelos para hacer un peso para él y su familia?
Entonces, pretender corregir eso solamente, no digo que no sea parte de la corrección, o pretender que eso lo corrija la "educación", además cada vez también más marginada y con menos recursos, es un absurdo. Es un absurdo porque no puede rendir un niño que se crea con 4 o 5 niños más durmiendo en una misma pieza con chapas que se llueven, con un entorno en el cual los valores son de que sos más vivo si le quitás algo a alguien porque forma parte de su subsistencia.
Entonces, todo eso es una realidad que no se puede desconocer. Que se pretende desconocer y claro, lleva a soluciones o diagnósticos totalmente equivocados, a mi modo de ver. Porque se está errando al bizcochazo. Se está viendo como causa lo que es una consecuencia. La deserción escolar o el mal rendimiento, todo eso mes consecuencia de toda una situación social que se deteriora, que como decís vos, es parte también de ese Uruguay cada vez más subdividido, cada vez más partido.



EChI: Hablábamos de la redistribución que estuvo ausente durante los períodos de las vacas gordas, pero uno podía pensar, bueno, pero ese tiempo fue el tiempo de la inversión en la obra pública, es decir, de un Estado que llevó adelante una revolución de infraestructura porque había mucho más dinero. Tampoco eso se dio, y como contrapartida lo que ocurrió es un crecimiento de la deuda.

JAR: Sin duda, porque además si tú mirás hubo otra fase de cierto florecimiento en Uruguay que, bueno, se concretó de repente en una rambla para todos los montevideanos, o se concretó en otro tipo de obra que de alguna forma servía a todo el conjunto.
Hoy por hoy ese crecimiento se concretó en obras para los ricos también, fundamentalmente para el gran capital. O sea, obras de infraestructura de servicio absoluto de esos grandes emprendimientos. Digamos, puertos francos, todo un tipo de funcionamiento que de alguna forma se subordinó a esos grandes intereses. Entonces eso no se trasunta en ninguna gran obra que vos digas que marque el proceso de integración social o marque ámbitos o espacios de aprovechamiento general de todo el pueblo, al contrario, tenemos que, todo eso pese al crecimiento económico aumentó, por ejemplo, la deuda pública como tú muy bien decís, a niveles exorbitantes.
Y todo eso acompañado de una mentira continua, porque ha sido aquello de que una mentira repetida muchas veces se transforma en verdad. Entonces, lo que decíamos que todo esto daba mucho eco, todo esto era muy frágil, con pie de barro, una construcción sobre arenas movedizas, quedábamos como unos locos, qué está diciendo este. Creo que cada vez queda más claro que esta es la realidad.



EChI: Prácticamente aquí el gobierno festejó endeudarse más hace muy poco cuando Astori anunció la nueva emisión. Yo conozco gente pobre que festejaba el hecho de que podamos tener ese crédito.

JAR: Sí, sí, además un crédito que para qué se va a usar y para qué se usó. Porque si vos decís, bueno, es un crédito para construir mil hospitales para la gente, para construir escuelas o para hacer un plan de vivienda para que todo el mundo tenga vivienda digna o para instrumentar una reforma agraria que permita el acceso a la tierra a todo aquel que la quiera trabajar.
No, pero estos créditos son para nada, para pagar deuda. Entonces, ¿qué festejo, no? un poco lo que decíamos, ¿de qué se ríe la hiena, no?



EChI: Sí, sí, un fracaso se festeja como un triunfo.

JAR: Como un triunfo porque es parte de lo que es toda la publicidad, porque además la crítica a la derecha es precisamente de que hay demasiado asistencialismo, o que hay que entrar en el tratado del Pacífico aunque estemos en el Atlántico, cuando el tratado del Pacífico es simplemente aumentar el poder de las patentes de lo farmacéutico y transferir áreas de decisión desde los gobiernos nacionales al Banco Mundial.



EChI: El Transpacífico está catalogado como el elemento de vanguardia en lo que es venir por todo, como decían en el norte..

JAR: Es un salto cualitativo digamos del imperio, de los imperios.
Justamente, el último artículo que hicimos ahora a mediados de noviembre se llama "Maldición de Malinche", un poco como que estos proyectos simplemente es la vieja maldición de Malinche, que creo que ni siquiera les va a servir a las oligarquías locales que sueñan con que eso les va a implicar mayor mercado para los productos primarios, mayor mercado para la carne, mayor mercado para no sé qué.
No, ni siquiera eso porque hoy por hoy el imperio lo que quiere es consolidar en lo jurídico una serie de pasos que daban lo económico. Es decir que las patentes que se otorgaban por 20 años ahora pasen a ser 30 años.



EChI: Sí, y hasta 35.

JAR: Eso va a llevar a que aumente el precio de los medicamentos. O que de repente el que use un software no oficial tenga más controles.



EChI: Las PPP ya están trabajando con los 35 años.

JAR: O que si hay un contencioso en lugar de ser, bueno, el caso de las tabacaleras acá también, sea dirimido en organismos internacionales, en organismos dependientes del Banco Mundial.
O sea, eso es el Transpacífico. Y eso es en lo que se está buscando entrar y eso es lo que se mira como la panacea. O como los que dice, si no entramos en esto es terrible...
No, no, terrible es entrar en ese tipo, bueno, el TISA ¿no? Que además aquí Uruguay no entró, por suerte, pero simplemente porque el TISA no camina porque, claro, es tan brutal que ya tiene.



EChI: Sí, el TISA no camina en ninguna parte, no puede caminar.

JAR: No puede caminar en ninguna parte porque tiene resistencias en Europa, tiene resistencias en todo el mundo. Entonces, decir no entramos al TISA es como decir no vamos a viajar a la Luna, más allá de que está bien como decisión.
Y se está planteando como alternativa, precisamente por eso se están fomentando este tipo de acuerdos más regionales si se quiere ¿no? Tratado de Europa - EE.UU., el tratado del Transpacífico, pero lo que se está dando es simplemente una sesión de más poder, de consolidar el poder de los grandes grupos trasnacionales.
Y frente a todo esto lo que hay también es para muchos una especie de nostalgia por los gobiernos del pasado frente a la crisis, entonces allí vemos el resurgir de los Martínez de Hoz, de los Macri, de las políticas de los Piñera en Chile.



EChII: Sí, de los Cavallo.

JAR: Claro, como si fueran eso la alternativa frente a este tipo de situaciones. Cuando en realidad lo que están planteando esos sectores tradicionales de la derecha es un poco simplemente lo de siempre, la maldición de Malinche, la mayor entrega, la entrega total.



EChI: Pero las cosas que se van perdiendo también o están en tren de perderse, hay que decir que el hospital de Clínicas en manos de las PPP tiene una gran chance de quedar en un pequeño hospitalito porque lo que va a haber seguramente en esa zona, esto lo estuvimos hablando el otro día, es que se va a construir un nuevo shopping y se va a construir un hotel cinco estrellas y eso es lo que habrá en lo que fue y en los predios del que fue el hospital más grande y completo de América Latina en una época. En eso está el gobierno, pero Uruguay perderá el buque insignia de sus hospitales.

JAR: Bueno, marca también la mercantilización de la medicina, la mercantilización absolutamente de todo y además, bueno, yo quiero ver quién va a ser, porque está todo muy lindo pero yo quiero (...) también quién va a hacer ese tipo de inversiones, de dónde va a salir la plata.



EChI: Sí, los shoppings los hacen siempre los mismos.

JAR: ...para todo esto. Porque va a haber que adecuar allí todo.
Y además, obviamente, no sé qué va a pasar cuando haya algún partido de alto riesgo allí en la zona, van a tener que poner...



EChI: De repente allí llega la verdadera seguridad.

JAR: Digo, no sé, la verdad que…
Pero bueno, marca todo el "proyecto de país" de esta gente ¿no?



EChI: Sí, sí, esto forma parte del proyecto país.

JAR: Forma parte del proyecto de país, es todo un gran disparatario además porque, claro, ¿a quién le van a vender al final? A esos grandes ricos que van a hacer sus compras en Miami. Porque además, por otro lado, la gente ya está llegando a niveles de endeudamiento privado también, lo que va a resentir claramente el consumo. O sea que forma parte de todo un proyecto.
Porque además, claro, vos decís, bueno, en Brasil, si vos gobernás para el 10% de la población o para el 20% estás hablando de un mercado de 20, 30, 40 millones de personas. Aquí si vos gobernás para el 20% estás hablando estás hablando de un mercadito de 600.000 personas, entonces, también eso a la larga lleva a un desastre económico, aún para los sectores que propugnan estos modelos. Porque además, por otro lado las bases de la exportación de Uruguay hoy por hoy son cada vez la soja, el eucaliptus, bueno la carne como elemento tradicional. Un nivel de concentración muy alto que tampoco da para mucho goteo para otros sectores.



EChI: Se volvió a caer el precio de los lácteos.

JAR: Se volvió a caer el precio de los lácteos, exactamente.
Y por otro lado, se ha destruido prácticamente la industria, basta comparar. La industria llegó en Uruguay a ser el 30% del PBI, hoy por hoy ronda el 15, el 16%. El propio agro, la base real del agro hoy por hoy está en el 7 u 8%.
Se ha convertido en un país de servicios, pero además la mayor parte servicios totalmente etéreos, servicios que no constituyen una base sólida de crecimiento. Porque ya te digo, qué base de crecimiento da que vas a hacer una llamada, se terminó la llamada, o que vos entrás en un jueguito y jugás 10 minutos. Eso en el mejor de los casos, en muchos casos hay cosas peores a veces atrás de todo eso.
Pero digamos, qué desarrollo es eso, de qué estamos hablando.



EChI: Bueno, no podemos salir porque es la onda, como se dice, no podemos salir de las PPP ni podemos salir de los fideicomisos. Yo recuerdo que cuando uno era joven un fideicomiso era un exotismo de algún país de África o Asia que uno lo miraba en el diccionario, decía el nombre del país y al lado entre comillas decía "en fideicomiso".
Pero ahora esto se puso de moda. ¿Qué es concretamente? porque la gente pregunta muchísimo esto, ¿qué es el fideicomiso?

JAR: Sí, porque además creo que es un tema, a mi modo de ver me resulta muy difícil de explicar. Porque hay mucha de fideicomiso, y en realidad es una privatización más con un nombre raro, pero para hablar en esencia es una privatización. Es un privado que invierte dinero y que se asegura después recuperarlo, que se asegura después que su préstamo o su inversión tiene un retorno y una ganancia a través de los ingresos futuros que va a generar esa inversión.
Entonces, digamos, por ejemplo, vamos a hacer un fideicomiso para tal hospital o para tal club de fútbol, bueno, ese inversor de repente hace el estadio o hace la obra pero después, todos los ingresos que genere ese estadio, todos los ingresos que genere esa obra van no para el club, van no para el país, van no para el hospital sino que van para ese que invirtió el dinero, para esa persona que adelantó ese dinero.
Digamos, se asegura que una parte, por lo menos una parte o a veces todo, de esos ingresos vayan para el inversor. O una carretera, bueno, se construye una carretera pero después el dinero del peaje va para ese inversor. Es una forma también de PPP o una forma de privatización que se encubre bajo esta diversa forma jurídica ¿no? que implican normalmente un negocio para el privado pero que en última instancia, cuando se trata de educación, cuando se trata de salud, bueno, cuando se trata del deporte también podemos entrar en lo mismo pero ya puede implicar otra historia.
Pero implica la mercantilización absolutamente de todo. O sea que ya el servicio se presta no en una función social, el servicio educativo, el servicio de salud o lo que sea, sino que se presta para asegurarle la ganancia al privado o la carretera. Entonces, la carretera que se va a hacer no es la más necesaria para el país, es la más rentable, es otra historia. Que de repente es la que va de una zona rica a otra zona rica no la que precisa el país, por eso decimos que implica una privatización, implica un criterio mercantil en cuanto a lo que se lee la prioridad, no es lo más útil, lo más necesario para el país sino lo que genera mayor rentabilidad.
Entonces de repente lo que se va a construir es una vía que vaya de las grandes empresas sojeras al puerto que exporta la soja, no una carretera o un ferrocarril que une al país para que los niños puedan ir con mayor comodidad para la escuela o como para que los enfermos de tal o cual pueblo puedan ir al otro donde está el hospital o para que se integren las familias que viven en el interior. Digamos, no, todo es función de la rentabilidad privada, en este caso del fideicomisario, del que hace el préstamo y del que hace a la inversión.
Por eso decimos que es una forma más de privatización, porque ya allí lo que se da a priorizar, vamos a suponer que se haya un fideicomiso para el Hospital de Clínicas, entonces ya después el Hospital de Clínicas su función no va a ser educar médicos futuros, no va a ser servir como asistencialismo social para los usuarios a veces más necesitados. No, va a ser para hacer las actividades más rentables que permitan pagar a ese que adelantó o prestó el dinero para hacer la sala VIP.
O sea, cambia totalmente el criterio, se mercantiliza totalmente el criterio del funcionamiento del país, como ya se ha mercantilizado en todos los ámbitos o en gran parte de muchos de esos ámbitos. Por eso quizás no llame tanto la atención, porque ya se ha mercantilizado tanto todo que qué le hace una mancha más al tigre, pero marca todo un proceso en el cual ha llevado entre otras cosas a que el país esté cada vez más partido.



EChI: ¿Cuál es el protagonismo de lo público, el protagonismo del Estado en un emprendimiento llevado a cabo por las PPP?

JAR: Bueno, creo que en Uruguay tenemos un ejemplo muy claro, aunque no se le haya llamado así, uno de los casos más emblemáticos de esos es el caso de PLUNA S.A., era una PPP en la cual todos los costos cayeron sobre el público y las ganancias y los beneficios para el privado, ese fue el funcionamiento real que es la lógica de las PPP.
Entonces, eso forma parte, bueno, que ha llevado entre otras cosas a pérdidas para ANCAP, a pérdidas para el Banco República. No solamente pérdidas de PLUNA sino que todo el sustento que se le ha dado a todo eso ¿no? Dos ejemplos, primero con Varig y después con esta gente tan honesta que vino con la que se hizo la PPP.
Y bueno, y tenemos por allí todo lo que es este tipo de funcionamiento en el cual en general el público se queda con la parte de pérdida y el privado con la ganancia. O el privado se queda con la parte más rentable de la actividad y la parte pública queda con lo que son los costos ¿no? O con lo que pueden ser la necesidad de cierto asistencialismo social.



EChI: O con la responsabilidad total si hay un quiebre.

JAR: O exactamente, por lo general la garantía la da el público.
Bueno, otro ejemplo de público-privado, Gas Sayago. Gas Sayago se crea como una empresa de derecho privado pero conformada por UTE y por ANCAP. Y le cede toda la gestión, toda la inversión a Gas de Francia, que a su vez se la cede a una filial GNLS, que a su vez se la cede a una empresa brasilera OAS, que a su vez la terceriza a empresas locales a las cuales no les paga.
¿Entonces quién la tiene, el gran bonete? Después cuando la cosa se cae de dónde se va a agarrar, con un barco que se estaba haciendo en Japón, que no sé qué va a pasar, no sé quién lo va a pagar. Sospecho que lo va nos a pagar entre todos ese arco gasificador que ahora nadie lo va a querer porque todo eso era para Aratirí, tenía nombre y apellido, para la Punta del Tigre, el gran proyecto de inversión energética que también está retrasado, eso es lo público-privado. ¿Qué están inventando?
Porque además ya todo eso lo inventó mucho antes Menem y toda otra serie de gobiernos en América Latina con resultados desastrosos.



Diego Martínez: Bueno, hay algunos mensajes para Rocca.
"¿Por qué sale más barato comprar con tarjetas de crédito que al contado? ¿Es por la exoneración tributaria?" -manda Clapton.

JAR: Es por los acuerdos que hacen entre los privados para fomentar ese uso de tarjeta. Después que se consolide todo eso con determinados acuerdos, va a ver que ver qué pasa.
Por ejemplo, ahora yo estuve en Brasil y cuando tú pagás al contado es al revés, te hacen descuento si pagás contado efectivo. Porque claro, en la tarjeta está ganando entre medio el banco. Entonces, a la larga todo eso es...



DM: Además, no la cobra enseguida el comerciante, la cobra con determinado plazo. Y cuando hay una devaluación como está ocurriendo en Uruguay y como está ocurriendo en Brasil, pierde valor la plata. Algo que uno compró con tarjeta, pongámosle a $U 100 hace 3 meses, cuando lo va a cobrar hoy el comerciante va valen menos esos $U 100.

JAR: El intermediario ese financiero gana a dos puntas, gana a costas del comerciante y gana a costas del usuario.



DM: Claro, porque el usuario paga el siguiente mes y el comerciante cobra a los 3 meses.

JAR: Exactamente, entonces está trabajando gratis.
Por otro lado también, todo esto fomenta una gran concentración también comercial, porque en la medida en que esos acuerdos a veces le sirven al gran comercio para desplazar al pequeño comerciante. Por eso es que durante un período supuestamente es más barato, y es más barato en muchos aspectos.



DM: "Antes decíamos, 'las penas son de nosotros, las vaquitas son ajenas', ahora las penas son de nosotros y decimos la soja y los troncos son ajenos", dice otro oyente.

JAR: Exactamente, sí.



DM: "El gobierno creó todo un sistema económico en base a un dólar congelado, apostaban a Brasil y con la devaluación brasileña empezó a caerse el sistema. Y ahora están apostando a Macri que quiere liberar el dólar. Esta gente nos quiere llevar a la destrucción. Saludos a Rocca" -manda Adrián.

JAR: Sí, totalmente de acuerdo con lo que señala Adrián.



DM: Juan Carlos de Flor de Maroñas dice: "¿No hay una premisa por parte del estado de bajar los subsidios a los grandes monopolios? ¿Qué opina?"

JAR: Bueno, quizás se estén bajando algunos subsidios descubiertos, pero los encubiertos siguen estando. Es más, siguen estando agravados diría yo porque...



EChI: Pero son contratos que abarcan 30 años en algunos casos y esos hay que respetarlos.

JAR: En algunos casos, a veces con créditos también del Banco República y con que ANCAP le vende de repente el combustible más barato y UTE le da las energías más baratas por ser grandes consumidores.
O sea que aquí el subsidio es para un Robin Hood al revés, le saca a los pobres para darle a los ricos, eso es un poco parte de la realidad que estamos también viviendo.



EChI: Bueno, siempre hablamos algo del dólar pero ahora, digamos, esto ya está como definido.

JAR: Además se está evitando el salto del dólar de la peor manera. Porque no es mediante una administración del dólar, lo que se está haciendo es vender reserva. Uno mira las reservas del Banco Central del Uruguay y están cayendo día a día.
O sea, las reservas reales, genuinas, si eliminamos lo que pueden ser, lo que hemos dicho muchas veces, los encajes bancarios que no son del Banco Central, alguna otra cosa, algún otro depósito de los entes públicos, cosas por el estilo.
Las reservas pasaron de U$S 8.000 millones, estoy hablando de cosa de un lapso de 4 o 5 meses, a U$S 4.300 millones...



EChI: ¿U$S 4.300 millones?

JAR: 4.300, la última cifra correspondiente al 16 de noviembre 4.312 o 4.320, 4.300 y monedas para no equivocarme, son las reservas en contrapartida digamos que publica el Banco Central. Cualquiera que entre al Banco Central puede ver allí donde dice activo de reserva, viene alrededor de 16.000, por ahí anda, creo que bajó a los 15.000. Creo que también en eso bajaron de 18.000 a 15.000 las reservas totales incluyendo, como decíamos, los encajes bancarios y todo lo demás.



EChI: Pero es una cifra realmente preocupante.

JAR: Ah sí, creo que absolutamente preocupante ya. Porque incluso cuando se hablaba de utilizar ese dinero para obra pública o para algo, se decía, no, qué barbaridad, porque son las reservas, qué sé yo. Ahora se está usando para evitar mayores saltos del dólar, que no se está evitando porque en definitiva el dólar, por lo que es el funcionamiento del mercado va a seguir subiendo, o sea, le están regalando dólares a los especuladores con todo esto.



EChI: Es preocupante porque, a veces no hay más remedio que comparar, en las últimas gestiones en ANCAP el patrimonio de la más grande empresa del Uruguay resulta que cayó U$S 2.000 millones.

JAR: Claro, porque en definitiva un poco forma parte de todo lo que hemos venido diciendo ¿no? Digamos, que el Estado se está utilizando no para una gestión social en última instancia, más allá de un pequeño asistencialismo para tratar de cubrir las cosas más gruesas, sino en función de fomentar la actividad privada. Entonces, todo eso lleva a agujerear por todos lados todo lo que son los entes públicos, todo lo que es el propio funcionamiento del Banco Central, el Banco República.
Porque todo eso se subordina a los intereses del gran capital privado lo cual tiene un costo, un costo país, como les gusta decir.
Además una privatización totalmente caótica porque, como decíamos hoy, son tercerizaciones y transferencias que en definitiva uno no sabe muy bien quién aparece como responsable después cuando quedan las deudas o cuando alguien no paga o cuando quedan agujeros por todos lados. Y bueno, y ya se están viendo, yo creo que ya la realidad creo que es cada vez más notable. Más notable en el peor sentido de la palabra notable.



EChI: José Antonio Rocca, te agradezco muchísimo esta visita.

JAR: No, por el contrario, el agradecido soy yo y como siempre es un placer, un gusto charlar de economía contigo aunque a veces no sean las mejores noticias económicas.