viernes, 17 de febrero de 2012

2012 Y DESPUÉS, DEBATE ABIERTO Confesión de fe Por David Rabinovich

publicado el 26/12/2011 por Semanario Voces

2012 Y DESPUÉS, DEBATE ABIERTO Confesión de fe Por David Rabinovich

 

 Tres decenas de grupos integran el Frente Amplio ¿cuántas vertientes históricas, cuántas corrientes de pensamiento distintas pueden reconocerse? Más allá de sensibilidades, corrientes o fracciones, veo en la izquierda uruguaya, anemia de ideas e inflación de proyectos personales.




Me endilgan los motes de “garganista y ortodoxo”, pero me reconozco, apenas, socialista sin adjetivos. Quienes se definen renovadores, reivindican su condición de integrantes del partido de gobierno, de oficialistas. Desde mi punto de vista, esta renovación –por las características de los gobiernos de Vázquez, Mujica y Astori- luce como una aceptación del capitalismo, como la voluntad de apuntalar el sistema para que no caiga sobre nuestras cabezas. Esta estrategia implica, en los hechos, renunciar a la condición esencial de los socialistas: el anticapitalismo. Me refiero a lo que pasa (creo) en la realidad, más allá de “Tesis” o discursos.

Estamos en una etapa histórica de profunda crisis capitalista. Tiempos que muestran claramente, al capitalismo como la negación total del humanismo. En realidad las estadísticas, la historia, la sociología, la economía y cualquier otra disciplina que pueda catalogarse como una ciencia social, avalan lo que la izquierda viene denunciando desde antes de que Carlos Marx escribiera sus obras fundamentales. La injusticia, la opresión y el autoritarismo son intrínsecos al capitalismo.

Santiago Alba Rico, que integra el Comité de apoyo de Attac España se pregunta ¿Qué es una crisis capitalista? (http://www.attacmadrid.org/?p=5435) “Hablamos de crisis capitalista cuando matar de hambre a 950 millones de personas, mantener en la pobreza a 4700 millones, condenar al desempleo o la precariedad al 80% del planeta, dejar sin agua al 45% de la población mundial y al 50% sin servicios sanitarios, derretir los polos, denegar auxilio a los niños y acabar con los árboles y los osos, ya no es suficientemente rentable para 1.000 empresas multinacionales y para 2 millones y medio de millonarios...”

Mientras todo ese desastre era rentable para la elite mundial del sistema, éste no estaba en crisis.

En un mundo absolutamente mercantilizado es grave el predominio de lo financiero, la velocidad a la que se concentra el uso y tenencia de la tierra, el predominio cultural que significa un sistema de medios dominado por tan pocos a nivel mundial. Múltiples ejemplos muestran distintas dimensiones de la realidad, pero lo que me parece más grave es que el mundo parece haber claudicado en materia de ideas y propuestas alternativas. Lo contestatario es marginal, señala la empecinada realidad.

¿Cuántos gobernantes derribados por la “primavera árabe” integraban la Internacional Socialista? ¿Cuántos de los que participaron activamente en el apoyo a los movimientos populares que los voltearon también están en esa organización?

Casi no hay ideas alternativas al capitalismo, porque extensos sectores del ‘socialismo contemporáneo’ optaron por la reforma y no por el cambio de sistema.

Si la Internacional Socialista reúne y representa al ‘socialismo democrático’, es hora de preguntarse si ese socialismo cree en el gobierno del pueblo y si responde realmente a ideales socialistas, que aspiran a llegar a una etapa postcapitalista en el devenir histórico.

En Italia y Gracia gobiernan los que fueron designados por la banca internacional y no fueron elegidos por el voto ciudadano. Ejemplos de democracia.

¿Cómo valorar entonces el proceso político en América Latina en general y en Uruguay en particular?

En el continente más injusto, donde la propiedad y la renta muestran los peores niveles de concentración, han salido de la pobreza millones de personas, mejoran las condiciones de vida y los índices de desigualdad también muestran progresos. Una ola de derrotas electorales al estilo Chile sería un verdadero drama para los pueblos del cono sur americano. Por eso es difícil otorgar a cada cosa su debido valor. El disenso y el debate son legítimos e imprescindibles. Hay discursos únicos neoliberales, pero también los hay que se pretenden de izquierda.

¿Cuáles son las condiciones necesarias, las políticas adecuadas para profundizar los procesos democratizadores? No está claro. Se exploran caminos, se buscan ideas, se intenta organizar las fuerzas del cambio.

En este panorama, luce difícil alcanzar acuerdos que nos incluyan a todos en la búsqueda de “políticas de estado” que atiendan los desafíos básicos.

Aceptemos partir de la agenda de la derecha: seguridad y educación.

Sólo mediante una suerte de optimismo inconsciente e incomprensible se puede pensar que la izquierda –en la medida que lo sea- puede acordar con la derecha –que nunca renuncia a su identidad- una política de derechos humanos que instale seguridad en la sociedad. ¿Es posible o aceptable, un modelo de seguridad que no incluya los derechos humanos?

¿Acaso la derecha puede construir su modelo educativo sobre la base de ofrecer universalidad, gratuidad y calidad? Los conservadores tienen programado en su ADN una educación para la elite y otra, muy diferente para las masas. El éxito de su proyecto viene de la mano de lograr altos niveles de mercantilización de la educación. Sobre esa base ¿hay acuerdos posibles? ¿Estamos analizando sobre esa base o sobre otras? Si son otras ¿cuáles?

De la mano de la gran inversión extranjera y sus condicionamientos: TLCs, acuerdos de Protección de Inversiones, tribunales especiales de controversias ¿viene el desarrollo, la prosperidad y la felicidad? Todo mecanismo que recorte la posibilidad de autodeterminación de los pueblos, que disminuya su capacidad de legislar para defender sus intereses debe ser revisado. Los reclamos de “seguridad jurídica” que vociferan los que los firmaron, no deberían impedir una discusión amplia y democrática sobre el rumbo de la economía. No deberíamos ceder el rico patrimonio ante el chantaje abusivo del dinero.

Efectivamente la izquierda, para ganar las elecciones, transitó por el camino de licuar sus programas. Para anudar amplias alianzas rebajó sus aspiraciones. Quizá era el único camino, un atajo ante la alternativa de un proceso mucho más largo y doloroso. No se sabe a ciencia cierta. Se puede defender que en aquel 2005, posterior a la crisis, las condicionantes eran muchas, muchísimas. Lo admito.

Transitados estos años ¿hemos promovido políticas anticapitalistas y socializantes en la medida de “todo lo posible”? No lo creo.

Creo que hoy asistimos a la práctica de una suerte de ‘foquismo político’: largan una iniciativa y después vemos qué se pone en marcha. Ayer la lucha generaba conciencia hoy “como te digo una cosa te digo la otra”. Falta ideología.

Otra concepción importante que, luego de ser reciclada está vigente, se propone como objetivo central el fortalecimiento de su propia organización. Práctica justificada por el convencimiento de ser el ‘legítimo representante de la clase obrera’. El camino que intenta la construcción de una democracia sobre nuevas bases, pervive en el papel, creo que murió en la realidad.

Sólo quedan algunos rastros de aquellos senderos y si acaso algún peregrino solitario los transita, casi nadie se entera. Perdón por la nostalgia

martes, 14 de febrero de 2012

Paisajes neocoloniales de la minería transnacional en NuestrAmérica

14-02-2012

Paisajes neocoloniales de la minería transnacional en NuestrAmérica



Los primeros meses de 2012 se abrieron en el Noroeste Argentino con la intensificación del crónico conflicto que atraviesa a nuestras sociedades por la instalación de megaproyectos de minería metalífera a gran escala. Los detonantes de este nuevo ciclo de resistencias populares fueron, otra vez, las arremetidas del poder gubernamental, que insisten en llevar adelante proyectos extractivos en contra de la voluntad de sus poblaciones. Primero, el levantamiento del Pueblo de Famatina, amenazada por un nuevo contrato de exploración entre el gobierno de La Rioja con la canadiense Osisko Mining Co. Luego, los bloqueos selectivos que en distintos puntos de la ‘ruta minera’ cicatrizada en la provincia de Catamarca se levantaron con la intención de impedir el suministro de los insumos tóxicos a Minera Alumbrera, una empresa controlada por la gigante suiza Xstrata. Estos bloqueos fueron la modalidad de protesta adoptada ante el inicio de las exploraciones de Xstrata de un nuevo proyecto, Agua Rica, distante a 35 km de Alumbrera y que cuenta con una histórica y mayoritaria resistencia del pueblo de Andalgalá. Tras más de veinte días de bloqueos, ante el escenario de paralización de las actividades de la transnacional Xstrata, el poder represivo del Estado no se hizo ‘esperar’: violento desajolo de los bloqueos en Santa María, Aimacha del Valle, Belén; aplicación de la ley anti-terrorista recientemente sancionada por el congreso de la Nación, bajo las instrucciones de Washington; y violenta represión de fuerzas especiales de la policía de Catamarca contra los pobladores de Tinogasta que mantenían la medida de protesta en la Ruta Nacional N° 60. Varones, mujeres, adultos, ancianos, niños, adolescentes, familias enteras, alrededor de un millar, de una localidad de 10000 habitantes, fueron indiscriminadamente blanco de balas de goma, gases lacrimógenos y bastonazos por parte del Grupo ‘Kuntur’ y la guardia de Infantería de la policía provincial… Acá en el Norte argentino, tiene lugar el desarrollo de una escena que se replica trágica y monótonamente a lo largo de toda región mineralógica de NuestrAmérica: la violencia represiva del Estado usada en contra de sus propios ‘ciudadana/os’ para viabilizar el interés depredador del capital transnacional… Triste paisaje del colonialismo de nuestros días, donde la devastación ecológica se consuma con la expropiación política y la represión.

En el breve lapso que se desarrollaron los bloqueos selectivos acá, en Catamarca, el ‘modelo minero’ transnacional se ‘cargó’ tres (nuevos) muertos en América Latina: Bernardo Méndez, en San José del Progreso (Oaxaca, México), Jerónimo Rodríguez Tugri y Francisco Miranda, del pueblo originario Ngöbé-Bugle (Panamá). En distintas circunstancias, fueron víctimas de los mismos intereses y factores de poder: Bernardo, asesinado por un grupo paramilitar comandado por el Presidente Municipal por intentar impedir la concesión de agua a la minera canadiense Fortuna Silver Mines Inc.; los hermanos del pueblo Ngöbe-Bugle, asesinados durante una represión ordenada por el presidente Martinelli a un bloqueo de la carretera Intercontinental en oposición a un proyecto minero en territorio de sus comunidades. A ellos, hay que sumar un largo centenar de heridos, y encima, judicializados. Si también tuviéramos en cuenta la cantidad de personas que fueron reprimidas en Cajamarca (Perú) por oposición al proyecto Conga (de la empresa Yanacocha, contralada por la norteamericana Newmont), las víctimas se contarían por millares. Allí, en el norte del Perú -como Beder en La Rioja- Ollanta Humala hizo campaña diciendo proteger las cuatro lagunas altoandinas amenazadas por el proyecto minero y prometiendo decretar su inviabilidad. Ahora, siendo presidente, cambió su postura: “Conga se hace sí o sí”, dijo, y lanzó una fuerte escalada represiva que incluyó la militarización el dictado del estado de y la excepción y la militarización de la región.

No sólo acá, en ‘nuestro pueblito chico’, sino a lo largo de toda América Latina, la minería transnacional a gran escala genera resistencias populares, por los devastadores ‘impactos’ de su voraz metodología extractiva que implica la voladura de cerros enteros, la destrucción de acuíferos y ecosistemas, y el consumo descomunal de agua y energía. En toda América Latina, vemos también el mismo paisaje político: gobiernos e instituciones estatales, funcionando como ‘capataces’ de las transnacionales, usando la fuerza pública para reprimir las resistencias. Ganando elecciones con clientelismo o falsas promesas; luego, más allá de toda ideología, gobernando para las empresas. Lo hacen, dicen, para “combatir la pobreza”; para “fomentar el progreso”… “Es que es la única vía que tenemos para desarrollarnos”, afirman…

Desde que fue ‘descubierta’, NuestrAmérica nació ‘subdesarrollada’; se nos conquistó para ‘civilizarnos’, pues éramos una tierra de ‘bárbaros y salvajes’; desde que nos ‘independizamos’, las clases dirigentes y ‘patricias’ han gobernado ‘persiguiendo’ el “desarrollo”; han construido y destruido en nombre del desarrollo; han prosperado (ellos) y han empobrecido (a las mayorías); han dictado leyes y han matado en nombre del “desarrollo”… Cuanto más esfuerzos y recursos se invierten en pos de él, tanto más ‘subdesarrollados’ nos hacemos…

Es que el “desarrollo” es el nombre de la colonialidad, ese estado mental, afectivo y político en el que la dominación y la depredación de nuestras energías vitales, de nuestras riquezas y de nuestros sueños no precisa ya de fuerzas de ocupación extranjeras, ni de ‘virreinatos’; se administra más ‘económicamente’ (como quería Jeremy Bentham en su “Manual de Economía Política”, de fines del siglo XVIII). Los colonos son ‘celosos guardianes de nuestros intereses’, no implican ningún costo a las finanzas de la metrópoli y son incluso más decididamente violentos con su propio pueblo que los mismos (y onerosos) ejércitos de ocupación… Así, Bentham instaba a la corona británica a cesar en su política de imperialismo militarista; el libre comercio, las finanzas y los encantos de la inversión del capital podrían hacer todo mucho más barato y ‘más civilizadamente’…

En pleno siglo XXI, seguimos inmersos en ese viejo trauma colonial; sólo que ahora, tras más de cinco siglos de ‘desarrollismo voraz’, estamos llegando a un estadio definitorio de agotamiento del mundo. La crisis climática, la crisis energética mundial y la drástica reducción del stock de recursos no renovables (entre ellos, las fuentes de agua, los hidrocarburos y los minerales) plantean un escenario geopolítico para nada pacifista. La guerra, motor impulsor del ‘desarrollo’ de Occidente, está más extendida y diversificada que nunca. No hablamos sólo de las convencionales; los colonos ahorran esas ‘barbaridades’ a los centros de poder mundial; llevan adelante una cotidiana guerra de intensidad variable, que nos va ‘acostumbrando’ a niveles crecientes de violencia y (auto)destrucción… La ilusión desarrollista se acompaña cíclicamente de momentos de ‘auge’, donde la ‘plata dulce’ y el consumismo de las ‘novedades tecnológicas’ va anestesiando las sensibilidades colectivas sujetas-a-expropiación…

A la expropiación de nuestras fuentes de agua, de nuestra energía y recursos minerales, le sigue la expropiación política: la expropiación de derechos y la defraudación de la ‘voluntad popular’. Sistemáticamente vemos a los ‘partidos políticos’ ganar elecciones prometiendo defensa de las fuentes de agua, protección de derechos, y recurrentemente los vemos después defraudar esas ‘promesas’ en ‘nombre del desarrollo’… La oficialidad del poder asume el discurso de las empresas: es que las ‘inversiones’ son necesarias para ‘generar empleo’ y ‘activar’ la economía… Oponerse a las explotaciones es, en el lenguaje del poder, ‘fundamentalismo’… El extractivismo senil persigue a los pobladores tildándolos de ‘ecologistas ingenuos’; ‘oscurantistas’, ‘ignorantes’, ‘eco-terroristas’, hasta ‘aliados de los poderes del imperialismo’(?!!)…

La expropiación política se consuma en estas tierras donde el extractivismo es ‘política de estado’. Oficialistas y opositores terminan defendiendo la minería transnacional a gran escala como una ‘política de estado’. Pero entendamos bien, acá la expresión no alude a la existencia de un amplio consenso mayoritario y transparente, a un mandato de la voluntad popular que es respetado por todo el arco político-partidario; acá, la ‘minería como política de estado’ significa que en estos territorios gobiernan las grandes corporaciones transnacionales; que nada ni nadie puede ir contra sus intereses; que éstos, son ‘política de estado’.

Así, los gobiernos, más allá de sus diferentes adscripciones partidarias e ideológicas, terminan avalando la depredación y ejecutando la represión. Ganan elecciones prometiendo acabar con la represión y el saqueo, pero, más temprano que tarde, terminan reprimiendo…
La represión parece ser un acto reflejo, más cuando de defender los intereses de las ‘grandes empresas’ se trata… Es que, en contextos (neo)coloniales de depredación, la represión no es un exceso; es una ‘necesidad’. La violencia represiva del estado es el recurso último al que apela la oficialidad del poder. Dosis diversificadas y variables de asistencialismo, de resignación y de represión configuran la ‘ecuación de gobernabilidad’ del coloniaje administrado por ‘colonos’… Parece que Bentham tenía razón: esto es más eficaz y más barato que el colonialismo ‘a secas’… Lo que no calculó bien el filósofo londinense es el ‘costo’ de las rebeliones internas…

Afortunadamente -lo digo como deseo y por convicción-, tenemos alternativas… No tenemos por qué resignarnos a ser el ‘open pit’ y los ‘diques de colas’ para la industrialización de China, India y los países del Norte… Más que crear vías alternativas ‘de’ desarrollo, necesitamos y podemos crear alternativas ‘al’ desarrollo –otro desarrollo
El ‘destino minero’ es un destino colonial. Pero lo que se pretende imponer como tal, no es una fatalidad. Podemos cambiarlo. Necesitamos hacerlo. Desde lo más profundo de NuestrAmérica, la resistencia histórica al colonialismo re-surge con renovada fuerza… Los ‘nuevos salvajes’ que se oponen al ‘progreso’ crecen día a día en comunidades campesinas, pueblos originarios, asambleas de vecinxs, movimientos de estudiantes y trabajadores… Imaginando, soñando y construyendo un nuevo futuro… Un futuro radicalmente otro...
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

El real costo del Brasil, la sexta economía del mundo

14-02-2012



Barómetro Internacional


Esta vez es de verdad. El Brasil fue considerado la sexta economía del mundo, atrás sólo de EUA, China, Japón, Francia y Alemania. A juzgar por el hecho de que las dos últimas potencias son el pilar de la enflaquecida zona euro; de que el Japón permanece estancado desde mediados de la década de 90’ y los Estados Unidos son hoy el más desigual y menos productivo de los países desarrollados, tenemos esperanzas de crecimiento y proyección aún mayores. A partir de ese hecho innegable, cabe una reflexión más allá de la crítica radical o de la complacencia oficial. Si bien somos hoy la sexta economía del mundo en términos de volumen de producción y riqueza circulante, estamos lejos de ser el sexto país menos desigual e injusto del planeta. Nuestra pirámide social, aunque con una sensible disminución de la miseria absoluta, concentra renta y no distribuye los beneficios de la modernidad urbana.
Según estudios recientes del Instituto de Investigación Económica y Aplicada (IPEA) sobre la pobreza en el Brasil, cerca de 107 millones de brasileños poseían hasta 2009 una renta per cápita entre R$ 67,00 y R$ 465,00. La mayor parte de los que viven en la extrema pobreza corresponde a agricultores de municipios pobres de la región Nordeste. En contraste a este cuadro, tenemos cinco capitales brasileñas que concentran el 25% de toda la riqueza del país. El problema es de fondo e implica una opción no presentada en el escenario político profesional.
El crecimiento brasileño se da a partir de la exportación de commodities agrícolas en ancha escala, del aumento del crédito para el consumo y de la inyección de recursos estatales en la economía. Todo iría relativamente bien (la excepción es el modelo agro-exportador), si no tuviéramos bajo una guillotina llamada “forma de financiación”.
El Brasil crece a través del pago continuo de su deuda, aumentando considerablemente el papel del capital financiero y comprometiendo casi la mitad del presupuesto ejecutado por la Unión del año de 2010. Por un lado es verdad que la gestión del Banco Central en el país es menos desreguladora que en la Europa y en los países anglosajones (y aumentó su control bajo la batuta de su presidente Alexandre Tombini, que ya fue miembro de la representación brasileña al Fondo Monetario Internacional), por otro lado es un hecho que aún tenemos los intereses reales más elevados del mundo (4,9% al año, líder absoluto en los últimos 25 meses) y que surfeando en la ola de nuestro crecimiento está el sector bancario, en el que los bancos estatales manejan intereses y tasas de administración en la misma escala que los comerciales.
El casino financiero alimenta al sector del crédito al consumo y en la punta de la pirámide, el Estado sigue financiando la expansión privada. Sea a través de préstamos a fondo perdido, como en la fusión de las operadoras de telecomunicación de capital extranjero Brasil Telecom y OI (los valores que salieron de los bancos públicos llegaron a R$ 11 mil millones y fueron destinados a la ahora mayor empresa de telefonía fija de América del Sur). O aún por la inyección directa en los consorcios público-privados, a ejemplo de la Hidroeléctrica de Bello Monte, que pretende hacer una central energética junto al Río Xingu, para desesperación de ambientalistas e indígenas de todo el país contrarios a los impactos socio-ambientales de la faraónica obra.
Sumando esta injusticia estructural con la carencia del servicio público –estando la población brasileña sobrecargada impositivamente y aún no atendida de forma satisfactoria tenemos el real “costo Brasil”. Esa expresión es usada por los grandes medios para hablar de los gastos internos del país –tales como la carga tributaria, los costos portuarios, los transportes, los gravámenes laborales, las financiaciones, la energía y telecomunicaciones y la reglamentación gubernamental– que supuestamente aumentan el valor de productos y servicios brasileños, haciéndolos menos competitivos en relación a los del exterior. Son la mayoría de los brasileños quienes deben pagar la cuenta de la acumulación privada (oficializada) de recursos colectivos.

Desarrollo cuestionable

No es posible negar que hoy vivimos bien comparado a diez años atrás y también que la primera década del siglo XXI fue mejor para los latino-americanos y los brasileños que la secuencia de las dos décadas perdidas. La de los ’80 tuvo como marca la crisis de la deuda, acompañada de estanflación galopante, llegando el Brasil al borde de la hiperinflación (la inflación acumulada en el país durante la década fue de 36.850.000%, increíble para quien no vivió ese periodo). En aquella época se construyó un consenso en torno al Estado Burocrático Autoritario, asociando todo lo que era estatal a retraso y abismo cultural de los latinoamericanos respecto a los países de capitalismo central.
La consecuencia vino en los años ’90, cuando se dilapidan los patrimonios nacionales, liquidando todo (o casi todo, en especial a través de las polémicas privatizaciones del gobierno de Fernando Henrique Cardoso entre 1994 y 2001 aún muy bien vistas por los partidarios del Partido de la Social Democracia Brasileña –PSDB– el de de los presidenciables José Serra, Geraldo Alckmin y Aécio Nieves). Aun así nos mantuvimos estancados económicamente, aunque ya sin el fantasma inflacionario.
No negar lo obvio está lejos de implicar una adhesión incondicional a la política económica del gobierno y menos aún producir discurso optimista y oficialista. Si mejoramos en comparación con la historia reciente, aún estamos lejos de tener una estructura productiva que permita vuelos más altos. Estamos a siglos de tener un desarrollo regionalizado. Los niveles de inversión directos aún son bajos y el volumen de impuestos no se corresponde a la calidad de los servicios prestados. Frenar la saña privatizadora fue importante, pero ahora cabría un debate profundo acerca del (los) modelo(s) de desarrollo y distribución de renta en el largo plazo.
Hoy el país vive el fruto de la expansión del empleo directo (positivo), pero también del acceso al crédito a través de la presencia cada vez mayor del sistema financiero en nuestras vidas cotidianas (dudoso). El consumo suntuario es incentivado por el gobierno y los medios (a ejemplo de la cobertura de las compras de Navidad, día de las madres, día de los niños, etc.), predicando un keynesianismo limitado donde el mercado interno (antes el patito feo) es la gallina de los huevos de oro.
La expansión consumista desenfrenada dos problemas produce. El primero es el endeudamiento creciente de los brasileños, que llegó al monto de R$ 715 mil millones en noviembre de 2011; el segundo es la exageración de productos importados, aumentando el abismo científico nacional.
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Fina ecuación del crecimiento en el largo plazo
El abismo social aún supera la capacidad de generar riqueza y distribuirla dentro de una sociedad capitalista. Tendríamos dos desafíos casi consensuales en el país. Uno de ellos es la erradicación de la extrema pobreza. Otro es la garantía de la movilidad social y el ingreso de una parcela significativa de los 193 millones de brasileños en el sistema de amparo legal y producción económica.
El primero es más simple, al menos de visualizar. Las políticas de renta mínima, inauguradas por el primer gobierno socialdemócrata de Suecia (en años ’30 del siglo XX), como un combate al pauperismo que atravesaba aquella sociedad, acostumbran ser efectivas. Los datos del Brasil en los últimos diez años (más de 26 millones de brasileños salieron de la línea de la pobreza, la renta media real subió 28% entre 2004 y 2009, y la desigualdad de la renta cayó 5,6%, de acuerdo con informaciones del IPEA) comprueban la eficiencia de distribuir un mínimo y asegurar el compromiso de mantener a los dependientes dentro de la red de asistencia mínima del Estado.
Sería absurdo negar esta realización del actual gobierno de Dilma Rousseff (continuidad de los ocho años de Lula y del Partido de los Trabajadores –PT– con una amplia coalición partidaria junto la fuerzas político-económicas conservadoras) y los beneficios advenidos al Brasil como un todo. A la vez, se constata que la asistencia es el paso de salida y no de llegada hacia otra etapa de vida. En ese sentido, vale la adaptación de la expresión popular: “mejor que dar el pescado es enseñar a pescar”.
Al contrario de lo que aparenta, la educación formal tampoco asegura necesariamente un puesto de trabajo en el mundo de la producción. Basta observar la desesperación de los jóvenes árabes antes de su Primavera, cuánto tenían gobiernos corruptos, dictatoriales y pro-israelíes, al tiempo que el buen nivel escolar apenas daba para el subempleo. En el caso de los españoles, cuanto mejor la formación, más pequeña es la oportunidad real de conseguir un trabajo.
El espacio en el mundo de la producción está correlacionado con dos variables. La primera implica las elecciones y estrategias de crecimiento macro-económico de un país, y también de su política monetaria. Y, como consecuencia, la necesaria educación formal, iniciando con un aumento de la capacidad de aprendizaje y cognición media de la población, hasta llegar a las ciencias básicas, fuente inagotable para el avance científico (y de este para el tecnológico).
Nada de eso es novedad, basta una lectura atenta del indispensable economista Celso Furtado (dirigió la Comisión Económica para la América Latina y el Caribe –CEPAL– e incentivó el desarrollo económico-regional en el Brasil en las décadas del ’50 y ’60) para interpretar mejor la cuestión. Esta fina ecuación entre decisiones de Estado, y políticas públicas con proyección de efectos desde ahora a veinte años, debería pautar la agenda nacional.
Al contrario de lo que afirman los mandamientos de los economistas neoclásicos, este no es un problema de demanda perfecta y sí de relaciones de poder sobre una estructura social-productiva. Como toda disputa en sociedad, su solución es política.

Mercado de salud y ahorro interno

Para materializar el cuadro presentado arriba sobre el desarrollo económico del Brasil usaremos la investigación del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) referente al cálculo con gastos de salud por persona en el Brasil (el año de 2009). El estudio comprueba el concepto de marketización en un sector que en teoría, debería ser provisto por el ente estatal.
La marketización implica la ampliación y transformación de servicios y espacios, de públicos a privados. Así, se transforma un derecho –algo de la esfera de la justicia y del contrato social– en una mercancía. Es el caso del derecho a la salud en el Brasil, que es inversamente proporcional a dos cualidades fundamentales en una democracia: la presión de la ciudadanía organizada y el crecimiento sostenido en el ahorro interno.
Supuestamente tenemos un sistema de salud universal y con un proyecto societario que lo motiva. En la práctica, la desvinculación de recetas y la mejora de la calidad de vida (movilidad dentro de la pirámide social) vienen acarreando una mayor capacidad de gastos del ciudadano común en salud privada. Estamos gastando en promedio, por individuo, R$ 835,65 al año, siendo esta cuenta aportada por las familias. Por su parte, el Estado –concentrando recursos de la Unión – gasta R$ 645,27 por ciudadano. El pedazo de la torta es del 55,4% para la ciudadanía y 43,6% para el gestor de los recursos colectivos.
Cuando cruzamos las variables del desarrollo económico y distribución de renta, el volumen de gastos de salud es determinante. En la Europa que hoy vive al borde de un ataque de nervios, el Estado de Bienestar Social, que los especuladores y financistas insisten en exterminar, aún invierte 72% del total de la torta de la salud.
Para los brasileños, la cuenta es simple. Se cambia de franja de consumo y se incorpora como gasto, lo que antes era el suplicio de las colas del Sistema Único de Salud (más conocido por la sigla SUS, servicio público de salud idealizado en la Constitución Federal de 1988 y doctrinado por los principios de la universalidad, integralidad y equidad, que no corresponden a su realidad y lo hacen presa fácil de iniciativas privatizadoras). Con la moneda estable y el aumento del empleo formal, el consumo se da en forma de endeudamiento y no de ahorro interno. Se reproduce, en escala familiar, lo que hace el gobierno central. Rodamos las deudas, tenemos baja tasa de inversión y ahorramos poco.

En la punta del lápiz, la masa de la glorificada clase C (clase media con renta familiar entre R$ tres y ocho mil) y el grueso de la B (renta familiar entre R$ ocho y 26 mil) gasta lo que gana, con gastos fijos asociadas a la mejora de la calidad de vida. El problema no está en el gasto en sí, pero sí en la constatación de que el derecho social queda en segundo plano delante de la forma mercancía para el mismo servicio.
Es innegable que mejoramos de vida en los últimos diez años, no habiendo comparación con el ciclo tucano (socialdemócrata) anterior. El problema es reorientar el debate del crecimiento, asociado al ejercicio de los derechos fundamentales y la reorganización del tejido social, para reivindicarlos y ejercerlos. El análisis se hace crítica en la economía política y siempre hacia la izquierda.

Fuente original: http://www.barometro-internacional.org

sábado, 11 de febrero de 2012


Un grupo de estudiantes de Enseñanza Media de Guichón y su profesor de Historia, que realizaron una reveladora investigación arqueológica sobre La Tapera de Melchora Cuenca, fue seleccionado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, (Unesco) entre proyectos educativos de Iberoamérica para participar en los actos conmemorativos que se desarrollarán en Cádiz, España, en el marco del Bicentenario de la Constitución de 1812.
La casa, hoy tapera, estuvo ubicada a orillas del río Queguay, a unos 40 kilómetros de la ciudad de Guichón y el trabajo desenterró parte de su verdadera historia porque no fue un rancho como se dice e incluso se ha escrito en libros, sino una construcción importante para la época. El trabajo de investigación fue desarrollado por alumnos del Liceo de Guichón, la Escuela Técnica y al Escuela Agraria de Guichón Carlos Fans, Gian Lestarpe, Pilar Maliuk, Melani Fans, Diego Pereira, Ignacio Da Silveira, Victoria Aceves, María Acosta, Celmar Asunción, Fermín Turban, Camila García,Camila Cabrera, Macarena Dietschi, Paulino Varieti, Diego Silva, Fabio Garbarino, Matías Simonov, Andrés Hornos, Ana Pereira, Ana González, Belén Ferreira y Nicolás Acosta, bajo la coordinación del profesor de Historia Álvaro Suanes.
En marzo, cuatro alumnos y el docente invitados por los anfitriones españoles viajarán para participar en el Congreso Escolar de las Generaciones del Bicentenario que se realizará en Cádiz, aunque se espera que el gobierno uruguayo aporte los costos de traslado y estadía para que puedan viajar dos alumnos más.
INVESTIGACIÓN Y HALLAZGOS
Los adolescentes, con el apoyo de los centros educativos a los que concurren y sus padres, y la coordinación de Suanes, un docente de Historia que dicta clases en los tres centros educativos, realizaron durante todo 2011 “un trabajo de investigación arqueológica sobre la Tapera de Melchora Cuenca, una de las esposas de nuestro principal caudillo, José Gervasio Artigas”. “El proyecto consistió en un estudio de la que fuera su casa, instalada en el Cerro de la Tapera, a orillas del río Queguay, en un punto estratégico por donde pasaba una línea de diligencia, el camino de los indios y se encontraba a pocos kilómetros de la base de Artigas, en Purificación”, explicó el docente. Melchora Cuenca era paraguaya, hija de un español y una madre mestiza, poseía relativa cultura, rostro atrayente y cierta esbeltez que conservó como fiel tributo de la raza guaranítica. Después de abandonar Purificación --donde ella realizó labores de docencia-- la pareja se dirigió al Queguay, cerca de montes que José Artigas administró para proveer de sustento a su familia, lugar donde tuvieron a sus hijos, Santiago (nacido en 1816) y María (nacida en 1819). Suanes dijo que se optó por conocer la tapera de Melchora Cuenca incentivados por la escasa información que se disponía y “porque buscamos desarrollar la historia local-regional en el marco de un acontecimiento de carácter nacional”.
“Recibieron charlas de arqueólogos, arquitectos e historiadores, y luego realizaron visitas exploratorias, hicieron campamentos educativos en la zona, excavando y estudiando los restos encontrados”. Para sorpresa del grupo, se llegaron a hallazgos que desmienten parte de lo poco que está escrito: “Los libros de historia decían que la casa tenía techo de paja y que era muy pobre y precaria, que tenía solo tres habitaciones, pero encontramos que no era así”, expresaron.
Encontraron tejas, pisos de cerámica, “ladrillos muy finos” y maderas aparentemente pertenecientes a un corredor, que enviaron a analizar para conocer su procedencia; hallaron un pedazo de vidrio con inscripciones que determinaron que era de un frasco de una droguería de Baja California. Además descubrieron varias partes de armas de fuego, un freno de caballo y una punta de lanza, todo perteneciente a la época. Las paredes de piedra han sido desmanteladas en el correr del tiempo para formar alcantarillados y calzadas de la zona, pero los chicos carpieron y encontraron los cimientos de la construcción. Con ayuda de especialistas concluyeron que eran seis habitaciones con una séptima que oficiaba de recibidor. También había una estufa, un pozo de agua y “cuevas y corrales que posiblemente hayan sido sitio de alojamiento del personal”.
Los adolescentes destacan el cálido ambiente de trabajo, el sólido grupo humano que abarcó a 40 estudiantes de los diferentes centros educativos y la receptividad de la comunidad. La labor fue extracurricular y extra horario.
VARIOS PREMIOS
El trabajo obtuvo el primer puesto a nivel nacional en el concurso “Jóvenes del Bicentenario”, organizado por el Consejo de Educación Secundaria y el Ministerio de Educación y Cultura, que se realizó en Paso Severino (Florida), presentándose trabajos seleccionados de todos los departamentos (tres por Montevideo, dos por Canelones y uno de cada uno de los demás departamentos).
Además, el proyecto fue seleccionado y presentado en el Salón Azul de la Intendencia de Montevideo, en las Jornadas de Intercambio de Propuestas y Prácticas Pedagógicas de Liceos Públicos de todo el País, así como en el Instituto de Profesores Artigas (IPA). Se exhibió en el Congreso de Identidad y Patrimonio que se realizo en la ciudad de Mercedes. También concurrieron a la ciudad de Tacuarembó, a una jornada de educación y buenas prácticas educativas.
También expusieron lo descubierto en el Congreso Nacional de Escuelas Agrarias, entre otras presentaciones. A fines del año 2011 obtuvo el mayor reconocimiento al recibir un premio del Consejo Directivo Central de la Administración Pública (Codicen). Al referirse a las conclusiones respecto a la investigación realizada y sus repercusiones, el grupo, señaló “un interés en crecimiento” sobre el tema en la comunidad educativa, que el mismo “se ha introducido a la sociedad muy favorablemente, siendo ya los distintos eventos realizados de interés nacional”, y que el trabajo ha inspirado a otras personas “a comenzar diferentes investigaciones propias”.
“Hemos logrado formar un notable grupo de trabajo y un cálido ambiente que pretendemos dure en el tiempo”, dijeron.

 Tomado de El Telegrafo de Paysandu: http://www.eltelegrafo.com/index.php?seccion=locales&fechaedicion=2012-02-11&bi=2

Mao Tse-tung: Las contradicciones en el seno del pueblo


27 de febrero de 1957
[Discurso pronunciado por el camarada Mao Tse-tung en la XI Sesión (Ampliada) de la Conferencia Suprema de Estado. Fue publicado el 19 de junio de 1957 en Diario del Pueblo, después de que el autor revisó el texto transcrito de las actas y le hizo algunas adiciones.]


El tema general que abordaré es el tratamiento correcto de las contradicciones en el seno del pueblo. Para facilitar su exposición, lo voy a presentar dividido en doce partes. En esta ocasión, me referiré también al problema de las contradicciones entre nosotros y el enemigo, pero centraré la atención en el examen de las contradicciones en el seno del pueblo.

I. DOS TIPOS DE CONTRADICCIONES DE DIFERENTE CARÁCTER

Hoy nuestro país está más unido que nunca. El triunfo de la revolución democrático-burguesa y las victorias de la revolución socialista, así como los éxitos alcanzados en la construcción socialista, han cambiado rápidamente la fisonomía de la vieja China. Ante nuestra patria se abre un futuro aún más radiante. Pertenecen para siempre al pasado los días de división y caos en el país, tan odiados por el pueblo. Bajo la dirección de la clase obrera y del Partido Comunista, los seiscientos millones de seres de nuestro pueblo, unidos en apretado haz, están realizando la gran obra de la construcción socialista. La unificación de nuestro país, la unidad de nuestro pueblo y la de todas nuestras nacionalidades constituyen la garantía fundamental para la ineluctable victoria de nuestra causa. Pero esto no significa que en nuestra sociedad ya no exista ninguna contradicción. La idea de que no hay contradicciones es una ingenuidad, que no corresponde a la realidad objetiva. Existen ante nosotros dos tipos de contradicciones sociales: contradicciones entre nosotros y el enemigo y contradicciones en el seno del pueblo. Estos dos tipos de contradicciones son de naturaleza completamente distinta.
Para comprender correctamente estos dos tipos diferentes de contradicciones, se hace necesario, ante todo, precisar qué se entiende por "pueblo" y que por "enemigo". El concepto de "pueblo" tiene diferente contenido en diversos países y en distintos períodos de la historia de cada país. Tomemos, por ejemplo, el caso de China. Durante la Guerra de Resistencia contra el Japón, el pueblo lo integraban todas las clases, capas y grupos sociales que se oponían a la agresión japonesa, mientras que los imperialistas japoneses, los colaboracionistas chinos y los elementos projaponeses eran todos enemigos del pueblo. En el período de la Guerra de Liberación, los enemigos del pueblo eran los imperialistas norteamericanos y sus lacayos - la burguesía burocrática y la clase terrateniente, así como los reaccionarios del Kuomintang que representaban a estas clases -; el pueblo lo constituían todas las clases, capas y grupos sociales que luchaban contra estos enemigos. En la etapa actual, período de edificación del socialismo, integran el pueblo todas las clases, capas y grupos sociales que aprueban y apoyan la causa de la construcción socialista y participan en ella, mientras que son enemigos del pueblo todas las fuerzas y grupos sociales que oponen resistencia a la revolución socialista y se muestran hostiles a la construcción socialista o la sabotean.
Las contradicciones entre nosotros y el enemigo son antagónicas. En cuanto a las contradicciones en el seno del pueblo, las que existen dentro de las masas trabajadoras no son antagónicas, mientras que las existentes entre la clase explotada y la explotadora tienen, además del aspecto antagónico, otro no antagónico. Las contradicciones en el seno del pueblo no datan de hoy, pero tienen distinto contenido en los diferentes períodos de la revolución y el período de la construcción socialista. En las condiciones actuales de nuestro país, esas contradicciones comprenden: las contradicciones dentro de la clase obrera, dentro del campesinado y dentro de la intelectualidad; las contradicciones entre la clase obrera y el campesinado; las contradicciones entre los obreros y campesinos, por una parte, y los intelectuales, por la otra; las contradicciones entre la clase obrera y los demás trabajadores, de un lado, y la burguesía nacional, del otro; las contradicciones dentro de la burguesía nacional, etc. Nuestro gobierno popular es un gobierno que representa realmente los intereses del pueblo y que está al servicio de éste. Sin embargo, entre el gobierno y las masas populares también existen ciertas contradicciones. Estas incluyen las contradicciones entre los intereses del sector estatal, los intereses del sector colectivo y los intereses individuales, entre la democracia y el centralismo, entre dirigentes y dirigidos y entre las masas y ciertos trabajadores gubernamentales con estilo burocrático. Todas éstas también son contradicciones en el seno del pueblo. Hablando en términos generales, las contradicciones en el seno del pueblo son contradicciones que se dan sobre la base de la identidad fundamental de los intereses de éste.
En nuestro país, la contradicción entre la clase obrera y la burguesía nacional hace parte de las contradicciones en el seno del pueblo. La lucha de clases entre la clase obrera y la burguesía nacional es, en general, una lucha de clases en las filas del pueblo, porque la burguesía nacional de China tiene doble carácter. En el período de la revolución democrático-burguesa, ella tenía en su carácter tanto un lado revolucionario como otro conciliador. En el período de la revolución socialista, al tiempo que explota a la clase obrera obteniendo ganancias, apoya la Constitución y se muestra dispuesta a aceptar la transformación socialista. La burguesía nacional difiere del imperialismo, la clase terrateniente y la burguesía burocrática. La contradicción entre la clase obrera y la burguesía nacional, que es una contradicción entre explotados y explotadores, es de suyo antagónica. Sin embargo, en las condiciones concretas de China, esta contradicción antagónica entre las dos clases, si la tratamos apropiadamente, puede transformarse en no antagónica y ser resuelta por medios pacíficos. Pero la contradicción entre la clase obrera y la burguesía nacional se convertirá en una contradicción entre nosotros y el enemigo si no la tratamos como es debido, es decir, si no aplicamos la política de unidad, crítica y educación respecto a la burguesía nacional, o si ella no acepta esta política nuestra.
Las contradicciones entre nosotros y el enemigo y las contradicciones en el seno del pueblo, por ser de distinta naturaleza, deben resolverse con diferentes métodos. En pocas palabras, en el primer caso, se trata de establecer una clara distinción entre nosotros y el enemigo y, en el segundo, entre lo correcto y lo erróneo. Por supuesto, distinguir entre nosotros y el enemigo también implica distinguir entre lo correcto y lo erróneo. Por ejemplo, la cuestión de si la razón nos asiste a nosotros o a los reaccionarios internos y externos - el imperialismo, el feudalismo y el capitalismo burocrático -, supone asimismo distinguir entre lo correcto y lo erróneo, pero se diferencia, por su naturaleza, de las cuestiones relativas a lo correcto y lo erróneo en el seno del pueblo.
El nuestro es un Estado de dictadura democrática popular, dirigido por la clase obrera y basado en la alianza obrero-campesina. ¿Cuáles son las funciones de esta dictadura? Su primera función es reprimir, dentro del país, a las clases y elementos reaccionarios, a los explotadores que oponen resistencia a la revolución socialista y a los que sabotean nuestra construcción socialista, es decir, resolver las contradicciones entre nosotros y el enemigo interno. Por ejemplo, está dentro del marco de nuestra dictadura arrestar, juzgar y condenar a ciertos contrarrevolucionarios, lo mismo que privar por determinado tiempo de derechos electorales y libertad de expresión a los terratenientes y burgueses burocráticos. Para mantener el orden público y defender los intereses de las masas populares, también es necesario ejercer la dictadura sobre los ladrones, estafadores, incendiarios, asesinos, bandas de malhechores y otros elementos nocivos que alteran seriamente el orden público. La segunda función de esta dictadura es defender a nuestro país de la subversión y eventual agresión de los enemigos externos. En este caso, la dictadura asume la tarea de resolver la contradicción entre nosotros y el enemigo externo. El objetivo de la dictadura es proteger a todo el pueblo para que pueda dedicarse al trabajo pacífico y así transformar a China en un país socialista con una industria, una agricultura, una ciencia y una cultura modernas. ¿Quiénes ejercen la dictadura? Naturalmente, la clase obrera y el pueblo dirigido por ella. La dictadura no se aplica dentro del pueblo. Es imposible que el pueblo ejerza la dictadura sobre sí mismo, e inadmisible que una parte del pueblo oprima a otra. Los elementos pertenecientes al pueblo que infrinjan las leyes también deben ser castigados con arreglo a la ley, pero entre esto y la dictadura que reprime a los enemigos del pueblo media una diferencia de principio. Dentro del pueblo se practica el centralismo democrático. Nuestra Constitución estipula que los ciudadanos de la República Popular China gozan de libertad de palabra, de prensa, de reunión, de asociación, de desfile, de manifestación, de culto, etc. Establece, además, que los organismos del Estado practiquen el centralismo democrático y se fundamenten en las masas populares y que su personal sirva al pueblo. Nuestra democracia socialista es la democracia más amplia, una democracia que no puede existir en ningún Estado burgués. Nuestra dictadura es una dictadura democrática popular, dirigida por la clase obrera y basada en la alianza obrero-campesina. Esto significa que dentro del pueblo se practica la democracia, mientras que la clase obrera, en unión con todos los que gozan de derechos ciudadanos, los campesinos en primer lugar, ejerce la dictadura sobre las clases y elementos reaccionarios y sobre aquellos que se oponen a las transformaciones socialistas y la construcción socialista. En sentido político, por derechos ciudadanos se entienden los derechos a la libertad y a la democracia.
Sin embargo, esta libertad es una libertad bajo dirección, y esta democracia es una democracia guiada por el centralismo; no son la anarquía. La anarquía no responde a los intereses y deseos del pueblo.
Los acontecimientos de Hungría causaron alegría a algunos individuos de nuestro país. Estos abrigaban la esperanza de que en China también se producirían sucesos semejantes, de que miles y miles de personas se echarían a las calles para pronunciarse contra el gobierno popular. Tal esperanza está en pugna con los intereses de las masas populares y no puede contar con su apoyo. En Hungría, una parte de las masas, engañada por las fuerzas contrarrevolucionarias internas y externas, cometió el error de recurrir a la violencia contra el gobierno popular, a consecuencia de lo cual tanto el Estado como el pueblo sufrieron pérdidas. Será necesario un largo tiempo para reparar los daños ocasionados a la economía en unas pocas semanas de motín. Hay otras gentes en China que se han mostrado vacilantes ante el problema de Hungría, porque no comprenden los fenómenos concretos del mundo. Creen que bajo nuestro sistema democrático popular hay muy poca libertad frente a la mucha que, según ellas, hay bajo el sistema democrático parlamentario de Occidente. Reclaman que se implante, a la manera occidental, el sistema bipartidista, conforme al cual un partido está en el Poder y el otro fuera de él. Pero el así llamado sistema bipartidista no es más que un medio de mantener la dictadura burguesa, y no puede en absoluto asegurar ninguna libertad al pueblo trabajador. Realmente, en el mundo sólo hay libertad y democracia en concreto, nunca en abstracto. En una sociedad en que existe lucha de clases, si hay libertad para que las clases explotadoras exploten al pueblo trabajador, no la hay para que éste no sufra explotación; si hay democracia para la burguesía, no la hay para el proletariado y el resto del pueblo trabajador. En algunos países capitalistas se permite, es cierto, la existencia legal del Partido Comunista, pero sólo hasta el punto en que éste no ponga en peligro los intereses fundamentales de la burguesía; no se le permite ir más allá de ese límite. Los que piden libertad y democracia abstractas consideran a la democracia como un fin y no como un medio. A veces la democracia parece un fin, pero en realidad es sólo un medio. El marxismo nos enseña que la democracia forma parte de la superestructura y pertenece a la categoría de la política. Esto significa que, en fin de cuentas, la democracia sirve a la base económica. Lo mismo ocurre con la libertad. Tanto la democracia como la libertad son relativas, de ningún modo absolutas; ambas han surgido y se desarrollan en el curso de la historia. En el seno del pueblo, la democracia es correlativa al centralismo, y la libertad, a la disciplina. En ambos casos se trata de dos términos opuestos de un todo único, contradictorios y a la vez unidos; no debemos destacar unilateralmente uno de ellos y negar el otro. En el seno del pueblo, no se puede prescindir de la libertad, y tampoco de la disciplina; no se puede prescindir de la democracia, y tampoco del centralismo. Esta unidad de democracia y centralismo, de libertad y disciplina, constituye nuestro centralismo democrático. Bajo este sistema, el pueblo disfruta de amplia democracia y libertad, pero, al mismo tiempo, debe mantenerse dentro de los límites de la disciplina socialista. Todo esto lo comprenden las grandes masas populares.
Abogamos por una libertad bajo dirección y una democracia guiada por el centralismo, pero con esto no queremos decir en ningún sentido que, en el seno del pueblo, deban emplearse métodos coercitivos para resolver los problemas ideológicos y los problemas relativos a la distinción entre lo correcto y lo erróneo. Pretender solucionar estos problemas utilizando órdenes administrativas y métodos coercitivos no sólo sería inútil, sino perjudicial. No podemos abolir la religión por medio de órdenes administrativas, ni obligar a la gente a no creer en ella. No se puede forzar a la gente a que abandone el idealismo, del mismo modo que no se la puede compeler a aceptar el marxismo. Los problemas de carácter ideológico y las controversias en el seno del pueblo únicamente pueden resolverse empleando métodos democráticos - discusión, crítica, persuasión y educación -, y en ningún caso recurriendo a métodos coercitivos o represivos. A fin de poder dedicarse Fructíferamente a la producción y al estudio y vivir en un ambiente de orden, el pueblo requiere que su gobierno y los dirigentes de la producción y de las instituciones culturales y educacionales dicten apropiadas disposiciones administrativas con carácter obligatorio. Es de sentido común que sin ellas sería imposible mantener el orden público. Las órdenes administrativas y el método de persuasión y educación se complementan mutuamente en la solución de las contradicciones en el seno del pueblo. Incluso las disposiciones administrativas dictadas con el fin de mantener el orden público deben ir acompañadas de la persuasión y la educación, ya que, en muchos casos, no dan resultado por sí solas.
En 1942 sintetizamos este método democrático de resolver las contradicciones en el seno del pueblo en la fórmula "unidad - crítica - unidad", que, expresada en forma detallada, significa partir del deseo de unidad, resolver las contradicciones a través de la crítica o la lucha y alcanzar una nueva unidad sobre una base nueva. Según nuestra experiencia, éste es el método correcto para resolver las contradicciones en El seno del pueblo. En 1942 lo empleamos para resolver las contradicciones dentro del Partido Comunista, o sea, las contradicciones entre los dogmáticos y la gran masa de militantes del Partido, entre las ideas dogmáticas y las marxistas. Con anterioridad a esto, los dogmáticos "izquierdistas" habían empleado en la lucha interna del Partido el método de "lucha despiadada y golpes implacables". Este método era erróneo. Cuando criticamos el dogmatismo de "izquierda", no aplicarnos este viejo método, sino uno nuevo, que consiste en partir del deseo de unidad, distinguir entre lo correcto y lo erróneo a través de la crítica o la lucha y alcanzar una nueva unidad sobre una base nueva. Este método se empleó en la campaña de rectificación de 1942. Unos años después, en 1945, cuando el Partido Comunista de China celebró su VII Congreso Nacional, se logró, en efecto, la unidad de todo el Partido y, como resultado de ello, se obtuvo la gran victoria de la revolución popular. La aplicación de este método requiere ante todo partir del deseo de unidad. Pues, si subjetivamente no existe tal deseo, apenas se inicie la lucha se armará un embrollo difícil de desenredar. ¿Acaso no equivaldría esto a aquello de "lucha despiadada y golpes implacables"? Y entonces, ¿de que unidad del Partido podría hablarse? De esta experiencia dedujimos la fórmula: "unidad - crítica - unidad"; en otras palabras, "sacar lecciones de los errores pasados para evitarlos en el futuro, y tratar la enfermedad para salvar al paciente". Extendimos este método fuera del Partido. Lo aplicamos con gran éxito en todas las bases de apoyo antijaponesas al tratar las relaciones entre la dirección y las masas, entre el ejército y el pueblo, entre oficiales y soldados, entre las diversas unidades del ejército y entre los distintos grupos de cuadros. El uso de este método puede remontarse a tiempos aún más lejanos en la historia de nuestro Partido. Desde que creamos, en 1927, nuestras fuerzas armadas y bases de apoyo revolucionarias en el Sur, lo hemos venido aplicando en las relaciones entre el Partido y las masas entre el ejército y el pueblo, entre oficiales y soldados, así como en otras relaciones dentro del pueblo. La única diferencia reside en que, durante la guerra antijaponesa, lo aplicamos sobre una base más consciente. Después de la liberación de todo el país, hemos empleado el mismo método de "unidad - crítica - unidad" en nuestras relaciones con los partidos democráticos y con los círculos industriales y comerciales. Nuestra tarea actual consiste en seguir generalizándolo entre todo el pueblo y aplicarlo cada vez mejor; planteamos que todas las fábricas, cooperativas, establecimientos comerciales, centros docentes, entidades oficiales y organizaciones populares, en una palabra, los seiscientos millones de integrantes de nuestro pueblo, lo usen para resolver sus contradicciones internas.
En circunstancias normales, las contradicciones en el seno del pueblo no son antagónicas. Sin embargo, pueden llegar a serlo si no las tratamos como es debido o si aflojamos nuestra vigilancia y nos adormecemos políticamente. En un país socialista, semejante situación no pasa de ser, por lo común, un fenómeno parcial y transitorio. Esto se explica porque allí ya se ha abolido el sistema de explotación del hombre por el hombre y existe una identidad fundamental de intereses en las filas del pueblo. Las acciones antagónicas que se dieron en proporciones tan grandes durante los acontecimientos de Hungría se debieron a la intervención de Factores contrarrevolucionarios internos y externos. Fue un fenómeno particular y temporal. Es así como los reaccionarios dentro de un país socialista, en confabulación con los imperialistas y explotando las contradicciones en el seno del pueblo, fomentan disensiones y provocan desórdenes, en un intento de materializar sus designios conspirativos. Esta lección de los acontecimientos de Hungría merece la atención de todos.
A muchos les parece que plantear el empleo de métodos democráticos para resolver las contradicciones en el seno del pueblo es una cuestión nueva. Pero en realidad no es así. Los marxistas siempre han considerado que la causa del proletariado no se puede realizar sino fundamentándose en las masas populares y que, al actuar entre los trabajadores, los comunistas deben emplear el método democrático de persuasión y educación y en ningún caso proceder con actitud autoritaria o recurrir a la coerción. El Partido Comunista de China se atiene fielmente a este principio marxista-leninista. Siempre hemos sostenido que, bajo la dictadura democrática popular, deben usarse dos métodos diferentes - la dictadura y la democracia - para resolver dos tipos de contradicciones de distinto carácter: las contradicciones entre nosotros y el enemigo, y las existentes en el seno del pueblo. De ello se ha hablado bastante en numerosos documentos de nuestro Partido y discursos de muchos de sus dirigentes. En "Sobre la dictadura democrática popular", que escribí en 1949, decía que "la combinación de estos dos aspectos, democracia para el pueblo y dictadura para los reaccionarios, constituye la dictadura democrática popular", y que para resolver los problemas en el seno del pueblo, "el método que empleamos es democrático, o sea, un método de persuasión, y no de coacción". En mi intervención ante la II Sesión del I Comité Nacional de la Conferencia Consultiva Política del Pueblo Chino, celebrada en junio de 1950, dije también:
"La dictadura democrática popular presupone dos métodos. Con los enemigos, se emplea la dictadura, es decir, durante el tiempo que sea necesario, no se les permite tomar parte en las actividades políticas, y se los obliga a acatar las leyes del gobierno popular y a dedicare al trabajo físico para que, por este medio, se transformen en gente nueva. Con el pueblo, por el contrario, se emplean métodos democráticos y no coercitivos, es decir, se le garantiza su participación en las actividades políticas y, en vez de obligarlo a hacer esto o aquello, se realiza un trabajo de educación y persuasión con métodos democráticos. Este trabajo de educación es el trabajo de autoeducación en el seno del pueblo, y su método fundamental lo constituyen la crítica y la autocrítica."
Hemos hablado muchas veces sobre el problema del empleo de métodos democráticos para resolver las contradicciones en el seno del pueblo; además, los hemos aplicado en lo fundamental en nuestro trabajo, y muchos cuadros y gran parte del pueblo han comprendido ese problema en la práctica. ¿Por qué todavía hay quienes piensan que se trata de algo nuevo? Porque la lucha entre nosotros y el enemigo, tanto interno como externo, era muy aguda en el pasado, y la gente no fijaba tanto como ahora su atención en las contradicciones en el seno del pueblo.
Mucha gente no sabe distinguir con claridad estos dos tipos de contradicciones diferentes por su carácter - las existentes entre nosotros y el enemigo, y las que hay en el seno del pueblo - y los confunden fácilmente. Debemos reconocer que a veces es fácil confundirlos; en ciertos casos, esta confusión se ha producido en nuestra labor del pasado. Durante la eliminación de los contrarrevolucionarios, en algunas ocasiones se tomó equivocadamente por malas a personas buenas, y esto ocurre también ahora. Si nuestras equivocaciones no se extendieron, fue porque nuestra política al respecto estipula la necesidad de trazar una clara línea divisoria entre nosotros y el enemigo y de corregir todo error que se descubra.
La filosofía marxista sostiene que la ley de la unidad de los contrarios es la ley fundamental del universo. Esta ley tiene validez universal, tanto para la naturaleza y la sociedad humana como para el pensamiento del hombre. Los lados opuestos de una contradicción forman una unidad y a la vez luchan entre sí, lo cual produce el movimiento y el cambio de las cosas. En todas partes existen contradicciones pero estas tienen diverso carácter según sea la naturaleza de las cosas. En cualquier cosa concreta, la unidad de los contrarios es condicional, temporal, transitoria y, por eso, relativa, mientras que la lucha entre los contrarios es absoluta. Esta ley la expuso Lenin con gran claridad. En nuestro país es cada vez mayor el número de personas que la comprenden. Sin embargo, en el caso de mucha gente, una cosa es que reconozcan esta ley, y otra que la apliquen al examinar y tratar los problemas. Son muchos los que no se atreven a reconocer abiertamente que en el seno de nuestro pueblo existen todavía contradicciones cuando precisamente son ellas las que hacen avanzar nuestra sociedad. Muchos no reconocen que en la sociedad socialista existen aún contradicciones y, por ello, obran con timidez y pierden la iniciativa frente a las contradicciones sociales; no comprenden que en el incesante proceso de tratar y resolver correctamente las contradicciones se afianzarán cada vez más la cohesión y la unidad internas de la sociedad socialista. De ahí la necesidad de llevar a cabo una labor explicativa entre nuestro pueblo, ante todo entre los cuadros, a fin de conducirlos a que comprendan las contradicciones en la sociedad socialista y aprendan a tratarlas con métodos correctos.
Las contradicciones en la sociedad socialista son radicalmente distintas de las existentes en las viejas sociedades, como por ejemplo las contradicciones en la sociedad capitalista. Estas últimas se manifiestan en violentos antagonismos y conflictos, en una enconada lucha de clases; no pueden ser resueltas por el sistema capitalista mismo, sino únicamente por la revolución socialista. Por el contrario, las contradicciones en la sociedad socialista son otra cosa, pues no tienen carácter antagónico y el mismo sistema socialista puede resolverlas incesantemente.
En la sociedad socialista, las contradicciones fundamentales siguen siendo las existentes entre las relaciones de producción y las fuerzas productivas, y entre la superestructura y la base económica. Sin embargo, por su carácter y sus manifestaciones, estas contradicciones son radicalmente distintas de las que se daban en las viejas sociedades entre las relaciones de producción y las fuerzas productivas, y entre la superestructura y la base económica. El actual sistema social de nuestro país es muy superior al dé antaño. De no ser así, el viejo sistema no habría sido derrocado y el nuevo no habría podido implantarse. Al afirmar que las relaciones de producción socialistas son por su naturaleza más apropiadas que las de la vieja época para el desarrollo de las fuerzas productivas, se quiere decir que aquéllas permiten a las fuerzas productivas desarrollarse a un ritmo desconocido en la vieja sociedad, gracias a lo cual la producción puede ampliarse de continuo y las siempre crecientes necesidades del pueblo pueden satisfacerse de manera gradual. En la vieja China, sometida a la dominación del imperialismo, el feudalismo y el capitalismo burocrático, las fuerzas productivas se desarrollaban con extrema lentitud. Durante más de medio siglo antes de la Liberación, la producción anual de acero en todo el país, sin contar la del Nordeste, no pasaba de unas decenas de miles de toneladas, mientras que, incluyendo ésta, la producción máxima anual alcanzó sólo a algo más de novecientas mil toneladas. En 1949, la producción de acero en todo el país fue sólo de poco más de cien mil toneladas. Pero ahora, apenas siete años después de la liberación del país, ya asciende a cuatro millones y varios cientos de miles de toneladas. En la vieja China casi no existía industria de construcción de maquinaria, y mucho menos las industrias automotriz y aeronáutica. Hoy, sin embargo, se ha creado todo esto. ¿Hacia dónde debía marchar China una vez que el pueblo derrocó la dominación del imperialismo, el feudalismo y el capitalismo burocrático? ¿Hacia el capitalismo o hacia el socialismo? Mucha gente no tenía una idea clara al respecto. Los hechos han dado la respuesta: Sólo el socialismo puede salvar a China. El sistema socialista ha promovido un impetuoso desarrollo de nuestras fuerzas productivas, hecho que hasta nuestros enemigos externos han tenido que reconocer.
Pero nuestro sistema socialista acaba de instaurarse, y aún no está totalmente establecido ni consolidado por completo. En las empresas mixtas estatal-privadas de la industria y el comercio, los capitalistas reciben todavía un dividendo fijo, valga decir, aún existe explotación. En cuanto a la propiedad se refiere, este tipo de empresas no tiene todavía un carácter completamente socialista. Una parte de las cooperativas de producción agrícola y de las cooperativas de producción artesanal aún es de carácter semisocialista. En las cooperativas enteramente socialistas, quedan por resolver ciertos problemas acerca de la propiedad. Las relaciones entre las distintas ramas de la economía en cuanto a producción e intercambio, están aún estableciéndose de modo gradual y en consonancia con los principios socialistas y van buscando poco a poco formas relativamente adecuadas. Dentro de cada uno de los dos sectores de la economía socialista - el uno de propiedad de todo el pueblo y el otro de propiedad colectiva -, así como en sus relaciones mutuas, fijar la proporción entre la acumulación y el consumo es un problema complicado, al que no es fácil encontrar de golpe una solución completamente racional. En resumidas cuentas, ya se han creado las relaciones de producción socialistas y ellas están en consonancia con el desarrollo de las fuerzas productivas; pero, al mismo tiempo, están lejos de ser perfectas, y esta imperfección se halla en contradicción con el desarrollo de las fuerzas productivas. Este fenómeno de consonancia y contradicción simultáneas, además de darse entre las relaciones de producción y el desarrollo de las fuerzas productivas, se presenta también entre la superestructura y la base económica. La superestructura - el sistema estatal y las leyes de la dictadura democrática popular, así como la ideología socialista guiada por el marxismo-leninismo - desempeña un positivo papel impulsor para la victoria de las transformaciones socialistas y el establecimiento de la organización socialista del trabajo en nuestro país; ella está en consonancia con la base económica socialista, es decir, con las relaciones de producción socialistas. Pero, a su vez, la existencia de la ideología burguesa, cierto estilo burocrático en nuestros organismos estatales y las deficiencias en algunos eslabones del sistema estatal, están en contradicción con la base económica socialista. En adelante, debemos seguir solucionando estas contradicciones según lo aconsejen las circunstancias concretas. Naturalmente, una vez resueltas estas contradicciones, surgirán nuevos problemas. Y las nuevas contradicciones también exigirán solución. Por ejemplo, se necesita hacer constantes reajustes mediante los planes del Estado para tratar la contradicción entre la producción social y las necesidades sociales, contradicción que continuará existiendo objetivamente durante largo tiempo. Nuestro Estado elabora cada año un plan económico y establece una proporción adecuada entre la acumulación y el consumo, a fin de lograr el equilibrio entre la producción y las necesidades. Lo que llamamos equilibrio es la temporal y relativa unidad de los contrarios. Al cabo de un año, este equilibrio, tomado en su conjunto, queda roto por la lucha de los contrarios, esta unidad se ve alterada, el equilibrio se convierte en desequilibrio, la unidad en desunidad y, entonces, una vez más se hace necesario conseguir el equilibrio y ja unidad para el año siguiente. En esto reside la superioridad de nuestra economía planificada. En realidad, este equilibrio y esta unidad se rompen parcialmente cada mes y cada trimestre, y se requieren reajustes parciales. A veces, se presentan contradicciones y se rompe el equilibrio debido a que las medidas subjetivas no corresponden a la realidad objetiva. Esto es lo que llamamos cometer un error. Las contradicciones surgen de continuo y se resuelven también continuamente: He aquí la ley dialéctica del desarrollo de las cosas.
La situación actual es la siguiente: Las vastas y tempestuosas luchas clasistas de las masas, características de los períodos de revolución, han terminado en lo fundamental, pero la lucha de clases no ha cesado por completo. Las grandes masas populares acogen el nuevo sistema, pero todavía no se sienten muy acostumbradas a él. Los trabajadores gubernamentales aún no tienen suficiente experiencia y necesitan seguir examinando y explorando algunos problemas relativos a las políticas concretas. En otras palabras, se necesita un proceso para que nuestro sistema socialista continúe estableciéndose y consolidándose, para que las masas se acostumbren al nuevo sistema y para que los trabajadores gubernamentales aprendan y adquieran experiencias. En este momento es, pues, imperativo que planteemos la cuestión de diferenciar las contradicciones en el seno del pueblo de las existentes entre nosotros y el enemigo y la de tratar correctamente las contradicciones en el seno del pueblo, con el propósito de cohesionar al pueblo de todas las nacionalidades de nuestro país para una nueva batalla - la batalla contra la naturaleza -, desarrollar nuestra economía y nuestra cultura, hacer que todo el pueblo atraviese de manera relativamente feliz el actual período de transición, consolidar nuestro nuevo sistema y construir nuestro nuevo Estado.

II. EL PROBLEMA DE LA ELIMINACIÓN DE LOS CONTRARREVOLUCIONARIOS

La eliminación de los contrarrevolucionarios es una lucha que pertenece al dominio de las contradicciones entre nosotros y el enemigo. Dentro del pueblo hay quienes, frente a esta cuestión, sostienen puntos de vista algo distintos. Existen dos tipos de personas cuya opinión difiere de la nuestra. Las que, con ideas derechistas, en vez de distinguir entre nosotros y el enemigo, toman al enemigo por gente nuestra y consideran amigos a quienes a los ojos de las grandes masas son enemigos. Y las personas que, con ideas "izquierdistas", amplían el marco de las contradicciones entre nosotros y el enemigo hasta el punto de tomar como tales ciertas contradicciones en el seno del pueblo y de considerar contrarrevolucionarias a personas que en realidad no lo son. Ambos puntos de vista son erróneos; ninguno de los dos permite resolver correctamente el problema de la eliminación de los contrarrevolucionarios, ni hacer una justa apreciación acerca de nuestra labor a este respecto.
Para evaluar con acierto nuestro trabajo de eliminación de los contrarrevolucionarios, veamos la repercusión que en nuestro país tuvieron los acontecimientos de Hungría. Aunque dichos acontecimientos suscitaron ciertas vacilaciones entre una parte de nuestros intelectuales, no llegaron a provocar desórdenes. ¿Cómo se explica esto? Una de las razones, debemos decirlo, es que habíamos eliminado de manera bastante radical a los contrarrevolucionarios.
Claro que la solidez de nuestro Estado no se debe principalmente a la eliminación de los contrarrevolucionarios. Se debe, ante todo, a que contamos con un Partido Comunista, un Ejército de Liberación y un pueblo trabajador templados en decenios de lucha revolucionaria. Nuestro Partido y nuestras fuerzas armadas han arraigado en las masas, se han templado en el fuego de una revolución prolongada y tienen capacidad combativa. Nuestra República Popular no se formó de la noche a la mañana, sino que se desarrolló poco a poco partiendo de las bases de apoyo revolucionarias. Algunas personalidades democráticas también se templaron en mayor o menor grado y compartieron penalidades con nosotros. Algunos intelectuales se templaron en la lucha contra el imperialismo y las fuerzas reaccionarias, y muchos otros pasaron, después de la Liberación, por un proceso de transformación ideológica encauzada a trazar una clara distinción entre nosotros y el enemigo. La solidez de nuestro Estado se debe, además, a que las medidas económicas que adoptamos son básicamente acertadas, la vida del pueblo es estable y mejora gradualmente, nuestras políticas respecto a la burguesía nacional y otras clases son igualmente correctas, etc. No obstante, nuestros éxitos en la eliminación de los contrarrevolucionarios constituyen, sin duda alguna, una de las razones importantes de la solidez de nuestro Estado. Gracias a todo ello, nuestros estudiantes universitarios no promovieron desórdenes durante los acontecimientos de Hungría, pues ellos - salvo unos pocos - son patriotas y apoyan el socialismo, a pesar de que muchos proceden de familias no trabajadoras. Lo mismo ocurrió con la burguesía nacional, para no hablar de las masas básicas: los obreros y campesinos.
Después de la Liberación eliminamos cierto número de elementos contrarrevolucionarios. Algunos de ellos fueron sentenciados a muerte por sus graves crímenes. Esto fue absolutamente necesario, pues así lo exigieron las masas populares, y se hizo con el fin de liberar a las amplias masas, oprimidas durante largos años por los contrarrevolucionarios y toda suerte de tiranos locales, o sea, con el fin de liberar las fuerzas productivas. Si no hubiésemos obrado así, las masas populares no habrían podido levantar la cabeza. La situación ha cambiado radicalmente desde 1956. Tomando el país en su conjunto, las fuerzas principales de la contrarrevolución ya han sido liquidadas. Nuestra tarea Fundamental ya no es liberar las fuerzas productivas, sino protegerlas y desarrollarlas en el contexto de las nuevas relaciones de producción. Algunos no comprenden que nuestra política actual corresponde a la situación de hoy y nuestra política anterior, a la situación pasada, y pretenden utilizar nuestra política actual para impugnar lo que se resolvió en el pasado e intentan negar los enormes éxitos que conseguimos en la eliminación de los contrarrevolucionarios. Esto es completamente erróneo, y no lo permitirán las masas populares.
En nuestro trabajo de eliminación de los contrarrevolucionarios, los éxitos fueron lo principal, pero también hubo errores. En ciertos casos se cometieron excesos, mientras que en otros se dejó escapar de nuestra red a algunos contrarrevolucionarios. Nuestra orientación es la siguiente: "Todos los contrarrevolucionarios comprobados deben ser eliminados, y todos los errores descubiertos deben ser corregidos." La línea que seguimos en dicho trabajo es eliminar a los contrarrevolucionarios apoyándonos en las masas. Claro que aun ateniéndonos a la línea de masas es posible que cometamos errores en nuestra labor, pero su número será menor, y más fácil su corrección. Las masas ganan experiencia a través de la lucha. Cuando actúan con acierto adquieren experiencias positivas, y cuando yerran sacan lecciones de los errores.
Se han tomado o se están tomando medidas para corregir todos los errores descubiertos en la labor de eliminación de los contrarrevolucionarios. Los errores aún no descubiertos serán enmendados en cuanto se pongan de manifiesto. Las decisiones de rehabilitación de una persona deben darse a conocer con la misma amplitud con que se anunciaron en su tiempo las decisiones equivocadas. Propongo que este año, o el próximo, se realice una verificación general de esta labor, a fin de sintetizar experiencias, estimular el espíritu de justicia y combatir las tendencias nocivas. Este trabajo de verificación debe ser presidido, en lo relativo a las instituciones a nivel nacional, por el Comité Permanente de la Asamblea Popular Nacional y el Comité Permanente del Comité Nacional de la Conferencia Consultiva Política y, a nivel local, por los comités populares provinciales y municipales y los comités locales de la Conferencia Consultiva Política. Durante la verificación, debemos ayudar a los numerosos cuadros y activistas que participaron en el trabajo de eliminación de los contrarrevolucionarios, en vez de echarles un balde de agua fría, ya que esto sería incorrecto. No obstante, los errores deben ser rectificados cuando se descubran. Tal debe ser la actitud de todos los departamentos de seguridad pública, fiscalización y justicia, de las prisiones y de los establecimientos encargados de la corrección por medio del trabajo físico. Esperamos que los miembros del Comité Permanente de la Asamblea Popular Nacional, los miembros del Comité Nacional de la Conferencia Consultiva Política y los diputados populares participen todos en esta verificación siempre que tengan la posibilidad de hacerlo. Esto contribuirá a perfeccionar nuestro sistema jurídico y a tratar correctamente a los contrarrevolucionarios y otros criminales.
La situación presente, en lo que concierne a los contrarrevolucionarios, puede caracterizarse como sigue: Todavía hay contrarrevolucionarios, pero no muchos. Ante todo se debe reconocer que aún existen. Algunos dicen que ya no los hay, que por doquier reina una paz completa, que se puede mullir bien las almohadas y dormir a pierna suelta. Esto no corresponde a la realidad. De hecho, los contrarrevolucionarios existen todavía (no en cada localidad ni en cada entidad, por supuesto), y es preciso proseguir la lucha contra ellos. Debemos comprender que los que están ocultos, no eliminados hasta la fecha, no se darán por vencidos y tratarán de aprovechar cualquier oportunidad para provocar disturbios. Los imperialistas norteamericanos y la camarilla de Chiang Kai-shek envían aquí con frecuencia agentes secretos con el fin de efectuar sabotajes. Incluso cuando se haya eliminado a todos los contrarrevolucionarios existentes, podrán surgir otros nuevos. Si relajamos nuestra vigilancia, caeremos víctimas del engaño y lo pagaremos caro. Dondequiera que aparezcan contrarrevolucionarios creando disturbios, hay que eliminarlos con mano firme. No obstante, considerando el país en su conjunto, efectivamente ya no quedan muchos. Sería asimismo erróneo afirmar que en China hay todavía numerosos elementos contrarrevolucionarios. Aceptar semejante apreciación daría también lugar a confusiones.

III. EL PROBLEMA DE LA COOPERATIVIZACIÓN AGRÍCOLA

Tenemos una población rural de más de quinientos millones de habitantes y, por eso, el desarrollo de nuestra economía y la consolidación de nuestro Poder estatal dependen en sumo grado de cuál sea la situación de nuestros campesinos. Estimo que la situación es básicamente buena. La cooperativización agrícola ha culminado, y esto ha resuelto en nuestro país la gran contradicción entre la industrialización socialista y la explotación agrícola individual. La rapidez con que se terminó la cooperativización agrícola inquieta a algunos, que se preguntan si no habrá dado lugar a deficiencias. Deficiencias hubo algunas, pero felizmente no fueron grandes, y el movimiento se desenvolvió en lo fundamental de manera sana. Los campesinos muestran gran entusiasmo en la producción. A pesar de que las inundaciones, la sequía y los tifones fueron el año pasado más graves que en cualquiera de los últimos años, tomando al país en su conjunto, se obtuvo un aumento en la producción de cereales. Con todo, algunos afirman que la cooperativización agrícola no sirve para nada, que no ofrece ventajas, desatando así un tifón en miniatura. En fin de cuentas, ¿tiene o no ventajas la cooperativización agrícola? Entre los documentos distribuidos hoy en la reunión se encuentra un material sobre una cooperativa del distrito de Tsunjua, provincia de Jopei, dirigida por Wang Kuo-fan. Les aconsejo leerlo. Esta cooperativa se halla en una zona montañosa, que siempre fue muy pobre y dependió de la ayuda en cereales que todos los años le daba el gobierno popular. Cuando en 1953 se fundó allí la cooperativa, la gente la llamaba "cooperativa de pobretones". Pero a través de cuatro años de lucha tenaz, su situación ha venido mejorando sin cesar y hoy la mayor parte de las familias integrantes tienen excedentes de cereales. En condiciones normales, lo que ha podido conseguir esta cooperativa, las demás deben ser capaces de lograrlo también en el mismo lapso o en uno ligeramente más largo. Se ve con claridad, entonces, que carece de fundamento el aserto de que la cooperativización fue mala.
De ahí se desprende también que la creación de cooperativas exige necesariamente una lucha tenaz. Todo lo que sea nuevo tiene que crecer en medio de dificultades y vicisitudes. No es más que una ilusión el creer que la causa del socialismo es como navegar siempre viento en popa, empresa de éxito fácil en la que no se tropieza con dificultades, ni se sufre vicisitudes ni se requiere inmensos esfuerzos.
¿Quiénes apoyan activamente las cooperativas? La inmensa mayoría de los campesinos pobres y campesinos medios inferiores, que constituyen más del 70 por ciento de la población rural. La mayoría de los campesinos restantes también cifran sus esperanzas en las cooperativas. Los que están realmente descontentos sólo representan una ínfima minoría. Mucha gente no ha analizado esta situación, no ha estudiado en todos sus aspectos los éxitos y las deficiencias de las cooperativas, ni tampoco las causas que motivaron tales deficiencias, sino que ha tomado lo parcial y fragmentario por el todo; de ahí el pequeño tifón desatado entre alguna gente que arguye que las cooperativas no ofrecen ventajas.
¿Cuánto tiempo hace falta para que se consoliden las cooperativas y se ponga punto Final a las habladurías de que éstas no ofrecen ventajas? A juzgar por la experiencia del desarrollo de muchas de ellas se necesitarán unos cinco años o algo más. Hoy, la mayor parte de las cooperativas del país sólo llevan un año largo de vida, y por eso no es razonable exigir que sean tan buenas como se desea. En mi opinión, sería muy bueno si consolidáramos las cooperativas durante el período del Segundo Plan Quinquenal después de establecerlas en el Primero.
Las cooperativas se hallan ahora en un proceso de consolidación paulatina. Aún quedan por resolver algunas contradicciones, como las existentes entre el Estado y las cooperativas, dentro de cada una de éstas y entre unas cooperativas y otras.
Para resolver estas contradicciones, debemos prestar constante atención a los problemas de la producción y la distribución. Veamos el problema de la producción. Por un lado, la economía de la cooperativa debe someterse a la dirección del plan económico único del Estado; al mismo tiempo, debe conservar cierta flexibilidad e independencia, siempre que con ello no vulnere el plan único, la política, las leyes y las disposiciones del Estado. Por otro lado, cada familia miembro de una cooperativa debe subordinarse al plan general de la cooperativa o del equipo de producción al que pertenece, si bien puede hacer planes adecuados para la parcela de usufructo personal y demás explotaciones individuales. En lo tocante a la distribución, debemos tener en cuenta los intereses del sector estatal, los intereses del sector colectivo y los intereses individuales. Es preciso tratar en forma apropiada la triple relación entre los impuestos estatales, los fondos de acumulación de las cooperativas y los ingresos personales de los campesinos, y prestar constante atención a hacer reajustes para resolver las contradicciones entre ellos. La acumulación es necesaria tanto para el Estado como para las cooperativas, pero en ninguno de los dos casos debe ser excesiva. Debemos hacer todo lo posible para que, en los años de cosecha normal, los campesinos vayan aumentando, año tras año, sus ingresos personales a medida que se incremente la producción.
Muchos dicen que los campesinos llevan una vida dura. ¿Es acertada esta opinión? Por un lado, sí. Es decir, como China estuvo sometida durante más de cien años a la opresión y explotación de los imperialistas y sus agentes, se convirtió en un país muy pobre, en el cual no sólo es bajo el nivel de vida de los campesinos, sino también el de los obreros e intelectuales. Necesitamos varias décadas de intensos esfuerzos para elevar paulatinamente el nivel de vida de todo el pueblo. En este sentido es correcto decir "dura". Mas, por otro lado, es incorrecto, pues con esto se da a entender que en los siete años transcurridos desde la Liberación, la vida de los campesinos no ha mejorado y sólo ha mejorado la de los obreros. En realidad, salvo ínfimas excepciones, tanto los obreros como los campesinos han elevado en cierto grado su nivel de vida. Después de la Liberación, los campesinos se han desembarazado de la explotación de los terratenientes, y su producción aumenta de año en año. Tomemos por ejemplo los cereales. En 1949, la producción de cereales en todo el país sólo llegó a algo más de 210.000 millones de jin. En 1956, sobrepasó los 360.000 millones de jin, con un incremento de casi 150.000 millones. El impuesto agrícola estatal no es gravoso, pues sólo alcanza un poco más de 30.000 millones de jin anuales. La cantidad de cereales que anualmente compra el Estado a los campesinos a precio normal no pasa de algo más de 50.000 millones de jin. Sumadas estas dos cifras, totalizan un poco más de 80.000 millones de jin. Más de la mitad de esta cantidad se vende en las aldeas y sus poblados vecinos. Se ve, pues, que no puede decirse que no haya mejorado la vida de los campesinos. La cantidad total de cereales que el Estado recibe de los campesinos por concepto de impuesto y mediante compra, nos proponemos estabilizarla por varios años en algo más de 80.000 millones de jin anuales, a fin de promover el desarrollo de la agricultura y consolidar las cooperativas. De este modo, el reducido número de familias campesinas que no tienen suficientes cereales los tendrán; todas las familias campesinas - excepto algunas que se dedican a los cultivos industriales - contarán con excedentes de cereales o con grano suficiente para su consumo, y los campesinos pobres, así como el resto del campesinado, alcanzarán o sobrepasarán el nivel de vida de los campesinos medios. No es adecuado comparar de modo simplista el ingreso medio anual de un campesino con el de un obrero y deducir de ello que uno es demasiado bajo y el otro demasiado alto. La productividad del trabajo de los obreros es mucho mayor que la de los campesinos, mientras que el costo de vida de éstos es muy inferior al de los obreros urbanos. Por eso, no puede afirmarse que los obreros gocen de un trato preferencial del Estado. Un reducido número de obreros y algunos trabajadores gubernamentales sí perciben salarios algo elevados, y los campesinos tienen razón para estar descontentos con ello. De ahí que sea necesario efectuar cierto reajuste adecuado según las circunstancias concretas.

IV. EL PROBLEMA DE LOS INDUSTRIALES Y COMERCIANTES

En el dominio de la transformación del sistema social de nuestro país, en 1956 culminó, además de la cooperativización de la agricultura y de la artesanía, la conversión de las empresas industriales y comerciales privadas en empresas mixtas estatal-privadas. La rápida y feliz realización de esta tarea está estrechamente vinculada al hecho de que tratamos la contradicción entre la clase obrera y la burguesía nacional como una contradicción en el seno del pueblo. ¿Ha sido resuelta por completo dicha contradicción de clases? No. Para esto se requiere todavía un tiempo considerable. Sin embargo, ahora hay quienes dicen que los capitalistas están ya tan transformados que casi no se diferencian de los obreros y que no necesitan seguir transformándose. Otros llegan a afirmar que los capitalistas son algo mejores que los obreros. Y hay también quienes preguntan por qué, si de transformación se trata, no ha de necesitarla la clase obrera. ¿Son correctas estas opiniones? Claro que no.
En el curso de la construcción de la sociedad socialista, todos necesitan transformarse, tanto los explotadores como los trabajadores. ¿Quién dice que la clase obrera no lo necesita? Por supuesto, la transformación de los explotadores y la de los trabajadores son diferentes por su naturaleza, y no deben confundirse. La clase obrera transforma a toda la sociedad en la lucha de clases y en la lucha contra la naturaleza y, al mismo tiempo, se transforma a sí misma. La clase obrera debe aprender sin cesar en el trabajo, superar poco a poco sus defectos, y nunca debe estancarse. Por ejemplo, muchos de los aquí presentes hacemos algunos progresos cada año, es decir, nos transformamos constantemente. Yo mismo tuve en otros tiempos diversas ideas no marxistas, y sólo después acepté el marxismo. Aprendí un poco de marxismo en los libros y así di los primeros pasos en mi transformación ideológica. Sin embargo, ha sido principalmente a través de una prolongada participación en la lucha de clases como me he transformado. Y tengo que seguir aprendiendo para poder hacer más progresos, pues de lo contrario me quedaré rezagado. ¿Son acaso tan perfectos los capitalistas que ya no necesitan transformarse?
Algunos sostienen que la burguesía china ya no tiene un carácter doble, sino único. ¿Es así en realidad No, no es así. Por un lado, los elementos burgueses se han convertido en miembros del personal administrativo de las empresas mixtas estatal-privadas y se están transformando de explotadores en trabajadores, que viven de su propio trabajo. Pero, por otro lado, siguen recibiendo de las empresas mixtas un dividendo fijo, es decir, no han cortado aún las raíces que los unen a la explotación. Ellos aún se encuentran muy lejos de la clase obrera en cuanto a ideología, sentimientos y manera de vivir. ¿Cómo puede afirmarse que ya no tienen doble carácter? Incluso cuando dejen de percibir el dividendo fijo y se les quite el marbete de burgueses, será necesario proseguir su transformación ideológica durante bastante tiempo. Si la burguesía no poseyera ya doble carácter, como opinan aquellas personas, los capitalistas ya no tendrían la tarea de transformarse y estudiar.
Es de señalar que esa opinión no sólo no concuerda con la situación real de los industriales y comerciantes, sino que tampoco responde a los deseos de los más de ellos. Durante los últimos años, los industriales y comerciantes, en su gran mayoría, han mostrado buena disposición para el estudio y han hecho notables progresos. Como es en el propio curso del trabajo donde tiene que realizarse su transformación radical, ellos deben trabajar junto con los obreros y empleados en las empresas, tomando éstas como campo fundamental de su propia transformación. No obstante, también es importante que a través del estudio cambien algunas de sus viejas concepciones. Su estudio debe ser voluntario. Muchos industriales y comerciantes, al retornar a las empresas después de haber asistido a cursos de estudio durante unas semanas, han encontrado más fácilmente un lenguaje común con las masas obreras y los representantes del sector estatal, lo cual va en beneficio del trabajo conjunto. Han llegado a comprender, por experiencia propia, que para ellos es provechoso continuar estudiando y transformándose. La referida opinión de que no es necesario estudiar ni transformarse, no refleja el punto de vista de la gran mayoría de los industriales y comerciantes, sino de una minoría.

V. EL PROBLEMA DE LOS INTELECTUALES

En nuestro país, las contradicciones en el seno del pueblo también tocan a los intelectuales. Los varios millones de intelectuales que antes trabajaban para la vieja sociedad han pasado a servir a la nueva sociedad. Y aquí surge el problema de cómo pueden adaptarse a las demandas de la nueva sociedad y cómo les ayudamos a lograrlo. Esta también es una contradicción en el seno del pueblo.
La mayoría de nuestros intelectuales han alcanzado ya progresos evidentes durante los últimos siete años. Ellos se pronuncian por el sistema socialista. Muchos estudian el marxismo con empeño, y algunos se han hecho comunistas. El número de estos últimos, aunque pequeño en la actualidad, va creciendo poco a poco. Claro que existen intelectuales que aún miran escépticamente el socialismo o que no lo aprueban, pero ellos sólo representan una minoría.
La gigantesca y ardua causa de la construcción socialista de China requiere que la mayor cantidad posible de intelectuales se ponga a su servicio. Debemos confiar en todos los intelectuales que de verdad estén dispuestos a servir a la causa del socialismo, mejorar de manera radical nuestras relaciones con ellos y ayudarles a resolver todos los problemas cuya solución sea necesaria, para que puedan poner en pleno juegosu capacidad. Muchos de nuestros camaradas no saben unirse con los intelectuales, los tratan de un modo rígido, no respetan su trabajo y, en la labor científica y cultural, se inmiscuyen en asuntos en los cuales no deberían intervenir. Debemos superar todas estas fallas.
Aunque las masas de intelectuales han hecho progresos, no deben por ello sentirse satisfechas de sí mismas. Para ponerse a la altura de las demandas de la nueva sociedad y unirse con los obreros y campesinos, deben proseguir su transformación, desprendiéndose poco a poco de su concepción burguesa del mundo y adquiriendo la proletaria, la concepción comunista. El cambio de concepción del mundo es un cambio radical y, hasta la fecha, no se puede decir que la mayoría de los intelectuales lo hayan logrado. Esperamos que éstos sigan avanzando y que, en el curso de su trabajo y estudio, vayan adquiriendo la concepción comunista del mundo, asimilando el marxismo-leninismo e identificándose con los obreros y campesinos. Esperamos que no se detengan a medio camino y que menos aún retrocedan, pues el retroceso no les ofrece futuro alguno. Como el sistema social de nuestro país ha cambiado y la base económica de la ideología burguesa ha sido liquidada en lo fundamental, no sólo es necesario sino también posible que gran número de intelectuales cambien su concepción del mundo. Pero el cambio radical de concepción del mundo exige largo tiempo, y por eso debemos hacer entre ellos un trabajo paciente, evitando toda precipitación. Existen, en efecto, gentes que siempre se negarán a aceptar ideológicamente el marxismo-leninismo y el comunismo. No debemos ser muy exigentes con ellas. Siempre y cuando se sometan a los requerimientos del Estado y realicen honestamente sus actividades, debemos darles la posibilidad de dedicarse a un trabajo adecuado.
En los últimos tiempos, se ha debilitado la labor ideológica y política entre los intelectuales y jóvenes estudiantes, y han surgido ciertas desviaciones. A los ojos de algunos, ya es innecesario preocuparse de la política, del futuro de la patria o de los ideales de la humanidad, y el marxismo, que estuvo tan de moda, ya no lo está tanto. Para contrarrestar estas desviaciones, debemos intensificar nuestra labor ideológica y política. Tanto los intelectuales como los estudiantes deben estudiar con ahínco. A la par que estudian sus especialidades, tienen que progresar ideológica y políticamente, y para eso deben estudiar el marxismo y los problemas políticos y de actualidad. No tener una correcta concepción política equivale a no tener alma. La transformación ideológica realizada en el pasado fue necesaria y reportó resultados positivos. Pero hubo métodos que fueron un tanto bruscos, y se hirieron los sentimientos de algunas personas, lo cual no está bien. En adelante, hay que evitar esta deficiencia. Todos los departamentos y organizaciones deben responsabilizarse de la labor ideológica y política. Esto es válido para el Partido Comunista, la Liga de la Juventud, los departamentos gubernamentales encargados de esta labor y, con mayor razón, para los directores y profesores de los centros docentes. Nuestra política educacional debe estar orientada a lograr que todos aquellos que reciben educación se desarrollen moral, intelectual y físicamente y se conviertan en trabajadores que tengan conciencia socialista y sean cultos. Debemos promover el espíritu de laboriosidad y economía en la construcción del país. Es necesario hacer comprender a toda la juventud que nuestro país es todavía muy pobre, que esta situación no se podrá cambiar de raíz en un plazo breve y que sólo mediante sus esfuerzos mancomunados es como la joven generación y todo el pueblo podrán construir con sus propias manos un país próspero y poderoso en el curso de algunos decenios. La instauración del sistema socialista nos ha abierto el camino que conduce a la sociedad ideal del futuro, pero para que esta se haga realidad tenemos que trabajar arduamente. Algunos jóvenes creen que, una vez establecida la sociedad socialista todo debe ser perfecto y que ellos pueden gozar de una vida feliz que ya está dada, sin necesidad de trabajar por ella. Esta idea no corresponde a la realidad.

VI. EL PROBLEMA DE LAS MINORÍAS NACIONALES

Nuestras minorías nacionales conforman una población de más de treinta millones y, aunque sólo representan el 6 por ciento de la población de China, habitan extensas regiones que constituyen del 50 al 60 por ciento de la superficie total del país. Por eso es de imperiosa necesidad fomentar las buenas relaciones entre ellas y la nacionalidad jan. La clave de este problema está en superar el chovinismo de gran jan. Al mismo tiempo, hay que superar también el nacionalismo local en aquellas minorías nacionales en las que éste se presente. Tanto el chovinismo de gran jan como el nacionalismo local lesionan la unidad entre las nacionalidades; se trata de un tipo de contradicción en el seno del pueblo, que debemos resolver. En este aspecto hemos realizado ya cierta labor y, en comparación con tiempos anteriores, las relaciones entre las nacionalidades han mejorado mucho en la mayoría de las regiones pobladas por minorías nacionales. Sin embargo, quedan algunos problemas en espera de solución. Aún existen, en parte de dichas regiones, serias manifestaciones tanto de chovinismo de gran jan corno de nacionalismo local, circunstancia a la cual debe prestarse suficiente atención. Gracias a los esfuerzos hechos por el pueblo de todas las nacionalidades durante los últimos años, en la inmensa mayoría de las regiones habitadas por minorías nacionales se han realizado ya, en lo fundamental, las reformas democráticas y las transformaciones socialistas. En el Tíbet no se han implantado las reformas democráticas debido a que allí las condiciones no están todavía maduras. Según el Acuerdo de Diecisiete Puntos, concertado entre el Gobierno Popular Central y el gobierno local del Tíbet, la reforma del sistema social debe realizarse, pero el momento de emprenderla sólo podrá ser decidido cuando la gran mayoría de las masas tibetanas y sus personalidades dirigentes lo consideren factible. En cuanto a este particular no debe haber precipitación. Por ahora se ha decidido no efectuar reformas democráticas en el Tíbet durante el Segundo Plan Quinquenal. La cuestión de si éstas serán introducidas durante el Tercer Plan Quinquenal se decidirá a la luz de la situación de entonces.

VII. PROCEDER CON UNA VISIÓN DE CONJUNTO Y ADOPTAR DISPOSICIONES APROPIADAS

Por visión de conjunto entendemos una visión que tenga en cuenta a los seiscientos millones de habitantes del país. Al formular los planes, manejar los asuntos o considerar los problemas, debemos partir del hecho de que China tiene una población de seiscientos millones, hecho que no debemos olvidar jamás. ¿Por qué, pues, planteamos semejante cuestión? ¿Acaso aún puede haber quien no sepa que nuestro país tiene una población de seiscientos millones? De saber, lo saben todos, pero en la práctica algunos lo olvidan y les parece que tanto mejor sería cuanto menos gente hubiera y más reducido fuese el círculo. Los que tienen esta mentalidad de pequeño círculo se resisten a la idea de poner en juego todos los factores positivos, unirse con cuanta gente sea susceptible de ser unida y transformar, en la medida de lo posible, los factores negativos en positivos a fin de que sirvan a la gran causa de la edificación de una sociedad socialista.
Espero que esa gente ensanche sus horizontes y reconozca de veras que tenemos una población de seiscientos millones, que éste es un hecho objetivo y que constituye nuestro capital. El que sea numerosa nuestra población es una cosa buena, pero, claro está, también implica dificultades. Nuestra construcción se desenvuelve con ímpetu en todos los terrenos y ha conseguido grandes éxitos; sin embargo, en el actual período de transición, de grandes cambios sociales, hay aún muchos problemas difíciles. El avance y las dificultades simultáneos constituyen una contradicción. Pero toda contradicción debe, y perfectamente puede, ser resuelta. Nuestra política es la de proceder con una visión de conjunto y adoptar disposiciones apropiadas. En todos los problemas, ya se trate de los cereales, las calamidades naturales, el empleo, la educación, los intelectuales, el frente único de todas las fuerzas patriotas, las minorías nacionales u otros problemas, hay que partir de una visión de conjunto, que implica tomar en consideración a todo el pueblo, y adoptar disposiciones apropiadas de acuerdo con las posibilidades reales en cada momento y lugar, después de consultar con los sectores interesados. De ningún modo está bien quejarse de lo numerosa y atrasada que es la gente, de lo engorrosas y difíciles que son las cosas, y poner punto final dando la espalda a los problemas. ¿Significa lo dicho que el gobierno debe hacerse cargo de toda la gente y de todos los problemas? Claro que no. En muchos casos, esta responsabilidad la pueden asumir las organizaciones populares o las masas directamente, ya que unas y otras son capaces de idear muchas buenas soluciones. Esto también entra en la política de proceder con una visión de conjunto y adoptar disposiciones apropiadas. Debemos guiar a las organizaciones populares y a las masas de todos los lugares del país para que actúen en ese sentido.

VIII. SOBRE LAS CONSIGNAS "QUE SE ABRAN CIEN FLORES Y QUE COMPITAN CIEN ESCUELAS" Y "COEXISTENCIA  DURADERA Y SUPERVISIÓN MUTUA"

¿Cómo fue que se plantearon las consignas "Que se abran cien flores y que compitan cien escuelas" y "Coexistencia duradera y supervisión mutua"? Fueron enunciadas en base a la situación concreta de China, al reconocimiento de que en la sociedad socialista aún existen diversas contradicciones y a la exigencia apremiante de acelerar el desenvolvimiento económico y cultural del país. "Que se abran cien flores y que compitan cien escuelas" es la orientación para promover el desarrollo del arte y el progreso de la ciencia e impulsar el florecimiento de la cultura socialista de nuestro país. En el arte, pueden desarrollarse libremente distintas formas y estilos y, en la ciencia, competir libremente diferentes escuelas. Consideramos perjudicial al desarrollo del arte y de la ciencia recurrir a medidas administrativas imponiendo un particular estilo de arte o una determinada escuela y prohibiendo otros. El problema de lo correcto y lo erróneo en el arte y en la ciencia debe resolverse mediante discusiones libres en los círculos artísticos y científicos y a través de la práctica en esos terrenos, no de manera simplista. Para determinar si una cosa es correcta o errónea se requiere a menudo un período de prueba. En la historia ocurre con frecuencia que lo nuevo y correcto no obtiene al comienzo el consenso de la mayoría de los hombres, y sólo logra desarrollarse en medio de luchas y vicisitudes. Sucede a menudo que lo justo y bueno no es considerado al principio corno flor fragante, sino, por el contrario, como hierba venenosa. La teoría de Copérnico sobre el sistema solar y la de Darwin sobre la evolución fueron consideradas erróneas en un tiempo y tuvieron que atravesar una ardua lucha. La historia de China ofrece numerosos ejemplos análogos. En la sociedad socialista, las condiciones para el crecimiento de lo nuevo son radicalmente distintas y mucho más propicias que en la vieja sociedad. Sin embargo, aún ocurre con frecuencia que las fuerzas nacientes son frenadas, y ahogadas las opiniones racionales. La expansión de las cosas nuevas puede verse también obstaculizada por falta de discernimiento y no por represión deliberada. Por eso, ante la cuestión de lo correcto y lo erróneo en la ciencia y en el arte debemos adoptar una actitud prudente, estimular la discusión libre y evitar las conclusiones precipitadas. Creemos que esta actitud puede contribuir a un desarrollo más o menos feliz de la ciencia y del arte.
También el marxismo se ha desarrollado en medio de luchas. Al principio, Fue objeto de toda suerte de ataques y considerado como hierba venenosa. Esto sucede todavía hoy en muchos lugares del mundo. Sin embargo, el marxismo goza de una posición muy diferente en los países socialistas. Pero, incluso en éstos, subsisten ideas no marxistas, y aun antimarxistas. En China, aunque ha culminado básicamente la transformación socialista en lo tocante a la propiedad y han terminado en lo fundamental las vastas y tempestuosas luchas clasistas de las masas, características de los períodos de revolución, subsisten remanentes de las clases derrocadas: la clase terrateniente y la burguesía compradora; subsiste la burguesía, y la transformación de la pequeña burguesía acaba de empezar. La lucha de clases no ha terminado. La lucha de clases entre el proletariado y la burguesía, entre las diferentes fuerzas políticas y entre el proletariado y la burguesía en el terreno ideológico, será aún larga, tortuosa y a veces incluso muy enconada. El proletariado aspira a transformar el universo según su concepción del mundo, y a otro tanto aspira la burguesía. A este respecto, aún no ha sido solucionada realmente la cuestión de si será el socialismo o el capitalismo el que venza. Los marxistas siguen constituyendo una minoría lo mismo en el conjunto de la población que entre los intelectuales. Por eso el marxismo tiene que seguir desarrollándose a través de la lucha. El marxismo sólo puede desarrollarse en la lucha; esto no sólo es cierto para el pasado y el presente, sino necesariamente también para el futuro. Lo correcto se desarrolla siempre en el proceso de la lucha contra lo erróneo. Lo verdadero, lo bueno y lo hermoso sólo existen en comparación con lo falso, lo malo y lo feo y siempre se desarrollan en lucha con ellos. En el mismo momento en que la humanidad desecha un error y acepta una verdad, una nueva verdad comienza a luchar contra nuevas ideas erróneas. Esta lucha no cesará jamás. Esta es la ley del desarrollo de la verdad y, desde luego, también la ley del desarrollo del marxismo.
Pasará un tiempo bastante largo antes de que se resuelva en nuestro país la cuestión de quién vencerá a quién en la lucha ideológica entre el socialismo y el capitalismo. Esto se debe a que la influencia de la burguesía y de los intelectuales provenientes de la vieja sociedad, su ideología de clase, subsistirá por largo tiempo en nuestro país. Quien no lo comprenda suficientemente o no lo comprenda en absoluto, cometerá el más grave de los errores y pasará por alto la necesidad de la lucha ideológica. Esta última difiere de otras formas de lucha. En ella no pueden emplearse procedimientos toscos ni coercitivos; sólo se debe recurrir al razonamiento minucioso. Hoy el socialismo cuenta con condiciones ventajosas para la lucha ideológica. La fuerza básica del Poder se halla en manos del pueblo trabajador dirigido por el proletariado. El Partido Comunista es fuerte y goza de alto prestigio. Aunque se observan defectos y errores en nuestro trabajo, cualquier persona libre de prejuicios puede advertir que somos leales al pueblo, que estamos decididos a edificar nuestra patria junto con el pueblo y somos capaces de hacerlo y que ya hemos conseguido grandes éxitos y obtendremos otros aún mayores. La abrumadora mayoría de los elementos burgueses y de los intelectuales provenientes de la vieja sociedad son patriotas, están dispuestos a servir a su floreciente patria socialista y saben que, si se apartan de la causa del socialismo y del pueblo trabajador dirigido por el Partido Comunista, no tendrán nada en que apoyarse y, en consecuencia, no habrá para ellos ningún futuro brillante.
Alguien podría preguntar: ¿Puede criticarse el marxismo siendo que es reconocido en nuestro país como ideología rectora por la gran mayoría del pueblo? Desde luego que sí. El marxismo es una verdad científica y no teme a la crítica. Si la temiese, si pudiera ser derribado con críticas, no tendría valor alguno. ¿Acaso, de hecho, los idealistas no critican el marxismo a diario y por todos los medios? ¿Acaso no critican el marxismo también y por todos los medios aquellos que se aferran a las ideas burguesas y pequeñoburguesas y rehusan transformarse? Los marxistas no deben temer a la crítica, venga ésta de donde viniere. Por el contrario, tienen que templarse, desarrollarse y ampliar sus posiciones precisamente en medio del fuego de la crítica y en la tormenta de la lucha. La lucha contra las ideas erróneas puede compararse a la vacunación: El hombre se inmuniza contra la enfermedad cuando la vacuna le hace efecto. Una cosa criada en invernadero no tiene mucha vitalidad. La aplicación de la política de "Que se abran cien flores y que compitan cien escuelas" no debilitará la posición rectora del marxismo en el campo ideológico, sino que, por el contrario, la fortalecerá.
¿Cuál debe ser nuestra política con respecto a las ideas no marxistas? En lo que concierne a los contrarrevolucionarios comprobados y a los saboteadores de la causa socialista, la cosa es fácil: Basta privarlos de la libertad de palabra. Pero el asunto se presenta de muy distinta manera si se trata de ideas erróneas en el seno del pueblo. ¿Se debe prohibir tales ideas y negar a la gente toda oportunidad de expresarlas? Desde luego que no. La práctica de métodos simplistas para tratar problemas ideológicos en el seno del pueblo, problemas referentes al mundo espiritual del hombre, no sólo es ineficaz sino sumamente perniciosa. Las ideas erróneas no dejarán de existir por el hecho de que se prohiba su expresión. Por otro lado, si las ideas correctas han sido cultivadas en invernadero, si no han sido expuestas a los vientos y las lluvias, si no se han hecho inmunes contra la enfermedad, no podrán vencer a las ideas erróneas al enfrentarse con ellas. Por eso, sólo empleando los métodos de discusión, crítica y razonamiento podemos realmente fomentar las ideas correctas, superar las erróneas y solucionar en forma efectiva los problemas.
La burguesía y la pequeña burguesía exteriorizarán indefectiblemente su ideología. Se expresarán, obstinadamente y por todos los medios posibles, sobre las cuestiones políticas e ideológicas. No se puede esperar que actúen de otra manera. No debemos, recurriendo a la coacción, impedirles que se manifiesten; por el contrario, debemos permitirles que lo hagan y, al mismo tiempo, debatir con ellos y someterlos a una crítica adecuada. Está fuera de duda que debemos criticar las ideas erróneas de toda índole. Es inadmisible, por supuesto, abstenerse de criticar las ideas equivocadas, contemplar con indiferencia cómo cunden por todas partes y permitirles monopolizar el mercado. Todo error debe ser criticado y toda hierba venenosa, combatida. Sin embargo, la crítica no debe ser dogmática; al hacerla, no se debe emplear el método metafísico, sino esforzarse por aplicar el método dialéctico. Ella ha de contener análisis científico y argumentos planamente convincentes. Una crítica dogmática no resuelve nada. Combatimos toda clase de hierbas venenosas, pero debemos distinguir con cuidado cuáles son verdaderas hierbas venenosas y cuáles auténticas flores fragantes. Debemos aprender, junto con las masas populares, a establecer esmeradamente esta distinción y a usar métodos acertados para combatir las hierbas venenosas.
A la par que criticamos el dogmatismo, debemos prestar atención a criticar el revisionismo. El revisionismo, oportunismo de derecha, es una corriente ideológica burguesa; es más peligroso que el dogmatismo. Los revisionistas, oportunistas de derecha, siempre tienen en la boca el marxismo y también atacan el "dogmatismo". Pero lo que atacan es precisamente la quintaesencia del marxismo. Combaten o tergiversan el materialismo y la dialéctica; combaten o intentan debilitar la dictadura democrática popular y la dirección del Partido Comunista; combaten o intentan debilitar las transformaciones socialistas y la construcción socialista. Incluso después de la victoria Fundamental de la revolución socialista en nuestro país, quedan todavía cierto número de personas que sueñan con restaurar el sistema capitalista y que luchan contra la clase obrera en todos los frentes, incluido el ideológico. Y en esta lucha, tienen en los revisionistas a sus mejores ayudantes.
Tomadas en su sentido literal, las consignas "Que se abran cien flores" y "Que compitan cien escuelas" no tienen un carácter clasista; las puede utilizar el proletariado, y también la burguesía u otras gentes. Cada clase, cada capa y cada grupo social tiene su propio punto de vista acerca de qué son flores fragantes y qué hierbas venenosas. Entonces, desde el punto de vista de las grandes masas populares; ¿cuáles deben ser hoy nuestros criterios para distinguir las flores fragantes de las hierbas venenosas? ¿Cómo juzgar, en la vida política de nuestro pueblo, si son correctas o erróneas nuestras palabras y actos? Consideramos que, con arreglo a los principios constitucionales del país, a la voluntad de la aplastante mayoría de nuestro pueblo y a los postulados políticos comunes proclamados en varias ocasiones por los partidos políticos, se pueden formular, en términos generales, los siguientes criterios:
1) Las palabras y los actos deben contribuir a unir al pueblo de nuestras distintas nacionalidades, y no dividirlo;
2) Deben favorecer las transformaciones socialistas y la construcción socialista, y no perjudicarlas;
3) Deben contribuir a consolidar la dictadura democrática popular, y no minarla o debilitarla;
4) Deben contribuir a afianzar el centralismo democrático, y no socavarlo o debilitarlo;
5) Deben contribuir a fortalecer la dirección del Partido Comunista, y no descartara o debilitarla, y
6) Deben Favorecer, y no perjudicar, la unidad socialista internacional y la unidad de los pueblos de todo el mundo amantes de la paz.

De estos seis criterios, los más importantes son los relativos al camino socialista y a la dirección del Partido. Estos criterios se plantean para ayudar al pueblo a fomentar la libre discusión de las distintas cuestiones, y no para obstaculizarla. Quienes los desaprueben pueden, desde luego, expresar sus opiniones y polemizar. Sin embargo, cuando la mayoría de las personas tengan claros estos criterios, se podrá encauzar por un camino acertado la crítica y la autocrítica y aplicarlos a las palabras y acciones de la gente para determinar si son correctas o erróneas, si se trata de flores fragantes o de hierbas venenosas. Dichos criterios son criterios políticos. Claro que para juzgar la certeza de las tesis científicas y el nivel artístico de las obras de arte hacen falta, además, otros criterios específicos. No obstante, los seis criterios políticos son aplicables a cualquier actividad científica o artística. ¿Acaso en un país socialista como el nuestro puede haber alguna actividad científica o artística útil que esté en pugna con estos criterios políticos?
Los puntos de vista expuestos arriba han sido formulados a la luz de las condiciones históricas concretas de China. Las condiciones de cada uno de los países socialistas y Partidos Comunistas no son las mismas. Por eso no consideramos que ellos deban o tengan la necesidad de seguir nuestra manera de proceder.
La consigna "Coexistencia duradera y supervisión mutua" también es fruto de las condiciones históricas concretas de nuestro país. No ha sido presentada de modo súbito, puesto que estuvo en gestación durante varios años. La idea de la coexistencia duradera nació hace mucho tiempo. El año pasado, cuando quedó establecido fundamentalmente el sistema socialista, esta consigna fue planteada en términos explícitos. ¿Por qué, pues, hay que admitir una larga coexistencia de los partidos democráticos de la burguesía y de la pequeña burguesía con el partido político de la clase obrera? Porque no tenemos motivos para no adoptar la política de coexistencia duradera con respecto a todos aquellos partidos que se dediquen verdaderamente a la tarea de unir al pueblo para la causa del socialismo y se hayan granjeado su confianza. Ya en la II Sesión del I Comité Nacional de la Conferencia Consultiva Política del Pueblo Chino, celebrada en junio de 1950, dije:
"Si uno tiene el verdadero deseo de servir al pueblo; si, en un período difícil para éste, realmente le ha ayudado y ha hecho algo bueno, y sigue procediendo así consecuentemente, sin detenerse a medio camino, el pueblo y su gobierno no tendrán motivos para rechazarlo ni para negarle la posibilidad de ganarse la vida y de prestar sus servicios."

Esta es precisamente la base política de la coexistencia duradera de los partidos. Una coexistencia duradera del Partido Comunista con los partidos democráticos es nuestro deseo y también nuestra política. Ahora bien, el que los partidos democráticos puedan tener o no una larga existencia no depende tan sólo del deseo del Partido Comunista, sino también de cómo se comporten ellos, de si se ganan la confianza del pueblo. La supervisión mutua entre los distintos partidos es otro hecho de larga data, que toma la forma de consejos y críticas recíprocos. La supervisión mutua no es, desde luego, un asunto unilateral; significa que, a la vez que el Partido Comunista puede ejercer supervisión sobre los partidos democráticos, éstos también pueden ejercerla sobre el Partido Comunista. ¿Por qué se admite la supervisión de los partidos democráticos sobre el Partido Comunista? Porque un partido, lo mismo que una persona, tiene gran necesidad de oír opiniones diferentes de las propias. Es de todos conocido que la supervisión sobre el Partido Comunista la ejercen principalmente el pueblo trabajador y los militantes del Partido. Pero será más provechoso para nosotros que también participen en ella los partidos democráticos. Claro que los consejos y críticas que se intercambien entre los partidos democráticos y el Partido Comunista sólo podrán desempeñar un papel positivo de supervisión mutua cuando correspondan a los seis criterios políticos. Por eso esperamos que todos los partidos democráticos presten atención a la transformación ideológica y se esfuercen por una coexistencia duradera con el Partido Comunista y una supervisión mutua, a fin de responder a las necesidades de la nueva sociedad.

IX. ACERCA DE LOS DESORDENES CREADOS POR UN PEQUEÑO NUMERO DE PERSONAS

En 1956, se registraron en algunos lugares huelgas obreras y estudiantiles con un pequeño número de participantes. La causa inmediata de estos disturbios fue que no se había satisfecho ciertas demandas de beneficios materiales, que en algunos casos debían y podían haber sido atendidas, mientras que, en otros, no podían ser satisfechas en ese momento por ser inadecuadas o excesivas. Pero una de las causas más importantes de los desórdenes fue el burocratismo de la dirección. La responsabilidad de estos errores burocráticos debe imputarse, en algunos casos, a los organismos superiores, y no exclusivamente a las instancias inferiores. Otra causa de los disturbios fue la insuficiente educación ideológica y política dada a los obreros y a los estudiantes. Ese mismo año, un pequeño número de miembros de cooperativas agrícolas provocaron desórdenes, siendo también en este caso las causas principales el burocratismo de la dirección y la insuficiente educación impartida a las masas.
Se debe admitir que, con mucha frecuencia, alguna gente del pueblo se inclina a preocuparse de sus intereses inmediatos, parciales y personales y no comprende, o comprende insuficientemente, los intereses a largo plazo, nacionales y colectivos. Una buena parte de la juventud, por falta de experiencia política y social, no alcanza a ver el contraste entre la vieja China y la nueva; no le resulta fácil comprender a fondo ni las incontables penalidades que nuestro pueblo experimentó en su lucha por liberarse de la opresión del imperialismo y de la reacción kuomintanista, ni la necesidad de trabajar duro por un largo período para construir una bella sociedad socialista. He aquí por qué debemos realizar constantemente una educación política viva y eficaz entre las masas, decirles siempre la verdad sobre las dificultades que surjan y estudiar con ellas la manera de resolverlas.
No aprobamos los desórdenes, ya que las contradicciones en el seno del pueblo pueden ser resueltas por el método de "unidad - crítica - unidad"; además, los desórdenes siempre causan ciertas pérdidas y son perjudiciales para el avance de la causa socialista. Estamos convencidos de que las amplias masas populares de nuestro país están por el socialismo, acatan conscientemente la disciplina, son razonables y nunca crearán desórdenes sin motivo. Pero esto no significa que en nuestro país esté excluida la posibilidad de que gente del pueblo provoque desórdenes. Sobre este asunto, hay que prestar atención a lo siguiente: 1) Para eliminar radicalmente las causas de los desórdenes, debemos extirpar en forma resuelta el burocratismo, intensificar en grado considerable la educación ideológica y política y tratar de manera adecuada las diversas contradicciones. Hecho esto, hablando en general, no se presentarán más desórdenes. 2) Si surgen desórdenes a consecuencia de nuestro mal trabajo, habrá que conducir al camino acertado a la gente del pueblo que participe en ellos, aprovecharlos como un medio especial para el mejoramiento de nuestra labor y para la educación de los cuadros y las masas y, en fin, resolver las cuestiones que hayan quedado sin solucionar. En el tratamiento de los desórdenes debemos realizar un trabajo minucioso y no emplear métodos simplistas, ni batirnos en retirada antes de que el problema haya sido efectivamente resuelto. No debemos emplear a la ligera los recursos de expulsión o despido contra los cabecillas de los desórdenes, salvo aquellos que, por haber infringido el código penal o por ser contrarrevolucionarios activos, deben ser castigados con arreglo a la ley. En un país tan grande como el nuestro no es motivo de alarma el que un reducido número de personas provoquen disturbios; antes bien, eso puede ayudarnos a superar el burocratismo.
En nuestra sociedad hay también un pequeño número de personas que, desdeñando los intereses públicos, proceden arbitrariamente, cometen delitos y violan la ley. Puede ocurrir que, utilizando y tergiversando nuestras políticas, presenten, de modo premeditado, exigencias irrazonables a fin de instigar a las masas o, con aviesa intención, difundan rumores y armen líos buscando alterar el orden público. De ninguna manera aprobamos la tolerancia con gentes de esta calaña; por el contrario, creemos que hay que castigarlas según la ley. Las grandes masas exigen darles el castigo merecido; dejarlas impunes iría contra la voluntad de las masas.

X. ¿PUEDE UNA COSA MALA TRANSFORMARSE EN BUENA?

Como he dicho antes, en nuestra sociedad es una cosa mala el que gente del pueblo promueva desórdenes, y esto no lo aprobamos. Sin embargo, su aparición puede impulsarnos a sacar lecciones, superar el burocratismo y educar a los cuadros y a las masas. En este sentido, una cosa mala puede convertirse en buena. Los desórdenes tienen un doble carácter. Todo disturbio puede ser considerado desde este punto de vista.
Los acontecimientos de Hungría no fueron una cosa buena; eso está claro para todos. Pero también tienen un doble carácter. Gracias a que los camaradas húngaros adoptaron medidas acertadas durante los sucesos, éstos se transformaron de cosa mala en buena. Hungría está hoy más consolidada que antes, y todos los países del campo socialista han sacado una lección de lo sucedido.
La campaña anticomunista y antipopular desencadenada a escala mundial durante la segunda mitad del año 1956 también fue, desde luego, una cosa mala, pero educó y templó a los Partidos Comunistas y a la clase obrera de los diversos países, y de esta manera se transformó en una cosa buena. Durante esta campaña, en muchos países abandonaron las filas de los Partidos Comunistas una parte de sus miembros. Esas deserciones redujeron el número de su militancia, lo cual fue, por supuesto, una cosa mala. Pero también hubo en ello su lado bueno. Los elementos vacilantes no quisieron permanecer en las filas de esos Partidos y se retiraron de ellos, mientras que la gran mayoría de los afiliados, de convicciones firmes, se unieron todavía más para la lucha. ¿No es esto una cosa buena?
En síntesis, debemos aprender a examinar las cuestiones en todos sus aspectos, a ver no sólo el anverso de las cosas sino también su reverso. En determinadas condiciones, una cosa mala puede conducir a buenos resultados, y una cosa buena, a resultados malos. Hace más de dos mil años, ya decía Lao Tse: "En la desgracia habita la felicidad, en la felicidad se oculta la desgracia."[1] Los japoneses calificaban de victoria su invasión a China. Los chinos estimaban como derrota la ocupación por el agresor de vastos territorios del país. Sin embargo, la derrota de China llevaba en sí el germen de la victoria, mientras que la victoria del Japón contenía el embrión de la derrota. ¿Acaso no ha confirmado esto la historia?
En todos los países se discute ahora si estallará o no una tercera guerra mundial. Frente a esta cuestión también debemos estar espiritualmente preparados y examinarla de modo analítico. Estamos resueltamente por la paz y contra la guerra. Pero, si los imperialistas insisten en desencadenar una guerra, no debemos sentir temor. Nuestra actitud ante este asunto es la misma que ante cualquier otro "desorden": En primer lugar, estamos en contra; en segundo, no lo tememos. Tras la Primera Guerra Mundial apareció la Unión Soviética, con doscientos millones de habitantes; tras la Segunda Guerra Mundial surgió el campo socialista, que abarca a novecientos millones de seres. Puede afirmarse que si, a pesar de todo, los imperialistas desencadenan una tercera guerra mundial, otros centenares de millones pasarán inevitablemente al lado del socialismo, y a los imperialistas no les quedará ya mucho espacio en el mundo; incluso es probable que se derrumbe por completo todo el sistema imperialista.
Bajo determinadas condiciones, los dos términos opuestos de una contradicción se convierten inevitablemente cada uno en su contrario, como resultado de la lucha entre ellos. Aquí lo importante son las condiciones. Sin determinadas condiciones, ninguno de los dos términos que luchan entre sí puede transformarse en su contrario. En el mundo, el proletariado es el que más desea cambiar su situación, y le sigue el semiproletariado, pues el primero no tiene nada y el segundo tiene poco. La actual situación en que los EE.UU. manipulan la mayoría de los votos de la ONU y controlan muchas partes del mundo, es sólo temporal. Llegará indefectiblemente el día en que esta situación cambie. El status de China como país pobre y privado de sus derechos en la arena internacional también cambiará: El país pobre se convertirá en rico, el país privado de sus derechos, en país que goce de ellos, es decir, una transformación de las cosas en sus contrarios. Las condiciones decisivas para ello son el sistema socialista y los esfuerzos mancomunados de todo un pueblo unido.

XI. SOBRE EL RÉGIMEN DE ECONOMÍAS

Quisiera detenerme ahora en la cuestión del régimen de economías. Nos disponemos a realizar una construcción en gran escala, pero nuestro país es muy pobre todavía: he aquí una contradicción. Uno de los medios para resolverla es hacer prolongados esfuerzos por practicar rigurosamente economías en todos los terrenos.
En 1952 efectuamos una campaña contra los tres males: la corrupción administrativa, el despilfarro y el burocratismo, poniendo énfasis en la lucha contra la corrupción. En 1955 promovimos la práctica de economías, prestando principal atención al combate contra las normas demasiado altas en la construcción de obras básicas de carácter improductivo y al ahorro de materias primas en la producción industrial, y obtuvimos grandes éxitos. Pero, por aquel entonces, la política de practicar economías no se aplicó seriamente en todas las ramas de la economía nacional, ni en las entidades oficiales, unidades militares, centros docentes y organizaciones populares en general. Este año hay que estimular la práctica de economías y luchar contra el derroche en todos los aspectos de la vida del país. Nos falta aún experiencia en el trabajo de construcción. Durante los últimos años hemos conseguido grandes éxitos, pero también ha habido derroche. Tenemos que construir gradualmente una serie de grandes empresas modernas, a modo de armazón; sin esta armazón es imposible transformar en unos decenios nuestro país en una potencia industrial moderna. Sin embargo, la mayoría de nuestras empresas no deben ser de tales dimensiones; hay que construir más empresas medianas y pequeñas, aprovechar al máximo la base industrial heredada de la vieja sociedad y tratar, por todos los medios, de realizar economías, a fin de hacer más cosas con menos dinero. La orientación de practicar estrictamente economías y combatir el despilfarro, planteada en términos más enfáticos que antes por la II Sesión Plenaria del VIII Comité Central del Partido Comunista de China en noviembre pasado, ha empezado a dar resultados en los últimos meses. La presente campaña por la práctica de economías debe ser consecuente y prolongada. La lucha contra el derroche, igual que la crítica a otros defectos y errores, puede compararse al acto de lavarse la cara. ¿Acaso no hay que lavarse la cara todos los días? El Partido Comunista de China, los partidos democráticos, las personalidades democráticas sin partido, los intelectuales, los industriales y comerciantes, los obreros, campesinos y artesanos, en una palabra, todos nosotros - los seiscientos millones de habitantes - debemos aumentar la producción, practicar economías y luchar contra el lujo y el despilfarro. Esto tiene una gran importancia no sólo económica sino también política. Entre muchos de nuestros cuadros crece ahora una tendencia peligrosa: desgano de compartir penas y alegrías con las masas y preocupación por la fama y el provecho personales. Esto es muy malo. En el curso de la campaña por aumentar la producción y practicar economías, debemos simplificar nuestros organismos y trasladar cuadros a los niveles inferiores a fin de que un número considerable de ellos se reincorpore a la producción. He aquí una manera de vencer esa tendencia peligrosa. Debemos velar porque todos nuestros cuadros y todo nuestro pueblo tengan siempre presente que China es un gran país socialista, pero, al mismo tiempo, un país económicamente atrasado y pobre, y que esto es una contradicción muy grande. Para convertir a China en un país próspero y poderoso, se requieren varios decenios de intensos esfuerzos, que suponen, entre otras cosas, la observancia de un riguroso régimen de economías y la lucha contra el despilfarro, o sea, la aplicación de la política de laboriosidad y economía en la construcción del país.

XII. EL CAMINO DE LA INDUSTRIALIZACIÓN DE CHINA

Al hablar sobre nuestro camino hacia la industrialización, me refiero aquí principalmente a la relación entre el desarrollo de la industria pesada, el de la industria ligera y el de la agricultura. Hay que reafirmar que la industria pesada es el centro de la construcción económica de nuestro país. Pero, al mismo tiempo, es necesario prestar plena atención al desenvolvimiento de la agricultura y de la industria ligera.
China es un gran país agrícola con más del 80 por ciento de la población en las áreas rurales. Su agricultura debe desarrollarse a la par que su industria; sólo así podrá la industria disponer de materias primas y de mercado, sólo así se podrá acumular mayor cantidad de fondos para crear una poderosa industria pesada. Es de todos sabido que la industria ligera está estrechísimamente ligada a la agricultura, pues sin ésta no podría existir industria ligera. Lo que hoy la gente todavía no comprende bien es que la agricultura proporciona un importante mercado a la industria pesada. Sin embargo, lo comprenderá fácilmente a medida que la transformación técnica y la modernización de la agricultura, en su gradual desarrollo, reclamen cada vez más maquinaria, fertilizantes, obras hidráulicas, instalaciones de energía eléctrica, transporte, combustible para el consumo popular y materiales de construcción civil. Si durante el período del Segundo y Tercer Planes Quinquenales podemos dar un mayor impulso a la agricultura, logrando así un mayor crecimiento correspondiente de la industria ligera, resultará beneficiada toda la economía nacional. El desarrollo de la agricultura y la industria ligera proporcionará a la industria pesada mercado y fondos, acelerando su crecimiento. A primera vista, el ritmo de la industrialización parece un poco lento, pero en realidad no es así, c incluso es posible que se acelere todavía más. Dentro de tres quinquenios o algo más, nuestra producción anual de acero podrá pasar de las novecientas mil toneladas y tantas, registradas en 1943, la más alta cifra anual de antes de la Liberación, a los veinte millones de toneladas o aún a más. Entonces toda la población, tanto de la ciudad como del campo, se sentirá alegre.
Hoy no es mi intención hablar extensamente sobre los problemas económicos. Carecemos todavía de experiencia en la construcción económica, ya que llevamos tan sólo siete años ocupándonos de ella; necesitamos acumular experiencias. Al principio tampoco teníamos experiencia en la revolución y, sólo después de haber dado traspiés, adquirimos experiencia y obtuvimos la victoria en todo el país. Ahora debemos lograr que el tiempo necesario para adquirir experiencia en la construcción económica no sea tan largo ni el precio tan elevado como requirió el obtener la experiencia de la revolución. De todas maneras tenemos que pagar un precio, pero esperamos que no sea tan alto como el que pagamos en la etapa de la revolución. Es necesario comprender que en esto hay una contradicción: la contradicción entre las leyes objetivas del desarrollo económico de la sociedad socialista y nuestro conocimiento subjetivo de ellas, contradicción que debe ser resuelta en la práctica. Esta se revela también como una contradicción entre personas, entre las que tienen una comprensión más o menos acertada de las leyes objetivas y las que las comprenden de manera relativamente incorrecta; es, pues, una contradicción en el seno del pueblo. Todas las contradicciones existen objetivamente, y nuestra tarea consiste en conocerlas y resolverlas, dentro de lo posible, en forma correcta.
Para transformar a China en un país industrial debemos aprender a conciencia las experiencias avanzadas de la Unión Soviética. La Unión Soviética lleva ya cuarenta años edificando el socialismo y su experiencia es muy valiosa para nosotros. Veamos: ¿Quién ha diseñado y equipado para nosotros tantas Fábricas importantes? ¿Acaso los Estados Unidos? ¿Inglaterra, tal vez?No, ninguno de ellos. Sólo la Unión Soviética lo ha hecho, porque es un país socialista y aliado nuestro. Además de la Unión Soviética, también nos han prestado cierta ayuda algunos países hermanos de Europa Oriental. Es completamente cierto que tenemos que aprender las buenas experiencias de todos los países, sean socialistas o capitalistas; de eso no cabe duda. Sin embargo, debemos aprender principalmente de la Unión Soviética. Hay dos actitudes respecto a cómo aprender. Una es la dogmática, que consiste en copiarlo todo, sea o no aplicable a las condiciones de nuestro país. Esta no es una actitud buena. La otra es la de hacer funcionar nuestras cabezas y aprender lo que se adapte a nuestras condiciones, es decir, asimilar cuanta experiencia nos sea útil. Esta es la actitud que debemos adoptar.
Reforzar nuestra solidaridad con la Unión Soviética y demás países socialistas es nuestra política fundamental, y en ello estriban nuestros intereses esenciales. Además, debemos fortalecer y desarrollar la solidaridad con los países de Asia y África, así como con todos los países y pueblos amantes de la paz. Unidos a estas dos fuerzas, no estaremos solos. En cuanto a los países imperialistas, también debemos unirnos con sus pueblos y esforzarnos por coexistir pacíficamente con estos países, por comerciar con ellos y por conjurar una posible guerra. Sin embargo, de ningún modo debemos abrigar ideas ilusorias respecto a ellos.


NOTAS

[1] Citado de Lao Tse, cap. LVIII.

tomado de:http://www.ucm.es/info/bas/utopia/html/oet5_58.htm